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DE LONARDI A BONADÍO / El antiperonismo explícito como «hecho maldito»

 

Por JOSÉ LUIS PONSICO *

 

Aquella imposición del ministro Carlos Corach a su par Domingo Cavallo -anécdota de «la servilleta» anotados por el primero, donde estaba el joven funcionario judicial, fallecido- revive «la grieta», peronismo vs antiperonismo. En algunos casos de 65 años.

El 16 de septiembre del 55 la «Revoluciòn Libertadora» tuvo como jefe al General Eduardo Lonardi. Un militar católico, origen «nacionalista» que en los albores de los 50 había sido designado por el primer peronista «agregado militar» en Chile. Embajada.

No superó las «maldiciones» del «peronismo explícito».

Lonardi resultó depuesto por sus pares el 13 de noviembre del mismo año. Una conspiración «de silencio» (film premiado con Spencer Tracy, de la misma época) encabezada por el General Pedro Eugenio Aramburu. En marzo se conoció que Lonardi padecía un cáncer terminal. Murió entre el 22 y 23 de ese mes.

El «antiperonismo» de «la Libertadora» tuvo «brotes» entre los militares. El marino Francisco Manrique lideró grupos y alianzas políticas contra el peronismo de la llamada «Resistencia». Durante dos décadas el célebre «Paco» lideró el antiperonismo. Un duro.

Manrique, joven,  jefe de la Rosada cuando Pedro Aramburu e Isaac Rojas líder de la Armada (antes edecán de Eva Perón, viaje a España del 47 con alimentos para el gobierno del Generalísimo Francisco Franco) firmaron «decretos de fusilamientos»:  junio´56. Gral. Juan José Valle y Teniente Coronel, Lorenzo Cogorno, entre otros.

Manrique murió, mucho después, con «rabia peronista». En febrero del 88 cuando iba a cumplir 70 años. «Paco» padecía cáncer. Llevaba medio siglo como famoso militar «antiperonista». Funcionario del gobierno del General Alejandro Agustín Lanusse

En los 60 y 70 el Ejército mantenía el Poder, centrado en un «antiperonismo» –digamos-   «rabioso». No obstante, la pugna entre «azules» (el General Juan Carlos Onganía, «nacionalista») y «colorados» (Lanusse, liberal, «enemigo» interno desde el 51) propiciaba lo contrario.

Cuando Onganía depuso al radical, Arturo Illia -el médico de Cruz del Eje había ganado elecciones con el peronismo proscripto, causa por la que no quiso ser candidato Ricardo Balbín, julio´63- el Ejército se hizo cargo del Poder. Junio 66. Lanusse debió esperar cinco años.

Los militares impactaron en el 76 con un golpe que estaba inspirado en debilidades del gobierno de Isabel Perón. Luego del deceso del General Perón, julio´74 y la impronta guerrillera.

Ejército Revolucionario del Pueblo y Montoneros ocupaban la escena. Miles de muertes. El parte del Ejército a fines del 77 daba «5.000 subversivos muertos en combate». Un eufemismo. Nadie «combatía» en la Argentina de la dictadura.

«El genocidio primero fue ideológico -expresó el periodista Amílcar González, en las audiencias, abril´01, cuando el Tribunal Oral, Cámara Federal, lo convocó en la serie de medio centenar de testimonios por Juicios por la Verdad, Justicia y Memoria.

González secuestrado, torturado, marzo´76, preso político «sin causa ni proceso probado» estuvo dos años privado de su libertad (Unidad Penal 9, Olmos) a once kilómetros de La Plata. Su testimonio sirvió para encarcelar a 8 represores del 76 y 77 en Mar del Plata.

El antiperonismo «clásico» se agudizó tiempos del Proceso de Reorganización Militar. La Junta ejercida por el General Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Massera y el titular de la Aérea, Orlando Agosti agudizó «la antigua grieta». La organización «Montoneros», de origen peronista, produjo una «contraofensiva». Entre 1979 y 1980.

El Mundial 78 resultó funcional a los militares. La Argentina futbolera, las dos grandes pasiones (política y fútbol) salió a la calle a festejar en medio del drama por miles de militantes políticos asesinados cruelmente. La mayoría sin participación «guerrilera».

Miles de estudiantes universitarios, seguidores de consignas militantes de la llamada «Tendencia Revolucionaria», secuestrados de madrugada, delante de sus familiares, padres, esposas e hijos. Algunos pequeños. Todos masacrados. La tragedia.

Los militares del genocidio, aún los que siguieron Roberto Viola, Leopoldo Galtieri, Antonio Domingo Bussi, Luciano Benjamín Menéndez, Cristino Nicolaides entre otros  represores, con profundo resentimiento -al peronismo y sus seguidores- casi todos murieron también de madrugada. Enfermedades terminales.

No todos los fallecidos resultaron desde hace seis décadas de la vereda del antiperonismo.  «Soldados» de Perón, muchos de ellos, murieron en silencio, casi todos olvidados hasta por el propio peronismo. No son casos notorios para los ajenos.

La lista, larga, en el 56 en plena «Libertadora» desde el exilio el Presidente de la Nación reelecto, en peregrinación por Caracas, Venezuela; Panamá y Santo Domingo, República Dominicana, reconocía la lealtad de dos dirigentes gremiales muy perseguidos.

Juan Domingo Perón aludía a Andrés Framini, dirigente textil que encabezó la «Resistencia gremial» del 56 y terminó escondido en la frontera con Bolivia y de Cecilio Conditti;  su gobierno lo honró con el Rectorado de la primera Universidad Obrera. Hoy, la Tecnológica.

Al cabo, las enfermedades no reconocen ideologías. Pero Bonadío como aquéllos que se ensañaron con el peronismo -en el caso del ex juez federal, el kirchnerismo causa política, virtual sucesión- no superaron el trance de «la maldición» peronista

 

*  Columnista de La Señal Medios. Libre Expresión. Mundo Amateur

 

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