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viernes , abril 26 2024
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Tres notas que levantaron polvareda

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

ALFONSÍN. Ante la interesante cantidad de mensajes que indagan acerca de mi parecer sobre las persistentes menciones de Raúl Alfonsín realizadas por el presidente Alberto Fernández, voy a efectuar un puñado de apuntes.

Estos apuntes no pretenden definir la discusión ni interpretar lo que recorre la mente del actual jefe de Estado, pero configuran una sincera opinión. Puedo ofrecerla horas después de haber cuestionado el esquema político adoptado alrededor del caso Vicentin. Es decir, sin temor a ingresar en una región que pretende justificarlo todo.

Desde el comienzo del actual gobierno estimé que una de las tareas centrales del mismo debía ser la desestructuración de la oposición. Si todo quiebre interior de Cambiemos merecería aplausos desde el campo nacional popular, la fractura del PRO y la UCR podría implicar abrazos que damnificarían la cuarentena.

No se trata de si tal o cual dirigente se desprende de un armado sostenido por el interés económico rentístico y antinacional más agudo; se trata de fragmentar fuerzas y votantes que respaldaron esa coalición antinacional. Es posible afirmar que la decisión oficial al encarar la emergencia sanitaria logró rumbear en esa dirección.

Ahora, cuando algunas personas incentivadas por los medios y el macrismo salen a las calles para manifestar su apoyo a algo que consideran vaporosamente en sus cerebros “propiedad privada”, la contención de una historia y una tradición ajenas genera dudas y promueve fracturas en esa base de sustentación.

La acción verbal de Alberto es inteligente y promueve aquello que planteé como imprescindible sobre el arranque de su mandato. El movimiento nacional no necesita que esos sectores halagados se sumen a un espacio que detestan, sino que dejen de emblocarse como masa de maniobra bajo la dirección oligárquica.

Es ingenuo replicar las declaraciones presidenciales con frases del tipo “esa gente nunca se hará peronista” pues apenas refrenda una verdad de Perogrullo. Lo cierto es que fueron pocos los que se movilizaron por los estafadores mientras una gran cantidad de votantes de Cambiemos permanecieron en sus casas. Y recibieron este atractivo mensaje emitido por el jefe de Estado.

Otra cosa es cuestionar políticas presentes del gobierno y señalar la importancia de adoptar decisiones urgentes para dinamizar la producción y el mercado interno. La caracterización de “alfonsinista” que recibe es un mantra que evita la discusión política. Y esa sí que la necesitamos, para respaldar las exigencias del movimiento obrero sobre un funcionariado vacilante.

Me preocuparía bastante más si ahora, cuando los miembros de Cambiemos se están sacando los ojos, el presidente los cuestionara integralmente sin dejar un resquicio político para fomentar esos desacuerdos y establecer la tercera fuerza que el país precisa.

¿Cuál? El movimiento nacional por un lado, la fracción oligárquica por otro –UCI, NF, UPAU, UCEDE, PRO, como se llame- y el radicalismo con aliados progresistas por otro. Cuando estos dos últimos espacios se juntan, como ocurrió en 2015, la nación se derrumba.

Esta es mi opinión. Con la misma, no dejo de señalar todo lo observado en los textos anteriores, en especial “La pelea económica sigue, pero su dimensión política reduce el potencial”, porque no estamos en un sendero prefijado sino en medio de malezas que hay que despejar para construir el camino.

 

DERROTA. En su edición dominical –sobre la mañana-, Infobae destina todas sus notas principales a atacar el gobierno de Alberto Fernández. A medida que se desciende en la portada, los textos adquieren cierto volumen, brindando densidad argumental a los titulares de impacto.

Allí surgen diatribas sobre Eva Perón, se rescatan los contrastes del general con Héctor Campora y los Montoneros; y con anhelo de ofrecer figuras cautivantes de la comunicación, desde un video Baby Etchecopar, Oscar González Oro, Fernando Carnota y Eduardo Feinmann analizan la actualidad.

Más allá del tono habitualmente impactante del medio citado, y de artículos que podrían publicarse en otros, vale una observación: la mitad del paquete accionario de Infobae pertenece a Mario Montoto. A no confundir: este no es un debate sobre la historia de un sector del Peronismo Revolucionario.

¿De qué trata el apunte? Sólo intento señalar que Montoto contrata periodistas –lo cual lo pone en situación de poder- para que le digan al público que su vida, la del accionista en cuestión, estuvo dedicada al delito, perjudicó al pueblo argentino y, en el presente, sirve como inspiración “montonerista” para el gobierno nacional.

