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viernes , mayo 3 2024
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Un balance del gobierno saliente

 

Por GAUCHITO GIL *

 

Balance I

Creo que va siendo hora de que hagamos un balance del gobierno que se va. En primer lugar, el objetivo primario para el cual se lo votó es para que se vayan los amarillos. Y en ese sentido, fracasó. Era el objetivo primario del gobierno. Si Massa hubiera ganado las elecciones, habría sido un éxito, pero no sucedió.

Corresponde descular minuciosamente por qué sucedió, sin simplismos ni personalismos. Y sobre todo, sin la mentira de la huevocracia.

 

Balance II La vida, la salud, la educación.

La primera generación de derechos tiene que ver con la vida, la salud, la educación. Sin eso no se puede laburar, comprar una casa, comer mejor, redistribuir, pensar en la ciencia, la cultura.

El gobierno de Alberto, marcado por la pandemia, tiene un rasgo muy destacable en la salud y la vida. La realidad es que Alberto nos cuido un montón. Durante la pandemia y después. Incluso es probable que se haya pasado de rosca; en un par de ocasiones creo que hicimos restricciones de más; sin embargo el sistema de salud resistió en todo momento. Los jubilados tienen medicamentos, la vacunación funciona y la salud pública con muchos defectos, funciona, funciona incluso mejor que en otros tiempos. Se han incorporado, además, cardiopatías y el aborto dentro de las prestaciones cubiertas, entre otras cosas. El plan de mil días también generó derechos a la vida y la salud de la niñez. Incluso las obras sociales sindicales funcionan bastante decentemente. Y eso también hace replantear el uso de prepagas, muy caras para tan poco servicio extra.

En educación el resultado es más mixto. El cierre de escuelas hizo estragos en las psiquis de los pibes, cualquiera que les da clase se da cuenta. Han impactado también el aislamiento social, las redes, el hambre, la sobreexplotación de trabajo. Las infraestructuras escolares siguen muy mal y eso no se puede subestimar. Se crearon universidades nuevas pero no hay una impronta innovadora. Los docentes no han perdido poder adquisitivo pero no han resuelto los problemas tradicionales de la docencia. No hay cursada completa de clases ni doble escolaridad y eso preocupa a los padres, sea por interés genuino o por usar las aulas de depósito (al fin y al cabo, también tienen que trabajar). No es causal que Milei haga énfasis en el modelo voucher, la insatisfacción es palpable.

Mención aparte la ESI que correspondería analizar en otro capítulo más cultural. La ESI ha generado conciencia y defensa de derechos, pero también mucho conflicto en torno a la enseñanza que permitió amalgamar enemigos con aliados que veían a la ESI con desconfianza. Por otro lado, la ESI no puede convertirse en un manual de juzgamiento de las personas. Y además, está bien aprender educación sexual, es necesario para la vida, pero esa no puede ser la única política de contenidos educativos. Lo que nos pasó es que fuimos con la ESI y nos respondieron con sumar y restar y leer de corrido, y algo de razón tenían.

 

Balance III El empleo.

Gobernar es crear trabajo, decía Perón que algo sabía de eso. Y este gobierno convivió con una pandemia que implicó mandar a la gente a su casa y no trabajar, lo que en un principio generó mucho deterioro del trabajo.

Sin embargo, se superó con creces está crisis: si miramos la tasa de desempleo del segundo trimestre de 2023 (último dato), la tasa de desempleo es la más baja desde 1987, sí, más baja que CFK y que Menem, antes de la hiper. Un momento además no tan malo de Alfonsín. El dato siempre es un problema porque las metodologías han cambiado y son trimestrales ahora, pero estamos hablando de los números más aproximados. Esto quiere decir que tenemos una buena desocupación.

