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viernes , abril 26 2024
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DISEÑO / Los próximos diez años

 

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

Estamos atravesando la última etapa de la pesadilla. El sueño es profundo, la inquietud creciente y aparecen los monstruos más atroces; su irrupción promueve el agitado despertar. Comprendemos, con lentitud, que estamos empapados aunque la noche destaque por su frescor. Vamos realineando nuestra percepción, tanteamos lo más inmediato y buscamos elementos reconocibles, muy familiares, en la oscuridad. Entre las cortinas surge una claridad tenue, que anticipa el reino del Sol.

 

Es lógico: nos aferramos a lo cercano y tratamos, desde allí, dimensionar sin prisas un andar paso a paso, con las paredes y las puertas como guías. Las elecciones están cerca y la disparada inflacionaria, aún más. La destrucción industrial persiste y el adeudo queda instalado. Sin olvidar esas tareas próximas, una vez que preparamos el mate y nos sentamos a observar el viento que sacude árboles y la luz que sigue creciendo, podemos intentar, este domingo, ver más allá.

 

Se lo decíamos a Mario en el aire, cuando la bruma del sueño no terminaba de despejarse y el sabor de la bebida verde promovía una grata sensación. Sadras, gentil pero implacable, pidió llamado tempranero y propuso mirar un trazo del devenir. Esto fue lo que manó.

 

Es probable una victoria del Frente de Todos en los comicios de Octubre. Los desaguisados económicos con repercusión social han ampliado la ventaja sobre Juntos por el Cambio al punto de trazar una perspectiva de 70 a 30; demoledora. Aunque sabemos que los partidos se juegan hasta el último segundo, nos permitimos inferir un resultado semejante y a partir de allí, reflexionar sobre lo que vendrá.

 

En la semana reciente entrevistamos numerosos economistas nacionales y formulamos preguntas sobre las medidas a adoptar por el peronismo a partir del 10 de Diciembre. Bastante claros, fueron hacia el reimpulso del mercado interno en base a consumo y producción, con reparaciones parciales ante la caída ostensible del poder adquisitivo. Y unas cuantas cosas más. Pero ahora, en la charla concretada minutos atrás, decidimos avizorar el panorama político con mirada más abarcativa.

 

Aunque el peronismo crezca, con integraciones nacionalistas y progresistas de variado perfil y con el impulso autodefensivo de quien percibe cómo el ingreso se deshace en sus manos –en las del chino de acá a la vuelta, más precisamente- nunca logrará contener a la totalidad del electorado ni mucho menos a ese 20 por ciento “radical” que es capaz de muchas cosas, menos de insertar una boleta con parámetros acumulados durante los últimos 70 años.

 

Por tanto, un gran desafío, que implicaría cierta perspicacia, sería apuntalar la gestación de una fuerza nacional no peronista destinada a evitar que la franja citada resulte conducida por empresarios rentistas, militares golpistas y/o políticos antipatrióticos. Ese 20 por ciento aproximado no va a desaparecer aunque sí lo haga la estructura partidaria que lo contiene: su rechazo histórico (familiar, social y cultural) al peronismo lo inhabilita para adentrarse en el movimiento. Es decir, después de un tramo electoral con acusaciones cruzadas y recriminación por  el respaldo a los monstruos de la pesadilla, resulta pertinente ver qué hacer.

 

Ver qué hacer con ellos. Por supuesto que el primer gesto de tantos compañeros –sobre todo cuando los votos alcanzan- es mandarlos al carajo y señalar con cierto tino que no sirven para nada. Está bien, pero eso no es política. El peronismo puede pensar más allá. En concreto: necesitamos promover la articulación de una fuerza no peronista con rasgos radicales neodesarrollistas que deje de lado el hostigamiento a la producción industrial nacional. Mientras nos plantamos en un peronismo genuino, resultaría saludable arrebatar esa masa de maniobra a la oligarquía, que la ha manipulado a gusto todos estos años.

 

Esta gente no va a reivindicar las figuras más importantes de nuestro espacio, ayer y hoy; no va a dar el brazo a torcer sobre su caracterización de sindicatos, organizaciones y forjas trascendentes que nuestro pueblo hace nacer y vivifica cotidianamente. Seguirá emitiendo zonceras y distanciándose de nosotros, creyéndose más distinguida. No tomará en cuenta la visión profunda de la política internacional anticipada por Juan Domingo Perón. No importa: para eso tenemos a las grandes masas populares argentinas. ¿Qué importa entonces?

 

Bloquear su tendencia a agruparse con cualquiera con tal de combatir al peronismo. Lograr que sus programas tengan algún vínculo con la investigación científico técnica, la salud y la educación públicas, y la producción nacional. Como el grueso de sus componentes son comerciantes, pequeños empresarios, profesionales, cuentapropistas –relevando a trazo grueso-, no es imposible. El lavagnismo es un camino abierto para este sector, aún cuando su referencia tenga escaso rodaje futuro. Parece sabio contribuir a desplegarlo con el único objetivo de evitar que otro prestidigitador a la usanza de Mauricio Macri genere adhesión por la negativa.

 

Necesitamos, en la década venidera, establecer bordes de debate. La vertiente financiera antinacional y antipopular debe quedar restringida a un 10 o un 15 por ciento con real asentamiento: esos que tienen su beneficio atado a la especulación y la exportación primaria. Seguirán siendo un problema, pero al despojarlos de tropa su encapsulamiento puede resultar tan progresivo como eficaz. La oposición fuerte, con un 25 por ciento aproximado, debería estar orientada por una vertiente que no fomente la destrucción del trabajo local. Con eso nos basta para construir la Nación.

 

También están, claro, los dilemas propios. Pero hablamos bastante de ellos. Y en este caso nos interesaba colocar en el centro de atención el diseño de un futuro que integre a las fuerzas políticas más importantes en una discusión formal, de rasgos institucionales y funcionales, sin atisbos de iniciativas destinadas al derrumbe nacional. Entonces, en el orden político con anclaje económico social, pensamos que son dos las grandes tareas del movimiento nacional: consolidarse, dinamizarse, profundizarse a sí mismo, y promover una oposición que, aunque lance pullas sobre nuestra cultura y nuestras tradiciones, se enmarque en un puñado de premisas que le impidan ser fuerza de choque oligárquica.

 

Así, es probable que los monstruos de las pesadillas tiendan a desinflarse, pierdan volumen. Y si bien seguirán existiendo, porque hemos resuelto no incentivar un baño de sangre ni acciones que perjudiquen indirectamente a un pueblo sufrido, serán acotados a ciertas maniobras amparadas por sus medios para asustar a los desprevenidos. Pues, también: siempre habrá desprevenidos.

 

No se apresuren a replicar: que el concepto base quede girando en la cabeza. Es importante elaborar una estrategia. Mientras tanto, vamos por una victoria a corto plazo.

 

 

  • Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica

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