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lunes , abril 29 2024
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LA VIGENCIA DEL CINISMO ANTIPERONISTA

 

Por HÉCTOR AMICHETTI *

 

Tan solo 17 meses antes, en abril de 1954, el Partido Peronista había obtenido casi 5 millones de votos en las elecciones legislativas (64,28%).

Los Radicales habían logrado apenas la mitad de esos votos.

Tras los criminales bombardeos a Plaza de Mayo del 16 de junio del ’55, el presidente Juan Perón ofreció una sincera pacificación, tendió la mano a todos los opositores.

Los radicales no solo la rechazaron, conspiraron para aislar al gobierno democrático y fogonearon a los golpistas dentro de las Fuerzas Armadas.

Estas fueron algunas de sus expresiones en boca de Arturo Frondizi: «Las Fuerzas Armadas no deben amparar a los regímenes que suprimen las libertades o atentan contra la soberanía del país», en referencia directa al gobierno peronista.

El doctor Luciano Molinas, en representación del Partido Demócrata Progresista, que había obtenido escasos 46.077 votos en las elecciones del año anterior, rechazó la pacificación criticando la nacionalización del Banco Central y de los depósitos bancarios y el funcionamiento del IAPI.

Los conservadores de Solano Lima también rechazaron la mano tendida por Perón y los socialistas de Palacios y Repetto lo acusaron de totalitario, prepotente e inmoral.

El frente multisectorial conformado por trabajadores, empresarios, Ejército e Iglesia que respaldó el proceso transformador del peronismo, se había resquebrajado.

«Nuestra burguesía aceptó el peronismo mientras cosechó beneficios. Cuando esto se hizo difícil se volvió hacia el imperialismo», diría poniendo claridad el «Bebe» Cooke.

En tan difíciles circunstancias, la CGT ofreció al ministro de Ejército trabajadores como «reservas voluntarias» para defender el gobierno popular frente la amenaza golpista. La respuesta fue negativa.

A partir del día 16 se despliega la infamia, el Almirante Rojas intima al Jefe de la Base de submarinos de Mar del Plata que aleje a una distancia de más de cinco cuadras de la costa a la población de Playa Grande a la Bristol.

Los barcos de la Armada Asesina cañonean los depósitos de combustibles y la Escuela de artillería anti-aerea de Mar del Plata. Mueren aproximadamente 30 civiles.

Luego avanzan hacia Buenos Aires y amenazan con cañonear la Plata, Dock Sud y la Capital Federal. Sus cañones, que alcanzan una efectividad de 20 kilómetros, pueden barrer toda la ciudad hasta los límites de la General Paz.

Septiembre de 1955, el gobierno democrático y popular del Presidente Juan Perón es derrocado de manera violenta con la complicidad de las fuerzas «democráticas» que se negaron a cualquier tipo de acuerdo pacificador.

Resulta gracioso, por no decir cínico, que siete décadas después nos sigan acusando de autoritarios y anti-republicanos.

 

* Secretario General Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores / CGT / La Señal Medios

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