El desempleo bajó respecto de Macri 4,4 puntos porcentuales, subió 2 puntos la tasa de empleo, bajó 2,1 puntos la ocupación demandante (los que están ocupados pero quieren cambiar y no consiguen) y 1,8 puntos la su ocupación demandante (los que trabajan menos de 8 horas y querrían trabajar más y no consiguen).

El trabajo registrado creció, entre agosto del 19 y agosto del 23 aproximadamente 1,2 millones de puestos, aún a pesar de la pandemia. Esto implica un crecimiento del 10% respecto de Macri, o un 2,4% anual, muy por encima de la incorporación en el mercado laboral, que suele ser del 1%. Esto explica la suba del empleo en proporción a la población.

Si miramos los asalariados privados formales, en estos 4 años se crearon más de 300 mil puestos, con un crecimiento total del 5% y anual de 1,3% , por encima (aunque no tanto) del ingreso de población en el mercado. Esto significa que, de mantenerse esta tendencia, muy en el largo plazo (30 o 40 años) el empleo asalariado formal permitiría emplear a todos los habitantes. No alcanza pero es el camino correcto.

Comparemos eso con Macri, que sin pandemia y tomando 100 mil palos verdes de deuda de arriba, destruyó 225 mil puestos y decreció los puestos asalariados al 1% anual.

La creación de empleo fue más informal que formal, como se ha visto en los datos, pero no dejaron de crecer mucho los dos. No es cierto que no se generó trabajo de calidad, no es cierto que fueron todos empleos basura. Es verdad que el poder adquisitivo no fue bueno, cosa que trataría aparte en otro tema, vinculado a lo distributivo. Aún así, es algo a destacar. En el empleo de más de un millón de personas está la demostración de que el crecimiento no solo se lo quedaron 4 vivos. No es fácil crear trabajo, más en este mundo y con estas convulsiones globales, y se creó.

El empleo, con la obra pública y la política exterior fueron de las mejores cosas del gobierno de Alberto que se subestimaron. No supimos defenderlas. Y las vamos a extrañar.

 

La imagen del Gobierno de Alberto Fernández está en su peor momento

 

Balance IV La distribución.

La distribución justa del ingreso es uno de los mandatos del peronismo. El 50/50 quedó grabado en todos los que buscamos justicia social. Así como antes discutíamos la importancia de crear trabajo y las políticas en el gobierno de Alberto, cabría discutir el impacto en la distribución del ingreso.

En primer lugar cabría definir distintas métricas de distribución: personal (ingresos personales) funcional (ingresos entre clases sociales) y primaria (ingresos directos del trabajo) y secundaria (sistema impositivo, gastos, subsidios).

En materia de distribución funcional, los resultados no son buenos. Las paritarias han ido por detrás de la inflación (no por debajo, sino por detrás, lo cual significó un comportamiento inestable y cíclico de los salarios). La economía creció fuertemente pero eso no se observó en la mejora salarial, que continuó igual o levemente peor que en 2019. En ese marco, entre el segundo trimestre de 2019 y el segundo trimestre de 2022 (fin de Guzmán), la distribución funcional para los trabajadores cayó de 43,9% a 40,8%. Esto marca una desatención significativa del tema distributivo. También hay que mencionar que la contabilidad de esto es un tanto creativa, lo cual, por ejemplo contabiliza los subsidios a los servicios como un subsidio a la rentabilidad del capital, y, por lo tanto, un tarifazo aparece como una mejora de la distribución y un progresivo subsidio como un empeoramiento. En segundo lugar, como tenemos una medida de participación de salarios en torno al PBI, cualquier crisis de la producción inmediatamente tiende a hacer crecer la participación asalariada. Esto sucedió en 2023 con la sequía y la mala cosecha, que permitió que la distribución creciera a 44,6%. Sin embargo, hay algunos sectores donde subió la participación, como la construcción, que indican que hay una recuperación de ingresos. Cabe mencionar también que la participación asalariada puede ser equivocada cuando tenemos un número creciente de monotributistas y autónomos que no son «el capital». En ese sentido, la remuneración a los ingresos mixtos (que caracterizan al autoempleo) creció de 10,8% en 2019 a 12,8% en 2023.

Otra medida es la distribución personal del ingreso. Ahí hay que decir que Macri dejó su gestión con un gini (al segundo trimestre) de 0,434. Es importante notar que cuanto menor sea el Gini, mejor es la igualdad de una sociedad. Al segundo trimestre de 2022 (fin Guzmán) estaba en 0,414 y en el segundo trimestre de 2023 al 0,417. CFK dejó su gobierno con una distribución de 0,410 (al segundo trimestre). Es decir, a pesar de la caída en la distribución funcional, hubo una mejora en la distribución personal. Esto puede deberse a varias cosas: en primer lugar, la encuesta de hogares suele subrepresentar al 10% más rico, lo cual implica que es una medida de la desigualdad entre trabajadores. Si todos los trabajadores se empobrecen, pero se empobrecen más los ingresos medios y menos los ingresos bajos, la desigualdad tiende a caer. Eso explicaría por qué aumentó la pobreza y bajó la desigualdad.

En segundo lugar, existe la política distributiva por parte del Estado. Contrario a lo que dice el sentido común, el gobierno de Alberto o Guzmán no tuvo una política fiscal con sesgo anti-pobre. Mas vale Massa tuvo cierto sesgo pro clase media o trabajadores de altos ingresos. En 2019-2020 se pospuso el ajuste por inflación en Ganancias, se multiplicó Bienes Personales (impuesto a la riqueza), se aplicó el aporte a las Grandes Fortunas (atribuible a Máximo Kirchner como diputado), se subieron 6 puntos las retenciones a la soja, se impuso el impuesto PAIS, se modificó Ganancias para empresas cobrando más a las empresas que más ganan, se volvió a la segmentación de cargas patronales para promover empleos en el Norte Grande, y se devolvió el IVA alimentos (15% del producto para jubilados con Guzmán y la totalidad para casi todos con Massa). En materia de gastos, se reforzó la niñez con la Tarjeta Alimentar, se complementaron la AUH y las Jubilaciones Mínimas con bonos (no así las generales), se subvencionaron medicamentos para jubilados, se otorgaron planes Potenciar por más de 1 millón de personas para emprendimientos productivos y sociales y trabajos precarios, se desarrolló obra pública con fin social como urbanización de villas, agua y cloacas, 140.000 viviendas. Esto fue muy importante. Fueron decisiones políticas importantes y valientes aunque no alcanzaron.

Al fin y al cabo, luego de 4 años podemos decir que tenemos una población más pobre que en 2019, con una remuneración más injusta, pero con empleo y más contenidos desde el Estado. Un área donde todavía quedaban cuentas pendientes y donde la gestión tuvo severos claroscuros, aciertos y errores, cambios de rumbo, incluso inesperados, falta de consistencia, y sobre todo, una enorme vulnerabilidad a la inflación, que fue una circunstancia, un problema no resuelto, y en algunos momentos una política deliberada para licuar gastos o gestionar la escasez de divisas.

 

Balance V Los dólares

Uno de los elementos más importantes de la economía argentina es su vinculación con el mundo, que en parte se expresa en cómo se generan, acumulan e invierten las divisas constituidas. De ahí la fuga, la deuda externa, los problemas de reservas, las devaluaciones, la inflación, el proteccionismo, el cepo, etc.

El gobierno actual tuvo un excedente de divisas que no supo aprovechar. Está verdad suele repetirse sin pensar y sin soplar, haciendo las analogías con un Néstor que sí pudo hacer cosas con un excedente.

