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VLADIMIR PUTIN y DONALD TRUMP / Cómo llegamos a esto

Por GABRIEL  FERNÁNDEZ *

 

El guerrerismo del capital financiero enancado en los estados europeos tiene su antecedente: el arribo del nacionalsocialismo al poder en Alemania, en 1933, cuando el colapso de esa economía resultaba indetenible.

Suele pensarse que el poder y su ejercicio configuran acciones destinadas a aplastar al resto, disciplinarlos y, de un modo u otro, gobernarlos. Sin embargo, bien podría indicarse que protagonizar el poder también implica diseñar objetivos relacionados con su volumen.

La dificultad para la difusión de un razonamiento sensato como el antedicho radica en la fuerte impronta propagandística que acompañó el desarrollo del neocolonialismo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los vencedores sobre argumentaron… y terminaron creyendo parcialmente sus palabras.

Al respecto, Henry CK Liu considera que “La Segunda Guerra Mundial terminó la Edad del Colonialismo pero dio una segunda vida al Neocolonialismo con la propaganda fantástica de Winston Churchill sobre los Aliados victoriosos como «Las Democracias» y «Defensores de la Libertad»”.

Añade que “Es particularmente patético que el propio Churchill no haya sido elegido primer ministro democráticamente, sino nombrado por el Rey como un acuerdo de emergencia para formar un gobierno de coalición en tiempo de guerra con el Partido Laborista contrario sin que se celebre una elección”.

Aunque parezca mentira pero resulte natural, aún hoy la “democracia” valorada según se le ocurra al emisor, es presentada como el eje sobre el cual combatir a quien pretenda construir poder desde otra perspectiva.

Así, los propios jefes de Estado de las potencias occidentales son sometidos a ese chantaje verbal que en realidad nada significa, para ordenar su accionar –a veces, créase o no, en situaciones parciales- según las necesidades de grandes empresas que ríen de toda noción democratizadora.

Si algún patrón puede hallarse, este será: los mandatarios acusados de antidemocráticos, con la inevitable derivación de populistas, son aquellos que impulsaron dentro del capitalismo fuerzas productivas contrarias a la renta financiera.

Han transitado ese banquillo desde Juan Domingo Perón hasta Getulio Vargas, pasando por Eliecer Gaitán y Hugo Chávez hasta llegar a Vladimir Putin y Donald Trump. Sin olvidar a los muy capitalistas Néstor y Cristina Kirchner, entre tantos.

La ex presidenta argentina lo explicó con claridad en Naciones Unidas: no podemos admitir un 1.600 por ciento de rentabilidad para capitales financieros, porque entonces ¿Qué queda para las inversiones productivas? Lo hizo en el marco de la batalla con los llamados Fondos Buitre.

Al respecto, uno de los jefes de la banca concentrada internacional confió a este periodista: lo que dice Cristina está bien, pero no hay que olvidar que los Fondos Buitre… son los bancos.

Con enorme merito y anticipación, Alberto Methol Ferré nos enseñó que el agrarismo y sus variantes han quedado atrás, dentro de lo que podríamos denominar sendero humano, quizás progreso, ante los estados nación. Los mismos tienden a coaligarse, de modo tenso, conflictivo y a la vez complementario, en estados continentales.

Pero simultáneamente la renta agraria y los excedentes industriales han brindado alimento a las grandes corporaciones financieras. En su lógica directa han ido descubriendo que al no elaborar bienes de producción y consumo, su único objetivo es acumular más dinero. Esto no amerita adjetivación per se; el problema surge ante el vacío que late debajo.

El capital financiero se ha independizado de la producción de bienes, base del capitalismo, y de sus Estados, a los cuales utiliza únicamente para obtener recursos sin derivación material. Las herramientas tangibles que emplea no son mucho más que las armas y los medios.

No cabe en las gerencias que lo encarnan el impulso a una actividad productiva cuando el monto de la inversión necesaria puede ser reproducido de varias maneras a través de la especulación. Es más: en esa dinámica, una autoridad corporativa que se niegue al desguace de tal actividad, sería desplazada.

El dominio financiero sobre la política alcanzó su cenit en los años 90 y tiene brazos potentes que se extienden al presente. Gobernó y sumió en crisis a Europa y a los Estados Unidos. La pulseada resultó inevitable cuando enormes volúmenes de capital se posicionaron en zonas fértiles debido a su fenomenal espacio de consumidores.

China, Rusia, los BRICS en  general (y creciendo), dan cuenta del freno a tal hegemonía y la puesta en marcha de proyectos económico productivos que se imbrican armónicamente con el desarrollo de los estados continentales. Volvamos al poder, entonces.

