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ESTETIZACIÓN DEL DOLOR. Elegía para el 24 de marzo de 2021

Por RAQUEL GLUSMAN *

 

Cuarenta y cinco años, desde aquel 24 de marzo de 1976. Nefasto día en que nació la dictadura militar que desapareció a miles de argentinos.

 

Inclusive hoy, un sector de la oposición, reivindica algunas de las características a nivel de la superestructura ideológica, movilizando a nivel inconsciente colectivo en el proceso el miedo a la democracia.

Una acción de protesta ante la declaracion que efectuara Horacio Verbitsky, en el autodenominado “acto ingenuo o simplemente estúpido” Su denuncia de la existencia de un vacunatorio VIP en el Ministerio de Salud, genero una manifestacion “artistica” -entrelazada con nuestras propia experiencia perceptiva de sombrías imágenes menos que humanas colgandose al pecho la palabra muerte.

El acto de arrojar una serie de bolsas mortuorias con nombres de referentes políticos del oficialismo tiene una coherencia ideológica, un logro de bajo calibre consensual, utilizado ciegamente como ancla de polarización socio-política, potenciando la amenaza velada como mensaje de la impunidad y el miedo.

Esta realización, por sí irritante para la sensibilidad popular evidencia la falta de comprensión de las circunstancias, diametralmente diferentes.

El impacto logrado en los años ‘70 por los movimientos sociales, que atravesaron los bordes entre arte y política, parece aumentar la violencia política con algo más que una amenaza velada de recuperación de la memoria de episodios sociales marcados por la impunidad y el miedo.

 

Nada de eso tuvo que ver con la gravedad del escandaloso estallido

al conocerse los nombres de funcionarios y personalidades beneficiados por la administración en forma discrecional de las vacunas, ni coincide con la evocación del momento excepcional de la historia en que una iniciativa artístico-cultural coincidiera con la demanda de un movimiento social que invoca aún hoy el reclamo por  las desapariciones.

El tema central de la represión política del régimen de la dictadura y su contexto no coincide con la parodia de la toma de la Bastilla de manera ridícula e irrespetuosa hacia los sentimientos de quienes hemos sufrido lo implacable de la violencia de una dictadura militar .

Es claramente, la especulación de un imaginario social aún impávido frente a la inacción de la justicia en su momento y la desmemoria de hoy, con manifiesta intención de revertir e interpelar a la participación y génesis de transformación urbana,  desde los mapas más oscuros de la historia.

Este tipo de manifestaciones han sido, en otras situaciones,  el detonante que ha obligado a los gobiernos a movilizarse frente a las  demandas de la sociedad civil, asumiendo sus  responsabilidades en los métodos y efectos de la violencia del Estado

Los medios de comunicación, y las redes completaron el experimento de resignificación de la política de exterminio apoyada con una secuencia de imágenes de sufrimiento que movilizó a los ciudadanos y organizaciones humanitarias.

Nos ocupa el eco persistente de la inquietante preocupación de ignorar el real sentido de la velada amenaza, o actitud profética que simboliza este acto de pseudo práctica de acciones estéticas, con un manifiesto objetivo político, y plena consciencia de la manipulación del carácter artístico de la práctica.

Las iniciativas políticas de artistas como Juan Carlos Romero,  promovieron verdaderas ideas de cambio. En su “Informe Salvaje» (Juan Carlos Romero-1985), afirmaba que “el pueblo genera hechos políticos verdaderas obras de arte en sí mismas, convirtiendo en consciencia la mayor cantidad de experiencia posible.”

 

 

Despojar esas imágenes de sentido, blindando por medio de una estetización icónica, fue la primera intención de esta representación de lo atroz.

Al utilizar herramientas del capitalismo de shock se  promueve un consentimiento pasivo, que en alguna medida fragiliza la resistencia ciudadana, enfrentada entonces al reto de abandonar el lugar de mero consumidor de imágenes sin filtro reflexivo, sobre el reproducido por los medios de comunicación.

La relación entre este emplazamiento (la Plaza de Mayo, y sus rejas), las ambiciones de esta oposición y su uso como centro de actividad política inmediatamente después de la denuncia (formal y genuina) de la existencia de un vacunatorio VIP plantea interrogantes sobre cómo y en qué medida la representación de la autoridad política y la muerte han persistido en nuestra sociedad.

Esta propuesta fue pensada para apropiarse del espacio e imponer una deconstrucción del imaginario popular.

