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martes , abril 30 2024
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Crimen y misterio. ¿Quién mató a Martín Licata?

 

Por CARLOS BALMACEDA *

 

El caso es tan misterioso como trágico, tan equívoco como injusto. Siempre se ha dicho que las apariencias engañan, pero el adagio en esta ocasión resulta una sucesión de espejos en los que las apariencias se replican en hechos dudosos y difusos hasta el infinito.

Hay una asesina, pero el tribunal que la juzga considera que su accionar ha sido fruto de una suerte de “inexperiencia”, hay un móvil, pero uno de los jueces intervinientes lo niega de plano bajo una lectura por demás polémica, hay una víctima que jamás se habría dejado involucrar en una situación de estas características pero aparecerá allí, inerte en las sábanas de un triste albergue transitorio del barrio de Flores.

El caso tuvo un resplandor mediático fugaz, apalancado en la desaparición del joven, su carácter de periodista, una leyenda urbana que lo asociaba a cierta información que habría revelado, y su fama de gran polemista de las redes, un notorio pensador que desde el marxismo deslumbraba a sus interlocutores con solo 27 años.

Pero como todo lo que pasa en Argentina parece destinado a ese monstruo devorador de sentido que llamamos grieta, también el caso Licata cayó en ella, y así, comunicadores como Feinmann y Levinas, sin ninguna consideración para con los familiares, lo presentaron con estos titulares:“buscaban un Santiago Maldonado y encontraron un Iván Heyn”, en referencia al brillante economista de Cristina Fernández que en el período anterior de gobierno apareció ahorcado en un juego de autosatisfacción sexual.

Ni lo uno ni lo otro, y sin embargo, los puntos oscuros todavía no permiten elaborar una hipótesis concreta; mientras, en la fase de Casación se aguarda una respuesta que dé justicia a la familia Licata, o que al menos haga reflexionar a la matadora de Martín para que ilumine la causa, acepte su culpa y proporcione detalles que aún no han salido a la luz.

 

Una escritura, toda una confesión

Griselda Natalia López Velázquez, paraguaya de 17 años, con un pasado de abusos, escribe en las paredes de la habitación: “los pajeros k-en”.

A su lado, amoratado y atado se encuentra el cadáver de Martín Licata. La joven tendrá la frialdad y el tiempo suficiente no solo para tallar esa leyenda, sino también para tapar el cuerpo y salir al pasillo donde pretenderá ganar la calle aduciendo que su compañero de habitación seguirá un rato más en ella.

La secuencia de los hechos se da esta manera: a las 12.30 ella misma pedirá la extensión del turno, y a las 13.15 pretenderá escapar de allí. Un detalle no menor: tanto al ingreso como en su salida, los empleados la verán perfectamente maquillada y peinada.

Serán ellos los que le explicarán que no puede irse sola de allí, obstáculo que la joven pretende salvar ofreciendo un celular en prenda porque,según aduce, debe partir urgentemente. Ante la negativa, se las apañará para escapar por una puerta que se abre al paso de otra pareja. Luego, las cámaras la registrarán a la carrera, para perderse hacia el sur del Conurbano donde vive. Ha concretado un asesinato que por sus características tendrá algún sesgo ritual y que el abogado querellante, Adrián Albor, califica como una “vendetta universal”, es decir, Griselda Natalia López Velázquez ha encontrado en Martín un chivo expiatorio para sus males pasados, visualizando en la víctima la figura del o de los hombres que alguna vez la abusaron.

Este móvil, sin embargo, no es admitido por uno de los jueces que en la frase “los pajer k-en”, verá grabada la inscripción “River k-en”. La interpretación es tan disparatada como antojadiza, pero en parte determina la suerte del fallo.

Ahora bien, si, como dice el fallo, la muerte de Martín es el resultado de “un juego sexual que salió mal”, entonces por qué la homicida se dedicaría a escribir una frase con la que no solo ratifica que le ha tendido una celada a su víctima, sino que además confiesa que la consecuencia de su accionar fue algo premeditado.

