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lunes , mayo 20 2024
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El progresismo y los riesgos del Bossa’n Bullrich

 

 

Por PABLO SUÁREZ *

 

Luego del DNU de Alberto, que dejara en manos de los Gobernadores buscar la customización de cada jurisdicción, en Santa Fe (e imagino que en otras provincias también) se han puesto en marcha los primeros engranajes de un año muy particular, en el que veremos la primera elección nacional en pandemia.

Como la grieta es la olla en que los argentinos cocinamos todo, la presencialidad no podía quedar afuera y también ha sido fuente de disputas. En un bando los que están en contra del cierre de escuelas, argumentando que allí no se cifra el gran volumen de contagios y del otro una gran comunidad (que excede a las personas identificadas con el oficialismo) que aceptaría de buen grado cierres más abruptos en todas las actividades, incluida por supuesto la escuela, con el fin de disminuir los contagios.

En Santa Fe, el gobernador Perotti fue protagonista de un desafortunado episodio comunicacional que no podría terminar de identificar con la ineptitud de su equipo, o con un modo de gestión de la comunicación que se parece más a los viejos DTs de fútbol (que no daban la alineación hasta 5 minutos antes del partido) que a un equipo político técnico al que en el siglo XXI le tocó hacerse cargo de una de las situaciones más graves que le ha tocado vivir a estas generaciones.

El gobierno provincial, (que ya había dado muestras de desconocimiento de la idiosincrasia futbolera cuando imaginó que cambiar el horario del partido iba a modificar en algo los hábitos de los hinchas) anunció ayer mientras se disputaba el clásico rosarino las restricciones para los departamentos de Rosario y San Lorenzo, dos de los más complicados en la provincia. Las restricciones replican el DNU de Fernández, pero tendrán vigencia solamente por siete días. Nota: Le sugerimos al equipo de comunicación que ya vaya organizando y decidiendo el modo en que dentro de siete días deberá comunicar cómo sigue el asunto.

En Rosario, el ¿ex? radical Pablo Javkin, que gobierna la ciudad en el marco de una alianza con el PS, hizo oír su disconformidad por la medida, poniendo el eje en el leit motiv de la derecha pandémica: la presencialidad en las escuelas, en el medio cantó una antigua copla que ha sido exitosa en muchas ciudades grandes “en los hospitales de Rosario se atiende gente de otras localidades”.

Perotti necesitaba desmarcarse del DNU, para dar una señal de independencia y evitar que se lo asocie directamente con el presidente, pero tampoco podía sacar mucho los pies del plato de su partido, de modo que lo aplicó, pero por una semanita y sólo en esos dos departamentos críticos.

Por su lado, Javkin es un político joven que representa a un progresismo blanco, moderado, identificado con una de las tradicionales escuelas públicas de la siempre aspiracional clase media céntrica de Rosario. En un primer momento no tuvo problemas en alinearse con la línea más dura respecto de las restricciones a la circulación, pero en esta semana salió a los medios a cantar la estrofa “no cierren las escuelas / la escuela es lo último que hay que cerrar”.

El grietismo generado por el tema de la presencialidad -con su muy probable impacto en la suba de contagios- generó una cesura en cierto progresismo, que a la vez que no quiere perder votos conservadores y antiperonistas, no termina de verse cómodo interpretando algunos de los motivos discursivos más fuertes de una derecha que sintoniza una señal casi bolsonarista. Era cómodo dejar que Bullrich o el PRO jugara siempre la carta más alta y luego enarbolar los “matices” y las “diferencias”. Durante años la identidad del progresismo local se definía por lo que no le gustaba de las posiciones más extremas de kirchneristas o macristas. Esos matices y diferencias eran justamente el diferencial con el que el progresismo en Santa Fe y Rosario logró el apoyo de esas clases medias que en Buenos Aires se volcaron por el PRO y el salvavidas con el que un progresismo un poco más “la izquierda” terminó considerándolo como el famoso mal menor.

Pero más difícil fue para el socialismo santafesino manejar el crecimiento del narcotráfico y de la violencia que se le relaciona, un escenario en el cual no bastaba con posicionamientos discursivos, sino de acción. Y en ese sentido, es obvio que si bien el narcotráfico no nació con el socialismo en la provincia, la política contra el narcotráfico durante los 12 años del FPCyS en Santa Fe el problema se agravó. Pero aun así, el tema del narcotráfico y su violencia, quizás por su abundante representación cinematográfica, es un tema que de alguna manera todos los partidos tratan de presentar como un poder económico omnímodo, que corrompe a políticos, policías y jueces y en el que poco puede hacer una fuerza policial local, subequipada y mal capacitada, Pero, agrego, con capacidad de lobby, como quedó claro en la salida de Marcelo Sain.