Y volvamos a Henry CK Liu: “Solo una política exterior racional construida a partir de un análisis razonado de las relaciones internacionales será una política exterior exitosa”. Es que a menos que se tenga la totalidad del poder, es imposible controlarlo todo.

Aunque hoy resulte natural debido a la propaganda, un pensamiento equilibrado podría ayudarnos a ver lo absurdo del intento financiero por disciplinar a la humanidad en su conjunto sometiéndola a la inactividad, la miseria y en definitiva, la muerte. Sin trabajo, sin consumo, sin vida. La matriz de las propuestas conocidas públicamente como “liberales”.

El impulso interno de sus sociedades es lo que ha llevado a Rusia y a China a generar un espacio Euroasiático poderosísimo y en permanente ampliación productiva. Ese impulso, de menor magnitud, da batalla en los Estados Unidos para impedir la conversión de ese gran país en una tierra arrasada.

Es probable que el destino real de ese Norte sea la articulación con el conjunto de su asentamiento geoeconómico: Canadá por un lado y México por el otro. Pero sobre todo, puertas adentro, un fuerte accionar inversor destinado a insuflar vida a un mercado local hoy deprimido y alocado por una comunicación que desenfoca o transmuta realidad por ficción.

Como un embudo que combina las fuerzas materiales con los sueños de salvación, la Iglesia ha resultado en cada período un reflejo parcial de las pugnas entre los sistemas productivos más importantes, y también en el seno de los mismos.

Nadie puede saber si, individualmente, el Papa Francisco es más bueno que sus antecesores o si su corazón posee una cercanía singular a los deseos de Dios. Lo que se sabe es lo que se observa: un accionar pleno, recto, indetenible, a favor de las economías productivas, a las cuales con sensatez identifica con proyectos de vida en contraste con los rentísticos.

El andar planetario, por así decir, facilitó un lugar valioso para el Sur. Las dos grandes construcciones potenciales, el Mercosur y el Unasur, podrían hallar en este nuevo panorama funciones de alta gradación que incluyen la propiedad de recursos naturales apreciables y el know how justo para una ciencia recreada en tecnología.

Si la deserción de nuestros países a la cita histórica ofende los valores nacionales, además se convierte en un drama que con el tiempo desplegará en tragedia porque los grandes protagonistas, aquellos que asumen su espacio geoeconómico a través de un hilván político, echarán mano sobre los bienes inutilizados.

En esa dirección, la Argentina parece exigir a los Estados Unidos que cumpla su antiguo rol imperial al abrir puertas a empresarios y soldados norteamericanos, amparados por las propiedades británicas en el Atlántico Sur, para que dominen nuestro territorio. Esa región austral es uno de los pocos recursos importantes con que cuenta el Reino Unido y su aliado transatlántico no necesita esforzarse para usufructuar los dominios.

El mundo ha cambiado. La crisis financiera evidenció los límites de una concepción etérea que buscó crear un planeta sin producción de bienes. El contraste es demasiado agudo y, si no existe una adecuación razonable del continente europeo en las próximas dos décadas, algunas zonas del Viejo Continente se verán bombardeadas por elementos más contundentes que las frases del presidente norteamericano durante el encuentro de Bruselas.

Como nos indicó Néstor Gorojovsky: “Nada marca mejor el fin de una época que este encuentro. En el fondo, es admirable que hayan tenido que pasar diez años desde la crisis mundial de 2008, que es el punto de partida de esta admisión de EEUU ante sí mismo de que el mundo ya no era como imaginaban los globalizadores de 1990, para que tengan lugar conversaciones de este tenor.

Lo que más me importa de todo esto es el carácter simbólico de Helsinki. Si las burguesías imperialistas de Europa Occidental desean seguir teniendo algún papel autónomo en el mundo moderno tendrá que ser a través de una «finlandización»”.

Por eso se armonizan China y Rusia. Por eso se reunieron Vladimir Putin y Donald Trump. Por eso se hunden la OTAN y el Sur americano. Es que sea cual fuere la creencia del lector, tendrá que admitir que los caminos recorridos por los hombres… contienen el factor libre albedrío. El proceso, el entorno, las circunstancias, abren puertas; son los grupos humanos y sus líderes quienes resuelven afrontar esos pasos hacia el futuro o retraer el andar y desvanecerse en las brumas de un ayer que, como bien señala el tango, nunca más ha de volver.

 

  • Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica.

 

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