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JUAN MANUEL DE ROSAS. De patriotas y guanacos

 

Por HÉCTOR AMICHETTI *

 

A las 6 de la mañana del día 14 de marzo de 1877 falleció en una granja que alquilaba en las inmediaciones de la ciudad británica de Southampton, Don Juan Manuel de Rosas.

Le faltaban un par de semanas para cumplir 84 años de vida y llevaba allí casi 25 años de forzado exilio.

La noticia de su muerte llegó a nuestro país tres días después.

En su edición del 17 de marzo de 1877, el diario «La Nación», tribuna de doctrina de Bartolomé Mitre, publicó al respecto:

«La generación que durante 20 años combatió duramente la tiranía gritando: ¡Muera Rosas! puede al fin exclamar: ¡Murió Rosas!».

Ese inmenso criollo argentino había liderado una gran revolución nacional y popular en el Río de la Plata, sólo interrumpida por la reacción violenta de los cipayos unitarios respaldados por el Imperio del Brasil y otras potencias extranjeras.

Nada más objetivo para definir la posición ideológica de Juan Manuel de Rosas que las expresiones vertidas en tiempo real por un funcionario extranjero cuya nación pretendía imponer una situación colonial en el Río de la Plata.

El Ministro de Relaciones Exteriores de Francia, François Guizot, hablando en el Parlamento de ese país en el año 1846 se refería a la situación política en Argentina diciendo:

«Hay en los estados de América del Sur dos grandes partidos, el partido europeo y el partido americano. El europeo, el menos numeroso, comprende los hombres más esclarecidos, los más familiarizados con las ideas de la civilización europea. El otro partido, más apegado al suelo, impregnado de ideas puramente americanas, es el de los campos. Este partido ha deseado que la sociedad se desarrollara por sí misma, a su modo, sin préstamos, sin relaciones con Europa. El General Rosas es el jefe del partido de los campos y el enemigo del partido europeo».

Cuando Guizot dijo esto, ya hacía una década que Rosas había implantado la Ley de Aduanas protegiendo los intereses del campo y de la industria nacional y procurando así superar la postergación de las provincias alzadas en montoneras armadas contra el olvido, la discriminación, el hambre y la miseria.

Al presentar dicha ley en el año 1835, Rosas había expresado a través de un mensaje lo siguente:

«Largo tiempo hacía que la agricultura y la naciente industria fabril del país se resentían de la falta de protección, y que la clase media de nuestra población, que por la cortedad de sus capitales no puede entrar en empleos de ganadería, carecía de gran estímulo al trabajo que producen con él medios de descanso en la ancianidad y de fomento a sus hijos. El gobierno ha tomado este asunto en consideración, y notando que la agricultura y la industria extranjera impiden esas útiles esperanzas sin que por ello reporten ventajas en forma y calidad… ha publicado la Ley de Aduanas».

Nada mejor que reproducir algunas estrofas del frondoso poemario de aquella época para reflejar el enorme respaldo popular con el que contaba el gobierno de Rosas:

 

«Cielito, cielo que sí,

cielito y viva el amor,

más tratándose de unitarios

lo mejor es el rigor.

Y con esto me despido

hasta que vuelva a cantar.

Que viva la Independencia

y el sistema Federal.

Cielito, cielo que sí,

cielito, siga la empresa,

porque a nadie le tememos

con Rosas a la cabeza».

 

Ni Francia ni Gran Bretaña estaban dispuestos a tolerar semejante afrenta a sus intereses económicos.

El General José de San Martín saludaría el patriotismo de Rosas, calificando las acciones históricas de enfrentar el bloqueo como «La Segunda Guerra de la Independencia».

Como suele ocurrir con frecuencia en Argentina, tras su derrocamiento después de la batalla de Caseros, Juan Manuel de Rosas no sólo sufrió exilio, en agosto de 1856 el Senado de la provincia de Buenos Aires trató un proyecto de ley en el que se lo calificaba como «reo de lesa patria».

Al año siguiente la legislatura bonaerense lo declaró «traidor a la patria», sancionando una ley que ordenaba enjuiciarlo. El Juez Sixto Villegas, dictó un fallo condenándolo a la «pena ordinaria de muerte con calidad aleve». La Cámara de Apelaciones y el Supremo Tribunal respaldaron la condena.

Con el correr del tiempo y luego de 18 años de proscripción, cuando el Peronismo volvió a ser gobierno en el marco de lo que podríamos denominar la «Tercer Guerra de la Independencia», más precisamente en el año 1974, se estableció el 20 de noviembre de cada año como «Día de la Soberanía Nacional» en homenaje a la Vuelta de Obligado y al gobierno de la Confederación Argentina liderado por Rosas.

Sus restos mortales tuvieron que aguardar 115 años para ser repatriados, su féretro regresó al país envuelto en una bandera argentina cruzada por el sable de las campañas libertadoras que le obsequió San Martín.

A partir de 1992, el rostro de Juan Manuel de Rosas comenzó a ser impreso en los billetes de circulación nacional de 20 pesos, hasta que el gobierno de Macri decidió reemplazarlo por la imagen de un guanaco intentando de esa manera condenarlo nuevamente al destierro.

Nada es casual en esta bendita tierra de irreconciliables proyectos y guerras civiles inconclusas en las que ninguno de los dos bandos enfrentados, ha resultado aún definitivamente victorioso.

Rosas murió hace tiempo, la idea de Patria que el defendió, al igual que San Martín antes y Perón después, sigue hoy más viva que nunca.

 

  • Secretario General Federación Gráfica Bonaerense / Corriente Federal de Trabajadores / CGT

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