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domingo , abril 28 2024
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MERCOSUR. Una catástrofe evitable

 

 

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

Entre el alejamiento perpetrado desde el gobierno macrista, algunos errores cometidos durante la gestión nacional previa y la ausencia de planificación presente, es válido señalar que el posible desmembramiento del Mercado Común del Sur (MERCOSUR) resulte un problema y una responsabilidad argentina. El lector sabe de la valoración planteada en estas líneas para los aciertos en Política Exterior. Bien: este rubro esencial debe incluirse en el debe de la dupla Alberto Fernández – Cristina Fernández de Kirchner.

Uno de los grandes objetivos de los Estados Unidos, la Unión Europea y el capital financiero, se está cumpliendo justo mientras se despliega el período de continentalización más importante de la historia. El resquebrajamiento del MERCOSUR puede configurar una catástrofe para las perspectivas económicas de nuestros países y una celebración para las agónicas estructuras del ex capitalismo central. El tema no forma parte de la agenda electoral ni mediática, pero es más trascendente que muchas de las niñerías que fatigan el decir.

El MERCOSUR posee un Producto Bruto Interno de 4 580 000 000 000 de dólares. Eso significa el 82,3 % del PBI total de toda Sur América. Abarca un territorio de 13 000 000 kilómetros cuadrados y contiene más de 275 millones de habitantes (cerca del 70 % de la región). De hecho, siete de cada diez suramericanos son ciudadanos del Mercosur. De ahí que esta asociación resulte el área productiva más desarrollada de todo el Hemisferio Sur, el cuarto bloque económico del mundo y la quinta economía del planeta. Casi todos sus miembros tienen peso en la ONU y dos de ellos, Argentina y Brasil, un lugar en el G20.

En este mes de Julio delibera la 58° Reunión Ordinaria del Consejo del Mercado Común del MERCOSUR. Quizás resulte la última del gran espacio. Penetrado por miradas liberales ancladas en el Hemisferio Norte, varios integrantes juegan en contra y otros, los dejan jugar. Sin embargo, planteos intencionados como el de Uruguay -“defender la modernización del bloque a través de una agenda de negociaciones externas sustantiva, ágil, dinámica, flexible y permanente”- se asientan en equivocaciones albicelestes. Tratemos de entender.

Uruguay pretende ligarse individualmente a otras economías en rubros que se encuadran dentro de las prerrogativas del MERCOSUR. El ostensible intento divisor tiene un fundamento, planteado por los representantes orientales: “no se aprobó la reducción del arancel externo común, a pesar de que Uruguay había apoyado algunas de las propuestas presentadas, las que siempre se entendieron formando parte de un mismo paquete con la flexibilización”. Es decir, descree de la disposición suramericana destinada a “negociar en forma conjunta acuerdos de naturaleza comercial con terceros países o agrupaciones de países extrazona en los cuales se otorguen preferencias arancelarias”.

Como a Brasil esto no le importa por razones conceptuales semejantes y por intereses disímiles, el verdadero afectado es nuestro país. Es que desde el gobierno anterior, orientado por el Frente Amplio, el vecino viene denunciando que si Argentina y Brasil no se abren a sus exportaciones, Uruguay no tiene motivo para rechazar las exportaciones a otras naciones. Y tiene razón. Aunque duela admitirlo, la exigencia parte de una actitud soberana genuina que evidencia la brega por dejar de ser un receptáculo de fondos buitres –“la Suiza de América”- para lograr que una zona de su economía posea eje industrial.

La Argentina, extendiendo hacia la eternidad su error, responde que “la postura de Uruguay es errónea e ilegal porque la decisión 32/00 (norma del ‘consenso’) no necesita un procedimiento de internalización, porque sólo repite lo que está en el artículo 1 del Tratado de Asunción”. Como bien apunta, preocupado y lúcido, el pensador nacional Abel Fernández (El blog de Abel), se trata de “un buen punto jurídico, pero no existe el tribunal al que acudir. Argentina, entendemos, debe enfocar el tema con realismo: la diplomacia uruguaya siempre ha sido profesional y cautelosa. No habría dado este paso sino tuviera seguridades que dentro del bloque Brasil lo vería con buenos ojos. Es posible que también tenga alguna aprobación informal desde fuera de la América del Sur”.

La dificultad se prolonga hacia el vínculo con Paraguay. En ambos casos, es preciso situar la exacta medida de los planteos orientales y guaraníes: cuando se quejan de los desaires argentinos y brasileños hacia sus producciones locales, se refieren a la negativa de los dos gigantes para adquirir unas 200 realizaciones industriales propias. Apenas 200 productos. Cabe puntuar que, aún en baja, los Estados Unidos –con picardía genuina- admiten su compra. Esa sencilla actitud, entre otras, inclina la balanza hacia la segmentación sureña y convierte a nuestras dos potencias en pequeños contadores egoístas.

En tal dirección, el analista Julio Fernández Baraibar situó el problema con nitidez en el aire de la Gráfica“Las economías más fuertes, Brasil y Argentina, deberían ser las responsables de integrar a Uruguay, Paraguay y otros países de menor volumen. Está en nuestras manos lograr que el resto de América del Sur se sienta cómoda en una alianza que necesariamente debe beneficiar a todos sus miembros. Si se deteriora el Mercosur una gran cuota de responsabilidad será nuestra”. Otro especialista también alzó la voz en nuestra emisora. Néstor Gorojovsky efectuó un apunte singular: “Confío en que se resolverán estas contradicciones. Recuerdo que Alberto Methol Ferré me dijo, durante una presentación de su libro El Uruguay como problema que una coalición entre Brasil y Argentina, sin Uruguay, Paraguay y Bolivia como factores de sutura, sería un acuerdo entre San Pablo y Buenos Aires y ´eso es mitrismo´”.

La intención de los poderes locales e internacionales que operan sobre la cuestión es partir el MERCOSUR antes del asentamiento de la gestión del Frente de Todos en la Argentina y del retorno del Partido de los Trabajadores –con base ampliada- al gobierno de Brasil. Si alguien en Cancillería o en la cartera económica nacional piensa “no importa, en un par de años lo recomponemos”, estaría mostrando un profundo desconocimiento de las complejidades de los acuerdos múltiples en el orden planetario. Desde su creación en noviembre de 1985, el MERCOSUR ha transitado un difícil sendero pletórico de declaraciones, actas, tratados, protocolos, que derivaron en la formación de organismos de conducción habilitados para concretar resoluciones contenedoras del conjunto de los intereses vinculados.

Nos encontramos en un tramo de la historia que exige el alistamiento de las coaliciones metholianas para afrontar las décadas venideras. Más allá de la torpe propaganda de los medios concentrados, basada en una imagen mundial enfocada veinte años hacia atrás, esas aproximaciones ya están ocurriendo, a todo vapor.

El tándem euroasiático se yergue con una solidez apreciable, con firmes lazos de seda hacia algunos BRICS y varios ASEAN, sin dejar de lado –ni mucho menos- a Irán en Oriente Medio y Alemania en la misma Europa. Las regresiones electorales en Argentina y Brasil corrieron a nuestra región del camino hacia el futuro y la re posicionaron en un ayer que ni siquiera estáLa incidencia de esos desajustes sobre el presente continúa y el interés profundo de estos pueblos exige un viraje acelerado y contundente para ubicar el rumbo en su justo sentido.

 

  • Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal

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