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APUNTES INCOMPLETOS SOBRE LA FORMIDABLE DIMENSIÓN DEL GOLPE DE 1955 (y acerca de la grandeza del peronismo)

 

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

Llegan  días más templados. Tras realizar una nueva versión de Ya nada será igual, reduzco la intensidad, enciendo un cigarrillo y voy preparando unos mates. Igual, la brisa acaricia fresca. Una combinación grata.

Quiero señalarlo, me interesa subrayar. El golpe de 1955 fue una de las acciones más destructivas de la historia de la humanidad. Aunque algunos piensen que se trata de una exageración, el repaso del arrasamiento integral que generó esa dictadura absurdamente llamada revolución permite comprender el sentido del concepto.

La demolición se registró en los órdenes industrial, educativo, sanitario, deportivo. En las áreas científicas y técnicas, en el aspecto institucional, en los planos cultural y psicológico. Esa catástrofe social inducida se extendió a las personas de modo individual: miles y miles padecieron la persecución feroz por el simple hecho de haber adherido al movimiento peronista.

Talentos significativos de talla mundial en todas las áreas resultaron negados, ocultos, como si sus obras no hubieran sido extraordinarias y beneficiosas para el conjunto de la humanidad. Un caso emblemático pero no aislado fue el del doctor Ramón Carrillo.

Quien elaboró una nueva mirada para la medicina en sentido integral, no sólo murió en el exilio, la pobreza, y cargado de acusaciones disparatadas, sino que la diatriba perduró hasta pocos días atrás, objetado por mediocres que en su vida elaboraron algo, en cualquier rubro, equivalente a su labor.

Sucede que para absorber el volumen de la destrucción es preciso reconocer la dimensión de lo construido en el decenio 1945 – 1955. Si se evalúa que el peronismo fue un sencillo espacio nacionalista equiparable a otros que se forjaron en distintas instancias, la aprehensión no llega.

Esa vindicación patriótica fue un aspecto de su vertiginoso despliegue. Central, claro, pero extendida a todos los niveles que se puedan imaginar. Algunos textos dan cuenta de ello. Especialmente Arturo Jauretche, Fermín Chávez, José María Rosa y Juan José Hernández Arregui, en varias páginas, se aproximan a la transmisión de aquellas elaboraciones.

También la obra Perón, Sinfonía de un sentimiento, de Leonardo Favio, hace justicia.

Cabe recorrer los datos de crecimiento en cada uno de los espacios productivos. Vale observar los indicadores del rendimiento deportivo general. Es preciso conocer los números de la salud pública, de la educación. Enfocar los vehículos o repasar las leyes. Las máquinas, los aviones, los barcos. Las invenciones, los experimentos, los proyectos.

Las áreas abordadas. Los derechos. Los pibes. Las mujeres. Las regiones y la infraestructura. Las rutas, las escuelas. Hasta el último rincón del territorio invadido por los juguetes. El consumo, el descanso, los teatros, las canchas. La forestación, el cuidado de la riqueza ictícola, la recuperación de flora y fauna. Créanme: “esto lo hizo Perón”.

Pero sobre todo, adentrarse si fuera posible en la vida cotidiana de todo un pueblo.

En mi familia, sin ir más lejos. La abuela lavaba y planchaba “para afuera” y los hijos, entre ellos mi padre, sacrificaron sus estudios para repartir las prendas y recoger otras. Ese peronista inteligente y lector que fue mi papá no superó el cuarto grado. La llegada del peronismo transformó todo de un modo pleno, puso la vida patas para arriba, revolucionó las condiciones de existencia.

Sin cargo especial alguno, todos los miembros de la familia consiguieron trabajo. Los hijos  estudiamos, ya en un ciclo políticamente regresivo, debido a las esquirlas indetenibles de aquél big bang. Y nuestros hijos, siete décadas después, estudian gracias a aquél disparo original. Si no es así en todos los casos es porque la avanzada criminal de tantos golpes con acciones económicas liberales fue barriendo las posibilidades de millones de argentinos que no lograron zafar de las urgencias impuestas.

Impuestas intencionadamente por los que hoy siguen discurseando liberaladas que terminan quitando el pan de la mesa a las multitudes para transferir los recursos a empresas que, encima, patalean por la falta de libertad, la falta de divisas y, como frutilla en la crema, de la falta de contracción al trabajo de nuestra gente.

El golpe del 55 es la matriz de las penurias nacionales. Estas líneas no alcanzan a comunicar la enorme, gigantesca labor delictiva en contra de esta sociedad para beneficiar a unos pocos miserables. Por supuesto que hubo antecedentes, y bien fuertes. Pero esa debacle forzada de la grandeza argentina es incomparable.

No pretendo adhesión. Antes de replicar que previamente  –el 30- o luego –el 76- fueron “peores”, sólo pido que se estudie el tramo descripto. Aquél que se zambulla sinceramente en su evaluación, se asombrará aún cuando crea haber reivindicado en alguna medida la creación del general Juan Domingo Perón.

Esos otros golpes están en la misma línea que el evocado. Comparto a pleno su condena y he participado dentro de mis posibilidades en la resistencia al más reciente.

Sin embargo, el derrumbe integral impuesto en 1955 por aquella mezquina y cruel conspiración de los mediocres carece de parangón. No pretendo aquí un análisis histórico, en el cual deberían entrar la incidencia británica y estadounidense, y los múltiples factores internos, incluidos los propios.  Sólo intento, infructuosamente, evidenciar  la trascendencia de lo ocurrido.

Tanto tiempo después.

 

  • Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica / Sindical Federal

 

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