En primer lugar, hay que notar que son excedentes de muy distinta naturaleza: el origen del excedente de Néstor era el paquete tecnológico sojero que multiplicó la productividad por hectárea y el ingreso a China a la OMC que implicó un alza general y permanente de commodities. El excedente de Alberto, en cambio, fue puramente circunstancial y contradictorio: en un principio, se originó en la severa crisis que generó el cierre de la economía, con suba de desempleo y hambre y pobreza. Ese excedente era temporario, ibas desaparecer en cuanto recuperaramos los niveles pre pandemia, lo cual ocurrió a fines de 2021. El segundo excedente (precios de la soja por guerra de Ucrania) fue contrarrestado con el viento de frente de los precios del petróleo y el gas, en un país que todavía era deficitario. Esta naturaleza circunstancial habla de 1) el corto alcance de ese excedente, no habilita a compararlo con Néstor y 2) el hecho de que los empresarios vieran ese excedente fugaz hace a la conducta de «absorberlo» lo más rápido posible, antes de que se acabe, y antes de que al Estado le salten las alarmas.

En segundo lugar, la regulación. Acá también hay distorsiones históricas. El gobierno de Alberto cometió el mismo error de los gobiernos kirchneristas anteriores, que es que mientras sobrara permitió el siga-siga, y cuando no hubo más se sentó a regular. Cabe mencionar que el gobierno con más fuga de capitales no fue el de Macri sino el primero de CFK, con la diferencia que lo financió con riqueza propia en vez de deuda.

Lo mismo sucedió en el gobierno de Alberto: en 2020, con la pandemia, el default, el cierre de la economía y complicaciones con el crédito mundial global, el gobierno le dio un enorme changüi a las empresas para sacar dólares, primero pagando importaciones adelantadas o cancelando deuda comercial (hasta mayo 2020) y luego cancelando deuda financiera entre empresas no vinculadas (hasta septiembre 2020, a partir de allí eso fue parcial). Sobre lo segundo hay que decir un par de cosas: gran parte de la deuda en dólares de privados que se pagó fue al sistema bancario local, que parte de eso volvió a reservas como encajes -es decir, no salió del país y saneo el sistema bancario- y parte también era deuda de tarjetas de crédito de personas con el exterior, no todo fue deuda de grandes empresas con el exterior y especialmente de YPF y gobiernos provinciales. Sin embargo, ahí se fue una friolera de guita.

Cabe preguntarse, en ese sentido, si se podría haber evitado. En ese tiempo tal vez no, porque estábamos en default, con muchas complicaciones nacionales y globales, y era difícil saber si las empresas iban a poder tomar deuda en dólares para refinanciar los vencimientos. Pero luego si. En septiembre se dio un debate entre Guzmán y Pesce. Pesce propuso (con éxito) que solo una parte de la deuda se pagará con reservas al oficial. En esta postura también estaban gobernadores y empresas estatales con deuda como YPF, vale decir, no fue una postura solo de Alberto sino de la mayoría del frente. Del otro lado, Guzmán proponía desdoblar o un tipo de cambio paralelo al cual las empresas paguen sus deudas. ¿Por qué? Porque con en Argentina había tasas muy bajas de interés en pesos y dólares muy baratos para pagar deuda; lo que le convenía a las empresas es tomar deuda en pesos y pagar toda la deuda en dólares posible. Si el dólar era más caro, tal vez a las empresas se les complicará un poco más y buscarán financiamiento afuera.

¿Habría sido efectiva la propuesta de Guzmán? En principio creo que no demasiado a los fines de ahorrar reservas. Creo que el 80, 90% de los pagos de deuda externa iban a seguir igual. Y un volumen de esa magnitud haría explotar el dólar mep a menos que el banco central saliera a abastecer. Por lo tanto, las reservas se iban a ir igual. Pero ahora se habla de la «bola de leliqs», esa bola es un conjunto de pesos sobrantes de la economía que se invierten en pesos. Probablemente, si en vez de cobrarles a las empresas $350 por dólar para pagar deuda se los cobrarás a $1000, retirarías más pesos de la economía y achicarías la masa sobrante de pesos.

