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sábado , abril 27 2024
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Con la cabeza ordenada, se aclara el paisaje (y no al revés)

 

Por GAUCHITO GIL *

 

Tocar Fondo, lo haya o no La Haya

Estamos en una suerte de “recta final” de definiciones respecto al tema de la deuda externa contraída por el Fondo Monetario Internacional. Esto pone ribetes melodramáticos a una negociación geopolítica, que no es más que eso: una negociación sobre un esquema de pagos. Ni un plan, ni un proyecto ni un destino. Como en cualquier negociación hay tensiones, fintas y caras de póker, y tal vez no todo deba ser tomado en cuenta. El problema no es negociar, sino quedar entrampados en una postura que forma parte de la negociación. Aldo Ferrer decía, “sin miedo a negociar, negociar sin miedo”.

El Presidente, Alberto Fernández, y el ministro Guzmán se reunieron con gobernadores y luego empresarios y sindicatos para explicar su plan de repago de la deuda con el organismo. Dentro de esa discusión, uno de los mejores gobernadores del país, el Alberto Rodríguez Saá, planteó, en consistencia con la tradición familiar, el no pago de la deuda externa, caratulándola de deuda odiosa por no haber sido utilizada para el bien del Pueblo, y reclamó ir a la corte de La Haya y/o realizar un plebiscito popular. Esto tiene sentido como parte de una estrategia de negociación, no solo con el organismo sino con parte del macrismo que se resiste a prestar apoyo institucional a la renegociación de los pasivos.

Sin embargo, a mi juicio, no es una postura viable para ejercer desde el Estado argentino. ¿Por qué? En primer lugar, porque cuando hablamos de desconocer deudas, en general hablamos de procesos revolucionarios refundacionales que transforman las bases institucionales de un país. Por ejemplo, San Martín desconoce las deudas con España cuando libera el Alto Perú. Eso suele coincidir con alguna crisis de hegemonía regional o global (por ejemplo, la caída del Imperio Español). Este no es el caso actual. No existe una crisis inminente de hegemonía de EEUU sobre su patio trasero, y a nivel global lo que se observa es una decrepitud paulatina, que en algún momento dará su estallido final.

El segundo uso del desconocimiento de deudas (el más conocido como deuda odiosa) lo realiza Estados Unidos cuando coloniza Cuba, desconociendo la deuda que tenía con España. Lo mismo hizo Estados Unidos cuando invadió Irak. No es una política de los países de desconocer su deuda, sino la del imperio de decidir qué deuda es “odiosa para el pueblo” (¿cuál pueblo, el cubano o el estadounidense?) y “resetear” la dominación colonial por la deuda. ¿De verdad creemos que EEUU va a aceptar que consideremos una deuda con el Fondo, que en el fondo es con ellos, como odiosa? ¿A mamá mona con bananas verdes?

El segundo punto es ir a litigar en La Haya contra el Fondo Monetario por el incumplimiento de su propio Convenio Constitutivo. A ello podríamos agregar el intento de Claudio Lozano y otros de imponer por cautelar en la justicia argentina que no se pague la deuda. En primer lugar, judicializar la política de endeudamiento es entregar en bandeja a la Justicia del lawfare y a los organismos internacionales creados por EEUU en la posguerra la política de deuda. Incluso si tuviéramos todos los elementos legales para lograr una condena a favor, estamos resignando herramientas políticas para ejecutarla. En segundo lugar, EEUU no reconoce la Corte de La Haya. ¿A mamá mona con bananas verdes?, volumen II.

El tercer punto, el plebiscito, resulta más tentador, pero tiene un precedente horroroso. En 2015, Tsipras en Grecia plebiscitó el acuerdo con la Troika, y el resultado fue rechazarlo. El ministro Varoufakis llevó el mandato a la negociación, y la Troika realizó una política de asedio que terminó en la capitulación. Les importó un bledo la voluntad popular.

 

 

El problema de estas estrategias, es su carácter binario. O te pago, o no te pago. Si la deuda resulta no ser odiosa, el resultado será pagar draconianamente. Si la deuda resulta ser odiosa, significa tener de inmediato la enemistad de los países acreedores del mundo que forman parte del Fondo, a saber, EEUU, Japón, Alemania, Francia e incluso China, porque es desconocer su autoridad.

Afortunadamente, hay alternativas. Las tenemos en nuestra propia historia argentina. La clave pasa por decir que hay voluntad de pago, pero no capacidad. Es la estrategia de Néstor en 2003: los muertos no pagan. Una estrategia que el pinosolanismo criticaba en su momento, mientras ponía como paradigma el Ecuador, con una quita ínfima de US$2.000 millones.

Entiéndase bien, no falta plata al interior del país. No falta dinero para pagar jubilaciones. Lo que falta son los dólares excedentarios de las importaciones y otros usos necesarios para el desarrollo del país. Si los vienen a buscar, tampoco los van a encontrar. Por lo que el Fondo Monetario debe contentarse con cobrar cuando podamos pagar. ¿Qué plazo sería ese poder pagar? Al menos 4 de gracia y luego cómodos pagos a 12 o 15 años. El problema: esos plazos no están en el manual del FMI. Si EEUU es lo suficientemente inteligente, aceptará plazos extraordinarios, o un acuerdo a sabiendas que se renegociará otra vez en 4 o 6 años.

