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Por GABRIEL FERNÁNDEZ *
Un acápite de soslayo para un tema remanido. La vulgaridad a la norteamericana en el tratamiento del ítem Seguridad es hartante; pero además se muerde la cola. El resultado de la difusión de semejantes parámetros a través de las campañas conocidas es que si uno dice que quien robó debe ser juzgado, cualquier pelotudo argumenta “¡hay que darle bala ¿o estás a favor de los delincuentes?”. Ese es el nivel de disolución cerebral que han difundido sobre una parte de la sociedad, al punto de disuadir, por desprecio, el intercambio de pareceres con los repetidores. Sin alarde ni aire superior, sino con franqueza resignada, uno se termina preguntando ¿por qué tengo que perder tiempo hablando con este pajarón?
Ahora bien, dijimos que se muerde la cola. Es que mientras agitan el tema Seguridad despotrican largamente contra las organizaciones sociales y el movimiento obrero organizado. Reiteramos nuestra tesis: esas han sido las entidades de contención que sabiamente el pueblo argentino se ha brindado, precisamente, para sostener la identidad social y laboral en lugar de recalar sobre alguna forma delictiva. En nuestro país no hay maras, no hay voluminosas bandas narcos con bandera y escudo, porque los cuestionados movimientos y sindicatos se han ocupado de tender una mano al que tiene dificultades y prodigarle asistencia, obra social, sentido de pertenencia. Los liberales trastruecan lo mejor, en lo peor. Pero el asunto de la cola nos permite considerar una segunda dentellada.
En realidad, Mauricio Macri y José Luis Espert –sólo por mencionar dos dirigentes visibilizados en el debate- encarnan intereses financieros muy articulados con la venta de drogas y de armas. Objetivamente su único vínculo con “el mundo” del que hemos hablado en estas páginas es el suprapoder que hostiga los proyectos productivos y los cataloga como populistas y corruptos. Vale para Evo, vale para el Papa, vale para el peronismo; vale para el chavismo. Vale para Putin, caramba. Bueno, consideramos que el hostigamiento al movimiento obrero organizado y a las organizaciones sociales radica, por un lado, en el anhelo de primarizar la economía y desestructurar la posibilidad de un Proyecto Nacional con eje en el desarrollo industrial. Pero por otro, en esa batalla. Un pueblo desmembrado y desocupado es presa de adicciones y delitos; sus jóvenes pueden ser reclutados por los mercaderes de la muerte. Un pueblo como el argentino, agrupado y vertebrado, es hueso duro de roer y se moviliza por derechos genuinos, no por salvaciones particulares con quiebres horizontales.
Atenti con esto, porque los Ellos son el Delito. Lejos estamos de lanzar una consigna. Lo ocurrido hace 15 años en la comisaría de Puan, en La Boca, es un buen micro indicio de todo lo señalado.
- Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica
