BIGtheme.net http://bigtheme.net/ecommerce/opencart OpenCart Templates
jueves , abril 18 2024
Inicio / Política / POLÉMICA / El PJ intervenido, el campo nacional popular y la proyección política

POLÉMICA / El PJ intervenido, el campo nacional popular y la proyección política

Aquí presentamos varios textos que, tomando como eje de análisis la intervención del Partido Justicialista, plantean consideraciones políticas de diverso tenor. El lector hallará escasas coincidencias entre los textos, y encontrará en todos razones para reflexionar, polemizar y hasta encolerizarse. Opinan Teodoro Boot, Abel B. Fernández, Patria y Pueblo, Jorge Rulli, Silvana Melo y Sebastián Enricci.

Estos materiales de variado origen se suman a los ya presentados por La Señal Medios en estas mismas páginas. Ellos son: PARTIDO JUSTICIALISTA / Una intervención para anular la acción política (http://laseñalmedios.com.ar/2018/04/10/partido-justicialista-una-intervencion-para-anular-la-accion-politica/) y PJ / La pista de Servini (http://laseñalmedios.com.ar/2018/04/11/pj-la-pista-de-servini/ )

Gabriel Fernández / La Señal Medios

 

Ni un camino fácil, ni un panorama risueño, ni una mentira más

Por TEODORO BOOT *

Que el Partido Justicialista haya sido intervenido judicialmente por perder una elección y no garantizar la unidad pregonada por Juan Domingo Perón es directamente un chiste de Pepe Biondi, pero resultan más graciosas todavía las módicas “polémicas” que desde entonces envuelven a partidocráticos y movimientistas, kirchneristas antiperonistas, kirchneristas antikirchneristas-antiperonistas, peronistas antikirchneristas, pejotistas y antipejotistas, etcéteras y antietcéteras.

No vamos a esbozar ningún análisis de los argumentos de la intervención porque podrían hacernos sospechar la verdadera identidad de los roedores bonaerenses que esfumaron la media tonelada de marihuana extraviada entre juzgados y dependencias policiales, con lo que, presumiblemente incurriríamos en el delito de desacato. Siendo menos riesgoso, además de muy original, haremos entonces el esfuerzo de hablar de “política” (no digamos de “hacer política”, lo que ya sería casi una exageración).

En nombre de la unidad

La intervención al Partido Justicialista no es un tramitecito cualquiera, pues priva al cada vez más difuso peronismo, panperonismo, gigantoperonismo o masomenoperonismo, de un posible “espacio neutral” donde jugar al juego predilecto de los últimos dos años, que vendría a ser el de convocar diferentes reuniones de unidad para ver cómo convocar a la unidad. Sin el Partido Justicialista ya no habría sitio en el que unirse encima, circunstancia que puede llevar a los dirigentes peronistas al difícil trance de tener que pensar y ¡hasta actuar! en base a la construcción de poder político.

Pero aun así, aun entendiendo que la política no consiste tan sólo en reuniones y declaraciones sino en la organización de la sociedad y la producción de hechos que cambian o condicionan la realidad, la privación de un espacio institucional, y al cabo un instrumento electoral, no es un problema menor o a descalificar con argumentos como el de la revolución o el movimientismo. Ni la dichosa revolución ni el no menos dichoso movimiento existen en general y en abstracto, sino en forma de muchas particularidades, diferentes y a la vez coincidentes entre sí. Son, si se nos permite, como la fruta. La fruta es muy buena para la salud, pero usted se va a morir literalmente de hambre si se empecina en hacer una dieta sólo y únicamente en base a fruta, a menos que entienda que no la encontrará en ningún comercio especializado, ni siquiera en las llamadas “fruterías”. Es que la fruta no existe como tal sino en sus entidades particulares, en sus formas de pera, banana, manzana, ciruela, etcétera.

Por otra parte y por más grandilocuentes que suenen y edificantes que sean, las apelaciones a la revolución y el movimientismo no parecen muy eficaces para impedir que al intervenido PJ nacional, tenga o no derecho a hacerlo, se le ocurra a su vez intervenir a tal o cual PJ provincial, aunque más no sea para agregar mayor caos y confusión en el asunto.

La catadura del señor interventor, además y como si hasta aquí fuera poco, garantiza la incautación, por así decirlo, de la totalidad de la cuenta corriente y demás depósitos bancarios del organismo intervenido, desplumándolo de parte de los fondos que serían necesarios para afrontar una próxima contienda electoral.

