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martes , mayo 14 2024
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DELITO Y TRABAJO / Otra vez, a reparar los desastres a partir de una larga experiencia

 

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

En la Argentina no hay maras a la usanza centroamericana porque la experiencia histórica del movimiento obrero inspiró a los desempleados de los años 90 a construir organizaciones sociales, recuperar lugares de trabajo y cooperativizar empresas. Eso impidió que el delito se expandiera de modo integral, con escudos, banderas e identidades sociales como se registra en tantas naciones del América latina, con alcance difuminado sobre el Norte continental.

EL HILVÁN. La caída de los niveles de empleo se registró entre la gestión de José Alfredo Martínez de Hoz durante la dictadura cívico militar y la de Domingo Felipe Cavallo a lo largo del menemato. El puente entre ambas acciones económicas fue el último tramo del gobierno radical, una vez desmontado el intento desarrollista de Bernardo Grinspun. Las intensas aunque casi no registradas luchas durante esos períodos influyeron fuerte pese a las importantes derrotas.

Al hilvanar épocas y sostener la conciencia de derechos conculcados, esas batallas sentaron las bases de la eclosión del 2001 y la posterior recuperación; dejaron un trazo indeleble al interior del pueblo argentino pues una cosa es perder conquistas y otra bien distinta ignorar haberlas obtenido. Sin exagerar, y con todas las prevenciones, es posible indicar que la preocupación de Rodolfo Walsh sobre el quiebre de la memoria en cada tramo, mereció una interesante respuesta por parte del topo sureño de la historia.

Cuando la privatización de empresas de servicios públicos entregó elaboraciones colectivas de décadas, la desocupación se tornó indetenible. Allí, la inteligencia social miró hacia dentro y comprendió –sin necesidad de formulaciones sociológicas- que existían dos caminos para parar la olla en las zonas arrasadas: volcarse al delito, transmutar las pequeñas bandas en entidades vastas y contenedoras, o sostener la identidad social y gestar, tomando en cuenta experiencias previas, los movimientos de trabajadores desocupados, ocupar plantas y desarrollar instancias autogestivas.

LAS DERIVACIONES. Fuimos testigos directos de esas elaboraciones y también, estadísticas en mano, de su derivación: en pleno gobierno kirchnerista los tres países con menos casos de inseguridad en el continente fueron Cuba, Uruguay y la Argentina. (Mientras esto ocurría, preciso es realzarlo, la economía nacional se desplegaba por encima de la región). Esa certeza coloca en su justo lugar el desfasaje  comunicacional: todo el período se caracterizó por gigantescos titulares destinados a dar cuenta de la “crisis de seguridad” en tanto pantallas y diales aterrorizaban a una población que receptaba esa “sensación”.

La labor mediática fue sencilla. Como en cualquier lugar del mundo, en nuestro país sucedían asaltos, secuestros y crímenes. Sólo que cada uno de ellos era reproducido y amarilleado hasta el infinito con el objetivo de gestar esta percepción; el paradojal añadido bordeaba la esquizofrenia e involucraba en el tema “Seguridad” a los temidos “piqueteros” quienes eran, en verdad, responsables de una relativa armonía social. Sacamos estas conclusiones con los datos concretos desde dentro del Ministerio de Justicia, cuando acompañamos a Eduardo Luis Duhalde en la Secretaría de Derechos Humanos. Eduardo estaba escandalizado por las mentiras desplegadas en la “campaña Blumberg” y aquellas que la prolongaron.

Andando el tiempo, crecimiento del PBI mediante, las cooperativas, las recuperadas y los movimientos sociales asentaron su presencia y reflexionaron sobre su experiencia. Tuvieron dificultades y en ocasiones, cruces con funcionarios del gobierno nacional y popular cuya comprensión de esta creación colectiva resultó más lenta de lo necesario. Pero ese enlace histórico entre tradición organizativa obrera y capacidad para vertebrar soluciones a los nuevos desafíos en un marco político dinámico, resultó fructífero.

EL IMPACTO. El arribo del macrismo fue un impacto durísimo para toda la economía argentina y muy especialmente para las iniciativas descriptas. Cuatro años de concentración económica debilitaron el potencial de los emprendimientos construidos y los salvajes tarifazos llevaron la producción al borde de lo imposible. Sin embargo, la resistencia se desplegó y entre el sindicalismo combativo y la economía social limaron la continuidad y resultaron esenciales para, en 2018, sentar las bases de unidad que despabilarían al espacio político y terminarían articulando el Frente de Todos.

