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miércoles , abril 24 2024
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La responsabilidad individual del periodista

 

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

Aunque estas líneas resulten antipáticas, creo que es un momento interesante para ir a fondo. Patear el tablero, no de puntín pero si con cara interna; y arrojar las piezas por los alrededores.

El planteo no está dirigido a los lectores ni a los oyentes. Ellos ya tienen bastante con sus oficios y, aunque siempre es recomendable aprender, sus obligaciones pasan por realizar correctamente aquello a lo que se dedican. Este comentario está orientado a los colegas, a quienes se dedican al periodismo y tienen el compromiso de brindar buena información a esas personas que, ocupadas con sus asuntos, merecen recibir materiales adecuados.

Por vez primera en buen tiempo dejo de lado –parcialmente- el lineamiento editorial empresarial. Ya no estoy hablando de la acción de los medios concentrados. Me refiero a la tarea profesional de quienes escriben y salen al aire en webs, radios, canales definidos como progresistas, nacional populares, populares, alternativos. Se diferencian entre sí, claro, por muchos factores. Pero una mayoría más amplia de lo razonable se hilvana en conceptos sin sentido.

El seguimiento de la información internacional durante las jornadas recientes ha evidenciado esta situación. Por eso, me permito preguntar: ¿Cómo es esto de cubrir un panorama de actualidad tan complejo sin un background con gran volumen, cuando el mismo está a mano? ¿Qué manera de trabajar es esa? La indagatoria vale, en especial porque este es un oficio que se escoge; dista de ser una labor forzada y alejada del placer.

Si por un lado están los imprescindibles datos duros, concretos, ya desplazados de modo terminante en las narraciones por las observaciones culturales, etéreas, subjetivas, por otro está el aporte de los mejores pensadores y analistas de nuestra historia, anulado por la recurrencia a un puñado de articulistas menores de los medios internacionales.

Las coberturas de C5N, Crónica, y el conjunto de las radios y diarios web que componen su entorno, con intenso efecto arrastre sobre espacios periodísticos más modestos pero habitualmente más certeros, han mostrado deficiencias conceptuales que no deberían ser ignoradas. Sobre todo, insisto, porque los elementos formativos están a disposición de todos los profesionales que los necesiten.

En los videos internacionales más recientes he incluido, con intención, imágenes de libros de Arturo Jauretche, Alberto Methol Ferré y Jorge Spilimbergo, entre otros. El interior de esas obras está ausente en el perfil analítico difundido y ha sido relevado por la aproximación segmentada de pensadores europeos –y algunos latinoamericanos- sin anclaje y con más espiritualidad que materialidad.

No creo que se pueda analizar con certeza el presente internacional sin Juan José Hernández Arregui, Fermín Chávez, Raúl Scalabrini Ortiz, Jorge Abelardo Ramos, José María Rosa y, además de los tres antes citados, una importante lista de generadores de ideas asentadas en el Sur del continente con una energía, originalidad y profundidad inusuales. En la mención habitual, los periodistas que afrontan las coberturas creen que los conocen al tener referencias superficiales y cada vez que surgen sus nombres brindan definiciones simples: “si si, nacionalistas honestos, claro, pero abordaron un mundo que ya no existe, fueron valiosos en su época, además los valoramos porque todos criticaron al imperialismo”.

Esas son tonterías. Algunos recalan sobre Ramonet y otros sobre Dugin, y así se termina informando como lo han hecho los días recientes. Aunque bueno es admitir que en algunos casos, ni siquiera los autores de moda con mayor circulación integran el bagaje.

Y como estamos pateando –no con violencia sino con dirección- el tablero, sinceremos aunque también suene mal. Ese caudal sí aparece en los textos y opiniones que volcamos habitualmente un núcleo reducido de periodistas en estas páginas, y los lectores conocen muy bien. La disección que en la víspera realizamos al aire es otro indicador claro de cómo presentar la actualidad con historización, situación, entorno y proyección.

El ánimo corrosivo no mana sin fundamento: todos vivimos de esto. Es decir, así como los integrantes del público deben garantizar la realización justa de sus tareas, los trabajadores de prensa tenemos la obligación de hacernos de las herramientas imprescindibles para volcar las noticias con precisión. Si bien algunos pueden alegar que así fueron formados en los centros de estudios argentinos, desdeñosos de los más importantes pensadores surgidos en nuestro territorio, también deberían admitir que ningún docente les ha prohibido dedicar un tiempito en sus hogares para ahondar en los mismos. En realidad, el aprendizaje es continuo y carece de cierre. Exacto: tras la hora de cierre es cuando el periodista necesita zambullirse en aquellos textos que le pueden brindar esas herramientas para informar y analizar.

Hace rato publicamos la nota “Periodismo latinoamericano: Sin Jauretche, la oscuridad” y explicamos esto. Hoy, a la luz de los planteos que escuchamos y leemos en (casi) todos los medios volvemos a posicionar la idea.

La densidad que ofrecen nuestros mejores antecesores no es relevable por el testimonio de un militante cívico de Wisconsin. Tampoco por un editorialista de El País; mucho menos por un comentarista orientado de la CNN. Asimilarse a ellos puede quedar bien, hacer sentir al colega que está en “onda” con el buen pensar general, pero lo aleja de la profundidad necesaria para afrontar panoramas complejos. Eso se nota en los materiales de fondo, pero también en las ráfagas analíticas, en los títulos, en los graphs. En los twitts. No es un tema de extensión ni de búsqueda de agilidad para la transmisión. Los contenidos marcan el volumen de una mirada. Sea ésta versátil o ensayística, brizna para situar o prolongada para formar.

El problema radica en que todos percibimos mejores o peores ingresos para hacer esto. Es decir, así como el arquitecto debe diseñar casas que no se derrumben, el electricista efectuar conexiones que brinden luz, el médico apuntar diagnósticos y tratamientos eficaces, los periodistas tenemos que hacer bien nuestro trabajo. Y los textos para empezar a concretarlo están ahí nomás, al alcance de la mano, cerca en el teclado, sin que exista un solo poder institucional o económico que nos impida tomarlos y absorberlos.

Eso es así; y disculpen el tono. Aquí saco a luz un asunto que es de diálogo habitual entre colegas muy preocupados; si no surge como parte del debate hacia un nuevo y mejor periodismo argentino, ese anhelo no se concretará. Lo vivido en los días recientes en el orden comunicacional no es responsabilidad exclusiva de los monopolios. Hay obligaciones individuales intransferibles: si un jugador de primera división aumenta diez kilos por su afición a los grandes asados, no puede culpar al preparador físico, al técnico o al presidente de su institución.

Les dejo el artículo previo. Puede ser de utilidad.

http://laseñalmedios.com.ar/2017/02/27/periodismo-latinoamericano-sin-jauretche-la-oscuridad/

  • Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica / Sindical Federal

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