Estamos aquí frente a un punto nodal del hecho, que la justicia prefirió ignorar, tanto en su lógica de “vendetta” como en su instrumentación, porque si hay algo que no parece posible es que Martín haya hecho contacto con esta mujer o que el encuentro fuera el de una prostituta con su cliente. Como ya veremos, Licata no solo evitaba este tipo de compañías, sino que además desestimaba cualquier práctica que pudiera involucrar violencia.

 

Una muerte presentida

Tuny Kollman, veterano periodista judicial de Página/12 dejará entrever en las redes que la aparición de Martín en aquel noviembre de 2018 no augura una novedad feliz. El joven será visto por última vez un sábado al mediodía, después de ayudar a un amigo en una mudanza donde olvida la mochila con suDNI. Por eso, sus familiares y amigos pasarán todo el fin de semana hasta dar con él en la morgue. La noticia es conmocionante, pero más lo son las circunstancias que la rodean: en un juego sexual, con una menor a la que no conoce, y con la que se dan cita en un albergue transitorio de la calle Ramón Falcón.

Su madre aporta un dato, Martín era particularmente sensible al dolor físico desde pequeño y jamás se prestaría a un juego de carácter sadomasoquista, lo que confirman algunas parejas y amigos. Más aún, el perfil de la homicida no se corresponde con el de nadie de su entorno, ni ocasionales parejas ni  amistades. ¿Una cita con una prostituta? Ya lo anticipamos como algo imposible, porque, en efecto, Licata no frecuentabaesas compañías, y hay algo todavía más curioso: por qué alguien que vive en Bernal atraviesa seis kilómetros del Conurbano y diez de Capital para encontrarse con un hombre que solo conoce a través de las redes.

Los enigmas son demasiados, pero no serán los únicos. Los iremos desovillando de a poco, pero antes nos detendremos en el perfil de ese pibe de Flores que era Martín.

 

Un pensador del Siglo XXI

Nadie que lo leyera en Facebook o en Kontrainfo, sitio que solía publicar sus notas, podría imaginar que Martín tenía tan solo 27 años y que al momento de su muerte cursaba el CBC.

Es así que más de uno de sus contactos nos ha dicho que imaginaba un hombre de unos 45, posible licenciado en Filosofía o Ciencias Sociales, de sólida formación marxista.

Sus escritos son profundos y directos, sencillos pero de una riqueza analítica superior incluso a la demás de un intelectual consagrado. Lector atento aunque quizás no tan sistemático, cita pensadores clásicos del marxismo para ilustrar situaciones de absoluta actualidad, a las que disecciona con el bisturí de su cerebro. Es decir, es un hombre anclado en un campo preciso del pensamiento político, que incluso critica a las nuevas corrientes marxistas, que estima al servicio del capital global, con tal solvencia que resulta difícil percibir fisuras en su razonamiento ni concesiones a la vanidad.

Sus escritos exudan pues una vigorosa honestidad intelectual, en la que se percibe una búsqueda apasionada pero racional de la verdad, propia del militante que era. Porque fue un tipo de la política Martín, afín a pequeños grupos de izquierda, con los que compartía pensamiento y acción, aunque siempre con un oído atento a las multitudes. Por eso, podía reconocer el valor de un gobierno nacional y popular aún con todas sus limitaciones, y distinguirlo del neoconservadurismo macrista. Martín era en todo y por todo un tozudo cazador de utopías, pero no un iluminado vanguardista que se perdiera con su patrulla en las zonas grises y solitarias de la intransigencia teórica.

Si alguien quisiera buscar signos de su prédica y  pluma los encontrará en su semblante, revelados en una sonrisa plácida y en el brillo tierno de su mirada. Allí nos entenderemos con un muchacho apasionado en la defensa de sus ideas pero humilde, inflexible aunque tierno.

 

Habla su abogado

“Más allá de la hipótesis del juego sexual creo que quedó demostrado en el juicio que estamos ante un caso de homicidio doloso que fue planeado por la imputada y que responde a un tipo de vendetta universal. La imputada sostiene que fue abusada sexualmente en la infancia, y en tres lugares de la habitación, escribió “los pajeros caen”, con “k”, tal como lo hacen los adolescentes. Si vos te mandaste una macana sin querer con un compañero sexual, no  escribís en las paredes “los pajeros caen”, claramente en su cabeza él era un pajero que la contactó por vía de Internet y ella le hizo una vendetta universal”.

