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domingo , mayo 5 2024
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Capacidad de solidaridad instalada

 

Sí, sí, es verdad -exclamó el pastor con su inveterada costumbre
de asirse a las briznas de paja como si fueran vigas de roble.

  1. Faulkner (La paga de los soldados)

Por PABLO E. SUÁREZ *

 

La pandemia ha desatado una brutal crisis económica y social. A los años de decrecimiento económico, se le agrega ahora un retroceso en valores que no se conocían desde la famosa crisis del 1930. Una crisis que muy pocos humanos sobre la tierra vivieron y los que la vivieron ya no creo que recuerden.

Esa fue una crisis mundial, y -simplificando en exceso- las soluciones que se aplicaron en occidente fueron más o menos las mismas: una serie de dispositivos estatales algunos de los cuales ya estaban en marcha desde antes, salieron a cubrir a los que quedaron expuestos mediante políticas de desarrollo, ampliación del empleo estatal, prestaciones sociales, etc. Luego la guerra terminó de acomodar el mapa geopolítico.

La crisis que se avecina promete también un impacto social enorme sobre los sectores históricamente postergados de nuestra sociedad. A unos pocos días, ya se está haciendo sentir entre los más pobres. Más desempleo, más miseria y más marginación; más dificultades para atenderse en el sistema de salud y más dificultades para participar de los flujos económicos en blanco o en negro.

Hay familias en las cuales varios integrantes perderán el trabajo en simultáneo. Quedarán uno o dos con empleo, más la jubilación de les abueles. No hay que buscar muy lejos, todos tenemos ejemplos a mano. ¿Vuelve el formato de la familia argentina que alimentó el costumbrismo? En modo “Campanelli”  / “Benvenuto”? o será en su formato “La nona” o “Esperando la carroza”?

Sinceremos algo: el Estado no está preparado para esto que viene. No me refiero sólo a la atención médico-sanitaria, sino a salir a encabezar una salida de una crisis tan extrema como la que vamos a vivir. «Al menos están los peronistas» dicen algunos trazando una asociación entre algunas de las políticas históricas de ese movimiento y las necesidades del momento. Pero lo que hace falta hoy es mucho más de lo que el peronismo en versión siglo XXI puede dar, porque algunas de las políticas delineadas por el menemismo y la Alianza dejaron formas de funcionamiento establecidas que el kirchnerismo no pudo modificar -por inacción o por falencias en el diseño propio- y el macrismo no quiso. A su vez, el estado está endeudadísimo y la crisis reduce sus posibilidades de recaudación.

Asumamos que el Estado se ha desconectado para “casi siempre” de ciertas personas. No es tanto una desconexión “física” sino también de protocolos o formas. Por poner un ejemplo: se sabe que hay gente que no podrá cobrar los $10.000 de ayuda porque ya percibe una de $2.400; contra eso, poco podemos esperar, más allá de las mejores medidas, decretos y voluntades.

Entonces, si del Estado no podemos esperar mucho, ¿qué queda?

Vamos a ser cursis: la solidaridad.

No se trata solamente de ser solidarios para buscar o encontrar «nuevos formatos» que satisfagan a los analistas «del palo», ávidos de encontrar nuevos objetos de estudio y tratar de venderlos a las agencias que financian investigaciones. Se trata de construir redes de contención porque el Estado no va a llegar -o no va a llegar como se necesita- y porque la «redistribución» no va a venir del «efecto derrame» o alguna otra ficción de los economistas.

¿Qué nos hace pensar que el 40% de informalidad en que se mueve la economía no iba a repercutir en las estrategias estatales de contención social?

Dice el INDEC: “El indicador de la utilización de la capacidad instalada en la industria manufacturera mide la proporción utilizada, en términos porcentuales, de la capacidad productiva del sector industrial en el país.

Desde comienzos del siglo XX, la sociedad argentina ha sido prolífica en instituciones y organizaciones de lucha, solidaridad y contención. Sindicatos, mutuales, bibliotecas populares, luego las organizaciones “territoriales”, grupos piqueteros, campesinos, organismos de derechos humanos, por mencionar algunas. Con distintos niveles de independencia respecto del Estado (una capacidad que será muy útil en el escenario que viene), esta crisis las agarra con una larga experiencia pero con distintos niveles de “capacidad instalada” en uso.

Hablaremos de dos escenarios para dar frente a la crisis venidera.

Por un lado, la referencia a «el mundo del trabajo» será insoslayable, por el elevado nivel de desempleo con que nos vamos a encontrar; los que tengan trabajo, tendrán que tomar decisiones importantes respecto a las formas de consumo y contratación de servicios. Muchos compañeros saldrán a vender cosas y ofrecerse a changuear. Habrá que comprarles. El mundo del trabajo que nos reúne, también nos puede ayudar a organizar el consumo y orientarlo hacia ciertos beneficiarios. Los sindicatos podrían funcionar como un articulador de estrategias y deberán superar sus dificultades para pensar más allá de sus agremiados.

La otra referencia es el mundo de la cercanía. Si bien la crisis sanitaria creó un subgénero del arte rupestre con sus «carteles de edificio» en los que no primaba precisamente la empatía y el espíritu colaborativo, debemos apostar a que la cercanía y vecindad facilite la organización de esas redes que ayuden a paliar la crisis de los más perjudicados económicamente, los viejos, los discapacitados. Aquí, la participación de las organizaciones territoriales es más confiable ya que algunas de estas redes ya están funcionando desde hace muchos años. Aunque estén integrados por gente solidaria, algunas tradiciones políticas demasiado aferradas a las coordenadas ideológicas institucionales, pueden sentirse impugnadas. El peronismo y la izquierda argentinos tienen institucionalidades muy fuertes y no les ha sido fácil relacionarse con las bases prescindiendo de sus “aparatos”. Pero el nivel de crisis que se viene, va a requerir lo que llamamos en el título el máximo de la “capacidad solidaria instalada”. En ese sentido, las iglesias de todo credo llevan una ventaja: tienen una cotidianidad que facilita el contacto y cierta contención persona a persona. Pero no es para nada un modo en que las organizaciones no puedan funcionar. De hecho, las mafias también han puesto en marcha mecanismos de asistencia y protección comunitaria (a su modo, claro).

¿Puro voluntarismo?  Claro. ¿y qué si no eso es lo que se está pidiendo en cada jingle y en cada aviso publicitario?

Pero este es un voluntarismo que atañe a otras esferas de la vida. Al de la subsistencia de los sanos que queden sin trabajo, al del acompañamiento de los enfermos de otras dolencias, que requieran ayuda y que se encuentran con un entorno destrozado.

Se trata de la construcción de esas redes, que son de emergencia, que están por debajo de la ideología en común, pero que armen un tejido fino, frágil, pero que será lo único con lo que cuenten muchos compatriotas.

Si después se fortalecen y sirven para otra cosa, la larga crisis que se avecina no habrá sido del todo en vano.

 

  • Docente en EEMPAS y Bachilleratos populares. Redactor publicitario y editor en 5rtv el canal de la provincia de Santa Fe.

 

 

 

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