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LAS SOMBRAS / Laboratorios, enfermedades y medicamentos

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

Los grandes laboratorios superan los beneficios de las demás empresas a nivel planetario. Investigan con financiamiento de los estados y se quedan con las patentes. Fijan los precios. Orientan su producción sobre los sectores de mayor consumo. Despliegan una publicidad que convierte a los medicamentos en productos de actualidad. Obtienen la mayor parte de los presupuestos destinados a la salud pública en cada nación y restringen los recursos para la prevención. Necesitan la enfermedad como eje de su acción comercial. Están en condiciones de crear vacunas … y afecciones.

 

Puede ser de utilidad recurrir a la película El informante, asentada en una historia de contrastes entre periodismo y publicidad en el programa 60 Minutos de CBS. En el subtexto de la trama vigorosa, se desliza la idea: el bioquímico protagonista del drama, no logra conseguir empleo en la industria farmacéutica porque la misma posee firmes standards de exigencia y lo rechaza debido a  su empleo previo en una corporación tabacalera. Una industria limpia no quiere mezclarse con una sucia, señala Russel Crowe en diálogo con Al Pacino, el productor encargado de la investigación.

El concepto suena bien, aparenta lógica; pero es una mentira integral. Sin defender a las tabacaleras –las denuncias canalizadas en el film resultaron veraces- y sin recurrir al tango que sugiere que fumar es un placer genial, sensual, es preciso señalar que los laboratorios que elaboran los medicamentos no le van a la zaga. Su ética es equivalente, pero sus ganancias, superiores. Lo que es más: ante la necesidad de incrementar verticalmente los beneficios es posible afirmar que el daño a la salud pública que provocan es más profundo.

Hagamos un recorrido. Las empresas farmacéuticas tienen carácter internacional y están presentes en muchos países a través de sus filiales. El sector abarca la biología,  bioquímica, ingeniería, microbiología, farmacia y farmacología, medicina, enfermería y física.  Esta industria desarrolla actividades de investigación y desarrollo (I+D), producción, control de calidad, marketing, representación médica, relaciones públicas y administración.

Desde los años 50 este rubro ha maximizado sus beneficios: compra las materias primas en los países donde son más baratas, instalan sus fábricas donde las condiciones laborales son más ventajosas y venden sus productos fundamentalmente donde la población tiene mayor poder adquisitivo y los servicios de salud están más desarrollados. Hasta aquí, vale indicar, datos que se relacionan con las acciones empresariales promedio. Esas son ventajas condenables pero habituales de numerosas actividades.

La industria farmacéutica, encargada de la producción y comercialización de medicamentos, es uno de los sectores económicos más importantes del mundo. La Lista Fortune (500 mayores empresas del mundo) muestra que el volumen de beneficios de los 10 mayores laboratorios  supera las ganancias acumuladas por las otras 490 empresas. Están por encima de las ganancias por ventas de armas o telecomunicaciones. Por cada dólar invertido en fabricar un medicamento se obtienen mil de ganancia. El esquema comercial se diferencia del registrado en otras actividades, pues no es optativo: si alguien necesita una medicina y dispone de recursos, la compra.

UN SECTOR OLIGOPÓLICO. El mercado está monopolizado. 25 empresas ocupan cerca del 50% del mismo. La capacidad competitiva se basa en la investigación, en la apropiación de las ganancias mediante el sistema de patentes y en el control de las cadenas de comercialización. Sin embargo, el gigantesco volumen de beneficios permite inferir que algún elemento más influye en las sombras para semejante despliegue. En esa dirección podemos añadir que la concentración les facilita imponer los precios que desean pero también apremiar a los estados para que compren sus fármacos y, además, financien sus investigaciones.

El daño de estas firmas privadas sobre los estados nacionales es perceptible. Hasta los países desarrollados que lograron crear laboratorios nacionales dependen de los proveedores de materias primas químicas y, por consiguiente, de las industrias químico-farmacéuticas. Como estas controlan las patentes, cuando se trata de medicamentos esenciales, los funcionarios deben disponer su adquisición a los particulares autorizados. Las casas matrices están situadas básicamente en los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón, pero la operatoria de negocios también los incluye.

