La Señal Medios Sentir, pensar, actuar
Articulos Relacionados
Por Fernando Infante Lima –
Uniendo las partes rotas
del gran espejo interior (Miguel Abuelo)
Este es un curioso diario de viaje, entendiendo el viaje como una historia de vida. Es posible que el encuadre biográfico se encuentre lejos de estas páginas, aquí no hay un respeto de las reglas del género y esa falta de respeto es intencional. Es un anecdotario, un recuento de pequeñas historias que sueltas no despierten interés pero que dentro de un contexto cobran sentido. Hay homenajes a sus amigos músicos y a aquellos amigos de la vida, hay espacio para reflexiones y pensamientos diversos. Siendo cantante, tiene que haber un canto de amor a sus ciudades, Buenos Aires y Madrid que son sus casas en primer término, pero también Barcelona, New York, Medellín, Mar del Plata y el DF Mexicano. Se detiene en un recorrido por sus calles, por sus noches, por sus bares y restaurantes, por sus alimentos, los espirituales y los otros. En el mundo Calamaro hay un desorden organizado, memorias de distintas épocas que vienen y se van, memorias que dejan huella.
Estas aguafuertes (que el autor divide en taurinas y bandidas) dan cuenta de algún desborde, de aventuras que podrían pelearse con la ley y de esos momentos entrañables, esos que cada uno guarda secretamente en su memoria. Sus pasiones florecen y se vuelven crónicas de jornadas gloriosas, ya sea en la corrida de toros (de la que el Salmón es un gran fan), el fútbol y claro, la música. Un cuarto en común para “una media Verónica”, una gambeta y el cante jondo. Se trata de poner en plano a nombres que son caros a sus sentimientos. Bob Dylan, Aníbal Troilo, Miguel Abuelo, El Niño Josele, Los Tigres del Norte, Led Zeppelin, Virgilio Expósito, Luis Alberto Spinetta, Hugo Fattoruso, Jimi Hendrix, Tom Lupo, Diego el Cigala, Odean Pope, Pappo, Michael Jackson, Luca Prodan, Kiekegaard y Enrique Syms se sumergen en diálogos reales e imaginarios.
A mitad de camino entre un Bon Vivant, un joven de clase media alta que creció en las calles de Retiro y el bohemio, aquel que se hundió en noches de vicio en barrios peligrosos bajo la protección de sus amigos “bandidos”, por ahí nada el Salmón. A veces se deja llevar por las agua mansas, otras corre a su instinto de contra corriente. En estas vueltas y sus paracaídas finaliza su primer mirada interior, cuando menos la primera en letra impresa, entre las trampas de los recuerdos y los enredos de un vida agitada.
Apéndice:
Andrés Calamaro / Nadie Sale Vivo de Aquí
Y en el infierno inflacionario
y entre los líderes del mundo
tu corazón se abrirá… tal vez (Luis Alberto Spinetta)
La historia del rock, en cualquier latitud, cuenta con docenas discos que no han tenido la suerte que se merecen. Es curioso que siendo editado en medio de la crisis inflacionaria del final del gobierno de Alfonsín, este disco que ya asume la categoría de maldito, se tituló “Nadie Sale Vivo de Aquí”.
La ausencia de repercusión del disco obligó a Andrés Calamaro a emigrar a España y asumir el comando de Los Rodriguez, su proyecto más exitoso, cuyas canciones tenían su embrión en este disco. De hecho, en las actuaciones en vivo rescataron de un injusto olvido a varios títulos que dormían en las bateas argentinas.
Es un disco multifacético. Hay canciones urgentes (“Nadie Sale Vivo de Aquí”, “Pero Sin Sangre”), metafóricas (las dos versiones de “Vietnam”, una de ellas junto a Fito Paez), de amor (“No Me des la Espalda por Eso”, ”Señal Que te He Perdido”), con aires folklórico (“No Tengo Tiempo”), una ranchera (“Adiós, Amigos Adiós”), una fábula surrealista (“Dos Romeos”), un falso rap reflexivo (“Con la Soga al Cuello” junto a Vicentico) y su inevitable e inobjetable hit (“Pasemos a Otro Tema”).
Hay discos que suenan incansablemente sin tener nada que decir, hay otros que esperan en silencio ser redimidos de un destino que no le pertenece.
* Andrés Calamaro / Paracaídas y Vueltas (Editorial Planeta)
