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PERÓN, BALBÍN / De la generación del abrazo a Mauricio Macri

Por ARMANDO VIDAL *

El mensaje de una generación de políticos que bien podría llamarse la Generación del Abrazo fue que para alcanzar la Argentina soñada era necesario un acuerdo previo. De esa generación de Perón y Balbín, en 1972, hay un único protagonista vivo: el socialista Víctor García Costa, periodista, historiador y escritor (1). Hoy, el vocero de ese tiempo reclama que el gobierno de Macri “termine ya, que se vayan y se aplique la Constitución porque están destruyendo al país”.

 

En palabras de Juan D. Perón, la tarea de un acuerdo político era posible “ahora que nos unen más cosas de aquellas que nos separan”. El tres veces Presidente, lo dijo en la Asamblea Legislativa del 1º de mayo de 1974. al presentar su idea de elaborar en conjunto un Modelo Nacional, tal como él lo llamó. Fue demasiado tarde para plasmar coincidencias entre quienes tanto se habían peleado en el pasado porque a los dos meses, exactamente, Perón murió.

Quedó Ricardo Balbín, líder radical, que dejó grabada en la memoria sus palabras cuando ante el féretro instalado en el corazón del recinto de la Cámara de Diputados de la Nación, dijo aquello de “…este viejo adversario despide a un amigo”.

Lo que pudo haber sido y no fue se llevó a los peronistas Héctor Cámpora y Deolindo Bittel; al conservador popular Vicente Solano Lima, al intransigente Oscar Alende, al democristiano Horacio Sueldo y al demoprogresista Horacio Thedy, entre otros.

Más cerca (2009) falleció el radical Raúl Alfonsín, que en los setenta enfrentaba a Balbín, pero que al final de su vida comprendería mejor a su viejo maestro, motivo por el cual el ex Presidente y referente mayor de su partido, accedió a la reforma constitucional (1993, Pacto de Olivos) ya que enfrentar al peronismo en la versión de Carlos Menen, empecinado en ser reelecto y en condiciones de lograrlo violando incluso la Constitución si el Congreso votaba la ley que declaraba la necesidad de la reforma con los dos tercios de los legisladores presentes y no del total miembros de cada Cámara.

Ello, explicaría Alfonsín, hubiera empujado a la UCR a declarar su abstensión de participar en la elección para constituyentes y, después, a declarar su rechazo a la reforma aprobada.

«Y así hubieramos vuelto al 55», dijo.

Fue en Quilmes, en el Círculo de la Prensa de la ciudad en la que el autor de esta nota condujo el acto de presentación del libro de Alfonsín Democracia y consenso (1996) y mantuvo un diálogo abierto ante un público de vecinos del barrio natal del periodista. Estas declaraciones de Alfonsín se publicaron en Clarín, diario en el que trabajaba.

Y así como Balbín comprendió a Perón, un cuarto de siglo después Alfonsín comprendió a Balbín.

De aquella generación de políticos –no por edad, sino por el momento del que fueron partícipes- queda solo un testigo: el socialista Víctor García Costa, por entonces secretario del partido Socialista.

Periodista, ex director del periódico socialista La Vanguardia, hijo de un periodista asturiano, historiador y escritor con una treintena de libros, coleccionista y dueño de una fenomenal biblioteca, García Costa, formado al lado de Carlos Sánchez Viamonte, del que fue su estrecho colaborador, es una figura no bien aprovechada por noveles periodistas.

Pero no para los periodistas que, aún jóvenes, tienen su propio pasado trazado con una conducta ejemplar como es el caso de Gabriel Fernández, ex La Voz, ex director del diario de las Madres de Plaza de Mayo y ex gerente de Télam, hoy director de la Señal de Medios, con base de operaciones en Radio Gráfica.

El diálogo de Fernández con García Costa, del último lunes de mayo, no fue una mera incursión por el pasado sino un viaje hacia el presente con distintas estaciones, una de las cuales, fue la llamada Mesa de los Jueves, día de encuentros de periodistas de los tiempos de la Underwood y la Olivetti, por la cual pasaron exponentes como Rogelio Pájarito García Lupo, Ariel Delgado, Pablo Giussani, Julia Constenla, Mario Monteverde y Carlos Chiavarino, entre tantos porque es una cita que lleva más de medio siglo.

Gabriel Fernández, conductor respetuoso e inteligente para lograr de todo entrevistado la distensión más provechosa en beneficio del oyente, llevó al autor de Alfredo Palacios, entre el clavel y la espada –una biografía de lectura obligatoria para todo amante de la política, dicho sea de paso- a que a la luz de su experiencia, García Costa, de muy activos 85 años (1), evaluase la gestión de Mauricio Macri.

“Yo no recuerdo gobierno más destructivo, corrupto y mentiroso” sintetizó.

Para este mensajero de la generación que encarnaron Perón y Balbín, la situación es tan extrema que “estamos al borde de una catástrofe. El que no lo ve –precisó-, es ciego o tonto”.

Los hechos a los que alude y que están a la vista hoy pueden no ser comprendidos –de allí la responsabilidad de los grandes medios aviesos de comunicación- y, mucho menos, antes de que se produzcan.

No es el caso de García Costa que los anticipó en un trabajo que tituló Un minuto para votar, cuatro años para llorar respecto de lo que iba a hacer Mauricio Macri como Presidente. Lo propio sucedió con el golpe contra el gobierno del radical Arturo Illia, golpe al que García Costa denunció en un proyecto de repudio presentado como concejal porteño de su partido, que el Concejo Deliberante no aprobó y que fue lo último que hizo porque el 28 de junio de 1966 llegaba de nuevo la hora de la espada.