En su camino por la Justicia, Adrián Albor lo ha visto casi todo: le puso el pecho a la defensa de Luis D´elía, conoció los secretos del atentado a las Torres Gemelas por boca de otro perseguido, KurtSonnenfeld, y se jugó en más de una causa imposible con bríos de caballero andante; sin embargo, pocas veces un caso le ofreció tantos puntos oscuros como el de Martín.

 

Habla Martín

“La semana pasada se aprobó en el Congreso Nacional una ley para sancionar la tenencia de material pornográfico infantil. El PO se abstuvo de votar, el PTS directamente se ausentó.

Los mismos que quieren judicializar las relaciones sanas entre hombres y mujeres (porque «lo personal es politico») son los que se niegan a perseguir crímenes horrendos como la pedofilia.

Consciente o inconscientemente, la izquierda influenciada por el postmodernismo, plantea tal deconstrucción de la sexualidad, que abre las puertas a ciertas tendencias. Las parafilias y desviaciones sexuales forman parte de la agenda de género, lo sepan las organizaciones o no”.

Cruel, la ironía de este fragmento publicado por Martín el 29 de marzo de 2018 en Facebook, destaca las “parafilias y desviaciones sexuales” de las que finalmente será víctima. El alma humana es un pantano de sombras y a Martín no lo ampara la excepción, pero los indicios a través de los que llegará a la celada que termina con suvida, son mucho más sólidos que ese forcejeo entre razón e inconciente, entre inteligencia y deseo en el que hombres y mujeres nos movemos.

 

Otra vez en la escena del crimen

Uno de los primeros que entra al cuarto es el gerente del hotel, al que no se le pasan por alto las escrituras en las paredes; sin embargo, no las lee, de manera que no se las tiene en cuenta entonces como evidencia.

Quien sí lo hace es un empleado de apellido Cardozo, que al tiempo deja el hotel y que por eso mismo será difícil de ubicar. Pero en la última audiencia hace este aporte crucial.

Su palabra sorprende a todos. Afirma, sin dudar, que esas leyendas estaban escritas en tres sitios diferentes: cabezal de la cama, marco del espejo y perchero. Este empleado, muy joven, es quien encuentra el cuerpo de Martín, y por su estado de shock necesitará atención psicológica cuando lleguen los médicos.

Sin embargo, el testigo, sin ningún interés personal en el caso y que revela algo tan contundente, es desestimado y discriminado por el Tribunal.

Como si su palabra de alguna manera contradijera una hipótesis ya determinada, melindroso, el tribunal le pregunta de atrás para adelante lo mismo.  La fiscalía pide entonces ver el video que la policía toma cuando llega al cuarto, y donde se observan las escrituras, pero al no ser fotografiadas específicamente hay límites en la posibilidad de obtener más calidad de la imagen.

Al usarse liquidpaper también es posible que algunos caracteres se vean borroneados y menos visibles porque lo que se lee claramente es «los pajerkaen».

La madre de Martín nos acotará en este sentido que “la falta de fotografías se debe, en mi opinión, a una deficiente actuación de la criminóloga y de la policía, que creo que partieron de la suposición, por el contexto, que se trataba de un «juego sexual que salió mal» (palabras del comisario que me informó lo que «había pasado» y me dio los papeles para presentar en la morgue)”

 

Habla su madre

“Martín jamás participaría de algo así” nos cuenta la madre ante su féretro, “no podía, simplemente no podía, porque era particularmente sensible al dolor físico”.

Han pasado dos meses de aquel mediodía aciago. Quince días después del asesinato, muere el perro de Martín, y en el invierno se va el padre. Pero todavía falta para completar el dominó de aquellos que no superan la pérdida: el año pasado, y un mes y medio antes del juicio, fallece la abuela.

