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viernes , abril 19 2024
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VOLVEREMOS PEORES / Tres apuntes en confianza

 

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

APUNTES AL TEXTO EL AGUJERO NEGRO. El estrépito internacional suscitado por el asesinato del general iraní Qasam Suleimani es la evidencia del proceso vivido hasta el jueves. No existe un “¿vieron?” después de cuatro años; si determinada política se extendió durante todo un período gubernamental, es porque encarnaba los lineamientos deseados por las autoridades y los intereses que los sostuvieron. Lo que vemos no es una evidencia del “verdadero rostro” de Donald Trump, sino una modificación importante en su accionar.

Durante la Tormenta del Desierto, por ejemplo, a nadie llamaba la atención que los Estados Unidos asesinara un par de militares iraquíes, pues es lo que hacía todo el tiempo. En realidad, durante esa tremenda, criminal y deficitaria invasión asesinó cientos de miles de personas, regiones enteras de un pueblo. Ahora, conmueve el delito porque no era esa la práctica que se venía desplegando. La búsqueda de canalizar energías hacia el interior resultó prioridad para el presidente norteamericano, lo que derivó en una política exterior atemperada y realista.

Esto se ha quebrado por imposición de un suprapoder financiero armamentístico que demostró ser más fuerte que el sostén industrial que impulsó la presidencia de Trump. El disciplinamiento del jefe de Estado –ahora sí que está diciendo tonterías, pero de esas que los grandes medios internacionales no marcan como tales- lo convierte en un vocero más del espacio rentístico que intentó expulsar de su gestión al deshacerse de John Bolton.

Hace pocas horas un querido y respetado amigo experto en temas internacionales, me escribía “Trump es igual a Bush (h)”. La cristalización temporal de la definición puede damnificar el análisis de lo que viene sucediendo y sucede. En realidad se parecen cuando actúan del mismo modo, pero no fueron equivalentes en el cuatrienio reciente. En la disección de los procesos el orden de los factores sí altera el producto; no es lo mismo arrancar quemando naciones que buscando el diálogo. No lo es porque  evidencia intereses de fondo potentes que, al menos, se han puesto en pugna.

Para nada se trata de “rescatar” a Trump. Es ostensible: que se haga cargo de las decisiones que, públicamente, asume. La cuestión es que antes de su política industrial los Estados Unidos se venían hundiendo en una caída que parecía indetenible porque la política de “los Bush” por darle una denominación incompleta que debería incluir a Bill Clinton y a Barack Obama entre otros, tenía como prioridades la renta, las armas, las drogas. Por abajo, latía el hartazgo de un pueblo siempre convocado a realizar esfuerzos singulares para sostener campañas en territorios ignotos, lejos de Springfield. Ese malestar, junto al de un empresariado poco consciente pero concreto a la hora de sacar cuentas, se canalizó sobre Trump.

Primero lo intentó con Bernie Sanders, que sigue siendo un denunciante lúcido del presente. Pero la política de “los Bush” adentrada ya en el Partido Demócrata resultaba impenetrable y la heredera Hilary Clinton tenía que ganar esa interna. Así, los trabajadores estadounidenses, con sus Homeros y sus red necks, con sus groserías y sus falencias, enfilaron rumbo al actual presidente. Trump, al revertir su política, pierde base de sustentación en ese interés y se encamina a depender del poder concentrado criminal, invasivo y antiproductivo. Por eso decía en la nota que una eventual reelección no le brindará, por muchos votos que acumule, más volumen: el motivo de su presencia en la Casa Blanca ha sido doblegado y transmutado.

De ahí que los grandes damnificados por este reposicionamiento sean los militares iraníes asesinados, los pueblos de Medio Oriente en general, pero sobre todo, y ya en categoría de perdedores, los trabajadores norteamericanos y los hombres y mujeres del mundo que necesitan desarrollar cada región de modo autónomo y soberano. La alegría de quienes dicen “¿vieron?” debería estar, humanamente, matizada por ese saber. Con todas las defecciones que se quiera, con los altibajos que se intente destacar, lo cierto es que en el lustro reciente la Multipolaridad avanzó a pleno y la paz relativa -con los Estados Unidos como protagonista gritón y herbívoro-, facilitó el posicionamiento económico de emergentes que antes estaban en las cloacas de la historia.

