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sábado , abril 27 2024
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BENITO QUINQUELA MARTÍN

 

Por NORMA ROSA TORELLO *

 

Deslumbra como artista, encanta como ser humano. Un patrón conductual se repite en su vida, la creación constante de distintos universos. Por su arte de trazo fino y popular, su magia será eterna, ya que fue el verdadero intérprete del espíritu boquense. Un artista resiliente.

 

Benito Quinquela Martín le dio visibilidad al barrio de  La Boca en el mundo entero. Fue pueblo, fue hombre de puerto, y con el alma en las manos supo con su paleta de colores dejar registro de lo que acontecía en la agitada vida portuaria del barrio que se  formó alrededor de un río. Como el ave Fénix, renació una y mil veces, trascendiendo  el obscuro destino que comienza  cuando fue abandonado en la casa de niños expósitos, en marzo de 1890.

El pintor, muralista y grabador,  a quien se le otorgó por fecha de natalicio, el día 1º de marzo,  llegó a este mundo a ponerle luz y colores. No solo destacó por su genialidad artística, sino también por su enorme amor por La Boca, el barrio que lo vio crecer. Fue y será el más amado de todos los que pisaron el suelo boquense, por sus aptitudes y virtuosismo como artista y creador permanente, también por sus actitudes, plasmadas en una gran generosidad y humanismo, impronta innata en su alma, virtud o cualidad de trascendencia, una conjunción que revela un ser notable, ya que así lo demuestran sus hechos y sus obras.

 

EL ARTE. ESE IMPULSO IRREFRENABLE

«En el arte como en el amor, no se pueden hacer trampas. Hay que ir a ellos con la verdad», señaló Quinquela a su biógrafo, Andrés Muñoz.

Sin lugar a dudas el maestro encontró en el barrio de La Boca ¨su lugar en el mundo¨, la génesis de una vida nueva, un  lugar de pertenencia donde su arraigo fue profundo, como profunda fue su interioridad. ¨El arte, para mí, es un incontenible impulso interior que desaparece o se debilita cuando ando lejos de mis pagos… Yo sólo pinto en mi país y dentro de mi país en mi barrio, La Boca y su puerto¨. Quinquela hizo impactantes obras pero la mejor obra que realizó tuvo origen en la sabiduría que supo implementar en su vida. Una vida cuyos  primeros paisajes tristes se fueron convirtiendo en haces de luz, que brillaban en el diamante de su alma.

Su condición de filántropo lo impulsó a comprar en La Boca, terrenos para construir una escuela para 1000 niños, un instituto odontológico modelo, un jardín de infantes, la escuela de Artes Gráficas para que los niños del barrio se instruyeran en artes y oficios, y un lactarium donde las amas de leche dieron alimento a los pequeños pobres en recursos económicos a la vez que abandonados por su familia. Sobre este particular el maestro se refirió puntualmente, expresando: “Cuanto hice y cuanto conseguí a mi barrio se lo debo. De ahí el impulso irrefrenable que inspiró mis fundaciones. Por eso a mis donaciones, no las considero como tales, sino como devoluciones. Le devolví al barrio buena parte de lo que él me hizo ganar con el arte. La felicidad no consiste en poseer sino en dar y yo me siento feliz cuando veo que otros lo son por mi esfuerzo.”

EL SECRETO DE LA FLOR BORDADA

De origen hasta hoy desconocido, se conoce que nació un 1º de marzo de 1890 en Buenos Aires, ya que fue abandonado por sus padres biológicos en el Hogar de niños Expósitos hasta que fue adoptado a la edad de seis años por Manuel Chinchella, un genovés de Nervi que descargaba carbón en La Boca. Trabajador de gran fortaleza sobresale en el puerto por esa característica levantaba las bolsas más grandes de a pares, con ciento treinta o ciento cuarenta kilos al hombro.   Justina Molina, su madre adoptiva y principal protectora, entrerriana de nacimiento, descendiente de indios, había sido  empleada doméstica en un fondín de la calle Pedro de Mendoza.

Con los pocos pesos ahorrados instalaron  una pequeña carbonería en la calle Irala. El esfuerzo siguió siendo esfuerzo y pobreza para este matrimonio, pero capacidad de dar amor sobraba, este fue el tema que los llevó a la Casa Cuna para adoptar una criatura.

SEIS AÑOS ATRÁS

Un niño de pocas semanas fue depositado en el torno de la Casa de Dios. Sucedió un mes marzo del año 1890.

Envuelto en ropas finas, tiene al lado la mitad de un pañuelo con una flor bordada, cortado en diagonal  y un papel que dice: “Este niño ha sido bautizado y se llama Benito Juan Martín”.

La otra mitad queda en manos de quien seguramente allí lo abandonó pensando en reclamarlo, algún día. Pero ese día nunca llegó. Las dos partes de la flor bordada jamás volvieron a encontrarse.

Este niño fue elegido por esta pareja pobre,  sin hijos, que jamás imaginó ni aún soñando, el destino brillante que la vida le depararía  a este hijo del corazón. Quizás de sus vivencias primarias Quinquela más tarde en el tiempo señalaría en que consiste la raíz de la felicidad: “La felicidad no consiste en poseer sino en dar y yo me siento feliz cuando veo que otros lo son por mi esfuerzo.”

EL SENTIR DE LA GENTE DE ACÁ

El hogar y la carbonería estaban a cargo de Doña Justina, mientras que su padre trabajaba en el puerto.

Un pequeño Quinquela hace mandados, ayuda y concurre a la escuela. Pero la vida es dura para esta familia boquense y alguien tiene que hacer el reparto a hombro de la carbonería por eso  solo cursó los dos primeros grados de la escuela primaria, y ya a la edad de 14 años comenzó a trabajar en la carbonería de la calle Magallanes 885, negocio que sus padres adoptivos abrieron por esos tiempos. Con esta notable lucidez Quinquela se refirió a sus primeros años de vida: “Créame que estoy agradecido por los sufrimientos que me deparó la suerte. Es lo que muchos no pueden comprender. Nada contribuyó tanto a hacerme artista, a permitirme imponer mi personalidad, a sustraerla de todos los desvíos capaces de debilitarla”…

 

 

QUINQUELA  EN LA COMUNIDAD

La Boca es un barrio politizado, inquieto, curioso, participativo.  Los obreros estudian, se agremian, fundan centros y sociedades. Un  joven Quinquela que por ese entonces no vota por su corta edad, no se queda atrás y comparte trabajo con una incipiente participación política: reparte panfletos, pega carteles, distribuye manifiestos  a favor de  Alfredo Palacios quien fue electo diputado nacional por el socialismo  el 13 de marzo de 1904, por la circunscripción uninominal de La Boca, reconociéndose como el primer legislador socialista de América Latina.

HOMBROS CANSADOS

Hasta que cumplió los quince, fue obrero portuario de La Boca; su trabajo consistía en trepar a los barcos para llenar las bolsas vacías de carbón y cargarlas en los carros. Entre tanto comenzó a pintar retratos de vecinos del barrio,  hasta que en 1907 ingresó en una modesta academia de dibujo de su barrio para estudiar pintura con Alfredo Lazzari. Desde entonces se dedicó a la pintura. El hombre que supo colorear el puerto gris de aquel entonces, Don Benito Quinquela Martín señaló con sapiencia: “¿Ve usted aquellos hombres que descargan carbón? Yo también lo hice. Yo también descargué carbón de los barcos anclados en La Boca. Mis hombros saben cómo los encorva aquella faena prolongada bajo un sol calcinante. Eso era trabajar para poder trabajar más; me empleaba como descargador una semana para poder pintar la semana subsiguiente”.

PINTOR Y CARBONERO. GRITOS DE LIBERTAD

Es en la Sociedad Unión de La Boca donde funciona  una humilde academia, donde se enseñaban diversos conocimientos.  El pintor Alfredo Lazzari enseñaba dibujo y pintura.

Su maestro le transmite un inmenso respeto por todas las libertades, y esto también se aplica en el arte.  En este joven hay sed de conocimientos, lee, asiste a bibliotecas y según relata la escritora Julia Prilutzky Fanny: “Un día descubre un libro de Rodín, “El Arte”, donde el maestro afirme su convicción sobre la facilidad en el arte: toda obra que exige un excesivo esfuerzo no es creación personal ni verdadera. Y el muchacho siento de pronto, que ese barrio – su barrio-, que ese río –su río-, que esas embarcaciones y esas casas y esas grúas y esos hombres del puerto son siempre los mismos y siempre diferentes. Siente que cada momento cambia algo en ese panorama estable, siente que la luz y la sombra luchan constantemente para producir imágenes nuevas, matices inéditos. Siente el escalofrío del agua estremecida por el viento y el ondular de las velas encaprichadas y la resignación aparente de los cementerios de barcos donde la vida recomienza a cada instante. El muchacho comprende, súbitamente, que ése es su mundo de siempre y para siempre”.

