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lunes , abril 29 2024
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¿GOLPE?

 

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

Recogiendo el guante lanzado por Luis D´Elía

DENTRE. Aunque en el seno de este artículo se incluya la información, es honrado advertir que pretendo ahondar un debate destinado a comprender sentido y proyección de la misma. Esto es así porque me interesa tomar muy en cuenta las posibilidades concretas de las advertencias, por encima de los antecedentes de los protagonistas. El decurso de un sector sirve para configurar su interés, su personalidad y su comportamiento, pero no necesariamente para prever su accionar, pues el mismo suele estar ligado a la necesidad y el potencial acumulado en el presente.

Como ejemplo: sobre el comienzo de la pandemia descarté, por falta de evidencias, las versiones acerca de “esto es una guerra bacteriológica, seguro que fueron los Estados Unidos o algún poder interno de ese país”. Cuando señalé que no me constaba, que nadie aportaba pruebas contundentes y que además entre los damnificados estaba la misma potencia del Norte, se me respondió con antecedentes: “pero si son capaces de cualquier cosa, porque hicieron esto, aquello y lo de más allá. Todos crímenes contra la humanidad”.

Insistente, repliqué que eso es lo que hicieron pero para aseverar tal cosa en tiempo presente resulta preciso contar con elementos sólidos que corroboren su responsabilidad. No es posible efectuar una acusación en el aire, sin siquiera lograr explicar a quién beneficia y a quién perjudica semejante movida contra la salud pública. Hago esta precisión como ejemplo del razonamiento que intento llevar adelante frente a las distintas situaciones. Fin del dentre. Vamos al tema.

LA DENUNCIA DE LUIS. El secretario general de la Federación de Tierra y Vivienda (FTV) y presidente del partido Miles, Luis D´Elía, denunció que «en la Argentina un golpe de Estado está en marcha contra (el presidente Alberto) Fernández y (la vicepresidenta) Cristina Fernández de Kirchner» y que ese accionar político desestabilizador «está motorizado por poderosos empresarios de los medios de prensa» quienes «no aceptan una reforma judicial en la Argentina».

Mauricio «Macri y Magnetto, Magnetto y Macri, Clarín y Cambiemos, Cambiemos y Clarín, seguramente con el guiño de Edward Prado, el embajador de Estados Unidos (EEUU) en la Argentina, han dado comienzo a un proceso de demolición política al que yo le llamo golpe blando o golpe de nuevo cuño, contra Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner», afirmó D´Elía en declaraciones a Prensa Mac.

«Esos sectores opositores políticos y de los empresarios del poder mediático buscan que Alberto (Fernández) tenga el mismo final que De La Rúa en el año 2001, quieren ese final», remarcó el dirigente social.

Para el titular de la FTV «hoy hay claros síntomas, muy claros síntomas de ese intento de golpe, debido a la resistencia frontal del Poder Judicial argentino -que es el principal ejecutor del Lawfare en la Argentina-, y son esos factores de poder en la Argentina que se niegan a modificar esta situación política y proponen una feroz resistencia a la reforma judicial en marcha». Hasta aquí, la denuncia de Luis.

PENSAR PARA ACCIONAR. Las características antinacionales y antipopulares de los personajes y sectores mencionados es ostensible y están ratificadas por la historia. Su operatoria presente en esa dirección es clara y jamás se me ocurriría poner en tela de juicio la argamasa con la cual se los caracteriza en la denuncia. El tema es otro, pues del conocimiento de los planes enemigos surge también el diseño de la tarea propia: ¿Están en condiciones de concretar un golpe en cualquiera de sus variantes? Y ¿conviene a sus intereses presentes llevar adelante esa acción?

Creo que además de enunciar los rasgos conocidos, es preciso reflexionar sobre esos dos interrogantes pues las inferencias no son un factor determinante para elaborar un cuadro de situación. Veamos. Aunque tienen un enorme poder económico, los denunciados no poseen respaldo en la población –sólo movilizan franjas radicalizadas minoritarias con bajísima aceptación del conjunto-, ni de las organizaciones de la economía real argentina ligadas al mercado interno; tampoco cuentan con un aval de las Fuerzas Armadas ni tienen influencia en el interior de las mismas.

