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jueves , abril 25 2024
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AMIA – MEMORANDUM. Los ejes de la desvergüenza

 

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

En medio de la vorágine impuesta por el coronavirus y los debates económicos, se reveló un tema muy importante para entender varias cosas. La cuestión golpea allí, pero también acá. Fíjense.

Un informe de Interpol entregado al juez Martínez Giorgi por parte del organismo confirmó que nunca hubo presiones del gobierno argentino para bajar las alertas rojas en relación a los iraníes acusados de haber atentado contra la AMIA en 1994.

La ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner realizó algunos apuntes al respecto. Hace pocas horas, dijo lo siguiente.

 

• «El pasado 22 de junio se cayeron todas y cada una de las mentiras con que armaron la causa sobre el Memorándum de entendimiento con Irán, y quedó demostrado como el macrismo, los medios de comunicación hegemónicos y el Poder Judicial de la Argentina armaron una causa judicial para perseguir, destruir y encarcelar a opositores políticos».
• “Interpol respondió en detalle en un informe a un juez de Comodoro Py -cuando no- lo que siempre supieron todos y todas: que las famosas alertas rojas dictadas en el 2007 absolutamente siempre estuvieron vigentes y permanecieron inalteradas».
• «Como me hubiera gustado que Héctor (Timerman) pudiera ver esto, donde las mentiras de denuncias mediáticas y causas armadas se derrumban como castillo de naipes. Una pena que Héctor no esté con nosotros, una inmensa pena».

 

Pero resulta preciso indicar: demasiada explicación para tanta razón.

El memorándum surge de una consideración tan sencilla, que no deja de causar sorpresa el andamiaje jurídico comunicacional armado en su derredor.

Los funcionarios del gobierno kirchnerista, que escucharon año a año las demandas por el esclarecimiento del atentado, resolvieron interrogar a los acusados. Como los ciudadanos iraníes en cuestión se estaban convirtiendo en culpables perpetuos –lo cual evitaba una investigación adecuada sobre otros posibles responsables- Cristina, Héctor Timerman y sus colaboradores, elaboraron un acuerdo para indagarlos.

Como la idea, más allá de detalles de instrumentación, era muy razonable, fue aprobada sin dificultad por el Congreso de la Nación. En principio, hasta las asociaciones que dicen representar a la comunidad judía expresaron su respaldo.

En poco tiempo, los encubridores de los verdaderos autores y algunos de los realizadores, todos encarnados públicamente por el fiscal Alberto Nisman, comprendieron la situación y salieron desesperadamente a redoblar su histórica batalla para evitar cualquier tipo de abordaje genuino del atentado.

No se les ocurrió otra acción que la de calificar el único intento del Estado argentino por indagar lo ocurrido como una maniobra kirchnerista para ocultar lo ocurrido.

Como los grandes medios ya estaban a pleno en la etapa “Cualquier Cosa”, esa hipótesis disparatada se difundió de modo persistente, con grandes titulares y hasta sesudos análisis que daban cuenta de la complicidad del gobierno argentino con una administración calificada como “terrorista”.

No existían, ni existen, pruebas tangibles sobre los presuntos delitos en los cuales la República Islámica de Irán estaría involucrada; no existían, ni existen, pruebas sobre algún vínculo inadecuado de la Argentina con ese país. Lo único que puede registrarse es el intento sureño por aclarar quiénes fueron los verdaderos autores del atentado.

Pero la campaña mediática, desde entonces hasta el presente, ha resultado abrumadora. Su eje no ha sido otro que “demostrar” que en vez de buscar la verdad, el gobierno de CFK deseaba ocultarla… ¡interrogando a los acusados!

Mientras el frío empieza a cubrir las calles de Buenos Aires, esta gran ciudad, es preciso abrigarse, preparar un mate bien caliente y despejar la mirada retrospectiva. La reflexión necesita elementos concretos para situarse y desplegarse. Dejemos de lado la ensoñación para cuando nos asomamos a las ventanas y, con algo de música en el ambiente, la mente descanse.

Lo cierto es: La vergüenza cae con potencia sobre justicia y periodismo en nuestro país.

Aunque hay mucha más tela para cortar.

Pues en todo el tramo, desde adentro del movimiento nacional, surgieron voces señalando colateralmente que el gobierno kirchnerista tenía rasgos “sionistas”.

Como si el reconocimiento del Estado Palestino y la denuncia esmerada contra los Fondos Buitres –entre otras definiciones que derramaban dignidad- no fuera evidencia suficiente, se fue convirtiendo en lugar común esa aseveración. Y no faltó quien, ya en dislate completo, completara su “argumento” apuntando hacia la religión matriz de Timerman.

Por estas horas, la idea de un kirchnerismo sutilmente cómplice del gobierno israelí sigue circulando sin que los que la difunden hayan resuelto pensar en base a los hechos y valuar el comportamiento de cada protagonista según su alineamiento real.

El Caso AMIA es, junto al de la Embajada de Israel, uno de los ejes fundamentales de la falsificación de la narración del presente. El forzamiento de los hechos al punto de invertir totalmente su significado ha sido un experimento sorprendente que abrió las compuertas a otros engaños, tan descarados como dañinos.

Es importante manifestar el azoramiento, además de la condena, ante mentiras tan inmensas. Las palabrejas anglosajonas articuladas para presentar la cuestión (lawfare y fakenews) no alcanzan a encarnar semejante distorsión.

La pared que está detrás de la máquina que recibe este tipeo, es blanca. Ni todas las resoluciones del corrompido Poder Judicial argentino ni todas las portadas y artículos de los medios concentrados pueden convencernos de su negrura. Las zonceras de cuño propio, tampoco.

 

 

* Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica

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