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sábado , mayo 4 2024
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Los que van a votar a Massa

 

Por ABEL B. FERNÁNDEZ *

 

Aclaro: ésto no es un ejercicio en futurología. Y menos una estrategia de campaña (eso no se hace gratis). Aquí hay reflexiones informales sobre distintos segmentos de la sociedad argentina, como se expresan frente a la opción de votar un candidato a presidente. Eso sí, es vital tener presente que esos hombres y mujeres existían antes de la campaña electoral, y van a seguir cuando termine.

Otra precisión: el segmento del que no voy a analizar ahora es la franja de dirigentes, operadores, militantes del peronismo. Son una minoría -no pasan del 5%, con toda la furia- de los que votan a la coalición hoy oficialista. Y en sus opciones pesarán sus expectativas y temores personales, más que el candidato.

Otra cosa más a tener en cuenta, y es obvia: son dos las campañas electorales, una hasta las PASO, el 13 de agosto, y la otra que empieza ahora. En la primera, Massa no va acompetir con Juan Grabois, en mi opinión. La candidatura J. G. le es funcional, como una forma de contener -en la movilización que proponen esas PASO- .a una militancia kirchnerista enfurecida o amargada por quien perciben como el candidato oficial no sea un «kirchnerista puro». Pero, siempre en mi opinión, no es el real adversario. Aunque los insatisfechos sean muchos, no está quien podría sumarlos a todos. Cristina Kirchner, o Axel Kicillof, no son precandidatos presidenciales de Unión por la Patria.

El real adversario de Sergio Massa en estas encuestas al 100% que serán las PASO, es la abstención. El desaliento. Que se manifestó en las elecciones legislativas de 2021, en las que el entonces FdT perdió millones de votos que no se sumaron a JxC. Y que se volvió a mostrar en las eleeciones provinciales de este año.

Como puede esperarse de un fenómeno nacional, los votantes desalentados no son un sólo sector social, un mismo «segmento». Empiezo por aquellos que se podrían considerar la «base histórica del massismo».

Ya que estoy en tren de precisiones, debo aclarar que no soy yo quien describió por primera vez un tipo sociológico concreto: el “Pibe Gol”. Fue Fabián Rodríguez, autor de un importante blog cuando estos eran el lugar del debate político, que en 2010 lo caracterizó.

Después, en 2013, cuando Sergio Massa encabezó la primera y hasta ahora la más importante rebelión surgida desde el peronismo al liderazgo de Cristina, dije que el Pibe Gol prefiguraba al votante del conurbano bonaerense que iba a ser la base del proyecto político del tigrense.

El cuentapropista que entonces había conseguido comprar su primer auto, un Gol Volkswagen, pero que, desde 2013 ya no votaba al Frente para la Victoria, la coalición que había armado Nestor y conducía Cristina. Ese trabajador, que sentía que había logrado con su esfuerzo una modesta, a veces modestísima prosperidad, y miraba con desdén a quienes sobrevivían con planes sociales, antes votaba a Massa. Pero, como dice Marcos Domínguez, después de las gestiones de Macri y de Alberto, está suficientemente enojado para engrosar la intención de voto en las encuestas (que no es el voto) de Javier Milei. Tal vez tuvo que vender su auto…

El desafío que enfrenta Massa en esta -numerosa- parte del electorado es infundirle -no esperanza, eso tal vez sería pedir demasiado- expectativas. «Y, a lo mejor, las cosas mejoran…». Ni la oferta electoral que hacen Larreta o Bullrich, son, estimo, atractivas para este sector.

El desafío para ganar / retener la mayor parte del voto kirchnerista, es exactamente el mismo. Porque, más allá del vínculo emocional con CFK que muchos de ellos sienten, las razones de su voto son estrictamente peronistas: votarían a Cristina porque en su gobierno estaban mejor que ahora, y confían que con ella podrían volver a estarlo. Si ella no es candidata, votarán a quien les ofrezca una expectativa de mejora. Salvo que en estos meses haya un desastre económico todavía mayor al actual, es difícil que JxC les despierte esperanzas en ese sentido.

La clase media progresista -que es otra parte, también considerable, del voto kirchnerista- es un hueso más difícil de roer para Massa. Aunque no pocos ya empiezan a mirarlo con ojos distintos que la semana pasada. Como sea, su voto estará asegurado -otra vez, en mi opinión- por los candidatos del Otro Lado, cuando termine la campaña electoral.

En este aspecto, la participación de CFK en la campaña estará, necesariamente, enfocada en que ella considera su legado y es su «fuerza propia»: la generación que se incorporó a la militancia política entre 2003 y 2008 y que tienen con Néstor y ella un vínculo similar al de otras generaciones políticas con Perón y Evita. Son importantísimos para la movilización, pero electoralmente no «mueven el amperímetro».

En cuanto a los trabajadores formales y sindicalizados, especialmente los que (todavía) ganan bien, son el sector más seguro -hasta donde las decisiones individuales son predecibles- del voto massista.

¿Alcanzarán los votos de estos «segmentos» -aún si la situación económica no empeora y no se disparan las variables- para ganar en octubre? Bueno, no (salvo que la actual oposición continúe disparándose en los pies). Esa es la razón que auguraba la derrota de una candidatura «kirchnerista pura».

Una segunda vuelta en noviembre es todavia la hipótesis más probable. Y ahí, ese 15 a 20% del voto «no comprometido» -que a veces se define pocos días antes de la elección- es necasario para ganar. Un factor en contra: el voto castigo a los oficialismos, que se ha expresado en muchos países -bah, casi todos los que tienen elecciones en la pos pandemia.

Uno a favor: la tendencia a la reelección de los presidentes si no «chocan el barco». Y a Sergio Tomás Massa se lo percibe casi como el presidente en ejercicio. Después de la difusa gestión de Alberto Fernández, la mayoría de nuestros compatriotas, de todos los sectores, quieren un gobieno que gobierne.

 

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