Lo último que hizo Perón en su retorno en pleno régimen de Alejandro Agustín Lanusse, el 17 de noviembre de 1972, fue recibir cinco días después a Ricardo Balbín en la casa de la calle Gaspar Campos de la localidad de Vicente López -hoy un museo provincial-, en medio de la incomprensión de los peronistas que cercaban el frente de la propiedad ubicada en una esquina.

Para acceder a ella, Balbín ingresó por la vivienda que daba la espalda a la que ocupaba Perón, lo que lo obligó a usar una escalera para superar la pared divisoria, que el periodismo llamó tapia.

Ese fue el primer encuentro pero hubo varios más.

García Costa sabía de esa relación y, además, estaba en el estudio de Armando Balbín cuando don Ricardo volvió de una de esas entrevistas, realizada ya con Perón radicado definitivamente en el país y dispuesto a ser candidato a presidente de la Nación, tras el interinato de Raúl Lastiri que en ese momento transcurría como consecuencia de la renuncia de Héctor Cámpora y de su vice Vicente Solano Lima.

Allí Balbín le dice a García Costa que Perón le acababa de ofrecer compartir la fórmula presidencial, deseo franco y sincero por parte del mismo hombre que en 1950 lo había enviado preso por uno de sus duros discursos críticos de tribuna y pese a que Balbín era diputado nacional (2).

Además de Enrique Vanoli, secretario del comité nacional de la UCR y de hecho secretario personal de Balbín, estaban junto a Balbín dos hombres que el periodista que escribe quiso y valoró siempre, a uno como un maestro, Juan Carlos Pugliese y al otro como un amigo, el Bicho Luis León.

Fue por León que el periodista, que por entonces estaba radicado en Caracas, supo que Balbín iba a participar del desembarco en América latina de la versión europa de la Social Democracia, un acto que incluyó tres días de exposiciones sobre los problemas de América latina, realizado en el Hotel Tamanaco, de la capital venezolana, con la participación de figuras como Rómulo Bentancourt en su condición de anfitrión y líder del partido Acción Democrática -era en el primer gobierno de su ex ministro Carlos Andrés Pérez-, el costarricense Pepe Figueres, los peruanos Raúl Haya de la Torre y don Luis Alberto Sánchez, el portugués Mario Soares y el brasileño Fernando Henrique Cardoso, entre varios más.

Después de dos días de estar callado, cansado de tantas alusiones negativas referidas al peronismo -Haya y Bentancourt eran frontales antiperonistas-, en especial contra al gobierno de Isabel Perón que poco antes había sido derrocado, Balbín se paró (estaba ubicado cerca de la cabecera, a la derecha de una ancha mesa de no menos de siete metros de larga) para realizar una defensa del peronismo con explicaciones y razones expuestas con tanta convicción que sorprendieron a los políticos pero no tanto a este periodista. Unico testigo vivo y en condiciones de afirmar que el texto publicado en Discursos de Balbín, no se corresponde con lo que dijo allí (3).

De ese capítulo de las afinidades entre dos líderes como Perón y Balbín proviene en su condición de socialista García Costa, quien desde los tiempos en que Alfredo Palacios, en 1961, volvió a ser senador nacional porteño con el voto de los peronistas, se pregunta «¿qué hacemos los socialistas, que decimos ser el partido de los trabajadores si los trabajadores siguen siendo peronistas? ¿Nos hacemos peronistas?. No -se responde- acerquémonos al peronismo, que tiene una enorme responsabilidad frente al futuro que se avecina».

En esa persistencia lleva casi seis décadas. Pero ahora acucian los plazos del cometido por obra del gobierno de Mauricio Macri.

«Que -dice- debe terminar cuanto antes, el pueblo está en la calle, los militares a los que Macri está llamando deberán optar por estar con ese pueblo o ser sus asesinos, por eso, ya, hay que forzar a que se vayan y que afronten el castigo que merecen sus miembros, incluyendo pagar con su propio colosal patrimonio el daño que están haciendo».

El miembro más joven entre los veteranos de la Mesa de los Jueves, el escritor Angel Prignano, creador del término barriología reflejado en cinco libros de su autoria, el último sobre los clubes de barrio, lo sintetizó con una ocurrencia con la cual el 31 de mayo cerró su discurso en la celebración de la semana de Flores … «Siempre que llovió…Perón».

En tiempos de gobernantes que se arrodillan ante los ingleses y el FMI, que entierran generaciones de argentinos que todavía no nacieron con la deuda de 200 mil millones de dólares de préstamos contraida en poco más de dos años, que paralizan al país, destruyen sus industrias y regalan sus riquezas, la esperanza peronista engrandece su historia y fortalece su resistencia.

(1) Víctor García Costa es un tenaz coleccionista y dueño de una biblioteca de más de cien mil volúmenes. También posee un gran archivo documental, parte clave de de ese tesoro cultural que no quiso vender a una universidad norteamericana porque quiere que se preserve en una fundación que bien merecería llevar su hombre.

(2) Balbín fue a parar a la cárcel de Olmos pero por orden del gobernador peronista Domingo Mercante no ocupó ningún calabozo sino la casa del director del penal.

(3) Una vez que el editor encuentre el libro en su desordenada biblioteca incororará aquí mayores referencias, sin olvidar como le pasa ahora el nombre del querido Colorado que recopiló los discursos, empleado del bloque de diputados de la UCR, un historiador de su partido, prematuramente fallecido y con quien habló en su momento acerca de por qué las diferencias de uno y otro texto de lo que dijo Balbín en ese segundo viaje al exterior (el anterior había sido a Uruguay).

 

* Histórico periodista parlamentario / Autor de El Congreso en la trampa / Director de Congreso Abierto

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