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MEDIOS / Por qué batallan a favor de la catástrofe. En la nueva etapa, la misma matriz

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

Es probable que la matriz esencial del tema medios de comunicación, aunque se haya desvelado parcialmente gracias a los intensos debates generados a lo largo de este incipiente siglo XXI, aun guarde una zona oscura. Una región básica oculta de la comprensión pública –incluido el activo político- que facilita la persistencia y el relanzamiento de las deformaciones a la hora de narrar la realidad y de las campañas antinacionales a la hora de analizar lo que va sucediendo.

Vamos directo al nudo: los más poderosos medios de comunicación en la Argentina, articulados por su conducción, el Grupo Clarín, tienen su interés profundo radicado en la renta parasitaria y los sectores financieros; es decir, necesitan el deterioro del aparato productivo nacional y el mercado interno que lo sostiene, para vivir. El Grupo Clarín está atravesado por el Grupo Noble, que asienta su lucro en la producción y exportación de bienes primarios y en la consecuente especulación con las divisas obtenidas, y por Telecom, su más reciente, y gigante, adquisición.

En el esquema de aliados, imbricados con ese interés sólo un escalón antes del punto de fusión, se cuentan las empresas privatizadas de servicios públicos y un puñado de firmas comerciales, inmobiliarias e importadoras. En su conjunto, configuran el bloque económico antiproductivo que regentea el país desde hace cuatro años, pero que se viene desplazando sin grandes dificultades desde demasiadas décadas atrás. Los resultados de su accionar permiten evidenciar que estos párrafos no son aseveraciones conceptuales, sino realidades tangibles.

Nos interesa remarcar la cuestión, porque pese al retiro de velos se sigue pensando en los medios concentrados como lugares que dan cuenta de lo que sucede según su prisma ideológico, y esa es una verdad pequeña: estamos indicando que se trata de organizaciones que respaldan y hasta promueven planes económicos destinados al hundimiento nacional pues en eso les va la continuidad empresarial. El tema es tan grave que desborda. Quienes narran el presente argentino necesitan que al país le vaya mal.

Los permanentes cierres de establecimientos productivos son el ejemplo más contundente. Esto ha originado desempleo y caída en la capacidad de compra social, de comercialización de productos, de fabricación y de financiamiento estatal. La determinación oficial de ajustar la economía sólo tiene como objetivo el ahogo de la industria local y el fortalecimiento de esa matriz esencial del poder oligárquico. Los medios más poderosos, propiedad de esas corporaciones, defienden el proyecto en curso y atacan las perspectivas de aplicación de un Proyecto Nacional porque son parte del interés básico mencionado.

Si en el período venidero estos espacios periodísticos siguen comandando la difusión de información en el país, resultará difícil evitar la sensación de malestar continuo, de tensión persistente, porque desplegarán –como lo han hecho, y más- toda su artillería para atacar cualquier variante que agrande el PBI y dinamice la vida económica interior. El pueblo argentino seguirá siendo víctima de un bombardeo incesante de campañas orquestadas con el objetivo de mostrar que quienes lo benefician, lo perjudican; y viceversa.

La elaboración de una trama de medios estatales a la altura de las circunstancias y de medios nacional populares de razón social bien sostenidos, tecnológicamente potentes y portadores de lineamientos editoriales asentados en el Pensamiento Nacional será, más que un derecho, una obligación del futuro gobierno si no desea que, andando el tiempo, se reposicione la falaz idea rentística sobre el cuerpo de la comunidad. La reducción de las pautas publicitarias artificiales sobre las empresas concentradas resultará, a su vez, un gesto de autodefensa imprescindible.

Estos medios que se articulan desde el Grupo Clarín necesitan golpear sobre toda iniciativa productiva y no les importa, debido a la hegemonía alcanzada, el prestigio ni el contrato de lector. Pueden darse el lujo de presentar “opciones” diversas con apariencia polémica para sostener la idea fuerza antinacional. Lo que exigen continuamente es que el Estado desfinancie la competencia real –medios públicos sólidos, medios populares de calidad- y sostenga sus iniciativas. Exigen sostener el monopolio del papel, de los canales de televisión, de las radios de mayor alcance y van, en este tramo, por la censura en la web.

La forma de enfrentar esta situación no tiene porqué ser unilateral ni proponer un contraste abierto. Pero tendrá que ser bien elaborada, con la mayor inteligencia posible, para desplegarse. De otro modo, la imagen del decurso nacional e internacional que los medios lanzarán –otra vez- sobre la sociedad, será inverso a la realidad. La realidad palpable demuestra que quienes apuestan a la producción de bienes de producción y consumo, a la inversión estatal y al manejo de las finanzas según las necesidades sociales, crecen. Que los que apuestan a la llamada austeridad, al cercenamiento del denominado gasto público y al quiebre de los derechos laborales, se hunden.

Estos medios, que conocemos y hemos analizado en reiteradas ocasiones, jamás admitirán tal cosa. Les va la subsistencia en ello. Su base económica está anclada a la renta y a la especulación. Un director periodístico o un jefe de redacción honrados, que se decidan a informar adecuadamente sobre el presente, no tienen lugar allí. Todo intento por dar cuenta de la importancia del apuntalamiento de la inversión productiva y los beneficios para las grandes masas será considerado populismo, corrupción o algún apelativo innovador que les permita desprestigiar las realizaciones y sembrar divisiones en el propio espacio industrialista.

Por supuesto que hay más: la responsabilidad social en general–a quién creer-, la responsabilidad del sistema educativo –con qué parámetros formar a las nuevas generaciones-; y la conciencia en ese sentido del movimiento obrero organizado, las entidades sociales y los agrupamientos políticos y culturales populares. El pueblo argentino ha demostrado pensar con cabeza propia, de otro modo semejante ocupación de portadas, diales y pantallas derivaría en un respaldo colectivo que como vemos, escasea.
Sin embargo, aunque la población resuelva mayoritariamente dar la espalda a esos medios, su poder de fuego intoxicante tendrá la posibilidad de enturbiar el clima en todo el país y hacer una zancadilla tras otra en los avances que se logren en las áreas estratégicas.

Mientras nos abocamos a las realizaciones desde el Nosotros, el puntal de la tarea, no queremos dejar de señalar este aspecto. Acá no habrá “reorientación editorial” a fondo ni un oportunismo ligado a las exigencias del público. Apenas un puñado de datos dispersos sobre las secuelas del ajuste, sin adentrarse en las causas. Como su rentabilidad exige que el país se deteriore, seguirán operando en esa dirección. Lo señaló don Arturo Jauretche, más vigente que nunca: hablan del capitalismo en general y se oponen al capitalismo en el país.

Esas empresas tienen un timón fijo, alineado por el sentido mismo de su existir. Comprenderlo es un avance significativo para resolverlo.

 

• Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica

 

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