Entre la nada y la imposibilidad

Privado de ese espacio más o menos común donde unirse encima, en las puertas de la intervención permanente y sucesiva, y sin fondos electorales, a su actual inanición política el giganto o masomenoperonismo agrega la inanición económica y el riesgo de una mayor dispersión.

Sin embargo, la marca de la unidad –ese mandato del Tirano Prófugo que se halla impreso en el ADN de los peronistas tan indeleblemente como en el de la jueza Servini de Cubría– puede llevar a que las innumerables variantes de la ordodoxia político-doctrinaria descubran que el de esbozar un sistema de propósitos comunes puede llegar a ser un factor de unidad tan bueno, y hasta capaz que mejor y más práctico que el de seguir buscándole el pelo a los respectivos huevos. Desde luego, esto obligaría a algún esfuerzo de la imaginación, como el de pensar en algo así como “además de para ser diputado, senador, concejal, intendente o subsecretario ¿para qué otra cosa me dedico a la política?”

La posibilidad de responder esta pregunta ayudaría a más de uno porque, hasta donde puede percibirse, las distintas facciones alternativas a Cristina Fernández de Kirchner a lo sumo atinan a manifestarse tan distantes de ella como del oficialismo, que viene a ser como decir que no son ni gasistas ni plomeros, definición no muy precisa que digamos, ya que nunca estaríamos seguros de no encontramos en presencia de un escribano, un ingeniero, militar, camionero, asaltante de bancos, abogado, punguista, sepulturero, o vaya uno a saber qué clase de monstruos puedan esconderse detrás de esa fachada de ecuanimidad.

La señora CFK, por su parte, en tanto se limita al silencio y la espera, es consciente de que, hoy por hoy, su futuro está en su pasado. No es poca cosa, pues tiene el valor –pero también el costo– de que lo suyo no es lo que promete o anuncia sino lo que ya ha hecho. Es cuestión de comparaciones, se dirá, con el nivel de desastre de que la gavilla gobernante resulte capaz, que, al parecer, es casi infinito.

Si bien el Tirano Prófugo ha demostrado que la fórmula funciona, también fue posible constatar que el futuro nunca estuvo ni está en el pasado, justamente porque ya pasó, con el añadido de que ha sido para empeorar: la Argentina del postmacrismo estará mucho más endeble, escuálida, inerme, herida y colonizada que la del postmenemdelaurrismo, enfrentará problemas mucho más graves y tendrá que hacerlo en peores condiciones. En consecuencia, las posibles soluciones no serán en modo alguno parecidas: en las mieles del pasado nunca están los remedios del futuro.

A la imprecisión, vaguedad, ambigüedad y travestismo de los candidatos a dirigentes alternativos y al silencio de la ex mandataria, se añade el barullo inconsistente de sus más acérrimos partidarios, cuya única y pobrísima propuesta política parece ser la de “con Cristina o contra Cristina”.

Un régimen ilegítimo

La unidad tan pregonada por el Gran Conductor y su epígona María Romilda no suele ser fruto de un sistema de acuerdos, pactos y transacciones, sino la aceptación por parte de las distintas facciones de la preeminencia de una de ellas, más poderosa o con mayores posibilidades de éxito, en el marco de un sistema de conveniencias mutuas y, más importante, de objetivos comunes.

La pregunta que cabría hacer, no ya a los dirigentes políticos alternativos ni a los partidarios acérrimos, ni tampoco a CFK, que por ahora calla y espera, pero sí a las distintas agrupaciones militantes, a las organizaciones sociales, a los dirigentes altos y medios del sindicalismo, de la pequeña y mediana empresa, de los empobrecidos y esquilmados productores agropecuarios –no los rentistas cerealeros sino los auténticos, desde los que cultivan manzanas o verduras a los que ordeñan vacas o crían cerdos o pollos– y a los representantes extrasindicales de los trabajadores precarizados, es si creen posible dar por buenas y ya resueltas todas las trapisondas de que fue y será capaz la gavilla gobernante. ¿Es legal una deuda externa emitida y contraída por las mismas personas y grupos financieros? ¿Se puede considerar legítimo y razonable que un gerente de una trasnacional petrolera determine el precio de los combustibles y de la energía? ¿Aceptarán así como así la sistemática violación de las leyes, la entrega de Malvinas, la renuncia a los derechos argentinos sobre la Antártida, la privatización del Arsat así como del espacio aéreo, el ya anunciado desmantelamiento de TVA, de Aerolíneas Argentinas, de lo poco que se pudo reconstruir del sistema ferroviario, por nombrar unas poquitas cosas?