La reacción de Corea del Norte permite identificar la aseveración. Tras los ataques, anunció la elaboración de nuevas y más letales armas nucleares, al tiempo que advirtió a los Estados Unidos que las empleará en su contra si persiste en este rumbo. Lo dijo hace pocas horas el propio Kim Jong un, el mismo que dos semanas antes estaba entusiasmado con la decisión norteamericana de no intervenir en su zona, facilitar el reencuentro con los sureños y admitir la conducción china para la concreción de ambos anhelos. Ahora, los medios mundiales voceros del capital financiero, fingen que el planeta respalda a Trump y se interrogan sobre los planes “terroristas” de Irán. La única satisfecha ha de ser la yugoeslava que al fin encuentra líneas favorables a su marido en la prensa.

El análisis periodístico de actualidad implica algunos desafíos: uno de ellos es entender qué intereses están en brega, más allá de los rasgos de cada representante. Otro es evitar el timón fijo para demostrar razón a toda costa: aquí estoy, rectificando el diagnóstico sobre el andar del gobierno norteamericano al asumir, sencillamente, que ese andar se ha modificado. En la misma línea, como todo sendero histórico, es preciso observar qué cambia y qué pervive, pues la Multipolaridad ha desmembrado la hegemonía del Consenso de Washington y eso carece de retorno. El mundo no es el mismo que fue durante “los Bush”. En aquél entonces Eurasia era una zona en baja, con serias dificultades para asumir los desafíos tecnológicos y taras culturales para el establecimiento de alianzas. Hoy, no.

Es más: la batalla interior en la nación del Norte tendrá nuevos episodios. Los Estados Unidos productivos han averiguado que es posible ponerse de pie. La discusión radica en cómo se canalizan los recursos públicos. De persistir esta nueva aunque avejentada tendencia, en dos años los indicadores de su PBI industrial volverán a caer y el suprapoder deberá acentuar al máximo su esquema despolitizador y represivo para evitar problemas masivos. Además, la expresión de Vladimir Putin que escogimos como leit motiv sigue vigente. Por muchos esfuerzos que hagan, los Estados Unidos ya no son el Imperio; son una gran potencia, que es algo bien distinto.

Es preciso dejarse atravesar por la realidad para comprender y narrar. Si los medios internacionales mienten intencionadamente, es posible indicar que los críticos alternos también lo hacen al desconocer esas transformaciones integrales. Que lo hagan involuntariamente no implica que lo que digan sea verdad. La exposición de la realidad en movimiento es beneficiosa para nuestros pueblos; sus adversarios, ya la conocen.

  • Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica / Sindical Federal.

 

APUNTES SOBRE EL TEXTO UNA NUEVA REALIDAD. Cuando Zajarova señala que existe, para la visión de Rusia, “una nueva realidad”, es ostensible que admite la existencia de un panorama previo, distinto. De otro modo, la aseveración carece de sentido. Nada de lo planteado estos años por Sergei Lavrov y María Zajarova, carece de sentido.

Qué interesante resultará, cuando pase el incendio que acabó con la vida del gran conductor de la lucha contra el ISIS, escuchar con suma atención lo que Vladimir Putin plantee a modo de evaluación y proyección. Asimismo, será de gran valor, más allá de la reacción inicial, observar los pasos concretos que lleve adelante la República Islámica de Irán.

Luego, es preciso calibrar adecuadamente la información oficial estadounidense: «Donald Trump ordenó el ataque desde sus vacaciones en su centro turístico en Palm Beach, Florida, afirmó anoche el Pentágono». Esta es, textual, la comunicación. Invito a pensar muy a fondo los posibles significados de la frase.