Respecto de las importaciones y exportaciones, se ha discutido mucho, la «fuga por el Paraná», el «festival de importaciones», pero eso es mitología. Hubo importaciones de autos de alta gama y de aviones privados, hubo subfacturación en el litio y en las carnes, pero de ninguna manera fueron magnitudes macroeconómicamente relevantes. Hubo importación (parcial, regulada) de productos que se hacen en el país. Pero si uno mira la relación entre crecimiento, crecimiento de la industria e importaciones, no discrepa demasiado de otros periodos de crecimiento, en particular los años kirchneristas, aún con las djai de moreno adentro.

Y la evidencia de lo que digo es que, cuando Cfk habló de festival de importaciones, Pesce frenó los pagos y después Massa inventó las siras y la economía pasó de crecer 7% a 0%, y no hay industrial que no putee por la falta de un insumo o por la deuda que ahora han adquirido con los proveedores que no puede pagar. Es decir, el problema no era el festival, era el crecimiento industrial. Y respecto de las exportaciones, se demostró que el problema no era la fuga por el Paraná, sino el acopio, el ahorro en granos, que Massa desestimuló poniendo un dólar especial para la soja y demás. Este dólar soja (que es un problema serio para la economía, género incentivos perversos a no liquidar con posterioridad al cierre del programa, rompe los precios relativos de la industria, genera expectativas de devaluación, y que es una emisión adicional de pesos para quien no los necesita) permitió llegar a 2023 pese a la sequía.

En fin, el gobierno de Alberto Fernández en materia de divisas fue de mayor abundancia al principio y alta escasez al final, y de mayor laxitud regulatoria al principio y bastante regulación al final. No se acumularon reservas (de hecho, se desacumularon), se pagó mucha deuda privada barata y si bien no se tomó gran magnitud de deuda externa (casi exclusivamente el swap chino), llegamos con la lengua afuera. Se podría haber guardado más al principio y haber tenido una política regulatoria más ordenada y menos esquizofrénica, y habría tenido ventajas marginales respecto de lo que sucedió, pero ventajas al fin.

El capitalismo argentino necesita reglas claras y estables de generación, apropiación e inversión de divisas. Eso no significa libertad, sino políticas de Estado, de las cuales carecimos estos años, por la grieta externa y acaso más por la grieta interna, que generó dirigencias altas y medias caudillescas que defendían el rancho propio.

 

Balance VI La deuda.

No le voy a esquivar el bulto a nada. La deuda tal vez es el elemento más sobrediagnosticado del Frente de Todos. Que si la deuda ilegítima, que los que se la fugaron, que los exportadores, que los oligarcas, que el fondo, que la quita, con que si los tibios, si la pandemia.

Por un lado está la deuda con privados. Esta deuda creo que el gobierno la negoció mal -no débilmente, mal. Esta es, curiosamente, la parte más reivindicada por el Frente de Todos de la deuda, de hecho, CFK se sacaba fotos con el hoy odiado Guzman y desde las usinas kirchneristas salían memes de un SuperGuzman. Bueno, lo cierto es que fue una negociación muy aguerrida, en la cual Guzmán les sacó el 54% del valor presente a los bonos. Un poco menos que Néstor, pero sobre mayor volumen total.

Ahora bien, lo que creo que estuvo mal hecho es 1) los tiempos: Guzmán debió haber defaulteado la deuda el 10 de diciembre de 2019, no hacerlo implicó la dilatación en la negociación y el pago de US$4.500 millones de reservas que se perdieron en el verano, y 2) cuando uno negocia una quita de valor presente, elige entre 3 cosas: quita de capital, baja de tasa de interés y extensión del plazo. Guzmán abogó por la baja de la tasa de interés, provisto que los pagos de interés son parte del déficit fiscal. Sin embargo, en mi opinión, no debió hacer esto; lo que debía hacer es pagar más tasa de interés contra más plazo de gracia y plazo en general. ¿Por qué? Porque era obvio que después ibamos a renegociar con el Fondo Monetario, y los vencimientos nos iban a caer desde 2026 en adelante, superponiéndose con la deuda con privados. Esto lleva a una curva de vencimientos impagables en el plazo 2024-2030, lo cual implica una enorme presión sobre el mercado de deuda, que prevé que no vas a poder pagar y no te presta, y como no te presta no podes pagar, iniciándose un círculo vicioso de riesgo país alto, tasas altas y escaso financiamiento, por lo que el rollover se hace imposible.