Una larga tradición

El movimiento obrero argentino tiene una larga historia de luchas gremiales y políticas y una riquísima tradición doctrinaria y conceptual. Pronto se cumplirán 61 años del Programa de La Falda, 56 años del de Huerta Grande, 32 años de los 26 puntos para la Unión Nacional de Saúl Ubaldini, 24 años de la creación del MTA, 41 años del surgimiento de la Comisión de los 25 y 39 de la aparición de la CGT Brasil, que lideró la oposición más firme a la dictadura militar. Y en pocos días se cumplirán nada menos que 50 años del acto que significó el principio del fin de una “Revolución Argentina” imaginada, a la manera franquista, para prolongarse por lo menos durante cien años, el Programa del 1 de mayo de la CGT de los Argentinos.

Aunque sin necesidad de semejante nivel de precisión, el primer paso para que vuelva a existir la política en Argentina es que el movimiento obrero, las organizaciones del trabajo y la producción, formales e informales, recuperen esa tradición y establezcan las bases inapelables e irrenunciables de un modelo nacional y social, no sólo para contraponer al delirio ideológico de moda sino como advertencia a los futuros gobiernos, cualquiera sea su signo, y a los socios y cómplices del actual, como para que no piensen en ninguna posibilidad de salir impunes.

Ganar una elección, aunque hubiera sido por un margen significativo y no por un pelo en un balotaje, “revalidado” dos años después con apenas el 40% de los votos, detener, comprar y extorsionar opositores, presionar jueces, reprimir la protesta, no otorga la suma del poder a nadie ni nadie debería actuar como si la injuria y la manipulación mediática, el manejo discrecional del poder judicial, la sistemática violación de la constitución y las leyes, la privación de las garantías individuales, la entrega del patrimonio común y la rapiña más brutal y descarada de nuestra historia, fueran actos legítimos y naturales.

Esas bases mínimas para la reconstrucción nacional, advertencia a los socios y cómplices de la gavilla, y mandato y límite a los futuros gobiernos, tal vez hasta pudieran conformar el común denominador de una eventual unidad, de suficiente peso y densidad como para acaso imponerse electoralmente pero, más importante aún, para gobernar en función de los intereses nacionales, el bienestar popular y la justicia y la equidad social.

Y ya va siendo hora de que dirigentes y activistas recuerden otra larga tradición, que olvidaron cuando jugaban tan alegremente con ascos y límites en 2015 o, vencidos antes de empezar, reconocían la validez de un escrutinio parcial y provisorio que ya entonces estaba en manos privadas: jamás, en ningún momento de la historia, una oligarquía entregó voluntariamente y por las buenas, no ya el poder, sino siquiera las formalidades del poder. Tenemos bastantes ejemplos en nuestra propia historia, pero debería bastar el simple y cercano de Lula para espabilar al más pavote.

 

El peronismo que viene, el peronismo que no va

Por ABEL B. FERNÁNDEZ *

Este ya no es el blog que conocían, por ahora. No ese lugar de discusión insistente que fue por más de diez años. Pero uno sigue teniendo impulsos de pensar en voz alta, y me doy el tiempo. Además, como antiguo afiliado al PJ, algún derecho tengo.

Aunque aviso que, como queda claro desde el título, mi tema central aquí no es el partido. Debemos reconocer que el PJ nacional y sus autoridades no fueron actores centrales en la política argentina en los últimos dos años. Apenas un ámbito institucional donde se podía trabajar en algunas áreas. Esto ha sido así, en realidad, en los últimos 30 años, después de la legendaria interna Menem-Cafiero, en 1988.

(Hay una excepción: el 2001, el año que implotó el gobierno de De la Rúa. Entonces, Duhalde, al frente del PJ, y Alfonsín, al frente de la UCR, buscaron una sucesión constitucional y posible. Pero eso fue en un contexto de crisis económica terminal, que hoy no está en el horizonte. No?).

En todo caso, mi posición sobre el tema la expuse ya hace 9 días en El PJ, esa cáscara. Los invito a cliquear y leerla, si les interesa.

El tema es el peronismo, del que el PJ es, tradicionalmente, la herramienta electoral. Y después de la muerte de Perón y cuando, como sucede con alguna frecuencia, el peronismo no ocupa la Presidencia de la nación, es el lugar donde se pueden articular y negociar las distintas realidades que componen ese “hecho maldito”. Corresponde decir que ese es el papel que trató de darle en esta etapa su presidente, José Luis Gioja, tomando en cuenta el distinto peso que tienen entre los peronistas los dirigentes que expresan, convocan a esas distintas realidades.

