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lunes , abril 29 2024
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Hay un virus que también ciega. ¿Desde dónde pensar el futuro? Una polémica conceptual con Página 12

 

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

En la segunda nota Apuntes, referida a la polémica derivada del documento de los organismos, señalamos una variedad de pensadores nacionales de enorme relevancia. El viernes, en La Señal por el aire de la Gráfica, hicimos una referencia a la trascendencia de tomar en cuenta ese modo de razonar a la hora de abordar el debate surgido entre los sociólogos Byung-Chul Han y Slavoj Zizek. Hoy, en En qué nos parecemos, pudimos brindar, de modo más desarrollado, la visión que nos acompaña.

Al ver la edición actual de Página 12, quedamos abrumados por la exposición de figuras del análisis político europeo que desfilan en la nota central para intentar desovillar el futuro humano tras la situación económico sanitaria presente. En línea con la “sorpresa” manifestada en derredor del documento antes citado, descubrimos que no figura allí un solo argentino. También: no figura un solo latinoamericano. En la división mundial de tareas, los propios –quienes hacen este diario nacieron acá- aceptan que Europa piense mientras esta tonta América latina se dedica a oficios más rústicos.

Si la cuestión estuviera relacionada con la nacionalidad de los emisores, daríamos el brazo a torcer. La capacidad analítica no puede medirse por el lugar de origen. El problema radica en que mientras los pensadores europeos en vigencia devienen de la derrota de la caída del Muro, con el consecuente posmodernismo escéptico y el rechazo a conceptos activos genuinamente revolucionarios y transformadores, muchos argentinos y latinoamericanos relanzamos exploraciones previas y las reformulamos en tiempo presente con las variantes temporales imprescindibles. La otra fase del problema es el lugar de mirador en el cual están situados todos los protagonistas.

Es de valor indicar que hay enormes obras ignoradas: de Juan Domingo Perón al Papa Francisco, sólo por identificar dos liderazgos que en realidad canalizan intereses de base, pero también elaboración generada por los más lúcidos autores de esos espacios. Sin embargo, si a la autora de la nota o al resto de sus colegas se les mencionara esas dos referencias, o la interesante lista que incluimos en el texto citado en el primer párrafo, sonreirían. Y nos bombardearían con los señalados en la nota de Página: junto a Byung-Chul Han y Slavoj Zizek, los italianos Giorgio Agamben y Franco «Bifo» Berardi, el croata Srećko Horvat, la estadounidense Judith Butler y el francés Alain Badiou.

Apenas el galo citado al final efectuó junto a Louis Althusser, muchísimos años atrás, un aporte valioso en relación al objeto y los niveles. El artículo no señala a Marshall Berman –Todo lo sólido se desvanece en el aire-, pero el resto de los mencionados no lograron trascender su planteo, básicamente asentado en la inexistencia del sujeto y la acción individual como elemento de resistencia. Es decir, las fuentes escogidas por Página 12 no son “extranjeras”… son menores. El Pensamiento Nacional argentino, que tiene trayectoria y vigor presente, no ha resignado la idea de revolución, sigue enfocando al Pueblo como sujeto y no se percibe en derrota como los autores del añejado continente y sus émulos asiáticos.

Es más: las construcciones Tercera Posición y Comunidad Organizada están en pleno desarrollo. Su reconfiguración en los tiempos presentes es rápida y versátil, con la inclusión de la Multipolaridad como elemento a tomar en cuenta en la primer formulación y las empresas generadas por la misma sociedad –qué curioso que los posmodernos no se den cuenta- permiten ampliar la mirada para la segunda. Descontando claro que Justicia Social sigue siendo el eje articulador de la tríada. Y bastante más, que intentamos evidenciar en los textos habituales, mientras leemos a tantos compañeros que sin aspavientos en los claustro (fóbicos) van dando en el clavo a la hora de comprender una realidad dinámica.

Finalmente: en todo ese diario argentino ¿no hay un redactor formado en estos pagos que diga “che, acordate de Arturo Jauretche”? No planteamos que lo afirme cara a cara, dada la cuarentena existente, pero es probable que algún sistema de conexión hilvanado por las nuevas tecnologías facilite la comunicación interna. Hay mucho virus dando vuelta. El gran lincoleño nos dejó algunas vacunas, desconocidas por quienes deberían aprehenderlas con mayor detenimiento. Sólo un  ejemplo:  “Comprobamos que los hechos unifican y las abstracciones dividen y que por sobre la carnadura de los acontecimientos, las divergencias del nivel ideológico pierden importancia ante la demanda de las soluciones”.

