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jueves , mayo 9 2024
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JOSÉ GABRIEL / La pureza de coger

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

Mientras llueve, insistimos en la lectura de José Gabriel (**). Periodista de origen español con pensamiento y sentimiento argentinos, ha dejado algunos de los párrafos más intensos sobre nuestro lenguaje y nuestro hablar. Patriotismo razonado el de este autor: nos animamos a suponer que esa combinación es una pista que explica su modernidad.

Pues pese a que, como hemos visto, se sumó al peronismo, nuestra referencia son textos que van de 1926 hasta 1941. Aún no arribamos a la fase de la gran selección de Guillermo Korn que permita situarlo en pleno despliegue del big bang nacional. Despojado, atractivo, punzante, burlón y compadrito, este colega raja los estereotipos y explica el emerger y el crecimiento del decir que aún hoy nos acompaña.

Enamorado de este tierra y de su gente, rastrea la exactitud descriptiva de tantas expresiones manadas del laboratorio linguístico del entorno ciudadano y –despojado de todo chauvinismo- dice porqué está bien buena el habla popular. Cuando alguien lo toma del brazo y le objeta por justificar el “desbarajuste lingüístico” argentino, se enoja y lleva las cosas hasta el filo del agravio: al tiempo que acusa al hispanista con epítetos tremendos, respira, hace una pausa y retoma la argumentación con un saber desbordante.

José Gabriel se caga en todo y hace brillar su inteligencia en cada segmento. En una indagatoria que abarca siglos, detecta la corrección y al tiempo la trascendencia de la utilización de la palabra coger con sentido sexual, ante el escándalo de los presuntos tradicionalistas que desconocen el sentido otorgado a la expresión en el Cantar del Mío Cid. Se toma el trabajo (entendemos el placer de abordarlo, atenti) de bucear en Lope de Vega, Quevedo, Cervantes y disecciona tramos hasta dejar al descubierto la verdad.

Pero la verdad arriba con premio. En tanto revela que la pacatería ibérica recompuso –cof, cof- ese coger y lo institucionalizó en el agarrar, asir, tomar; en tanto señala que el uso argentino de la expresión está relacionado con lo mejor de la literatura matriz, desliza ejemplos y consideraciones desopilantes, finamente hilvanadas. Es imposible leer, entre las páginas 104 a 118 de la selección presentada por nuestra Biblioteca Nacional (AC), sin reír y admirar a este periodista rante que jamás cae en la vulgaridad y realza el decir de los hablistas desdeñados.

Sin embargo, el conjunto de la obra de José Gabriel –repudiada en estas playas y en aquellas- trasunta bastante más, pues anuncia una filosofía que se está desplegando. Mientras la gente de FORJA llevaba adelante una instancia política central que facilitaría la consolidación del luego llamado Pensamiento Nacional, este vibrante hacedor ofrecía sostén profundo y fluido para los nuevos odres en los cuales iría calzando la nueva idea. Que, aunque nueva, portaba elementos históricos potentes.

A tal punto se expandiría en el corazón y el trabajo del (genuino) lingüista lo que hemos caracterizado como patriotismo razonado, que al vivir su exilio se identificó a cada paso como argentino, cuando se le negaba esta ciudadanía y seguía ostentando, en el pasaporte, la española. En base a esa premisa afectiva, pero con el fundamento indicado, arriba a conclusiones tales como “América , baluarte del español popular”, y definiciones que superarán con holgura el decir aunque allí se asienten:

“No es errónea la opinión generalizada de que en materia de lenguaje la Argentina sufre entre los pueblos iberoamericanos el extremo cosmopolita. Lo erróneo es no ver que la Argentina ofrece a la vez el fenómeno opuesto, o sea el del extremo iberoarcaizante. Por eso los demás iberoamericanos juzgan tan equivocadamente nuestro español, atribuyendo a corrupción cosmopolita todo lo que le es característico, cuando la mitad, por lo menos, es, al contrario, un rigor de pureza, como el voseo (en el que no somos los únicos, pero sí los campeones) la agudeza de los verbos en la segunda persona del imperativo, la pronunciación de la ce fuerte y de la zeta casi como ese, y muchas particularidades, alguna hasta escandalosa, del vocabulario”.

Apelamos a la inteligencia de nuestros lectores para absorber y ampliar la idea, sin temor a ser desleales con este periodista pues la derivación surge de su propio alineamiento, y pensar en lo que significa el bien común (¡acá y allá!) milenario, el mestizaje, y el valor de las acciones colectivas poco propagandizadas y muy concretas. Para comprender con mayor hondura lo afirmado, cabe también observar las objeciones sobre nuestro hablar … y sobre nuestra modalidad para abordar las cuestiones públicas: política criolla, escasa seriedad, atrasados –con respecto al liberalismo los unos, con respecto al socialismo los otros-, portadores de un pensamiento irregular y antiacadémico… populistas.

En trazo definitorio, aquél artículo que gestó el último tramo de la nota presente, publicado por José Gabriel en 1940, concluye así:

“Nuestra pureza, por ser verdadera, es ajena a los puristas”.

 

  • Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica.
  • **De leguleyos, hablistas y celadores de la lengua. José Gabriel. Ediciones Biblioteca Nacional. Museo del libro y de la lengua. Buenos Aires. 2015.

 

CÁRCEL. Para comprender la dimensión de lo analizado en estos breves apuntes, es preciso señalar las fuertes contiendas desplegadas alrededor del idioma entre los años 30 y 40. El conservadurismo antipopular asumió la cuestión con una determinación equivalente a la represión antisindical registrada en el período.

José Gabriel defendió a Niní Marshall mientras la actriz era prohibida por su personaje Catita; se censuraban grandes tangos hasta tornarlos irreconocibles. La postura contundente y –con su pasión investigativa- difícil de rebatir, llevó a nuestro periodista ¡a la cárcel! Logró salir en una lancha hacia Uruguay y desarrolló un periplo en el exilio.

Aquí no hay dudas: el autor de “Notas sobre el idioma español en la Argentina” entre tantos textos, fue perseguido por lo que escribía, de neto corte político popular, y de contenidos lingüísticos inequívocos a favor del modo de hablar callejero. Pero su combate contra los censores no lo llevó a sumarse a las iniciativas que pretendían desfigurar los ejes de la escritura.

José Gabriel desdeñó los intentos de reconfiguración gramatical porque evaluaba que el idioma habilitaba los cambios locales. Así, evitó alinearse con presuntos modernistas, a los cuales imputó pretender que las modificaciones gramaticales les brindaran un genio, a la hora de escribir, del cual carecían.

GF

 

Para seguirla: http://laseñalmedios.com.ar/2019/02/04/vortice-polar-quedar-bien/

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