Si no, dejaremos de pagar e iremos pagando a medida que podamos. El FMI no suele mandar al default los créditos porque es acreedor privilegiado: si entramos en default, se dejan de pagar las otras deudas, incluyendo los bonos y el club de parís. Antes de que nos declaren en default, los teléfonos de Georgieva y Yellen comenzarán a recibir llamadas desde Francia, Alemania, Japón y Wall Street. Es decir, o llegamos a un acuerdo por las buenas, o por las malas. Es mejor que sea por las buenas.

Acordar para no cumplir

Es bueno que el ministro de Economía reconozca que no existe un acuerdo bueno con el FMI. Es algo que ya sabemos todos, pero que parecía no reflejarse en el discurso público y en la renegociación. El Fondo quiere ajustar las cuentas de la Argentina y que con hambre podamos conseguir los dólares para pagar la deuda. Eso es inviable por donde se lo mire. No solo es socialmente insostenible, sino que no hay manera de conseguir esas divisas de esa forma. Ese ajuste que pide el Fondo es doble: reducción del gasto del Estado en asistir a las grandes masas populares, y reducción de los salarios reales. Las dos cosas no se pueden, al menos una de las dos debe estar en expansión. En mi opinión, hoy son los empresarios los que deben poner para la recuperación, subiendo salarios, en especial los mínimos.

Por otro lado, esa dureza del FMI también responde a una posición geopolítica de EEUU. Alberto Fernández asumió este viernes la presidencia de la CELAC, un organismo plurilateral que involucra a toda América Latina y el Caribe, lo cual es una novedad en la materia, gracias a que AMLO en México funcionó como un paragolpes a los embates de EEUU a América Central y el Caribe. El próximo año, con Fernández en la CELAC, puede darse el ABM, que es la evolución ampliada del ABC de Perón para el siglo XXI: Argentina, Brasil y México, los tres pesos pesados continentales.

La política exterior de Fernández no solo resulta incómoda para EEUU por su latinoamericanismo, sino por la naturaleza con la que se relaciona con la península ibérica, practicando una política primero latinoamericana, y luego iberoamericana. A partir de allí, elige vincularse con la Europa Continental (Alemania, Francia) y hacer un centro pivotante para negociar con las potencias en pugna, en particular el mundo anglosajón y China. Esta política, que enoja a parte del Frente de Todos por sus “oscilaciones”, también enoja a la administración Biden, que viene demostrando que el imperialismo no vence con los mandatos presidenciales.

Las condiciones del acuerdo con el Fondo no van a ser nunca buenas. Hay una buena noticia: no vamos a cumplir nada. Eso es algo que el gobierno no puede decir, pero va a pasar. Solemos olvidarlo, pero Néstor entre 2003 y los primeros días de 2006 estuvo bajo un acuerdo con el Fondo que obligaba a privatizar el Banco Nación. Todos los trimestres venían revisiones del Fondo a preguntar por qué no se privatizaba. El gobierno brindaba una excusa y se comprometía a hacerlo con suma celeridad. La historia es conocida. Por cierto, ese mandato privatizador existía desde el 98. Es decir, tanto Menem, De la Rúa, Duhalde y Néstor lograron, pedaleando, evitar la enajenación. Ni siquiera es una cuestión de ideología, los mejores alumnos del FMI incumplen.

 

 

Miremos para adentro

Donde me parece que el plebiscito se tiene que realizar es hacia adentro, para decidir cómo vamos a pagar la deuda, qué Estado queremos, que sistema productivo, de trabajo, de ciencia y tecnología necesitamos. Esos son los debates que tenemos que tener, y tenemos que involucrar al pueblo. ¿Queremos tener más injerencia nacional en la explotación petrolera, minera y del litio? ¿Queremos que la deuda se pague con retenciones, bienes personales y ganancias? ¿Queremos un mayor involucramiento del Estado en la provisión de servicios públicos? ¿Cómo resolvemos los enormes problemas que surgen de la autonomía de la capital y la fractura jurisdiccional con el conurbano? ¿Cómo vamos a enfrentar los desafíos ambientales para salir bien parados en términos productivos, sociales y tecnológicos? Esos son los problemas que importan, el déficit es un número. No nos tiremos con numeritos entre nosotros.

