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Por ROBERTO BARDINI *
La CIA, la DGSE francesa y el MI-6 británico reclutan a sus analistas en las universidades. Los ingleses, históricamente, incorporan a graduados del Trinity College, Oxford y Cambridge. Escritores, periodistas y profesores universitarios, como Graham Greene, Somerset Maugham, Ian Fleming, John Le Carré, Frederick Forsyth y Charles Cumming, desarrollaron en algún momento de sus vidas labores de inteligencia.
En Argentina pareciera que los servicios de informaciones reclutan a sus analistas entre lectores de las revistas Caras, Gente, El Gráfico, Billiken y Patoruzito, adictos a la búsqueda del Pokemon. Y que en sus informes utilizan lo que el periodista Rogelio García Lupo denominó «el software del cabo Gorosito». Ofrecen «pescado podrido» y, paradójicamente, tienen cierto éxito.
Una de las últimas operaciones, respaldada por periodistas opositores, es caracterizar a Jorge Taiana -a raíz de su designación como ministro de Defensa- como «terrorista», «asesino» y «colocador de bombas». Todo muy alejado de la realidad y su personalidad.
No es ningún secreto que Taiana fue simpatizante de la Juventud Peronista y militó desde 1970 hasta 1972 en la pequeña organización Descamisados. A sus compañeros de aquella época les consta que nunca mató a nadie ni colocó ningún explosivo. Pero ahora los operadores opositores le atribuyen hechos «terroristas», entre ellos algunos que sucedieron cuando estaba preso. Y estuvo preso de 1975 a 1982 en los penales de Devoto, La Plata, Sierra Chica, Rawson y Caseros. Si hubiera participado en lo que se le endilga, seguramente su cuerpo estaría en el fondo del Río de la Plata o en una tumba clandestina.
Porque terroristas fueron los que secuestraban, torturaban, desaparecían, asesinaban y se quedaban con las propiedades de sus víctimas.
Hay otros datos, todos públicos y comprobables.
El nuevo ministro de Defensa, hijo del médico personal del general Perón, es un sociólogo con una maestría en Ciencias Sociales y una sólida formación académica y política. Ya en su época universitaria, cuando aún no había cumplido 20 años, sus compañeros lo apodaron «El canciller», debido a sus modales respetuosos, su tacto para tratar algunos temas controvertidos y su capacidad para intermediar, negociar, proponer y resolver.
Ejerció varias actividades y ocupó diversos cargos: fue investigador del Conicet, profesor universitario, director de Organismos Internacionales en la cancillería, embajador en Guatemala, secretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (presidió más de 30 misiones internacionales), ministro de Relaciones Exteriores de 2005 a 2010, legislador por Buenos Aires, presidente pro témpore del Parlamento del Mercosur y senador nacional. Se le respeta internacionalmente.
Se comprende que sea un trago amargo para el periodismo «de guerra» y los políticos opositores. Es una piedra difícil de digerir para civiles y militares nostálgicos de la dictadura de 1976-1983, a la que siguen llamando Proceso de Reorganización Nacional.
Y, sobre todo, para los que más de cuatro décadas después se siguen guiando por el desactualizado «software del cabo Gorosito», muy eficaz para influir en ciertas mentalidades precarias, que consumen y reproducen información chatarra.
- Escritor / Periodista
