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SUBMARINO, INDUSTRIA Y SOBERANÍA / Apuntes estratégicos contra el hundimiento

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

Las mirada panorámicas no deben carecer de profundidad. Una cosa es repasar a vuelo de pájaro, lo cual bien ayuda, y otra es intentar develar el trazo interno de cada circunstancia, colocándola en su contexto y valuando su incidencia sobre el conjunto.

En materia hiperactual, la información suministrada desde estas páginas hace su recorrido y se acrecienta en veracidad a medida que pasan los días. El vacío abrumador de las conferencias oficiales sobre el Submarino ARA San Juan ofende la inteligencia y la sensibilidad de quien pretenda pensar y cooperar.

La interioridad de la acción comunicacional del oficialismo y sus voceros posee un rastro que quizás, si logra raspar el sentido común, derive en un daño aún mayor al involucrar al conjunto de la población y el diagnóstico que la misma admita sobre el potencial nacional.

Por eso va el necesario debate en medio de la búsqueda y de la inquietud. Cada vez que se abre una puerta, por estrecha que resulte, el país profundo aprovecha para elaborar un mercado interno asentado en el consumo pero con derivación fuerte sobre una dinámica productiva.

Esa dinámica incluye la fabricación de productos de primera necesidad, claro, pero también de aquellos que requieren una labor científico técnica imponente. Así, empujando las aguas hostiles de las inundaciones liberales, una zona vasta del pueblo ha ido logrando construir una masa de Valor Agregado –con mayúscula, lejos de la rara equivalencia dispuesta por AFIP- potente.

La Argentina, con un PBI elevado, que se duplicó entre el 2003 y el 2015, es de las pocas naciones que tiene recursos alimenticios, energéticos y mineros en toda la gama. Al disponerse una política económica favorable a su despliegue, logró usufructuar esa base, conjugar la propia historia y erguirse sobre la primarización hasta configurar una industria de realce.

Energía nuclear, astilleros, agroindustria, ingeniería espacial –para ir a la cúspide sin entrar a enumerar senderos intermedios- son ejemplos de la capacidad nacional para situarse rápidamente en la vanguardia científica mundial. Todas esas elaboraciones son argamasa, además, de un potencial destinado a la Defensa que admiran y respetan otros estados.

Nuestro país es propietario legítimo del doble del espacio físico que muestran los mapas tradicionales. Abarca largamente hacia la Antártida, con algunas maravillas en el medio: el paso unificador de dos océanos, profundidades blancas con capital negro a explorar, extraer, refinar y vender. Un volumen ictícola que podría paliar no sólo necesidades locales sino de varias latitudes.

Hoy, mediante un gobierno que fuerza el freno artificial para detener el andar colectivo, se intenta desmontar esa riqueza en todos sus rangos: entrega de recursos primarios, barrido de productos cotidianos reduciendo el poder de compra de las grandes masas, anulación de la investigación científico técnica destinada a la avanzada industrial.

Los estados que han crecido en esta etapa son aquellos que hilvanaron su orientación política con el interés geoeconómico profundo. Los estados que han decrecido son aquellos que resolvieron canalizar los recursos sociales para paliar las dificultades generadas en el sector financiero concentrado.

Bien. Aquél trípode de la decadencia instaurado por el liberalismo conservador en nuestra patria, necesita justificación. De ahí la compulsión por adueñarse de todos los espacios de comunicación  habidos y por haber, en especial los soportes tradicionales.

El planteo general se asienta en el nivel de conciencia más bajo que recuerde la humanidad: esos argentinos que detestan el haber nacido en estas tierras y creen habitar un país pobre, sin perspectivas, repleto de vagos y perdularios. Pocas veces en la historia se ha detectado una falsa conciencia de semejante magnitud.

A partir de allí se ha construido una comunicación trivial, que reduce hazañas técnicas como el ARSAT al “mirá si los argentinos vamos a ir al espacio” o el imprescindible control de nuestras aguas, nuestra plataforma y nuestras tierras a “no, ahí tenemos que llamar a las grandes potencias para que nos ayuden a vigilar, nosotros no podemos”.

Que esas cosas y tantas más las asevere un zonzo ante mediocre audiencia de café, es doloroso. Pero que se instale como eje difusor en el orden nacional a través de pantallas, radios, diarios y webs, resulta una ofensa aún mayor que aquél vacío conceptual que cuestionamos al arranque del artículo.

(Vamos a ser bien sinceros. Estas líneas no se referencian en la necesidad psicológica de tener una actitud positiva para salir adelante, sino en la realidad. Es probable que si La Señal Medios estuviera situada en medio de la castigada Africa o en ciertas regiones doblegadas de nuestra propia América, el planteo resultara muy diferente.)

El potencial argentino, natural, técnico, humano, es tan imponente que lo único llamativo de este panorama es que no resulte portada continua del resto de los medios y quede refugiado sobre este lugar y zonas periodísticas afines.

Entonces, parece emerger una secuencia de tareas a desarrollar, enlazadas lógicamente a partir de este diagnóstico –que no es materia opinable, es simplemente cierto-: el combate conceptual duro sobre la riqueza nacional integral, el consiguiente desarrollo de medios nacional populares, la elaboración de fuerzas políticas que se articulen sobre el saber del movimiento obrero.

El mientras tanto nos tiene ocupados. Santiago Maldonado fue ahogado. Milagro Sala sigue presa. Se está militarizando la Patagonia. Se pretende imponer reformas laboral, previsional y financiera que pueden deteriorar definitivamente el mercado local. La deuda crece y se instala cual hipoteca mientras engordan linealmente las offshore de los funcionarios. Necesitamos hallar el submarino. Y más, usted sabe.

El despliegue de estas luchas parciales e importantes no debería ignorar las cuestiones estratégicas planteadas en renglones previos. Si nuestro Norte es el Sur, si nos situamos en el Pueblo para ver y actuar, la interpretación de presentes que se muestran confusos será más límpida y honda.

La táctica oficial no es otra que aprovechar el probable hundimiento del ARA San Juan para arrastrar con él a todo el país. La información certera y el pensamiento político nacional pueden evitar esa pretensión y contribuir al objetivo que nos desvela: sacar a flote este magnífico territorio, una de las esperanzas del planeta.

 

  • Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica.

 

 

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