Y más al centro del problema: ¿qué vamos a hacer con la renta? Mi punto de vista, me atrevo, polemiza bastante con otros compañeros del FdT. La renta del país oligárquico en algún punto derrama para todos y todas: alcanza para corromper funcionarios, financiar campañas, pagar acreedores y especuladores financieros varios, a las empresas que se llevan los dólares a paraísos fiscales y los ahorristas a sus colchones, a los turistas en las playas de Brasil y el mundial de Qatar, y hasta algunos pretenden financiar un ingreso básico universal, como Claudio Lozano y Elisa Carrió. A Macri no lo votó solo un grupo oligárquico de amigos que se fugaron el FMI, lo votó cuatro veces todo el bloque antinacional ampliado, que incluye a todos los que aspiran a beneficiarse de ese goteo de renta, aun a costa de someter al país por décadas. Dentro del FdT, muchos por izquierda y derecha a complacer a estos sectores, intentando agarrar a “los de arriba”. Y está bien, mientras no implique rifar divisas y recursos tributarios. Pero repartir la renta puede ser un paliativo, no un ideal. A la renta hay que convertirla en trabajo y acumularlo en capital y tecnología, ese es el camino. Tendríamos que cuidarnos de los espejitos de colores.

Movilizar al Estado para agigantar la Nación

Y aquí me parece que tenemos que hacer un diagnóstico, que a veces es equivocado desde nuestra fuerza. Creemos que tenemos un Estado chico y débil, y le echamos la culpa a las nefastas estructuras jurídicas de los años 90 y 70. Que son pésimas, y que hay que ir reformando. Pero que no son determinantes. Me atrevería a decir, un tanto provocativamente, que podemos hacer muchísimas cosas incluso con la Constitución del 94, la Ley de Entidades Financieras, la Ley de Inversiones Extranjeras, las leyes mineras, los Tratados Bilaterales de Inversión con CIADI incluido, un acuerdo vigente con el FMI y déficit 0. Siempre podemos avanzar, si tenemos en claro el rumbo y los recursos de los que disponemos.

Pongamos el caso del sistema financiero. Es real que la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz debe ser cambiada. Sin embargo, debemos decir que, en un sistema financiero hiper bancarizado como el argentino, el banco más grande del país es el Banco Nación, el segundo, el Banco Provincia. Entre los dos bancos, se acumulan el 32% de los depósitos del país. A ello hay que sumarle otros bancos con algún tipo de influencia: tenemos un banco cooperativo, el Credicoop, séptimo en la lista de bancos, y un banco estatal con participación en el directorio por la oposición, como el Banco Ciudad, octavo. A ello hay que sumarle que el Estado posee el 27% del Banco Macro (N° 6 en el ranking), el 18% del Banco Galicia (N°4 en el ranking), 15% del Banco Patagonia (N° 12 en la lista), 7% en el Banco Francés (quinto), la totalidad del Banco Industrial y de Comercio Exterior (N°26) y mayoría accionaria (no de dirección) en el Banco Hipotecario (vigésimo noveno). Es necesario poner todo ese poder de fuego del Estado al servicio del desarrollo. Incluso el décimo banco del mercado, el ICBC, es del Estado chino. No se ve mucho mercado libre por aquí.

Además, existen mecanismos no utilizados o poco utilizados por el Banco Central para impulsar el crédito productivo, como ampliar la línea de crédito para la inversión productiva, que obliga a la banca a prestar más, mecanismos como swaps de tasas que permitan que los bancos presten a tasa fija a más plazo, adelantos, exigencias de encajes y redescuentos, una operación que en la práctica significaría que los bancos prestan por cuenta y orden del BCRA, tal como lo hacían en tiempos de Perón. De hecho, el fondeo del BANADE se hizo en base a fondos previsionales y redescuentos del BCRA.

En materia del mercado de capitales, el fondo de inversión más grande de la Argentina es el Fondo de Garantía y Sustentabilidad de la Administración Nacional de Seguridad Social (FGS-ANSES). A ello deben sumarse las empresas de fondos comunes del Nación, el Provincia y otros bancos. Lo mismo sucede en materia de las aseguradoras, donde tenemos la quinta, la sexta y la catorceava empresa del mercado. Asimismo, estas empresas se encuentran reguladas para fomentar la compra de activos vinculados a la inversión productiva. Lo mismo sucede en materia de obras sociales: la más grande del país es PAMI, aunque la cobertura del programa estatal SUMAR es aún mayor, y deben sumarse las obras sociales sindicales. A la hora de la verdad, el mercado privado es menos del 20%.

En materia de fondos de garantía (es decir, quienes prestan avales a las pymes para que obtengan créditos) se observa el mismo fenómeno: los más importantes son FoGar (Estado Nacional), FoGaBa (provincia de Buenos Aires), Garantizar (Banco Nación). Y también tenemos el FonDep (Estado Nacional) que subsidia tasas de interés en los créditos productivos. Si podemos organizar este poder de fuego fenomenal, si podemos, además, planificar a qué tipos de empresas en qué ramas y encadenamientos, financiar y desarrollar, el futuro está asegurado, con o sin FMI.

Tenemos un Estado adolescente: más chico de lo que se necesita, pero más grande de lo que se tiene conciencia. Y aquí volvemos a Rodríguez Saá. Tal vez su mejor consejo fue decir que la economía de posguerra es planificada, no de mercado. Necesitamos mayor fortaleza, sí, pero también necesitamos diagnosticar los recursos que tenemos, los que necesitamos y a dónde queremos ir. En una palabra, planificación.

 

 

  • GG / LSM

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