Allí  conoció a quien fuera su gran amigo, Juan de Dios Filiberto, por ese entonces, un estudiante de música con quien mantuvo una estrecha amistad.

CAMBIO DE CICLO. EL PODER DEL TALENTO.

Conoció al, por entonces, director de la Academia de Bellas Artes, Pío Collivadino, que le ayudó a iniciarse en el dibujo de retratos y a incorporar el color a sus obras y a proseguir pintando temas portuarios.

Podría decirse que este encuentro cambia por entero la vida de Quinquela. Cuentan que el secretario de Collivadino, Eduardo Taladrid, se presentó en la carbonería de la calle Magallanes 887, buscando al joven pintor. Según se cuenta su padre Manuel, llama al muchacho y le dice en voz alta: – te viene a visitar un hombre con guantes-. Don Manuel no estaba convencido de este tema del arte para su hijo, y pensemos que si analizamos su dura vida esto desde su perspectiva puede ser comprendido. Para él, este era un mundo desconocido. Pero nada ni nadie pudo frenar la vida del que estaba destinado a ser el alma de La Boca.

Las cartas se barajan nuevamente y un mundo lleno de oportunidades se abre para el joven Quinquela.

AUTODIDACTA

Sobre su formación y los avatares de su vida por esos tiempos el célebre artista dijo: “Cuando tenía diecisiete años concurrí una temporadita a una de esas academias de barrio que enseñan baile, música, corte y confección y qué sé yo cuántas cosas más. Allí había un profesor de dibujo que me dio algunas lecciones. Esa fue mi única cultura “académica”. Todo lo demás lo he aprendido solo, venciendo las mayores dificultades, en medio de circunstancias terribles”.

LA FLOR DE LOTO

Quinquela solía frecuentar los barcos que paraban en Vuelta de Rocha, en uno de ellos, el “Hércules”, se instaló con sus útiles de pintor y allí realizó varias telas.

El primer artículo que habló sobre la obra de Quinquela, apareció en la Revista Fray Mocho, en abril de 1916. Estaba titulado El carbonero y la firmaba Ernesto Marchese. “Una mañana opaca, en que la lluvia estaba al caer peregrinando por la Boca, nos detuvimos a contemplar un pintor que, sentado en la proa de un velero, indiferente al mareante ir y venir de un barco en descarga, pintaba. Es decir, aquello no era pintar, era un afiebrado arrojar colores y más colores sobre un cartón. En manos de nuestro hombre, el pincel iba, venía, describía giros, volvía, resolvía con amplitud majestuosa, y segura. A su paso dejaba gruesas huellas que aparecían desordenadas e incongruentes en un principio pero que bien pronto adquirirían forma y cierta concordancia, grotesca casi, para formar enseguida un cuadro de una belleza sorprendente, insospechable en un rincón gris y sucio del Riachuelo.”

 

 

DESLUMBRA COMO ARTISTA

En 1918 comenzaron sus exposiciones de arte y en 1920 obtuvo el Segundo Premio del Salón Nacional. Entre los años 1920 y 1928 deslumbró al mundo con sus Exposiciones en Río de Janeiro, Madrid, París, Nueva York, Roma, Londres, y La Habana. Sus cuadros son adquiridos por importantes museos del mundo, pero La Boca es su imán. Respecto de sus viajes Quinquela reveló:” Y cada vez que partí llevé conmigo la imagen de mí barrio, que fui mostrando y dejando en las ciudades del mundo. Fue así como un viajero que viajaba con su barrio a cuestas. O como esos árboles trasplantados que sólo dan fruto si llevan adheridas a sus raíces la tierra en que nacieron y crecieron”.

Todos estos viajes lo separaban de sus padres; de ahí que rechazara una invitación a Japón para quedarse junto a ellos en el barrio porteño de La Boca y a ellos les compró la famosa casa y carbonería de la calle Magallanes 885.