Del otro lado, está la deuda con el FMI. Aquí se centraron todas las discusiones y aquí yo creo que lo que se hizo no está tan mal. Guzmán fue a un crédito de facilidades extendidas, que permitía repagar en 10 años con 4 de gracia, y usualmente viene con reformas estructurales (flexibilización laboral, reforma previsional, privatizaciones) y Guzmán logró que nos lo den sin exigir reformas. Tuvo objetivos complejos pero no imposibles de cumplir, como metas de déficit, emisión y reservas (esto último, lo más difícil de cumplir) y un mandato de segmentar tarifas y que las tasas de interés y la depreciación de la moneda excedan a la inflación. Estos parámetros, más allá de todo, eran razonables: las tarifas no podían seguir congeladas en un año de severo déficit energético, más a las clases medias y altas, y el dólar no se podía planchar básicamente porque no había con qué. De ahí que se haya repetido como loros que el acuerdo con el FMI es inflacionario, cuando en realidad lo que era inflacionaria era la realidad, el FMI sólo le puso un marco a eso. Y de hecho, aún cuando parte de eso fue inflacionario, el grueso del salto inflacionario fue hijo del quilombo político del Frente de Todos: entre la renuncia de Guzmán y cuando Massa tomó las riendas de los precios (varios meses después de asumir), la inflación se había duplicado y nunca volvió a tiempos atrás. Desde allí tenemos inflaciones siempre del orden del 7-8% mensual. El acuerdo con el FMI era malo, como todos, pero el menos malo de los malos. Mi única crítica al respecto es que Guzmán debió haber apurado al FMI para que le pida una reforma impositiva progresiva y un blanqueo de capitales y mandar todo en combo al Congreso. Eso en parte fue remediado; Guzmán envió un proyecto de Impuesto a la Renta Inesperada, un instrumento muy interesante y senadores kirchneristas enviaron el proyecto del Fondo para pagarle al Fondo (que era un blanqueo de capitales convertido en la bajada de Sierra Maestra). Ninguno de los dos fue aprobado que yo sepa, y el impuesto de Guzmán encalló por razones internas, ni siquiera por el bloqueo de la oposición. Una lástima, porque habría ayudado a que todo fuera más ordenado.

Mención aparte merece el hecho de que Guzmán no cumplió el acuerdo con el fondo, mal le pueden achacar que todo explotó por el Fondo. Tampoco se le puede achacar que el acuerdo sea incumplible, porque Massa lo sobrecumplió en 2022. Tampoco se puede decir que era re fácil de negociar y que Guzmán se durmió, porque los cambios de Massa en el acuerdo no fueron para mejor, y de hecho generaron presión en el dólar luego de las PASO. El Fondo tiene cierta racionalidad, y es difícil sacarlo de esa racionalidad. Si pensábamos que era una boludez , no lo era. Por otro lado, teníamos que usar aquellas pequeñas cosas que tenemos en común para apuntalar nuestras políticas. No hicimos ni lo primero ni lo segundo. El acuerdo con el FMI se usó políticamente como excusa para generar descontrol, caos y autojaquear el gobierno para construir un candidato alternativo. No salió bien.

