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lunes , abril 29 2024
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GÜEMES, SU FAMILIA Y EL GAUCHAJE SOLIDARIO

 

Por HÉCTOR AMICHETTI *

 

«Camino del Chamical

el héroe va desangrando.

El corazón del caudillo

y su moro infatigable

con latidos y pisadas

dialogan su último viaje»

Allí, en Cañada de la Horqueta, protegido por los cerros y la selva -sus inamovibles aliados- y rodeado de sus queridos gauchos, es seguro que a Martín le duele más que su herida mortal, la distancia de su amada familia a la que presiente que ya nunca más volverá a ver.

Mientras tanto, en Salta, invadida por los realistas de Olañeta, celebran los comerciantes de la ciudad y los vecinos españoles enemigos de la independencia.

Damaso Uriburo, los doctores Facundo Zuviría y Juan Marcos Zorrilla, los hermanos Gurruchaga y otros miembros de la «gente decente», ilustrada, rica y culta de la ciudad que había contribuido a la causa, pero ya poco le interesaba aquello de «Primero la Patria» y después las Instituciones.

Ellos no miraban más allá de sus intereses y en su defensa habían creado el partido «Patria Nueva» que propiciaba una monarquía constitucional para acabar con el gobierno «autoritario y tiránico» de Güemes.

¡Ese gaucho populista y utópico! que les exigía más y más sacrificios, hasta el día en que llegara la noticia de que el General San Martín había logrado someter al Virrey del Perú.

En su agonía, el enorme gaucho, aquel inmenso guerrillero convertido por San Martín en «Jefe del Ejército de Observación», alentaba a sus compañeros, «los Infernales» que habían convertido a Salta en «sepulcro de tiranos», a no bajar bandera, combatir sin compasión al enemigo y prepararse para dejar de ser Ejército de «observadores» y convertirse en Ejércitos de Libertadores, los imaginaba en medio de ese trance final tan doloroso, cruzando victoriosos en un día no tan lejano, el territorio del Alto Perú en búsqueda de la «Patria Grande».

Atravezado tal vez por sentimientos contradictorios, por la pena que infunden los cobardes, mezquinos y egoístas y por la alegría que transmiten los soñadores valientes y solidarios, partió ese 17 de junio de 1821 Martín Miguel de Güemes.

Su amada compañera Carmen Puch y sus tres pequeños hijos, habían librado durante años batallas en paralelo, perseguidos por los horrores de la guerra y la sed de venganza enemiga.

Ignacio, el más pequeño de ellos, falleció a los pocos meses, Carmen, enferma y descorazonada, buscó refugio en la casa de su padre. En un conmovedor relato, la escritora Juana Manuela Gorritti cuenta como fueron sus últimos días:

«Sin escuchar a su padre ni a sus hermanos que la rodeaban llorando, cortó su espléndida cabellera, se cubrió con un largo velo negro, se postró en tierra en el sitio más oscuro de la habitación y allí permaneció hasta su muerte, inmóvil, muda, insensible al llanto inconsolable de su anciano padre, a las caricias de sus hermanos que la idolatraban, a los ruegos de sus amigos y a los homenajes del mundo, alzando sólo de vez en cuando su velo para besar a sus hijos, con la dulce efusión de otros tiempos».

Carmen murió en abril de 1822, tenía apenas 24 años.

Martín de 4 años y Luis con poco más de un año de edad, fueron criados durante algún tiempo por el gauchaje leal a su padre, las criaturas vivieron de rancho en rancho bajo la protección de humildes familias salteñas hasta que sus tíos pudieron alejarlos de las acechanzas mediante el exilio, en Bolivia primero y luego en Perú.

Como suele ocurrir con muchos de los grandes patriotas de nuestra historia, sus martirios se extienden a sus familias, a todos sus seres queridos, quizás porque corazones y amores tan gigantescos generan odios de igual dimensión.

¡GLORIA ETERNA A GÜEMES Y SU FAMILIA!

 

  • Secretario General Federación Gráfica Bonaerense / CFT / CGT

(Publicado en el libro «Plutocracia Infame y Resistencia Popular», editado por nuestra Federación Gráfica Bonaerense).

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