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miércoles , mayo 8 2024
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FRUSTRACIONES / Apuntes sobre el público de Etchecopar

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

Aunque uruguayos, Los Olimareños tienen cosas muy de acá. (Siempre me impactó, suavemente, La sencillita: “…dos viejitos divinos, bien cargaditos de canas…”. Esa imagen de vecinos tomando unos mates en la vereda, sentados en sillas de paja y madera y disfrutando el solcito). Quizás al escribir sobre El Puntero, aquella serie del 2011, hacía referencia a esas cosas, sin nombrarlas.

Todavía no queda claro donde nos dirigimos, lector, pero adéntrese. Ya verá. Este apunte emerge de las recientes declaraciones de Baby Etchecopar sobre la necesidad de reprimir y –entra tantas groserías y dislates- acerca de los ñoquis que le cagaron la vida durante 12 años. Han pasado mucho más que 12 años de aquella imagen que evoco y que narra la canción.

Nadie se engañaba sobre saberes absolutos provenientes de la edad. Y nadie debería idealizar un pasado en el cual “se respetaba a los mayores”. Sin embargo, acá invertimos los términos y decimos que durante largos años “los mayores” fueron un poquito más despiertos y a la vez, más respetuosos. Porque salvo las excepciones queridas y conocidas, no era tan habitual hallar estos viejos gorilones que –bien cargaditos de canas- abundan hoy en día.

Ahí enfocamos: no se trata de polemizar con el sub producto de Hadad, sino de señalar que el público de Etchecopar se encuentra configurado por una multitud de personas mayores sin talentos evidentes que se quejan por no vivir como duques en nuestro país. Inútiles que no han construido casas pero tampoco naves espaciales, que no han redactado textos importantes ni concretado goles memorables, se sienten, junto al “ángel”, damnificados por 12 años de ñoquis.

Se les alzó la jubilación a niveles que nunca conocieron (atenti: nunca), y sus familias han conseguido trabajo, asignaciones, consumo. Las prestaciones de salud, sin ser ideales, les han permitido afrontar la adultez con cierto respaldo. Han tenido la posibilidad de viajar con programas especiales (si se sacara la cuenta de los jubilados que recorrieron el país en los últimos seis o siete años la cifra sería conmovedora) y han recibido talleres gratuitos de todo lo que a alguien se le ocurra. Han pagado barato servicios públicos caros.

A ver. La sociedad argentina siempre tuvo las divisiones que hoy se palpan. Pero aunque más no fuera por pudor frente a un entorno, era bien raro escuchar a un anciano justificar tiros contra pibes de la murga del barrio, o sanguinarias propuestas de arrasar con jóvenes empleados públicos que anhelan conservar un conchabo. Hoy lo dicen en voz alta y respaldan al burdo payaso transgresor que, cuando lo llaman para felicitarlo, los insulta.

Es cierto que una generación previa tuvo su apogeo en esa dirección. Durante la dictadura, el zonzo se quitó el bozal y las dijo todas. Luego, se fue logrando un nuevo equilibrio y la repulsa a esa filosofía fue lo bastante intensa como para hacerla retroceder. En los años recientes, el impulso de una potente campaña de acción psicológica despertó al ser inferior que algunos llevan dentro y lo elevó hasta la referencia cultural de la opinión pública.

Baby Echecopar hace paredes con Jorge Lanata bajo la dirección técnica de un monopolio que ni siquiera necesita contratarlo. Alienta la resolución violenta de los contrastes internos de la comunidad con el objetivo de transformar a la Argentina en un Estados Unidos decadente. Bowling for columbine. Sin industria, sin producción, con miseria extendida… pero sin la posibilidad siquiera de tender la mano al damnificado y sentarse, tranquilo, a tomar unos buenos mates.

A todos nos pasa. Entramos a un bar y vemos algún terceto de veteranos dialogando y al toque identificamos un puñado de palabras clave: sabemos, sentimos, estar ante unos boludos a los cuales la vida les pasó por el costado y los poderes los utilizaron como masa de maniobra para perjudicar a todo un pueblo, y a ellos también. Podemos reflexionar que la juventud no es en sí misma revolucionaria; y que la vejez no implica, per se, sabiduría.

Boludos de cierta importancia que ante la posibilidad práctica de contar con un Estado que los protege y les entrega dinero, optaron por uno que los olvida y les quita la plata. Ese es el público de Baby Etchecopar. Circula lentamente por las calles de nuestras grandes ciudades. A veces es posible confundirlo con viejos compañeros. Como el burro de Napoleón, se trata de gente que estuvo en todas, vivió todos los tramos de nuestra historia contemporánea… y no aprendió nada.

Interrogante milenario el que se plantea el ser humano sobre el sentido de la vida ¿no? Hay consideraciones sabias como aquella de Amar y Trabajar (No aplicable, claro, para los esgunfiados que describe con genio Roberto Arlt). Una gran síntesis. Sin embargo, lo demasiado universal tiene carencias; suelen faltar sabores, aromas locales. Porqué no añadir, quizás, el saberse parte de un pueblo, sentirse parte de una región y aportar para su crecimiento.

Un montón de personas han tenido la dicha de nacer en la Argentina con todo lo que ello implica; lo que es más, han contado con la fortuna de atravesar uno de los ciclos de desarrollo económico social más intensos de la historia. Estos años recientes, han vivido mejor que en cualquier otro lugar del mundo, a menos que la comparación sea trazada con la nobleza holandesa. Y lamentan su destino amargamente, se suman a personajes oscuros que les infunden rencor. Lloran su destino e insultan a sus alrededores.

Han de haber realizado cosas muy trascendentes en sus vidas para creer merecer tanto.

Evalúan, extrañamente, que quien construye la cancha, cuida el pasto, marca las líneas y provee la pelota tiene la obligación de garantizarles, además, el resultado del partido. Creen, locamente, que quien organiza la fiesta, coloca las luces y pone la música, tiene la obligación de garantizarles, además, que se lleven a la piba más linda para su casa. Aunque no tenemos respuestas para todo, sabemos algo: hay cosas que debe proveer el Estado, y muchas otras que debe lograr cada uno.

Cuando el país marcha bien, como en los últimos 12 años “de ñoquis”, las frustraciones individuales saltan a la luz, queman la interioridad de quien se quejó cuando era tiempo de crecer; abultan, entonces, la audiencia de personajes como Baby Etchecopar. Personaje que les hace creer lo que necesitan: sus partidos personales se los hizo perder el Estado k, sus mujeres anheladas  se fueron con otros por culpa de La Cámpora. Sus fracasos vitales están relacionados con el país peronista, esa Patria que ha resultado ser, para su eterna desgracia, “un peligro que florece”.

  • Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica

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