Es el 8 de diciembre de 2018 y estamos enBoedo, también es sábado, pero Martín no camina en blanco y negro por las cámaras, rumbo a un albergue transitorio, acompañado por la mujer que en unos minutos lo asesinará.

Ahora está en una casa velatoria a metros de Avenida La Plata, rodeado por el murmullo triste de unos pocos amigos que imaginan un libro para sus escritos, que es el modo de retenerlo aquí un poco más.

Alguno menciona una red de trata, con la que Martín para su desgracia se habría cruzado, otros desechan la teoría conspirativa que según se comenta lo llevó a la encerrona: la difusión de la lista de políticos a gusto del paladar de George Soros. Un disparate. Ni ha sido él, ni se dedicaba a esas investigaciones.

Ni denunciante gritón ni pesquisa, Martín era un pensador, y no hay nada que vincule su muerte con poderes trasnacionales o el submundo de la trata. Sin embargo,  en esa escena del crimen hay algo más que un hombre muerto: los golpes propinados, el estrangulamiento sin límites hasta la asfixia, la maniobra que en palabras tajantes de un perito forense “no se corresponde con un juego sexual”, la saña para terminar con su vida y hasta la firma grabada en las paredes que confiesa un móvil, todo el paisaje es un teatro de sombras chinas: allí un joven revela desde la más pura inteligencia los espantos del mundo, a una niña se le arranca la ropa en una casita de Bernal, y más acá, ¿ven? se planifica el secuestro de esa mujer que camina por la calle; habitamos sobre un infierno de telarañas que a duras penas nos retienen, y por las que a menudo caemos, entrelazados todos: la trata que blanquea fortunas con banqueros de puños almidonados, los niños que se esfuman,  los presupuestos inflados del estado en los que se denuncia, a través de los que se estudia, con los que se planifican soluciones para que todo siga igual; y en una esquina, mirándonos con su sonrisa ya eterna, Martín, el muchacho que sigue pensándonos.

 

Habla el arma homicida

Martín, como se ha dicho, ha dejado su mochila en la casa de un amigo. En  las cámaras, antes de su ingreso al hotel, se lo ve de camisa manga larga y no lleva nada en sus manos. Sin embargo, la asesina afirma que es él quien porta el objeto con el que finalmente lo matará, similar a un palo de escoba, de unos treinta centímetros, que apretará a manera de torniquete valiéndose de sus propias medias, enlazadas al cuello.

Nótese el detalle: sin las medias, la asesina no hubiera contado con un objeto eficiente a los fines del crimen, de manera que el dato también dibuja un trazo más de culpa y premeditación en sus acciones.

Adrián Albor menciona al respecto: “estamos hablando de un objeto que parecía tener características rituales porque era un trozo de madera con inscripciones labradas, aparentemente con gubias o con algún cuchillo”.

Características rituales.La descripción aporta un dato más al misterio que como veremos a continuación se volverá todavía más indescifrable y oscuro.

 

¿Todo estaba escrito en el chat?

“Mónica, la mamá de Martín, me cuenta algunas cuestiones que no habían trascendido, y ahí sí se me pone la piel de gallina”, nos detalla el abogado patrocinante.

Y es que en las primeras horas de estupor, cuando la familia apenas se sobrepone al dolor para encaminarse a la justicia, encuentran en el Facebook de Martín un chat espeluznante: “alguien se contactó conmigo para ofrecerte plata para que yo te seduzca, te lleve a un hotel y en ese hotel a vos te van a lastimar”.

Albor añade sombrío otro dato que aporta a la perplejidad: “el hotel del que se habla en el chat era un hotel de Flores, precisamente en la zona de Nazca y Rivadavia donde finalmente Martín muere, lo cual a nosotros nos generamuchísimas inquietudes porque por un lado, si vos a lo largo del tiempo recibís mensajes  de que te van a lastimar en un hotel de Flores, vas a otro lugar, y también nos preguntamos, claro, por qué Martín aceptó la invitación”.

