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sábado , mayo 11 2024
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Cómplices

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

Hace un tiempo –no tanto, pues es presente continuo-, percibí que nuestros pibes venían sintiendo que el peronismo no estaba tan mal. Sin más guías que una referencia general y ciertos gestos culturales, en zonas medias y bajas una identificación de esa naturaleza entraba en el juego de prestigio como el que implica pertenecer. Esto lo corroboré a diario: centenares de delegados gremiales jóvenes han desfilado, y lo siguen haciendo, por nuestra radio. Las cámaras, mientras tanto, enfocaban a “otros” jóvenes.

En ese tiempo –reciente, pues hablamos de la generación que va de 20 a 35 años-, fui observando asuntos relacionados. Recordarán que, al comienzo de la cuarentena, logramos ser una comunidad. Los cuidados colectivos, claro. Pero también el canto del himno por las noches; convocaba genuinamente. Y un rápido vistazo al barrio evidenciaba que quienes no se prendían, para no masificarse, para no hacer patrioterismo, para no apoyar al gobierno, eran unos pelotudos.

Al toque los medios y las redes disolvieron esa energía conjunta haciendo circular burlas; la idea era sugerir que quien entonaba nuestras estrofas era alguien “usado” por la “política”. Algo parecido al encare que Clarín y La Nación tienen ahora, frente al Mundial de Qatar. O antes, cuando se inventaron una tragedia inexistente en el recital del Indio Solari y difundieron las cifras millonarias que ganaba el artista mientras su público “moría”. Los pibes fueron tomando nota de todo en ese recipiente alguna vez descripto por Leopoldo Marechal.

Los jugadores de la selección, millonarios de origen humilde, comprendieron sin demasiada elaboración que seguir siendo argentinos en Europa –habla, mate, gestos, gustos, paradigmas- los situaba en otra de las transgresiones no admitidas, justamente, en su país: la argentinidad. Un oasis para nuestros ojos y oídos, después de un buen período durante el cual el vendedor de panchos de Villa Martelli, “harto” de esta patria, hablaba en los videos con tono hispano desde Barcelona, donde había puesto un gigantesco restaurante y triunfaba como debía ser.

En todo esto hay una veta que necesita ser explorada, y explotada. Hay más, porque no sólo el abajo se está moviendo.

Hace unos días planteé al aire: ¿Qué factor, qué cuerda, lleva a los miles de hinchas presentes en el Mundial–estos ya de alto poder adquisitivo, presumiblemente votantes de cualquier cosa menos de algo que bordee la nacionalidad- a cantar “el que no salta es un inglés”?

Una semana atrás, observé esta situación: un joven venía portando la remera inglesa blanca, esa con vivos rojos. Una parejita de su misma edad esperaba el colectivo, ambos con camisetas argentinas. Me situé para ver qué pasaba: ni siquiera lo increparon, se rieron, lo dejaron transcurrir mientras la piba decía a su compañero (para que se escuche) “¡Qué boludo!”. Si existe algo difícil de digerir para quien anhela estar en onda, es ese comentario.

Ya no hay sindicato en el cual los precoces militantes no incluyan, en el diseño de sus camperas, a las Islas Malvinas. Ya no hay organización social cuyos modestos afluentes no levanten banderas argentinas, aun cuando las mismas aparezcan acompañadas de carteles rojos. Y las mochilas de los muchachos incluyen, casi como nuestros maletines los libros, el combo yerba, mate, bombilla. Todo esto es fácil de objetar y así se dirá: ¿y vos te creés que con esas huevadas construimos una Nación?

Esa mentalidad que ridiculiza el gesto auténtico es la que va a operar con saña si la selección argentina tiene algún traspié. Se asentará en el exitismo, en la vergüenza, en el éxito ajeno. Algo así como lo que hacen por estas horas los medios españoles con su combinado futbolero. ¿Hay algún nexo allí? Para pensar. Por otro lado ¿quién alienta a España, si son todos separatistas? ¿Un puñado de madrileños? Algún día conversaremos sobre ese otro tema, que quizás opera como herencia subterránea.

El peronismo y la argentinidad son las transgresiones no admitidas en este país. Eso brinda aire para los nosotros: nada mejor que una transgresión de veras, no de esas que se asemejan demasiado a las modas y terminan absorbidas. Por supuesto que semejante vibración incluye de todo, y no siempre contenidos canalizables políticamente. Es preciso resguardarse de esa ilusión. Pero late, de generación en generación, y opera como tamiz para dejar de lado a los admiradores de ciertas uropas.

Estamos viviendo un período interesante. A diario informamos y reflexionamos sobre la actualidad. Bueno: esto también es información de actualidad. Por si algo faltaba, el mejor jugador del presente mostró su veta “violenta” destinada al “gaste” y contenedora de una identificación que millones apreciaron al instante. Quizás faltaba esa pica en Flandes. Ahí está. Los espacios masivos necesitan el trazo grueso y es válido admitir que a veces los nacionales nos ponemos pesados con símbolos y emblemas que no enlazan con el conjunto. Pero una buena puteada en la dirección exacta, sí que abarca, representa y potencia.

El proceso en desarrollo no debería ser caracterizado por esa canción de la Bersuit, titulada “La argentinidad al palo” pues la misma, pese a su potencia y a su ritmo, es ironía borrosa sobre lo argentino. Dice verdades, pero las deconstruye en tono de menoscabo, bien propio de quienes intentaron rechazar los 90 y lanzaron al nene junto al agua sucia de la bañera. Las deconstrucciones no nos han dado grandes satisfacciones, usted lo sabe. Los cantos de la gente en las calles son mejores, aunque solo configuren hits que se desplazan en la brisa que mueve las banderas.

Los noveles sindicalistas, los pibes del barrio, ya están en otra cosa. Por eso saludan, sin afectación alguna, diciendo “vamos compañero” con un guiño cómplice que indica está todo dicho. Y si bien no está todo dicho, claro, lo que va surgiendo tiene ambiente sobre el cual generar y crear. Caldo de cultivo.

Lo destaqué hace rato: el fútbol es nuestra principal industria cultural. Hay mucho dinero ahí.

Pero hay bastante más.

 

  • Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica / Sindical Federal

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