También: no es cierto que las grandes potencias carezcan de contradicciones internas que, en ocasiones, se manifiesten en la cúspide gubernamental. No fue Yeltsin lo mismo que Putin. Tampoco Roosvelt un antecesor de Reagan. Los citados, entre tantos, operaron más allá de sí mismos, sostenidos por intereses bien prácticos y concretos.

Por ende, estimar disparatado o ilusorio un análisis complejo y afirmar son todos iguales, implica dejar de analizar. Asimismo, sostener en timón fijo un diagnóstico sin la necesaria reformulación que exige la realidad, implicaría necedad.

GF / LSM

https://radiografica.org.ar/2020/01/03/una-nueva-realidad/

 

APUNTES 2 A UNA NUEVA REALIDAD. El desplazamiento del representante de las corporaciones financieras John Bolton del área de Seguridad Nacional, en septiembre del año pasado, fue la última escena de genuino contraste entre el gobierno estadounidense y el suprapoder de su país. La decisión se suscitó apenas después del bombardeo que esa zona económica que coordina finanzas con armas y drogas lanzara sobre la mayor refinería petrolera de Arabia Saudi. Bolton salió eyectado y rápidamente apareció Vladimir Putin ofreciendo más y mejor seguridad para la monarquía sangrienta, persistiendo en su búsqueda del realineamiento de la misma.

Bolton no era apenas un engranaje. Su salida implicó un corte de Donald Trump con estas entidades: American Enterprise Institute (AEI), Jewish Institute for National Security Affairs (JINSA), Project for the New American Century (PNAC), Institute of East-West Dynamics, National Rifle Association, Committee for Peace and Security in the Gulf (CPSG), Council on Foreign Relations (CFR), National Policy Forum (NPF), New Atlantic Initiative (NAI), Project on Transitional Democracies (PTD), y U.S. Agency for International Development (USAID).

La percepción de los portadores del dinero sin base material fue, por entonces, que debían acelerar los tiempos, pues el desarrollo relativamente armónico de la Multipolaridad podía conducirlos a la paz. Es decir rumbo a su infierno. El primer mensaje que recibí tras el ataque contra el general Qasem Soleimani provino de uno de los compañeros mejor informados en materia de Defensa. Era escueto y terminante: “Los de la CIA se fueron al carajo”. Luego aparecería el comunicado oficial del Pentágono sobre las vacaciones presidenciales en Palm Beach.

Hace pocas horas Alicia Ester me recordó algunos datos interesantes en derredor del general iraní asesinado. “Del 3 al 5 de enero de 2020: Soleimani coordinó la lucha contra ISIS en Irak con EE. UU. y sus aliados. Soleimani se había aliado dos veces con las fuerzas estadounidenses en operaciones en Irak y Afganistán”. Los comentarios posteriores sobre “crímenes” cometidos por la  víctima parecen armados sin mayor fundamento; en todo caso, en las operaciones más importantes que lideró, compartió responsabilidades con sus colegas de origen norteamericano.

La decisión de Trump de admitir y conceptualizar este asesinato que conmueve todo el Medio Oriente pero posee derivaciones de mayor alcance, lo convertirá en un presidente común y silvestre de los Estados Unidos. Mucho ajuste interno, más pedidos de esfuerzos para el pueblo llano en nombre de la Seguridad nacional y gigantescas partidas presupuestarias de doble faz: hacia la Defensa estatal visible y hacia las empresas de mercenarios que agitan la bandera pero absorben los recursos públicos.

La pregunta a realizar es: ¿para qué se realizó el atentado a Soleimaini? Si aquél dicho histórico de los mayores tiene sus razones –la plata llama a la plata- es posible aseverar que lo que se pretende es Guerra. Hasta ahora, las acciones de las autoridades rusas, chinas e iraníes ante situaciones conflictivas han sido potentes pero maduras. El apurón del capital financiero para contener el desarrollo de esos y otros espacios, no debería hacerles olvidar que, efectivamente, da cuenta de la desesperación de quienes ver menguar su poder.

GF / LSM

 

 

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