Según la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública de España, entre las principales estrategias utilizadas por la industria farmacéutica para obtener sus ganancias millonarias cabe  destacar:

  1. Ejercen gran presión propagandística de los medicamentos que fabrican, aunque no sean útiles o puedan ser nocivos para la salud.
  2. Explotan al máximo los medicamentos en forma de monopolio y en condiciones abusivas que no tienen en cuenta las necesidades objetivas de los enfermos ni su capacidad adquisitiva.
  3. Reducen la investigación de las enfermedades que afectan principalmente a los países pobres, porque no son rentables, mientras se concentran en los problemas de las poblaciones con un alto poder adquisitivo.
  4. Fuerzan las legislaciones nacionales e internacionales para favorecer sus intereses, aunque sea a costa de la salud y la vida de millones de personas.

La colaboración de las multinacionales farmacéuticas con la industria química y las universidades en la investigación ha orientado el sentido del crecimiento económico y el desarrollo de la ciencia y la tecnología. Es decir, los avances existen pero se registran en una línea de crecimiento deformada, donde algunas enfermedades son priorizadas aunque otras resulten de mayor impacto en regiones populares. El dato relevante es: consiguen quedarse con la parte del león de los recursos dispuestos por los estados para la salud pública, en detrimento de la prevención y la atención primaria, a las cuales sutilmente desvalorizan o ningunean a través de los medios de comunicación.

LOS PRINCIPALES LABORATORIOS. Las diez primeras empresas tienen márgenes asombrosos de ganancia. Superan a los grandes bancos.

 

Top 10 Most Valuable Pharmaceutical Companies - Brand Finance 2019

Una estrategia que incrementó el poder político y económico de las grandes compañías farmacéuticas estadounidenses fue la ley de extensión de patentes (Ley Hatch-Waxman) aprobada por Ronald Reagan en 1984, (hasta esa fecha la política de patentes no afectaban a los medicamentos por considerarlos un bien necesario). Esta medida se extendió posteriormente al resto del mundo gracias a la Organización Mundial del Comercio (OMC). Ahora el 60% de las patentes de medicamentos son de EE.UU., frente al 20% de la Unión Europea. Gracias a esto EE.UU. domina el mercado de los 50 medicamentos más vendidos.

LA INVESTIGACIÓN. Vamos develando más sombras: La elevada tasa de ganancia se explica, además de los factores indicados, por la escasa inversión directa. En verdad son los gobiernos y los consumidores quienes financian el 84% de la investigación, mientras que solo el 12% corresponde a los laboratorios farmacéuticos. Los Estados Unidos y desde hace algunos años la Unión Europea, conceden exenciones y reducciones de impuestos e incorporan a los tratados internacionales de libre comercio medidas que favorecen a la industria farmacéutica, lo que demuestra que sus beneficios no son fruto del libre mercado sino de una política de protección. Todo bajo excusas de alto rendimiento comunicacional.

El principal argumento de los laboratorios para demandar recursos radica en los gastos destinados a investigar nuevos medicamentos. Aún esos datos están deformados: se estima que para generar un fármaco que exige una inversión de 100 millones de dólares, cada laboratorio reclama a los estados unos mil millones. Ante posibles negativas asentadas en las cuentas públicas, amenazan con campañas articuladas con los medios concentrados para difamar a los funcionarios reactivos. Estas empresas son grandes avisadoras del mundo periodístico; en algunos casos, directamente están asociadas.

Aunque las nuevas investigaciones se hacen con dinero público, las patentes acaban en manos privadas, una ostensible transferencia de recursos sin más justificación que el poder de quienes acumulan más poder. Los resultados tampoco son excelsos: Según la FDA estadounidense (el mismo organismo que autoriza la venta de medicamentos), sólo un 20% de la inversión en investigación fue a parar a productos que aportan una mejora terapéutica notable. Este panorama no arredra a la industria, que de todos modos argumenta la necesidad de fijar un elevado precio por los recursos empleados para investigar y fabricar remedios cada vez más complejos, presentados como razón de ser de mayor inversión y aparatos muy costosos.

Es curioso, pero como si todo esto no fuera grave, se corrobora que los costos de fabricación han disminuido de manera importante, debido al empleo, precisamente, de aparatos y procesos industriales más eficientes, a la automatización de muchas etapas productivas y a la reducción de mano de obra. Los costos empleados no son más que la realización de estudios de mercado, análisis de competidores, extensión de patentes, distribución, promoción, publicidad y ventas de sus productos, gastos administrativos para mantener estructuras multinacionales y los astronómicos salarios de sus ejecutivos.