Finalmente, sin dólares, con problemas políticos e inestabilidad, la deuda en pesos también se fue convirtiendo en un problema (autogestionado). Guzmán, apretado por una coyuntura en la cual todo parecía volar por los aires, fue emitiendo bonos cada vez más cortos con mayor riesgo de no renovación. Esto le estalló de manera solo parcialmente espontánea, y recién Massa, también parcialmente espontáneamente, logró alargar los plazos al garantizar el orden político y la continuidad del gobierno. Y también cierto seguro de cambio y seguro de cambio dual, que ayudaron.

 

Balance VII La inflación.

En este punto no caben dudas, el gobierno fue malo, malazo, como decía Borges. Pero también cabe preguntarse por qué fue malo. Para empezar, hay que decir que el gobierno heredó una inflación inercial importante, de alrededor del 50% y un par de problemas que desde 2014 nos aqueja y se venía agravando: la escasez de divisas, y el déficit energético. Sin dólares y sin energía es muy difícil ordenar los precios y los precios relativos. A su vez, se le da al sector agroexportador un poder de extorsión muy grande, porque de ellos depende que entren dolares en el país y podamos crecer y estabilizar los precios.

En segundo lugar, el gobierno cometió un error significativo saliendo de la cuarentena: se encontró una situación con todas las paritarias casi paralizadas, abundancia (circunstancial) de divisas, un nivel de inflación en torno al 30%. En ese momento, se podría haber avanzado en una estabilización de la economía más o menos gradual sin un shock, o en un plan de estabilización más de shock que sería más doloroso y con una caída más drástica de la inflación. En ambos casos, podía sostener cierta política de contención productiva y social para poder abordar la estabilización con crecimiento y sin un desborde de la pobreza.

Sin embargo, eso no se hizo; lo que se hizo es una serie de «anclas rotativas»: se fueron pisando recursivamente como anclas distintos precios de la economía, para limitar los impactos inflacionarios, primero los salarios, luego lo fiscal con las jubilaciones, luego el tipo de cambio, luego las tarifas, luego se pisaban los precios de los productos alimenticios, etc. Ese sistema implicó una altisima volatilidad y variabilidad de los precios relativos en tiempos de alta inflación. Lease: nuestro salario real, en dolares, en comida, en energía, podía subir 10% o caer 10% en muy pocos meses. Y, como no es lo mismo congelar un precio en un contexto de 10% de inflación que en uno de 50%, 100% o 150%, los atrasos eran cada vez mayores, y sus recuperaciones, más abruptas. Esto coronó un proceso indexatorio ante el cual cada shock (por ejemplo la guerra de Ucrania) lo llevó un escalón arriba. Además, les liberó las manos a los grandes empresarios con la excusa de la «incertidumbre».

No tener dólares ni energía fue un problema adicional, que dificultó la necesaria condición económica de alimentos y energía, para que se ordene el sistema de precios de la economía. Cualquier intento de regular tuvo como contrapartida una caída de la comercialización, y ésta, del impacto en los dólares. El gobierno debió elegir entre tener comida y energía baratas y dolar caro y tener comida y energia cara y dolar barato. Estos dilemas se podrian haber resuelto si se hubieran cuidado más los dólares y/o se hubieran hecho los gasoductos antes.

Finalmente, todo proceso antiinflacionario requiere un acuerdo político y social, con el oficialismo, la oposición, los actores productivos y sociales. Y aquí no hubo nada de eso. Ni con la oposición ni con el propio oficialismo, que se la pasó discutiendo si el déficit era importante o no, si las tarifas habia que congelarlas, si el acuerdo con el FMI era inflacionario, etc. Ante semejante debilidad gubernamental y falta de consensos programáticos, era difícil que el chancho chifle. El episodio más notorio ocurrió entre el último mes de Guzmán y noviembre de 2022, donde la inflación escaló más por anomia e impericia que por circunstancias objetivas que la justificara.