En la misma línea, la complejidad de la sociedad argentina ha evitado que los Estados Unidos la manejen en modo bananero. Aun en los momentos de mayor dependencia estructural, para descerrajar un golpe no basta con una orden externa sino que resulta imprescindible una acumulación de poder interno de la oligarquía y, entonces sí, el respaldo imperial a modo de cobertura general. La Argentina no es Haiti, pero –y con absoluto respeto por lo logrado en ese país durante el tramo previo- tampoco es Bolivia. La densidad institucional nacional, la potencia de las organizaciones sindicales y los movimientos sociales entre otros factores, permite comprender que sin el concurso de una arrasadora fuerza coordinada con las FF.AA. resulta muy difícil avasallar la Nación.

A De la Rúa lo disparó hacia el helicóptero el pueblo movilizado en las calles. A él y a su ministro Domingo Cavallo. Que haya existido aquiescencia por parte del Justicialismo Bonaerense para esa reacción sólo contribuye a demostrar que el olfato y el sentido de la oportunidad de la estructura partidaria se acomodó a una situación irreversible. A decir verdad, tras diez años de ajuste y entrega, las fuerzas económicas y sociales internas del país resolvieron quebrar el liberalismo y abrir el juego hacia una nación productiva, cosa que con todas las falencias y dificultades, se comprobó en la década posterior. Es decir, contra lo que parece sugerir el querido Luis, el 2001 no fue un golpe blando promovido por Eduardo Alberto Duhalde, sino una digna y firme acción masiva de un pueblo harto de restricciones.

PRESIONES O GOLPES. El intento de los sectores imputados por generar un clima adverso al gobierno es evidente y comparto esa observación. ¿La idea es condicionar o voltear? En realidad la tensión permanente de los poderes rentísticos concentrados –productores exportadores, bancos, firmas públicas privatizadas, empresas afines al macrismo- canalizados a través de los medios que son parte del mismo entramado, es un clásico de la vida nacional que tiene distintos objetivos según el período y la relación de fuerzas. ¿Es intención –asentada en potencia real- de Héctor Magnetto y su compañía hacerse del control estatal pleno al punto de destituir al gobierno constitucional e imponer alguno de su confianza?

Si es así podemos preguntarnos la razón por la cual ningún representante institucional dice algo al respecto. Lo que es más, extendemos la pregunta hacia el específico y direccionado buen trato oficial sobre las franjas empresariales mencionadas. Es viable suponer que el estilo de Alberto Fernández se asienta en el diálogo y la moderación, pero ¿Cristina Fernández de Kirchner cuenta con esa información y ha resuelto no denunciar semejante intento de quiebre político? ¿Ningún gobernador afín a alguno de los dos jefes del Estado tiene nada para señalar, nada para advertir? ¿Ningún medio público va a deslizar siquiera la inquietud?

De registrarse una ofensiva golpista como la denunciada por el compañero, sería adecuado dejar de debatir asuntos menores y enfilar todo el potencial del movimiento nacional y popular en sentido amplio para combatir el intento. A menos que los mismos dirigentes electos en 2019 se encuentren resignados a aceptar el curso de los acontecimientos. Frente a ese panorama eventual, percibo otra realidad, más cercana a la pulseada, al tire y afloje, al avanzar y frenar para luego seguir, que un despliegue decidido hacia el desplazamiento de las autoridades.

Estas reflexiones se basan en el respeto que tengo por D´Elía. En vez de dejar pasar su advertencia sin brindarle trascendencia, pienso que vale considerarla y nutrirla de datos concretos. En realidad desconozco los planes puntuales del poder concentrado en nuestro país. Comprendo su decisión de imponer una transferencia de recursos persistente y de damnificar las posibilidades de crecimiento nacional asentadas en la industria. Para eso necesita debilitar al movimiento obrero, doblegar al espacio social, aplanar el mercado interno. Eso ha hecho y eso pugna por concretar. Se trata de una batalla económico social cultural que se observa al interior de la mayor parte de las naciones.

BOOMERANG. Pero su plasmación práctica en un golpe, blando, duro o lo que fuere, es un asunto distinto por su gradación. Si está en marcha, es preciso que el gobierno lo advierta para entender qué hacer. De no ser así, agitar esa posibilidad de interrupción institucional sin fundamento, puede contribuir a debilitar el mismo poder del Estado que se plantea defender.

Queda abierta la polémica; sólo requiero sinceridad y la mayor dosis de información posible.

 

• Director La Señal Medios

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