La sobreimpresión de la pandemia y su objetora, la cuarentena, sobre la economía, está damnificando los primeros esfuerzos de la nueva gestión para revertir las secuelas liberales. El alza de la desocupación es ostensible. La ayuda del Estado, canalizada a través de Desarrollo Social y de las mismas organizaciones, es un aporte que no termina de cubrir la combinación de ambas catástrofes. Así, el pueblo argentino hace esfuerzos significativos para contener y al mismo tiempo sostener una delicada y tenue sintonía social, a veces al borde de la ruptura.

(Hay que conocer la tarea en los comedores y otras instancias para comprender esto. Ahora mismo, en una Patagonia blanca, con temperaturas bajo cero que boxean la hipótesis del calentamiento global, centenares de miembros de las siempre cuestionadas organizaciones sociales y no pocos sindicatos, se movilizan para brindar alimento a su entorno. Ahora mismo, en el hormiguero pateado del Gran Buenos Aires, otros tantos cooperan como pueden en ese rubro y le añaden prevención sanitaria y limpieza esencial).

Todo eso debería tomarse en cuenta a la hora de hablar de Seguridad. Esas luchas, esa creatividad, ese heroísmo. Esa identidad que se niega a ser erradicada. Pero el debate no termina allí, pues los factores prácticos comandan la búsqueda de soluciones aunque en ocasiones contrasten con la mirada de largo plazo. ¿De qué hablamos? La misma experiencia auto organizativa ha llevado a miles de argentinos humildes a caracterizar muy negativamente a sus escasos vecinos que ante la nueva oleada de desempleo, están optando por el delito. Qué curioso: al no ser maras, al tener estructuras débiles, los ladrones del presente terminan obteniendo recursos de su mismo ámbito  social.

EL QUIEBRE HORIZONTAL. Y ahí estalla la bronca. Un malestar que no se resuelve con llamados humanitarios. Quienes conservaron su empleo todos estos años y se organizaron gremial y socialmente para afrontar la tempestad oligárquica, hoy galguean pero afrontan una vida digna, ordenada, laboriosa, lejos de la lumpenización. Son mayoría, a diferencia de lo que sucede en tantas barriadas populares del continente, donde la alineación masiva se asienta en las asociaciones criminales con sus normas internas y su ejecutividad sin afanes igualitarios. Esta mayoría que logró reconstruir la nación a partir del 2003 y evolucionó hacia la construcción de propias opciones, desdeña a quienes resuelven las cosas violentamente y dañando al vecino. Sabe, además, que suele hacerlo con cierta complacencia policial.

De allí que la solución no resulte sencilla. Por un lado está el necesario, imprescindible crecimiento de la industria nacional, sin el cual todo (todo) se deteriora. Por otro, la reestructuración judicial y policial para elaborar instituciones confiables. Pero también, la transmisión de valores y concepciones que si no se amalgaman, pueden bifurcarse hasta llegar al ansiado enfrentamiento de pobres contra pobres. Ansiado por los poderes concentrados, claro. Cuando la salida rápida e irregular a una realidad difícil se torna continua, cuando no hay horarios laborales, oficios, estudios, proyectos a futuro, los núcleos envueltos en esa lógica se separan de la comunidad, se disparan hacia otros comportamientos. El trabajador de una empresa regular, sea esta privada, estatal o cooperativa – recuperada piensa “si yo puede, porqué vos no” y exige que el Estado lo proteja de ese intruso individualista que intenta hurtar sus escasos bienes, duramente alcanzados.

EL VALOR Y LA CONCIENCIA. Dejemos de lado la prédica mediática. Pensemos. Esta situación volverá a demandar a nuestro pueblo una firme imbricación de sagacidad y determinación para salir adelante. Las frases hechas sobre el tema Seguridad no resultarán de gran aporte. Hay una realidad evidente: escasez de trabajo y organizaciones que revientan de damnificados en brega para no perder su condición de trabajadores. Al mismo tiempo: El delito debe ser combatido y ese combate necesita un encuadre legal que no por legal carezca de energía.

El primer paso es la valoración de lo logrado en los períodos anteriores, cuando la población se puso de pie, desdeñó la precariedad y ratificó su condición social laburante. Peronista. El ejemplo a seguir está dentro del propio espacio, porque las bases del mismo se encuentran en la extensa trayectoria sindical y la más novedosa experiencia social.

Nuestra gente, otra vez, debe reparar los desastres cometidos durante la fiesta oligárquica.

 

  • Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica

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