Más o menos así llegamos a las PASO, con la lengua afuera, sin dólares y con un déficit injustificable por razones sociales o productivas. El Fondo ante eso es muy simple y drástico en estas circunstancias: alentó una devaluación y medidas de ajuste, como las tarifas, lo cual perjudicó a la población con mayor inflación en el mismo momento de las elecciones. Este dolor fue paliado con una serie de bonos e incentivos fiscales como la devolución del IVA y la eliminación de Ganancias, bastante insustentable esta última.

Si bien hubo una herencia compleja en materia de inflación, y «mala suerte», la demora en los gasoductos, no cuidar los dólares los primeros dos años, no tener una consistencia en las políticas, la reticencia a la sintonía fina y la falta de consensos políticos y sociales hizo imposible poner la inflación bajo control. Se improvisó mucho, se jugó con fuego, a veces se apostó a licuar ingresos, y también se usó la inflación y las politicas antiinflacionarias como un arma dentro de la interna.

 

Balance VIII La política exterior

La política exterior del gobierno de Alberto Fernández fue extraordinaria. De una valentía envidiable y no vista en otros gobiernos nacionales y populares, dónde Chávez o Lula se impusieron por prepotencia de trabajo ante una idea de un paisito.

Alberto ganó las elecciones y sucedió el golpe de Estado en Bolivia. Argentina estaba rodeado de títeres imperiales, empezando por Bolsonaro. Solo quedaba en la otra punta del continente AMLO, en un país demasiado dependiente de EEUU y demasiado lejano de América del Sur. La primera acción de Alberto Fernández fue ayudar a salvarle la vida a Evo Morales. Luego, revitalizó la relación con México y fortaleció la CELAC contra la OEA y la descomposición de UNASUR y MERCOSUR. Rompió el grupo de Lima. Fue a visitar a Lula en la cárcel, y pidió por su liberación, su candidatura y su victoria en Brasil. Recuperó con Lula el Mercosur. Reconoció rápidamente la legitimidad de Castillo. Combatió la prepotencia yanki en la OEA y en los organismos multilaterales de crédito como el BID.

Trató de aliarse con las potencias europeas y las potencias multipolares para alcanzar un equilibrio con EEUU. Reclamó en la esfera internacional por impuestos mínimos a la ganancia y una distribución más justa de los ingresos tributarios, así como la reducción de sobretasas a países endeudados y políticas tolerantes del cambio climático donde exista un esfuerzo mayor de los países desarrollados y se ayude y tolere a los países en desarrollo. En esto tuvo escaso éxito.

Fortaleció las relaciones con China y Rusia, firmó la participación en la Iniciativa de la Ruta y la Franja, recuperó el diálogo estratégico de 2014, amplio el swap de monedas y su uso en el comercio. Realizó numerosos acuerdos de infraestructura con China, de los cuales luego avanzaron pocos.

Recuperó relaciones con Siria, tuvo buena relación con Israel, aunque no dejó de condenar los bombardeos a los palestinos (aún a regañadientes de otros actores de la coalición), instó a la paz en Nagorno Karabaj.

Finalmente solicitó, militó y accedió al grupo de los BRICS, que no solo involucra a 3 socios comerciales importantísimos para la argentina (Brasil, China e India) sino que también en el ampliado incluye otros socios comerciales importantes (Egipto) y financieros y de inversiones (Arabia Saudita y Emiratos).

Todo esto nos dejaba bien parados para el futuro. Un país integrado a su continente, vinculado al Sur Global, con propuestas de financiamiento de infraestructura para transformar la matriz productiva, con socios comerciales fortalecidos.

Todo tirado por la canaleta ahora, cuando Milei promueve agrietar el Mercosur, quitar la representación en Cuba, Nicaragua y Venezuela, se niega a reconocer a China y a los BRICS y se pone del lado de Israel y Ucrania en una guerra que no nos incumbe. Un enorme retroceso que también muestra que lo hecho ni era obvio ni ganado, lamentablemente.

 

  • Misterioso Columnista de La Señal en Radio Gráfica.

 

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