Esa es una parte del problema. Todos esos dirigentes quieren y se esfuerzan en aumentar el peso de su sector y de ellos mismos en la mesa de decisión. Natural; si no fueran así, no llegarían a dirigentes. La unidad del peronismo ha llegado a ser en los últimos meses un lugar común en el discurso de todos los que hablan desde ahí. Eso ha sido el logro de unos pocos que la plantearon desde muchos meses atrás, y, sobre todo, de la realidad. Ha quedado claro que ningún sector peronista, por sí solo, alcanza para derrotar a Cambiemos.

Pero la unidad de la mayor parte de la dirigencia territorial se va a conseguir en torno a la candidatura de quien ofrezca la mejor chance para ganar. Y eso todavía no está definido. Se va a definir, salvo un factor inesperado ajeno a esa dirigencia política, no mucho antes de junio del año que viene.

Hasta entonces, habrá puja interna para sumar voluntades y sentarse a la mesa de las decisiones.

Ahora, es evidente que esta interna tiene algunos jugadores de afuera. Los dos principales, por lejos, son el gobierno de Macri y el partido Clarín. Este, por su propio peso como el aparato mediático más poderoso, y también como una de las expresiones de ese animal fabuloso, la “burguesía nacional” (Con todo el respeto que tengo por la función en la economía de mis amigos de las empresas medianas y pequeñas, no son un factor de poder significativo. No desde la muerte de Gelbard).

Los intereses de estos “jugadores externos” no son exactamente los mismos. El gobierno -una parte de sus operadores- quieren un peronismo moderno, prolijo y anti K, que divida el voto peronista (Una parte de ellos; otros en el gobierno piensan que tener a Cristina enfrente les ayuda a fidelizar su voto).

El partido Clarín no tiene dudas; quiere una alternativa a Macri, para presionarlo, o alejarse de él si se deteriora mucho, y que esa alternativa sea un peronismo con el que pueda negociar en condiciones favorable. El kirchnerismo no lo es, obvio.

Todo esto está muy claro en las mesas de arena de los analistas. Pero en la realidad están los seres humanos individuales, sus ambiciones, temores y delirios. La intervención del PJ nacional y del bonaerense las viene pidiendo el Dr. Duhalde desde hce unos cuantos años. (Hay un eco del Rey Lear, de Shakespeare: Él tuvo un papel decisivo al frente del Poder Ejecutivo nacional en la crisis más grave de Argentina en 138 años, desde la breve guerra civil que condujo a la capitalización de Buenos Aires. Y fue el gran armador de la etapa siguiente: un gobierno peronista que se mantuvo, y mantuvo una razonable prosperidad, por 12 años y medio (Néstor Kirchner fue su candidato, y ministros claves de su gabinete inicial venían de su gobierno.

Pero el “Cabezón” no pudo aceptar su derrota en Buenos Aires, en 2005. Y que ya en su agenda no tiene los nombres de quienes hoy tallan en el peronismo bonaerense).

Y ese pedido de intervención -nuestro sistema judicial es muy… exclusivo- va al juzgado de la Dra. Servini de Cubría, María para sus amigos y la Chuchi para los que no lo son tanto, que tiene 82 años y también una larguísima historia con el peronismo.

El resultado es que el interventor del PJ es Luis Barrionuevo, cuya imagen -ya lo dije en el momento del fallo- da para un peronismo moderno y prolijo como yo para galán joven. El mismo Duhalde ha tomado distancia del asunto, y también Miguel Angel Pichetto, “broker” en el Senado de los gobernadores peronistas y principal armador de ese peronismo “moderno”, de centro y anti K.

Lo que decida la Cámara Nacional Electoral, cuando lo haga, es tan imprevisible, o previsible, como nuestro sistema judicial mismo. Y no es lo decisivo.

Esta situación da para un resultado favorable a la institucionalidad del peronismo, que sólo puede afirmarse en lo que una mayoría de los peronistas considere legítimo. Espero y apoyaré en la medida de mis escasas posiblidades, que el Congreso del PJ convocado para el 18 de mayo apruebe que las únicas autoridades legítimas del PJ, hasta que los afiliados elijan otras, son las del Consejo Nacional.

Esto lo fortalecerá en todo lo que puede ser hoy: ese espacio de negociación y articulación para la dirigencia del peronismo. No de toda. Del otro lado quedarán los que prefieren Macri a Cristina, que existen.