CAMINITO. El POTRERO QUE SE CONVIRTIÓ EN UNA CALLE ALEGRE

La fascinante historia de Quinquela denota un patrón que se repite a la largo de su vida. Crear. Transformar. Lo gris en colores. Paradigma de trascendencia.  Así ocurrió con la calle – Museo,  famosa en todo el mundo “Caminito”,  de gran valor cultural y turístico.

En 1950 un grupo de vecinos, entre los que se encontraba el conocido pintor boquense, decidieron recuperar el lugar. En 1959, a iniciativa de Quinquela Martín, el gobierno municipal construyó allí una calle museo, con el nombre que le había puesto el tango,  con música de Filiberto y letra de Gabino Coria Peñaloza «Caminito». Cabe señalar que fue grabado inicialmente por Carlos Gardel.

“Un buen día se me ocurrió convertir ese potrero en una calle alegre. Logré que fueran pintadas con colores todas las casas de material o de madera y zinc que lindan por sus fondos con ese estrecho caminito (…) Y el viejo potrero, fue una alegre y hermosa calle, con el nombre de la hermosa canción y en ella se instaló un verdadero Museo de Arte, en el que se pueden admirar las obras de afamados artistas, donadas por sus autores generosamente”.

LA PEÑA DEL TORTONI

BOHEMIA EN BUENOS AIRES

Participó de la vida bohemia en fundando “La Peña” en el café “Tortoni”. Inaugurada en 1926, que fomentó la protección de las artes y las letras hasta su desaparición en 1943, y que era capitaneada por Benito Quinquela Martín. Fue una idea que Quinquela adquirió en un viaje por Francia y decidió poner en práctica en su país, donde amigos y colegas que disfrutaban de la buena conversación no disponían de un espacio adecuado para reunirse. Esta peña había nacido en el café La Cosechera (calle Perú y Avenida de Mayo) y se trasladó luego a las mesas del Tortoni. La sede de la peña, llamada Agrupación Gente de Artes y Letras, se inauguró el 24 de mayo de 1926 y realizó tareas de difusión cultural mediante conciertos, recitales, conferencias, y debates.

Entre los asistentes se encontraban, su gran amiga, Alfonsina Storni, Baldomero Fernández Moreno, Juana de Ibarbourou, Arthur Rubinstein, Conrado Nalé Roxlo, Antonio Bermúdez Franco, Ricardo Viñes, Roberto Arlt, José Ortega y Gasset, Jorge Luis Borges y Florencio Molina Campos. Las mesas vieron pasar figuras de la política como Lisandro de la Torre, Ernesto Palacio y Marcelo Torcuato de Alvear; figuras populares como Carlos Gardel (quien cantó una vez un tango en homenaje al autor italiano Luigi Pirandello, que acababa de dar una conferencia en La Bodega) y Juan Manuel Fangio; prestigiosas figuras internacionales como Albert Einstein y Federico García Lorca; y jefes de Estado como Juan Carlos de Borbón, entre otros.

LA ORDEN DEL TORNILLO

En 1928 funda “La Orden del Tornillo” hermandad de la cual será Gran Maestre. La distinción le fue entregada a 320 personalidades de todo el mundo con distintas performances en el quehacer cultural, social, político y artístico, con una condición: “Se les otorgaría a quienes sobresalieran en su ámbito sin perder esa cuota de locura y fantasía propia de un soñador”.

Quinquela el más popular de los pintores argentinos, el pintor del Riachuelo por excelencia, supo retratar fielmente la cultura del trabajo, en ese puerto que tantas veces observó, vivió, trabajó, sintió y recreó en sus formidables obras. Sobre el tema confesó: “El puerto de La Boca es mi gran tema, el que concuerda más con mi sensibilidad y no saldré de él. Cada artista debe consagrarse a lo suyo: lo esencial no es renovar los temas sino renovarse uno mismo, dentro de los temas crear nuevos mundos sin salir de ellos. Espero haberlo conseguido, porque he puesto mi alma en lograrlo”. ¡Y vaya si lo logró!

Entre sus mejores obras destacan Tormenta en el Astillero (Museo de Luxemburgo), Puente de La Boca (Palacio Saint James, Londres) y Crepúsculo en el astillero (Museo de Bellas Artes de La Boca), Día de Trabajo, uno de sus clásicos pintada en 1958, Crepúsculo y Barcos a pleno sol de 1960, entre tantas otras.

