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lunes , abril 29 2024
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El problema no es la terciarización

 

Por GAUCHITO GIL

 

Aca no se trata de elegir entre Pérsico o el Arcangel San Miguel. Aún si pérsico se parece mucho a Carlos Marx o a Papá Noel, los tres tienen barba, dicen que me dieron mucho y no me dieron un carajo.

Aca se trata de elegir entre Persico y Milton Friedman. ¿Cómo? Sí, Milton Friedman inventó en su guerra contra las izquierdas, los populismos, y el comunismo, el «impuesto negativo de la renta». Cómo sería eso? Darle un subsidio (impuesto negativo) a todo el mundo que tenga ingresos menores a un determinado ingreso. Como consecuencia, se establecía una política social universal, directa desde el Estado, que subsidiaba a aquéllos que no tenían ingresos. Sí, el Ingreso Básico Universal lo inventó Milton Friedman. ¿Se volvió peronista? ¡No! Era el instrumento para desarmar los sindicatos, desarmar las leyes laborales, sin caer en excesiva pobreza. Aislar, desorganizar la población.

La economía popular existe, es trabajo y es capital. No es nada para romantizar, suele ser una economía sin derechos y desorganizada, descapitalizada, y precaria. No es, como le gusta decir a Pérsico, por fuera del mercado. El mercado, el capital está ahí en el banquete, esa economía cumple roles de mierda para que el capitalismo pueda encargarse de otros roles. Esa división de tareas no es inmune a las necesidades del capital. Lo que es, es por fuera del Estado: sin leyes, sin organización, sin organismos que vigilen, sin regulación ni fiscalización. Es una flexibilización laboral por interpósita persona ante un Estado impotente o que mira para otro lado. Viendo declaraciones recientes de Cristina, (pero tambien otras anteriores de Alberto, o Kulfas), incluso la política de nuestro espacio ignora.

Desde ya, que alguna organización social cobre de intermediación para el acceso a una política social que hoy es de subsistencia absoluta, es infame. Y no es peronista. Pero también en este sentido a los trabajadores les «cobran intermediación» los sindicatos y las obras sociales por el solo hecho de acceder a un trabajo (a veces con salarios bastante bajos). Ese argumento bordea peligrosamente lugares liberales. De hecho, hoy en el Potenciar existe la posibilidad de cambiar de unidad de gestión (lease, cambiar de orga social), lo cual en términos pragmáticos puede fomentar la competencia y reducir el riesgo de «intermediación». Esto lo hizo Alberto y calculo que se celebra. Y sin embargo ¿qué otra cosa era la Ley Mucci sino una estrategia para partir los sindicatos únicos por rama para que «compitan» entre sí? Y los peronistas lo hemos combatido como una forma de fractura de la organización obrera. De nuevo, es una crítica liberal.

El problema no es la intermediación. Pensar en la intermediación en sí es algo liberal, porque es pensar «natural» en una relación entre Estado-individuo, y por lo tanto, también Mercado-individuo. Acaso la UIA no es un intermediador entre las empresas y el Estado? ¡Pucha, que ya lo sabía Adam Smith, que no la puso en su vida! Si no te intermedian los tuyos, te intermedian los otros.

La clave de la «economía popular» es su desorganización, en contraposición con la economía tradicional, organizada por sindicatos en cuanto a la defensa del trabajo y por las organizaciones empresarias en cuanto al capital. Los miembros de la «economía popular» suelen cumplir como pueden con ambos roles, y sin embargo no tienen organización alguna ni visibilidad ante el Estado. Esto los deja afuera de la seguridad social, los derechos del trabajo, la representación gremial, el crédito, el lobby etc. Y el que no se organiza para llorar, no mama. Las organizaciones sociales existen para eso: para, muy fragmentariamente, suplir esa falta de organización.

Seguro, en las crisis, la caída de los ingresos fuerza a la gente a apiñarse en los movimientos sociales como forma de acceder a algo del Estado. Pero eso es un síntoma del problema, no el problema.

En todo caso, la discusión que tenemos que dar es qué hacer con la economía popular hoy que estamos en recuperación gradual, la pobreza va a empezar a descender, va a seguir bajando el desempleo, pero vamos a seguir teniendo cinco millones de gente precarizada y más falsamente inactiva. A esa gente, que ya trabaja, hay que formalizarla, darle un monotributo, organizarla, darle créditos, capacitación, tecnología, constituir un actor en el mundo del trabajo y también del entramado productivo. Y está claro que las altas y las bajas de ese monotributo de acceso para la seguridad social, deben ser gestionadas por el Estado, no por los movimientos sociales. Hay que nivelar para arriba ese desnivel. Y después hay que construir puentes para poder conectar este mundo con el mundo del trabajo dependiente del privado, del trabajo estatal, y del mundo empresario. Y las organizaciones sociales tienen que pasar de ser un piso contra la miseria a ser organizaciones gremiales de una parte de la sociedad, tienen que ser la UIA y la CGT de estos sectores.

El problema no es la tercerización. El problema es seguir viendo a este sector como una política de asistencia y no una política laboral, productiva y tecnológica. El problema es la falta de derechos, el problema es la condición de miseria. Y la política está más preocupada por el impuesto a las ganancias o por que viajemos a Cancun que por ese sector. Y está más preocupada por asistir que por construir. Y los movimientos sociales a menudo son parte de este problema.

Hay una anécdota de la cual ignoro su veracidad, que dice que Menem dijo que De la Rúa cayó por «no regar de polenta las villas».

Ni regando de polenta con comedores, ni regando desde un helicóptero con plata, se sale de la marginalidad. Se necesita cubrir la totalidad de la Argentina con políticas de producción y trabajo.

 

  • LSM

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