El ruido de las cacerolas rosarinas que protestaron contra muchas medidas de Alberto Fernández (impulsadas fundamentalmente por un antiperonismo visceral, con guarnición de honestismo) y cierto clima “en la calle” indica que esos sectores medios hoy ya no ven con tan malos ojos las propuestas más excesivas del PRO.

Este es un año electoral, y como me señala mi amiga @MazorcayChori, Javkin ya anotó que Lifschitz (el número puesto de sus aliados socialistas para la senaduría) está pasando un mal momento de salud y que probablemente tenga una larga recuperación por delante. Esto lo ubica ante dos grandes desafíos: por un lado, ver qué rol se asigna en un escenario en el que Lifschitz influya, pero no sea candidato, y por otro lado, deberá analizar con qué estrategia salir a buscar los votos de esa clase media de la que espera renovar fidelidad, para lo cual deberá innovar, generar un menú de respuestas que el nuevo y derechizado escenario pospandémico pide. El Bossa’n Bullrich estuvo sonando esta semana, hay que ver si es la base del repertorio electoral.

Deberá enfrentar a la “reserva” del PS, que será la reserva, pero algunos ya jugaron en primera, con el feliz recuerdo de haberlos derrotado en la interna abierta del 2019. El otro tema parece más difícil de dilucidar; si le queda margen para salir a buscar votos por derecha. La pandemia le ofrece un buen escenario, porque el jingle de la presencialidad en las escuelas le permite ir a por ese público, con un leit motiv aceptable para su propia identidad, como es el de “la educación como derecho” y además, con la ventaja de no tener que tomar él mismo las decisiones, ya que las escuelas públicas son de jurisdicción provincial. Puede comentar lo que hagan otros y capitalizar sobre el error ajeno, cosa que no puede hacer Horacio Rodríguez Larreta, quien deberá asumir los costos y disfrutar las ventajas de sus propias decisiones respecto de la presencialidad escolar.

Por el lado de Perotti, la situación parece más sencilla, porque su electorado no está en disputa. La estructura del PJ provincial le responde y hasta lo acompaña en su cansino ritmo de gobierno y en su obsesión por “la caja”; el kirchnerismo y los sectores que se identifican -aunque sea considerándolo  “el mal menor”- con el gobierno nacional no están dispuestos a “hacerle el juego a la derecha” y bancarán los trapos del gobierno provincial, con un alto nivel de tolerancia a las diferencias, sacrificadas en el altar de la unidad. Algún retoque en la localización de la política nacional y la circunspección de su estilo solemne, serán suficientes para ofrecer a  los antikirchneristas recalcitrantes una imagen diferenciada de algunas de las sobreactuaciones a las que son tan afectos los políticos de CABA y Buenos Aires.

Perotti y Javkin serán los dos grandes actores de este año electoral. Habrá que ver de qué manera ambos buscan imponer sus candidatos en este año tan particular  y empezar a preparar lo que resta de sus mandatos. La pandemia ha puesto el rol del Estado en el centro del debate, algo que incomoda más a Javkin que al rafaelino, ya que el campo hacia el cual el primero procurará expandirse es el de un sector social en el que las ideas “libertarias” se están instalando con fuerza. Si abre esa tranquera, probablemente le entrarán algunas cabezas, pero perderá también algunas que difícilmente aceptarán la estética subyacente al discurso de la derecha, que no para un minuto de radicalizarse e ir siempre por nuevos tópicos para abordarlos con sus acordes individualistas, autoritarios y clasistas.

Quizás se deje llevar por la cautela y opte por consolidar a un núcleo de votantes que responda al perfil que ha venido construyendo. La política argentina ha premiado a los pacientes, ahí está el archivo de Perotti, candidato a Vicegobernador del Tigre Cavallero en 1991 para recordarlo. Habrá que ver si Javkin tiene la sangre fría para dejar pasar este año en que su breva puede que no esté madura o decide jugarse a mover el árbol y embolsar lo que caiga.

 

  • Periodista / LSM

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