Pintor de puerto y de trabajadores, expresaba en sus obras las extenuantes jornadas laborales e indignantes a la vez que precarias condiciones de trabajo.

Popular, dejó al morir un 28 de enero de 1977 un legado de trascendencia plástica y un ejemplo de sabiduría, que jamás podrán borrarse porque el gran Quinquela, el que sorteó la adversidad y se fortaleció en ella, tenía la magia del que es por sí pero la humildad de saber ser y fusionarse con los otros como esta analogía que hace con los colores: “El color nace con uno, es instintivo, elegí el color para las flores y el paisaje, para mis barcos y mis cielos, para este riachuelo que prolonga mi vida hacia un río de cambiantes tonos. El color nunca muere, y yo entre colores seguiré viviendo, iré prendido a los colores hasta después de muerto”.

REMEMBRANZAS. AMARRADO A LOS MUELLES

Quinquela es apegado a su suelo, a sus raíces, su arte muestra el ambiente en el que  se desenvolvió en sus primeros años, el puerto, y da registro con sus obras de lo que él imprimió como imágenes en sus retinas, sobre la vida dura en el  puerto: “Me parece que estoy metido en mis cuadros y amarrado a los muelles de la Boca, como los barcos que tantas veces descargué antes de trasladarlos a mis telas pintadas, a mis decoraciones murales, a mis cerámicas, y grabados. Más amarrado aún que los barcos que vienen y van”.

CONCLUSIONES 

ELEMENTOS PREDOMINANTES. LA TIERRA Y EL AGUA

Si tendría que definir los elementos que predominaban en Quinquela, tanto en su obra como en su vida, diría “la tierra” y “el agua”. El maestro sentía, infiero, que la utilidad constituye una prioridad para la  sustentación de la vida que requiere estructura sólida, cuerpo y resistencia.  Elegía  lo concreto, en contraposición con lo abstracto, (necesidad vital para su ser), conjugado con el agua, misteriosa, profunda, incontenible, así como también fluida,  es el mundo donde afloran las sensaciones y los sentimientos, el sentido de lo sensible.

Es ahí donde puede expandirse su arte  y adquirir infinitas formas.

QUE ME VAN A HABLAR DE AMOR

Hay seres que nacen determinados a jugar un rol preponderante en la sociedad. Son esos referentes genuinos, que quedan en la memoria colectiva.  Quinquela nació con un don, virtud cardinal de creador. “Desde muy chico garabateaba papel…Es una cosa que ha nacido conmigo, que me parece, por lo menos, que he venido haciendo toda la vida…”

A poco de nacer fue abandonado, sin embargo él nunca abandonó a su barrio de La Boca, ni a su pueblo, ni a sus padres, ni a sus amigos.  Supo dar a pesar de ser dado cuando fue  depositado en una casa de niños. No solamente su creación se manifestó a sus obras,  sino que creó una vida, su vida, supo trascender el infortunio con temple de acero, fuerza volitiva e inteligencia.  Cualidades que poseen los grandes seres, que pasan por este mundo para dejar huellas indelebles. Afortunadamente, si los hay en esta bendita tierra, Quinquela es uno de ellos. Esa necesidad de recrear la vida con colores que imprimen alegría en el alma,  la esperanza y la lucha sostenida, el amor plasmada en sus creaciones y donaciones que hizo para que la pueblada ribereña viva mejor. Quizás para que no pasen lo que él mismo pasó, porque las oportunidades tienen que ser para todos sin excepción. Los sueños, alas blancas a los que el no puedo lograrlo, no tiene lugar. Ese es  el aprendizaje que nos deja el vanguardista y pionero espíritu quinqueliano.

El carbonerito, el pintor, supo afrontar estos avatares mirando de frente lo tormentoso y los imponderables que presenta toda existencia.   Fue inmenso en el arte y en la vida. Su fuerza espiritual será siempre una bandera a imitar, su magia creadora vivirá a través de los tiempos, sobrevolando el suelo boquense.

A la edad de 82 años se le preguntó que pensaba de su vida, Quinquela manifestó: ¿De mí, que he amado y que he vivido? Que tuve amigos y que he sabido ser amigo de mis amigos. Que nunca pudiendo, dejé de ayudar al que recurriera a mí. Y que a través de mi vida nunca perdí la fe en Dios”.

 

*Directora Periódico Conexión 2000 / Conductora Conexión en el aire FM 90.7 Flores / LSM

 

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