El enigma no se detiene allí, Albor continúa: “hay distintos mensajes a lo largo del tiempo. Después aparecerán dos mujeres que manifiestan que efectivamente reciben un mensaje de una mujer que dice ser alumna de la UADE, que les ofrece dinero para que lleven a Martín al hotel. Creemos que esto puede ser un concierto de voluntades donde esta chica tenga algo que ver con eso”.

En efecto, no existen indicios de que Martín la haya contactado, por lo que podría deducirse que ella lo contacta a él. Más aun, cuando la madre de Martín se encuentra con las amenazas que menciona Adrián Albor, quien busca lastimar al joven se identifica invariablemente como Eugenia o Débora, y cuando el domingo, ya visiblemente preocupada pretenda comunicarse con su hijo al celular perdido,  recibirá un mensaje de texto con la pregunta: “¿Eugenia?”

 

De Bernal a Paraguay

Griselda Natalia López Velázquez vivía con un tío en Bernal. Apenas se produce el homicidio, este sujeto escapa al Paraguay, de donde ya no volverá.

No se sabe cuántos años vivieron juntos, por qué oficiaba como su tutor, y cómo es que abandona a su sobrina en un trance tan complejo.

Se lo sospecha responsable de los abusos de Griselda, se lo menciona como parte de una red de trata. El caso es que escapó y no hay modo de investigarlo, porque como bien dice Adrián Albor “si no hay una hipótesis  concreta, el Poder Judicial no tiene nada que hacer, vos no podés ponerte a investigar si hubo un delito cuando no tenés algo que te indique una posibilidad; no se investigan personas para ver si cometieron delitos sino delitos para ver quién los cometió”.

El tío de la chica, no solo huye a Paraguay, sino que cuando la policía revisa su teléfono descubre que borró todos los contactos y conversaciones de Whatsapp.

 

La causa, hoy

El tribunal, compuesto por María Rosa Casará, Jorge Ariel Apolo y Fernando Pisano, determinó una sentencia por homicidio culposo de ejecución condicional. La edad de la imputada y un contexto especialmente sensible al género  la han favorecido hasta ahora, pero la instancia que sigue, Casación, es la que puede torcer el rumbo de la causa.

Al respecto, nos informa Adrián Albor: “tanto la fiscalía como la querella recurrimos el fallo. La imputada está pidiendo permiso para irse del país, que le fue negado, pero entiendo que más allá de los permisos que pida, se va a fugar. Creo que si somos exitosos ante la Cámara de Casación y revoca la absolución, se va a escapar. Soy pesimista y espero que las autoridades hagan los controles necesarios para que esto no pase”.

 

Martín y la verdad

Toda concepción del mundo se sostiene sobre la materia, afirmará Marx, y este joven epígono suyo desde un remoto arrabal sudamericano, persistirá en esa convicción hasta el fin de sus días. Cuando el mundo pareciera posado sobre apariencias, y los hechos se desestiman como intrusos de la realidad,  esa habitación de un albergue transitorio de la calle Ramón Falcón nos dice a los gritos que eso es lo real, que allí estamos frente a un hecho. Tendido en la cama, Martín nos interpela como un signo,  nos desafía a que unamos punto por punto la trayectoria del horror hasta dar con algo parecido a la verdad.

Él lo sabía incluso antes que nosotros, cuando citaba a Nietzsche diciendo que “el hombre conoce bastante como para no creer más en ningún valor, la historia que cuento es la historia de los próximos dos siglos”.

Y proseguía Martín la advertencia: “Dos siglos después, en el presente siglo XXI, sus herederos dicen ‘¡Dios murió! ¡Pero hace falta que vivan muchos dioses!’; se trata de la misma irracionalidad posmoderna, la de negar la verdad objetiva, afirmar que todo es relativo e ilusorio, que la realidad integra una diversidad excesiva de relatos”.

Ni su vida ni su muerte han sido relatos, y la verdad todavía aguarda ser develada en el oscuro rincón de una pieza. Por ahora, desde algún lugar, el único que tiene esa certeza es el propio Martín, que vuelve a sonreírnos con calma, convertido ya en un ángel, tutelar y comunista.

 

 

  • Periodista / escritor / actor

 

 

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