Este es el artículo con el cual polemizamos: https://www.pagina12.com.ar/255882-la-filosofia-y-el-coronavirus-un-nuevo-fantasma-que-recorre-

 

  • Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica / Sindical Federal

 

Estos son nuestros textos previos:

APUNTES SOBRE UN DOCUMENTO. Claro que difundimos sin interrupción el documento de los organismos. Y por supuesto claro también que nos sumamos a las exigencias de justicia que plantea. Sin embargo, un puñado de observaciones parecen importantes, ya que los temas tratados son muchos; es decir, los mismos autores se adentraron en zonas polémicas de nuestra historia.

La referencia al “primer genocidio” puede ser un lugar común si no consideran las luchas federales y el contraste entre poderes del interior y del puerto en el tramo final del siglo XIX. La condena a golpes de Estado puede ser superficial si no explican que los mismos estuvieron destinados a desmontar el proyecto nacional encarnado en distintos períodos por el yrigoyenismo y el peronismo.

La mención a los pueblos originarios sin vindicar el mestizaje que convirtió a un archipiélago de poblaciones en un Pueblo orgulloso de su origen múltiple, americano y europeo, entre otras afluencias, es un arcaísmo que no representa siquiera a quienes pretenden pureza de sangre y contiene una derivación de riesgo a la hora de convocar inclusiones y diversidades.

Le mención a la Carta de Rodolfo Walsh es legítima, en tanto y en cuanto no se la evoque limitadamente: el eje de la misma es la denuncia del plan económico antipopular y antinacional, y la explicación de las violencias empleadas para su aplicación. Sin el trasfondo del accionar oligárquico las denuncias sobre los crímenes carecen de sustento y no aportan a la comprensión de lo ocurrido.

Asimismo, la descripción del conflicto en el Atlántico Sur descarta la valentía, la determinación y el ejemplo de nuestros soldados, y carece de la imprescindible mirada abarcativa de la trascendencia del reclamo argentino y latinoamericano sobre las islas Malvinas y su entorno marítimo y terrestre.

En cuanto a definiciones que involucran creencias y conceptos ligados a la interpretación de la palabra “vida” es preciso señalar que entre los luchadores desaparecidos en los años 70 y en el pueblo argentino en general, existen varios puntos de vista. Uno de ellos es, qué duda cabe, el cristianismo. El mismo, así como el resto, deberían haber sido considerados a la hora de elaborar un material que pretende contener al conjunto de quienes fueron perseguidos por el régimen.

Aunque tal vez no resulte pertinente, como algunos se preguntarán desde donde decimos esto, queremos aclarar que hemos peleado con las herramientas a mano contra la dictadura en su momento y que nos tocó actuar en cargos directivos en dos de los diarios emblemáticos de esta lucha. Cuando hubo que estar, allí estuvimos. Pero compartir la exigencia de justicia no implica absorber fundamentos históricos y filosóficos con los cuales no estamos de acuerdo.

Gabriel Fernández / La Señal Medios

 

LA SORPRESA (Apuntes a Apuntes) Para los que tengan ganas de prepararse unos mates y sentarse a leer. Vamos a ver si podemos combinar lo práctico con lo profundo. Resolvamos el primer tramo así nos zambullimos en el otro. La búsqueda por aclarar puntos históricos de importancia se asentó en la Cuarentena. O algo así: ayer, los organismos tuvieron la oportunidad de hablar a todo el país casi en cadena nacional, debido al ensamble del feriado por el mismo 24 de marzo y la reclusión forzada por la epidemia. Fue un buen momento para decir cosas que ayuden a pensar. Y si bien algunos de los errores incluidos en este último documento estaban presentes en varios anteriores, el peso del mismo se hizo más contundente.

Pero abordemos los contenidos, sin dejar de lado la emoción. En este caso, la sensación que apuntaló la objeción no fue la bronca, sino la sorpresa. Sorpresa sin ingenuidad, pero bien afincada en el entorno y la derivación del material expuesto y por nosotros criticado. ¿Qué es lo que resulta llamativo? Básicamente que posiciones antiquísimas, muy superadas en los años 60 y los 70 dentro del activo militante del pueblo argentino, sean presentadas hoy, y circulen, como novedosas o cual código propio de las nuevas generaciones. A ver: se está presentando al codovillismo como una etapa superior del puiggrossismo.