Ahora bien, menos del 25% de los nuevos medicamentos que salen al mercado son innovadores o mejoran los resultados de los anteriores (cuyos precios son menores y están probados en calidad y seguridad). ¿Cómo es posible entonces que logren autorización para su venta? Ya hablamos del chantaje periodístico, pero es preciso incluir otro segmento tan o más disuasivo.

Los organismos gubernamentales que deberían controlar esta situación en beneficio de los ciudadanos están ligados económicamente a la industria. Así la FDA de Estados Unidos es financiada en un 75% y la Agencia Europea de Evaluación de Medicamentos en un 80% por las multinacionales farmacéuticas. De allí que ante las denuncias sobre la innecesariedad de elaborar determinadas drogas, esos organismos hagan oídos sordos y autoricen desembolsos, investigaciones y posteriores ventas.

LA INVENCIÓN. Sigamos disolviendo las sombras con algo de luz. Frente a semejante esquema cerrado de negocios, las sospechas se despliegan. Un caso interesante es el del oseltamivir ® Tamiflu. La irrupción de la gripe A (H1N1) generó un temor intenso en buena parte del planeta, lo cual tensionó a estados y ciudadanos para adquirir la droga citada. Se realizaron grandes compras en casi todo el mundo. Los propietarios de la patente concretaron beneficios extraordinarios, aún sobre las enormes ganancias habituales del sector. Con posterioridad al éxito comercial, se descubrió que la gripe A poseía un nivel de contagio y mortandad inferior al promocionado y que los ensayos clínicos que presentaba la empresa que lo comercializó fueron “maquillados” para mejorar sus resultados.

Los interrogantes merecen consideración: ¿El Tamiflu fue un negociado para operar con grandes beneficios en el combate de la gripe A, o la gripe A fue generada por los mismos laboratorios para poder vender el Tamiflu? La duda puede ampliarse a otras enfermedades extendidas a grandes masas de la población.

Lo cierto es que el 90% del presupuesto dedicado por los laboratorios para la investigación y el desarrollo de nuevos medicamentos está destinado a enfermedades que padece un 10% de la población mundial. Así como la industria de la moda cambia tendencias temporada a temporada para insertar en el mercado nuevas prendas, la industria farmacéutica ha convertido la enfermedad en un negocio, evitando la prevención y buscando las vías que garanticen el emerger de nuevos problemas de salud. La diferencia radica en que nadie muere por dejar de usar un vestido demodee.

Los progresos investigativos han originado el descubrimiento de la estructura del ADN. La ingeniería genética permite el desarrollo de nuevos fármacos, pero es ostensible que también favorece su anverso, la elaboración de las enfermedades a las cuales están destinados esos medicamentos. Está claro que hoy es posible generar la afección que demandará una vacuna. Al comprender esto, las sombras que quedaban se desvanecen.

LO QUE PUEDE HACERSE. Frente a la situación descripta, es preciso recurrir a lo mejor de la historia sanitaria mundial, donde la Argentina juega un rol trascendente, bajo la concepción general trazada por el doctor Ramón Carrillo. Tras consultar a varios de los más destacados médicos e investigadores, podemos concluir que resulta imprescindible, en beneficio de la salud de la población:

Priorizar la prevención. La misma se asienta en la alimentación y la higiene del conjunto social.

Realzar la atención primaria, la construcción de salas y el desarrollo del sistema hospitalario.

Instalar laboratorios estatales que indaguen en los verdaderos problemas de salud, elaboren los medicamentos necesarios y fijen precios justos que influyan sobre todo el mercado.

Ante la dificultad presente para obtener patentes ya registradas, trazar una línea y definir de ahora en más que los descubrimientos argentinos, se registran aquí.

Cuando resulta preciso trabajar junto a los privados, modificar los criterios de la financiación pública y sostener el control de los precios.

Garantizar desde el Estado que todos los fármacos en venta sean eficaces en sentido integral.

Controlar las acciones comunicacionales de los medios y la publicidad sobre la salud pública.

 

Este puñado de determinaciones es posible. Su desarrollo costará enfrentamientos con algunos espacios poderosos y los representantes que las impulsen serán vapuleados. Como ejemplos del volumen del desafío pueden evocarse: las dificultades del ministro de Salud del gobierno del general Juan Domingo Perón mencionado líneas atrás, las padecidas por Arturo Humberto Illia (Ley Oñativia para regular la industria farmacéutica) y por Cristina Fernández de Kirchner (Ley de Genéricos).

Los beneficios de semejante batalla quedarán para las futuras generaciones de argentinos.

 

  • Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal.

Ilustración de Cristóbal Rojas (La miseria)

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