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jueves , mayo 2 2024
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MARXISMO

Por CARLOS BALMACEDA *

 

Cuba, Vietnam y China no fueron bendecidos por el peronismo.

Echaron mano al marxismo como instrumento de su liberación nacional.

Y lo adaptaron, tal como nos enseñó el General, a su propia realidad.

Cuando la historia los obligó, le hicieron retoques de mercado.

Eso les permitió sobrevivir en un mundo cruelmente capitalista.

Y sacar de la pobreza a miles de millones de personas.

Cuando un dizque peronista supone que el marxismo es una ideología en competencia con el peronismo, o es su enemiga, hay varias explicaciones.

Desconoce por completo el marxismo como ideología, como instrumento político y como visión del mundo.

Asocia el marxismo con el trasplante político que aquí acabó en el juanbejustismo, el PC y el trotskismo, es decir, todas experiencias ajenas al sentir y las necesidades nacionales, de matrices liberales, y que por eso terminan en la Unión Democrática o al lado de la Mesa de Enlace.

Desconocen que ese potencial teórico del marxismo hizo posibles las cabezas de Abelardo Ramos, John William Cooke, Scalabrini Ortiz, Hernández Arregui, así como la confluencia de cristianismo y marxismo presente en Montoneros o los curas tercermundistas, dicho esto más allá de lo fallida que fue la opción militarista del grupo armado mencionado en primer término.

Suponen que el engañoso proceso que se inicia en Mayo del ’68, y que culmina en la ideología de género al servicio del capital financiero trasnacional, es responsabilidad del marxismo.

Presumen que el “marxismo internacional” como lo caracterizaba la dictadura, es ajeno a lo nacional. Ese “marxismo internacional” se plasmó en las tres experiencias citadas, juanbejustismo, PC y trotskismo, los que nunca se asocian a esa denominación, sino más bien al ERP, que más allá de errores y de posibles manipulaciones por parte de enemigos de afuera, contó con militantes y combatientes de un coraje sin igual, que dieron su vida por este país.

Por eso, los peronistas, cuando hablan de los “30.000 compañeros desaparecidos”, los incluyen.

Otro motivo posible para considerar como enemigo al marxismo en su totalidad, es que posiblemente los dizque peronistas se sientan cómodos con las agrupaciones más reaccionarias de los setenta, algunas de las cuales –tal como ERP o Montoneros- también tuvieron entre sus filas patriotas arrojados, pero que en la generalidad, representan lo que podría denominarse nacionalismo oligárquico reaccionario, opuesto al nacionalismo popular revolucionario, distinción que Jauretche sabiamente caracterizaba diciendo “.. El nacionalismo de ustedes se parece al amor del hijo junto a la tumba del padre; el nuestro, se parece al amor del padre junto a la cuna del hijo (…) Para ustedes la Nación se realizó y fue derogada; para nosotros, todavía sigue naciendo…»

Este nacionalismo oligárquico y reaccionario vuelve entonces abstracta cualquier causa histórica, por caso, Malvinas, donde se reivindica la lucha contra la OTAN de 1982 pero se disimula la que debería darse hoy.

El marxismo, insiste el que esto escribe, es una herramienta teórica excepcional, porque es el único pensamiento que pudo diseccionar al capitalismo.

Como herramienta política en manos de los trabajadores forjó una tradición de lucha desde mitad del Siglo XIX, cuando las condiciones de explotación eran en un sentido peores que la esclavitud.

Ese linaje confluyó en 1945 en el peronismo, sobre todo a través de las centrales sindicales previas a Perón, que obviamente no podían ser peronistas.

Siendo un país mestizo en un sentido étnico y cultural, también lo somos, y sobre todo gracias al peronismo, en el sentido político. De manera que esa tradición teórica, de pensamiento y de acción merece ser reclamada como una parte que integre el pensamiento nacional y popular, subordinada, claro está a una dirección que interprete en clave argentina nuestras necesidades y acciones posibles.

Escribo esto porque me sigue sorprendiendo la torpeza, la ignorancia, el prejuicio, la ligereza con la que se habla de marxismo, sin distinguir, o mezclando, lo que es teoría, instrumentación política, implantación en un territorio en un período histórico, con lo que se termina haciendo una ensalada con el PC chino, el estalinismo, el castrismo, los teóricos marxistas y el propio Marx.

Una lectura detallada del “Manifiesto”, texto breve pero riquísimo, los sacaría de esta confusión, y ni hablar, comprender algunos conceptos fundamentales del marxismo como fetichismo, plusvalía y alienación.

Los tiempos requieren pensamiento ágil, bien situado, agudo, desprejuiciado; una guerrilla que empieza en la cabeza, así de ligera y rápida.

Lo opuesto es descubrir tanto viudo triste que prejuzga, a veces porque no sabe, y a veces, porque, en el fondo, como se ha notado con los últimos sucesos de Cuba, les importa un pepino el imperialismo que la isla combate desde hace 60 años y son básicamente nostálgicos residuales de la Triple A, aunque, alienados, se vean a sí mismos como combatientes nacionalistas y revolucionarios.

Que existe una izquierda light, movida por agendas del capital financiero, pequeño burguesa, fascinada por lo lumpen, reformista aunque cacaree revolución, es real.

Que estén dentro del frente de gobierno, no es excusa para tirarle piedras desde la banquina, quedándose uno afuera.

Que existe un nacionalismo reaccionario y mentiroso, con dizque peronistas que finalmente terminan del brazo de Brandolino, Biondini, Dannan y El Presto, es real. Pero también lo es que hay nacionalistas cabales, revolucionarios, peronistas hasta la médula y que no dudan en apoyar a la Revolución Cubana porque, básicamente, es una revolución nacional.

Que nos queda un camino estrecho entre esa izquierda light y esos dizque peronistas ortodoxos, donde día a día se revisan posiciones y se constata qué rumbo sigue el de al lado, es real.

Lo dificultoso de este recorrido no es excusa para andar militando, escribiendo o comunicando a la bartola.

Algo es seguro, de ninguna manera, en ningún caso, para todos los que caminamos por ese desfiladero, la desesperanza, el desánimo y el rezongo son opciones.

En la política y en la historia nunca nada está decidido ni cerrado hasta que se cierra, y aun así, la dialéctica de los tiempos reabre siempre el camino. Los que vivimos los aciagos noventa lo sabemos.

Si me preguntan desde dónde digo todo esto, les diré que –tal como postuló el marxista Sartre- desde el ser que pude darme después de lo que otro hicieron de mí. Esto es, desde una familia gorila, avergonzada de su clase que posaba de algo que no era, desde una primera militancia alfonsinista que me permitiría olfatear en el futuro los derrapes socialdemócratas, desde una formación marxista universitaria, para luego encontrarme con el peronismo y descular, tardíamente, lo nacional.

Si me preguntan qué soy, creo que todavía estoy en tránsito, pero, como Jauretche que privilegiaba ser “nacional” a “peronista”, podría ubicarme allí, no porque no me sienta peronista, sino porque a veces me parece una falta de respeto reclamar para mí ese linaje, esa cultura, esa identidad a la que llegué después de rebotar y rebotar de una a otra punta del ser.

 

 

  • Escritor, actor, periodista / LSM

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