Créase o no, mucho antes que todo detonara en esa dramática década del 70, Rodolfo Puiggross, entre otros, rompió partidaria y conceptualmente con el Partido Comunista que orientaba Vittorio Codovilla. No lo hizo para crear una corriente propia, sino que se sumó con sus ideas y sus investigaciones al Pensamiento Nacional que (créase o no) mucho antes, venía planteando el revisionismo histórico y las pautas culturales surgidas de las entrañas de lo más lúcido de nuestra gente. Desde muy variados y enriquecedores afluentes fueron engarzando su pensar y su decir Manuel Ugarte, Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Jorge Abelardo Ramos, Juan José Hernández Arregui, José María Rosa, Fermín Chávez, el líder intelectual Juan Perón y quien así lo caracterizó, el oriental Alberto Methol Ferré. Entre tantos.

Todos barrieron con Juan B. Justo, Codovilla y lo que ellos encarnaban. Ya en los años 60 el Pensamiento Nacional, a veces definido como forjismo, otras como nacionalismo popular, y con una vertiente que se presentaba como izquierda nacional, había refutado intensa y terminantemente el indianismo, la idea de Nación preexistente como superior a la construcción americana desplegada en el mestizaje, el concepto de atraso que manejaba el marxismo europeo –ya impactado por el emerger de Lenin y su visión del imperialismo-. Entre aquellos revisionistas, vale la observación, se contaban Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña.

Y la mención sirve porque Duhalde, secretario de Derechos Humanos de Néstor Kirchner, fue durísimo entre los 60 y los 70 con el socialismo amarillo y el comunismo sin raíz nacional, al tiempo que desarrolló una mirada bien honda sobre los caudillos federales y colaboró con la Resistencia Peronista desde el movimiento obrero organizado. Cuando decidió respaldar a Kirchner, nos consta, lo hizo porque observó que reunía los preceptos que él mismo había sostenido. Aclaramos porque no faltará quien diga que Eduardo “evolucionó” hacia la socialdemocracia.

El conjunto del documento leído en la víspera repone la necesidad planteada en estas páginas de repasar planes de estudio y lineamientos editoriales para insertar el Pensamiento Nacional en aulas y medios. Lo indicamos al percibir que desde esos mismos organismos –queridos, respetados y apoyados- surgía la iniciativa de promover una Ley contra el negacionismo que cerrara sin debate un debate que, a todas luces, sigue abierto.

Desde Fermín hasta Eduardo tenían claro, y lo manifestaban en la charla cotidiana, que “la continuidad de los indios está en sus descendientes, los trabajadores argentinos, surgidos de la mezcla con criollos y europeos”. Cualquier intento de división era condenado.

Es más: Ramos, entre otros, insertó un planteo de vasta difusión sobre el sentido de la Conquista del Desierto, las características del roquismo y su tensión con el mitrismo. No tan diferente resultó la mirada de Rosa y Chávez, e inclusive Cooke, acerca de la previa relación de Juan Manuel de Rosas con las tribus que entornaban el territorio bonaerense. En medio de esos debates estaban todos, incluyendo los cristianos con un rol significativo. A nadie se le ocurría que el ateísmo era una condición para el revolucionario. Salvador Ferla fue pionero en el enlace, y desde otro perfil Juan García Elorrio hizo lo suyo. Hasta un filósofo experto en Platón como Conrado Eggers Lan incidió en la construcción de un espacio de razonamiento brillante, variado, fértil.

Entre ellos y tantos más no había un solo lineamiento, pero si un criterio común de adhesión o respeto al peronismo y de pensar desde acá los problemas locales e internacionales. El conjunto de las obras realizadas en aquél período superaron las reproducciones más o menos inteligentes y muy difundidas del socialismo europeo y sus variantes en estos pagos. La formación de las generaciones que protagonizaron los años 60 y 70 estuvo marcada por ese multifacético Pensamiento Nacional y no por el aura liberal que comanda el pensar de varios actores del presente tramo, quienes invirtiendo el curso histórico retrotraen temáticas a la simpleza anterior a la creación de la mixturada y nueva clase trabajadora argentina. El surgimiento de ese sector social es lo que vigorizó un razonar abierto y hondo.

Da para mucho más, pero hasta acá estamos bien con lo esencial. Ojalá logremos transmitir el nudo del problema.
La sorpresa, entonces, radica en que se nos está presentando como nuevo algo bastante viejo. Una visión que empezó a quedar desactualizada ya en los 40 y que en las décadas flamígeras había recibido su acta de defunción. Como dijo el no siempre bien citado Rodolfo Walsh: “Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece, así, como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas”.

Qué paradoja cruel. Tener que plantar esta cita para polemizar con quienes han hecho de la Memoria, una bandera.

Gabriel Fernández / La Señal Medios

 

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