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jueves , abril 18 2024
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MEDIOS / Alternativas, centralidad y márgenes

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *

 

Finalmente, alguien midió algo. Días atrás, en charla abierta entornada por las máquinas, los teléfonos y el mate, comentábamos con varios amigos la imposibilidad de tomar en cuenta información alguna de los grandes medios. Ya no se trata de las ostensibles campañas directas: si vamos en busca de las páginas deportivas, hallamos referencias a las fallas de los clubes como entidades sociales y sugerencias en el interlineado sobre las bondades de las sociedades anónimas, sin citarlas como tales. En Información General encontramos “informes” sobre lo perjudicial de emplear siempre naftas Premium, justo en medio del alza de los combustibles. En Internacionales surgen, salpicadas, “noticias” sobre la pedofilia en la Iglesia, siempre acompañadas por la imagen del Papa, o datos sobre la creciente de precios en Venezuela, mientras la inflación arrasa la economía argentina.

 

Por tirar un puñado de ejemplos nomás; no son los peores. En definitiva, todo lo que están mostrando los medios es operación. Ni hablar de las grandes noticias nacionales: el ocultamiento explícito de los conflictos sindicales y sociales, la transmutación de algunos en hechos violentos, el “vestidor blindado” de Cristina Fernández de Kirchner (¿?¡¡??), la difusión de frases al voleo y sin fundamento como “se robaron un PBI” cuando ese indicador en la Argentina suma unos 600 mil millones de dólares; y las acusaciones a diestra y siniestra sin abordar los ejes visibles y hasta oficiales sobre el deterioro productivo en los dos años recientes. En el intercambio observábamos que la distorsión entre realidad y difusión ha pasado a ser insana y nos preguntábamos por los efectos psicológicos sobre la población.

 

Este desarrollo, suponíamos en la conversación, está dando origen a un nuevo periodismo que desplaza al tradicional, pero no porque el mismo haya llegado a un borde estilístico sino porque sus contenidos son, sencillamente, increíbles. Entre fines de los 50 y el primer lustro de los 60, la revolución surgió a través de la introducción de narraciones noveladas sobre informaciones concretas, insertando la no ficción como innovador quiebre comunicacional. Rodolfo Walsh en primera instancia, Truman Capote con posterioridad, rasgaron la comodidad de la pirámide invertida para crear cumbres en base a investigaciones hondas. Entre los años 70 y los 90 se trabajó sobre la síntesis para presentar una cantidad de materiales de modo condensado y así facilitar la lectura de un público masivo. Hoy, cuando ambos cambios de continente han sido relativamente absorbidos, emerge la necesidad de afrontar la búsqueda de la verdad como factor prioritario.

 

Esto no significa, pensamos tras calentar el agua para mejorar la infusión, que en las décadas anteriores no existiera la lógica batalla de líneas editoriales. Sucede que nunca se habían deformado los hechos del modo espectacular, violento y constante que se registra en la actualidad. No se puede creer en nada: en una línea publicada, en una frase radial, en un zócalo televisivo. El tema de la verdad en la comunicación ofrece sus complicaciones, pero cierto es que algunos elementos han contribuido a desplegar un camino: las preguntas básicas qué cómo quién cuándo dónde, eventualmente para qué, configuran claves a las cuales no se les brinda ya importancia alguna, pese a mantener vigencia técnica. Ni siquiera es importante zambullirse en un complejo debate sobre la objetividad: si la industria cae un 6,7 por ciento en el indicador interanual de junio, las cosas no van mejor, van peor. Aunque el circunstancial informador sea liberal, marxista, nacionalista o con equívocas pretensiones neutrales. Hasta eso se niega.

 

En realidad, un aporte superior para esta discusión es la definición del lugar de mirador. Si el prisma a través del cual se observa la realidad tiene su incidencia, la zona desde donde se la mira es determinante. Claro, veíamos esto durante la charla: aunque en general el presunto término medio no resulte otra cosa que ver el mundo con ojos del Norte, en nuestro país el perfil se ha ido estrechando hasta que toda la actualidad se visualiza y se difunde con los ojos de una empresa bifronte. Consideramos esto. Clarín y La Nación definen el conjunto de las coberturas en base a su interés conjugado. Un disparate. Si bien la lucha de fondo es entre modelo productivo y modelo financiero –por identificar trazo grueso, sin detalles- lo que sucede es equivalente a que todo el debate económico resultara orientado apenas por el HSBC. No sólo las demás empresas; hasta los demás bancos quedarían fuera.

 

Esta idea fue la más peleada porque no es fácil admitirla, aunque suene diáfana. Es que ya no hay contrapunto “interburgués”. La uniformidad se ha instalado hasta en las maniobras más estúpidas y logra reverberancia en los satélites. Pocos días atrás Radio Mitre brindó un flash donde realzó que un busto de Néstor Kirchner, en Rosario, fue pintado con un traje a rayas: lo dio como “información” con tono justiciero, instando a emular. En la breve operación emergía el llamado al vandalismo, pero sobre todo la desproporción de plantar en cabeza del noticiero una historia sin volumen que en otro tramo del país sólo hubiera alcanzado para humoradas sobre borrachines sin mejores ideas a las tres de la mañana. Y muchos lo repitieron, polemizaron acerca del “suceso”.

 

Los señalábamos al comienzo: La degradación periodística argentina logró, finalmente, su medición. Esta charla arrancó con un dato de interés sobre la mesa de trabajo: la Argentina está entre los seis peores países en cuanto a la confianza de sus habitantes en el periodismo. Solo el 37% aprueba a los medios, cuando el promedio mundial es 52%, y llega al 77% en los mejor evaluados. Se trata de un estudio de la Universidad de Chicago, responsable del último informe mundial sobre periodismo del Pew Research. Lo que palpamos a diario pero traducido en porcentajes: como el periodismo concentrado en nuestro país no es creíble, la gente no le cree. Así, se corrobora aquello de la influencia de los medios es vasta pero relativa que explicamos hace tiempo y relanzamos en el libro Periodismo Violento: el esquema financiero sesgado controla el 100 por ciento de los medios de soporte tradicional, pero el 65 por ciento de la población está en contra de este modelo económico.

 

Los datos son alentadores porque hablan de una combinación de madurez y razonabilidad social. La idea de dejar de lado los medios concentrados, de enorme vigor a la hora de tomar recaudos para la salud mental pública, se va convirtiendo en una necesidad comunitaria. ¿Cómo es eso? A la inversa de lo pensado, es preciso bloquearse a las campañas circulantes para no parecer un marciano, para no ser visto como alguien que sólo habla tonterías inducidas. Estamos logrando centralidad informativa –vean los datos, créase o no- al tiempo que los todopoderosos monopolios se van desplazando hacia los márgenes. Esta idea es demasiado fuerte como para quedar acá: ya la desarrollaremos. Sin evitar introducir en el análisis la cuestión económica que en este punto es importante pero ya no determinante como se ha señalado con ampulosidad digna de mayores certezas, en otras discusiones.

 

El futuro está abierto.

 

  • Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica.

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