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Por LAUTARO FERNÁNDEZ ELEM *
“La Superliga está a punto de desaparecer”. Así explicitó Jorge Amor Ameal un secreto a voces en la Asociación del Fútbol Argentino y la política nacional. La falta de conocimiento, los errores administrativos, la descoordinación con la Conmebol, la codificación de la transmisión televisiva y fundamentalmente la regresiva distribución de ingresos entre los clubes de primera han saturado la paciencia de entidades afiliadas y participantes. Es probable que más que desaparecer sea absorbida por AFA como marca, pero sin duda alguna, ya no tendrá el timón.
El circuito cerrado de Boca Juniors en la gestión del fútbol argentino impulsado por el tándem entre el presidente Mauricio Macri y su secretario Fernando D’Andreis, se vio francamente debilitado por la derrota electoral de Christian Gribaudo y obviamente por el cambio de gobierno a nivel nacional. En la vereda de enfrente, conocido es el contrapunto entre el riverplatense Rodolfo D’Onofrio y Ricardo Chiqui Tapia. El hombre de Núñez enfiló hacia Conmebol en detrimento de su relación con la casa madre del fútbol nacional.
Si bien Alberto Fernández ha manifestado que el tema fútbol no es su prioridad –y lo viene cumpliendo–, de necios sería despreciar la relevancia de este deporte en la vida político-económica argentina. Hay tres hechos que han generado contrapuntos entre AFA y el Frente de Todos: la ratificación de Alberto del decreto 1212 que eleva las tasas que se les cobra a los clubes por ventas de entradas, de jugadores y de sus partidos a la TV; en la Provincia de Buenos Aires específicamente, la decisión de sostener a Juan Manuel Lugones al frente del APREVIDE; y el intento de aumento del 54% de los costos de operativos policiales. La primera cuestión está en tratamiento entre clubes y AFIP, la figura de Lugones está sensiblemente desgastada, no sólo por su violencia tanto física como económica para con los clubes sino también por la última denuncia por acoso contra su persona. En el último caso, Tapia ha logrado reducir el virulento aumento mediante la gestión con el ministro de seguridad Sergio Berni. Tres problemas que son a resolver pero que no mellan en la conciencia de la dirigencia en general, que entiende la necesidad de que la gente tenga plata en el bolsillo para que el fútbol vuelva a crecer.
No escapa a ningún futbolero el encuentro y el respaldo explícito de Diego Armando Maradona al presidente de la Nación y su comenzante camino. El 10 se acercó hasta la casa de gobierno y manifestó su intención de colaborar con el plan Argentina Contra el Hambre. Rápida fue además la crítica al nombramiento de Mauricio Macri en la Fundación FIFA, un espacio que podría ser una gran fuente de inclusión y que Diego condenó cuasi rompiendo plenamente su –en algún momento buena– relación con Infantino.
La irrupción del astro en el fútbol argentino por gestión de Gabriel Pellegrino y nuestro Gimnasia fue el hecho político-deportivo del año. Así como se ha criticado la falta de provecho que obtuvo el Club de la figura Maradona, también se debe considerar la falta de provecho de la empresa Superliga. Lejos de ser “el torneo donde dirige Maradona”, poco gestó en favor de los fanáticos que lo queremos ver siempre y menos aún en beneficio de los clubes que lo alojaron en estas fechas.
Con un Boca que aún configura su reordenamiento en la política interna, con un River decididamente contrapuesto al Chiqui Tapia, con un Hugo Moyano que no capitalizó su buena gestión en el Rojo y ya recibe fuertes críticas en la Avenida Mitre, con un Marcelo Tinelli que ya intentó y no pudo ser presidente y que tiene abiertos demasiados frentes en su vida personal y política, sólo el Racing de Víctor Blanco –secretario general de AFA – es quien podría asumir la relación mediadora si miramos a los clubes más fuertes de primera. El resto de los clubes hoy competidores en primera división, se encuentran dispersos. Con presidentes y presidentas en su mayoría ligados a oficialismo nacional de una u otra manera, están huérfanos de algún tipo de conducción o proyecto que pele por reestablecer los beneficios económicos que les quitó el macrismo junto a Turner.
Bien ha explicado Carlos Aira en trasfondo del enfrentamiento Maradona–Verón. El pelado operó en contra del 10 cuando en 2016 llegó a Viamonte de la mano de Gianni Infantino post-intervención. El ex jugador de Manchester logró su cometido y la intervención quedó a cargo del macrista Armando Pérez, obligando al “exilio” a Diego Armando Maradona que luego de algunos años de pensar en su regreso, encontró el peor momento del macrismo como un momento óptimo para volver.
Es la oportunidad de Gimnasia.
Los dirigentes, funcionarios, hinchas y defensores del fútbol se dieron cuenta de que, como bien decía Julio Grondona: “la AFA no puede ser administrada por Boca o River”. Es el momento en el que deberán emerger directivos que tengan la espalda institucional de clubes con historia, ponderación particular de la opinión pública y una “palanca” que los impulse. Nuestro DT sumado a su representante, son esa palanca no menor (no se quejen, las mejores alianzas son las posibles, no las ideales éticamente).
Alguno dirá “pero nos estamos yendo a la B”. Okey. Si bien, obviamente, no es lo mismo descender que no hacerlo, no se frustra la política. El ascenso es hoy la principal cantera de dirigentes que han tomado responsabilidades en las oficinas del centro. Lo que sería –ojalá que no– un grande de la segunda categoría tiene más que espalda para meterse en la discusión. Nada está asegurado, pero si se toma la decisión y hay un trabajo coordinado, hay condiciones para llegar a una influencia que puede ser notable.
Los “grandes” en momentos irregulares, los clubes medianos y chicos dispersos, el espectro Maradona bien ponderado por el gobierno nacional, la necesidad del mismo de volver a meterse en esas decisiones y un club con historia, popularidad (y enfrentado al “veronismo”) configuran un terreno más que interesante para incursionar seriamente en el virtual “Ministerio de Cultura, Deporte, Inclusión y Humor Social Argentino” que es la AFA.
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