Toda la línea editorial de Infobae danza y escupe sobre aquello que su orientador realizó a lo largo de su intensa trayectoria política. Lo condena sin nombrarlo, al vomitar ante el público una historia reescrita a la medida de los liberales y al interpretar una actualidad cuyos errores surgen de aquellos desaguisados.

Qué interesante. Se supone que cuando una persona consigue lo que desea –dinero, poder- aprovecha para reivindicarse. Aunque cambie de bando, pone la plata sobre la mesa, contrata escribientes y facilita lecturas que permitan evidenciar ese vigor. Aquí no: Baby Etchecopar mantiene sus principios y, de hecho, “conduce” la línea editorial de Infobae.

Eso sí que es una derrota en toda la línea. Vincularse con los empresarios internacionales más poderosos, armar una fortuna y a la hora de narrar a través de un medio propio, permitir que quien te insultó por asesino y montonero desde su más tierna infancia, gobierne el sentido profundo de tu publicación.

La situación no es equivalente a otras, aunque lo parezca. Es bien propia. Ricardo Kirschbaum y Ricardo Roa, por caso, no son dueños de nada. Héctor Magnetto los contrató y les dijo ahora son gorilas. Desde entonces, los tipos escriben en modo liberal pro oligárquico. Se alquilan. No definen. El caso es que Montoto no es jefe de política en Infobae. Es el dueño.

Es el dueño y no necesita fingir nada; todo el mundo conoce su decurso y también sus vínculos presentes. Podría perfectamente mandar a cuestionar al gobierno de Alberto Fernández, reivindicar a Israel y al suprapoder norteamericano, sin necesidad de facilitar el desarme del propio andar y sin aceptar que quienes lo vituperaron se floreen en sus páginas.

La psicología de las personas es extraña, se sabe. Hay zonas oscuras de una personalidad que trascienden el interés económico que pretende explicarlo todo.

Si alguien quiere conocer el concepto de derrota, hallará en esa trayectoria y en ese medio, una definición concluyente.

 

INTOXICADOS. Es imprescindible trabajar sobre un cambio de mentalidad. Para eso resulta urgente un modelo de comunicación distinto y una política estatal hacia los medios bien pensada y elaborada.

La sociedad argentina vive la esquizofrenia de percibirse en un espejo muy deformado. Ya no se trata de verse altos y rubios. Se ha perdido toda noción de representación genuina. También en los medios que se consideran alineados con el gobierno nacional.

Personas con serias dificultades psicológicas ocupan las pantallas, por horas, como si encarnaran más que las organizaciones que representan el conjunto de la vida laboral, empresarial, social del país.

Son premiadas, comunicacionalmente, por romper la cuarentena y burlarse de los cuidados sugeridos por las áreas de salud de todos los distritos.

Organizaciones masivas que congregaron 500 mil personas en Congreso –ayer nomás- se perciben acorraladas por un puñado de manifestantes que se encuentran dentro de la población con parámetros de riesgo.

Una señora que ni siquiera es escuchada en su casa, le grita al país, a través de todos los canales reunidos en cadena informativa, que el presidente es un inútil, un estúpido, y que debe renunciar.

No es cierto que se deban abrir los micrófonos de ese modo para garantizar la libertad de expresión.

Si uno se lo propone, puede reunir varios miles dispuestos a manifestar por lo que fuere.

Como ahora, cuando los mismos que salieron a defender el derecho del fiscal Nisman a utilizar el dinero de la investigación de la AMIA en viajes con prostitutas a las playas mexicanas, salen a refrendar el derecho de la familia Nardelli a disfrutar sus riquezas sin pagar lo adeudado.

El problema radica en tres aspectos, de los cuales el primero es esencial: el lugar del mirador, el prisma y el enfoque. Para ello, es preciso meter mano en la propiedad de los medios de comunicación.

Los monopólicos pertenecen a conglomerados dirigidos por agroexportadores, bonistas, entidades financieras, empresas privatizadas. No pretenden narrar lo que sucede sino el segmento que les interesa para presionar sobre el gobierno y atemorizar a la sociedad.

Pero los medios públicos, los privados “amigos” y los populares podrían cumplir una función esencial en el desmonte. Solamente los últimos están afrontando el desafío, y carecen del respaldo adecuado.

La influencia de los medios es vasta pero relativa. Por supuesto que nuestro pueblo piensa y aprende a colocar cada cosa en su lugar. Pero la capacidad en la generación de climas es evidente y desfigura el potencial de cada protagonista de la vida nacional.

Esto no es libertad de prensa; es una tontería. Ellos saben lo que quieren hacer. Nosotros creemos ser menos de los que somos. Allí se asienta toda esta tontería.

 

  • Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica

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