La simbología de arrojar cadáveres frente a la Casa Rosada  (escenario popular adonde tragedias o catástrofes nacionales se convirtieron en acontecimientos políticos, y populares) no tiene nada que ver con la lucha por el acceso a la vacuna.

Nadie puede hoy justificar diciendo que ‘no sabía’, sin enfrentarse al porqué del no saber y las interferencias en la desmemoria, ante la irrupción violenta de imágenes cuyos presencia remite al valor de los símbolos elegidos que motivan la búsqueda ideológica de sentido de  quienes los alentaron a juntarse, y talvez hasta armarse, si la ocasión lo requiriera.

Las fotografías tienen un enorme potencial para exponer una situación de crisis a un amplio público, aunque pueden hacer muy poco para explicarla. Son imágenes que nos miran, tocan, golpean, incomodan y movilizan, como ningún texto puede hacerlo al hablar del pasado para poder configurar otro futuro.

“Las imágenes atroces nos persiguen” (Sontag 2003, 133)”, y recuperan como  intención manifiesta al despojo de sentido de las mismas, por medio de una estetización icónica del sufrimiento, como intención primera de este acto de representación de la atrocidad utilizando herramientas del capitalismo de shock.

El  consentimiento pasivo promueve y fragiliza la resistencia ciudadana enfrentada al reto de abandonar el lugar de mero consumidor de imágenes sin un filtro reflexivo de la imagen reproducida por los medios de comunicación.

Los cadáveres de Mussolini, su amante Clara Petacci – y otros funcionarios fascistas  asesinados y  colgados de unas rejas representaron también un elemento visualmente llamativo y grotesco, que fuera utilizado como símbolos embellecidos.

Esta acción, a diferencia con la Marcha de la Resistencia convocada por las Madres de Plaza de Mayo (conocida como el «Siluetazo»), resignifica aún hoy el valor de una acción colectiva -política y estética- que materializa el reclamo por los desaparecidos, careciendo de aquella dinámica de acción y participación en donde cada sujeto deviene productor de una gran enunciación colectiva.

Otro momento de la historia, plagado de experiencias sociales y políticas que propiciaron una movilización colectiva, y una dinámica de acción y participación en donde cada sujeto deviene productor de una gran enunciación colectiva.

Julio Flores – (uno de los tres artistas creadores de la génesis estética que dio lugar a la masiva convocatoria) dice que “lo importante no son las siluetas en sí, sino lo que se generó de manera espontánea en ese momento y su trascendencia en el tiempo.

La manera extrema, despreciable, con que el conjunto opositor aprovecha el grave error de la instalación de un vacunatorio VIP se enfrenta a la obligación política de no descansar allí, convocando a la esperanza en de que algo diferente, por fuera de que la corrupción y el ventajismo.

El horror sin contexto genera tanto desinformación como confusión.

Las fotografías tienen un enorme potencial para exponer una situación de crisis, y pueden hacer muy poco para explicarla.

Esa mirada ética no alcanza más allá del borde (límite) complejo, ya que  en su momento, una parte de la sociedad se limitó a mirar sin hacer nada, recuperando así la idea de exposición a situaciones de violencia extrema con  función anestesiante.

Las imágenes que nos miran, golpean, incomodan y movilizan, concientizando como ningún texto puede hacerlo, al promover el consentimiento pasivo y una fragilización de la  resistencia ciudadana.

Una cultura de la imagen visual que presenta el riesgo de estetización icónica del sufrimiento en detrimento de una mirada analítica.

No caigamos, por interés o por ingenuidad, en la falacia de la plena transparencia.

En este pais se perpetro un genocidio, hace hoy 45 anos, y estas imagenes de bolsas de residuos, mortuorias, evocan escenas de aniquilación, llenas de gritos y de sangre.

Sin renunciar a revolver una y otra vez el desastre sistemático (y la corrupción del mismo tenor), es importante recuperar la dimensión de la amenaza clara, mientras se proclama la preservación de la vida.

Casi un deber moral frente a los problemas de individuos que intentan «decir lo que vemos»  descontextualizando  componentes de las imágenes mediante “recursos de representación” que juegan con la memoria política y discursos de incertidumbres, ubicados de manera magistral en la realidad contemporánea.

24 de marzo de 2021. Como todos los años, conmemoramos el Día de la Memoria por la Verdad y Justicia, recordando los 30.000 desaparecidos y el compromiso con la vida a la hora del recuerdo.

 

24 de marzo de 2021.

 

Agradecimientos

Maria Ester Galera – Julio Flores

 

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