Y, sobre todo, seguirá pendiente la articulación con la mayoría de los gobernadores del peronismo, que no se dará -no está en sus intereses que se dé- hasta fines de este año. Tal vez, no hasta poco antes de junio ’19. Las señales más claras las darán -desde el peronismo y desde Cambiemos- los que decidan separar o unificar sus elecciones provinciales con las nacionales. Los intendentes -bastantes de los cuales gobiernan distritos con más votantes que algunas provincias- no tienen esa posibilidad. Por eso se definirán antes.

De todos modos, después de este largo texto que sólo puede interesar a políticos y politizados, insisto en algo que digo desde hace largos años. Desde antes que abrí el blog. La suma de dirigentes no es la unidad del peronismo. Ni de ninguna otra fuerza política. Algunos, y algunas, tienen liderazgo, “carisma”, aunque ahora no está de moda mencionarlo. Pero son pocos. En cualquier caso, no es transmisible. Ni es a prueba de desgaste, tampoco. Los militantes son valiosos y necesarios, pero son una minoría. No definen.

Los que quieren construir poder político en un país con instituciones democráticas -aún imperfectas, como el nuestro- deben sumar “intención de voto”. Comparado a ese factor, todo lo demás es humo.

  • El Blog de Abel

 

Ante la intervención al PJ Nacional

Por PATRIA Y PUEBLO *

 

Con la insólita e injustificable intervención del Partido Justicialista, el régimen macrista mostró ayer todo el juego de la mafia oligárquico-financiera e imperialista que representa.

Tal como podía esperarse, la voluntad de eliminar las consecuencias económicas del gobierno de 2003-2015 termina en el plano político con la decisión de volver a embretar al país en el esquema político de 1999: un Partido Único de la Dependencia dividido en dos alas que obturaba cualquier posibilidad de utilizar la vía democrática para recuperar nuestra soberanía.

El PRO, que dirige esta comparsa de mercenarios y fascistas que constituye Cambiemos, se ríe de todo y en particular de los casi 40 muertos que le costó al pueblo argentino el mismo esquema que hoy se nos pretende reimponer.

La «república» tan cacareada es lo que antes conocíamos como «colonia». Y una colonia no admite opositores.

Un régimen que no quiere tener oposición, ¿acaso no merece tener una resistencia? Resistir al macrismo es defender la democracia política. Fuera del PJ los mercenarios macristas.

En su momento la oligarquía porteña encabezada por Bartolome Mitre  intervino a sangre y fuego las provincias argentinas.

Más cerca de nuestros días, la oligarquía y el imperialismo, con sus subordinados de uniforme, proscribió, sistemáticamente, a los partidos representativos de la voluntad nacional.

El PJ fue intervenido cuatro veces: por Aramburu, por Onganía, por Videla… y por Macri.

Los subordinados de uniforme fueron sustituidos por mercenarios de traje y corbata. Pero el sentido de la intervención del PJ, la herramienta electoral del Movimiento Peronista, es inequívoco.

Los compañeros de la izquierda nacional, que marchamos junto al peronismo en su lucha por la soberanía política, la independencia económica y la justicia social, denunciamos este nuevo intento del bloque  oligárquico – imperialista por condicionar la democracia argentina.

Sumada a la detención de Lula en Brasil es otra demostración de que los sicarios de Estados Unidos quieren volver a darle el control de su «patio trasero».

Solo una gran movilización popular puede quebrar esta arremetida de la pandilla de grandes propietarios pampeanos, banqueros y gerentes de las empresas extranjeras que desde diciembre del 2015 vienen arrebatando los recursos, el trabajo y la calidad de vida a los habitantes de nuestro país.

Una vez más: solo pueden hacerlo embistiendo las organizaciones del pueblo argentino, y en especial las del movimiento nacional, hoy representado mayoritariamente por el peronismo.

Es urgente impedir que el Pro hunda sus garras en el partido Justicialista a través de su sicario Barrionuevo.

Temen la derrota de Cambiemos en 2019 y para impedirla tratan de crear una «oposición» a su gusto.

Es nuestro deber confluir ya en la resistencia que prepare la derrota de los oligarcas, imperialistas y sus lacayos.

Mesa Nacional
Néstor Gorojovsky – Secretario General
Bailón Gerez – Aurelio Argañaraz – Rubén Rosmarino – Pablo López – Hugo Santos – Jacinto Paz – Gastón González – Juan Maria Escobar

  • Socialistas de la Izquierda Nacional

 

El peronismo no fue intervenido

Por JORGE RULLI *

Pongamos en claro algo fundamental: el Peronismo no fue intervenido.

El Peronismo fue un movimiento nacional extraordinario y que hace mucho agoniza, sin que la fauna cadavérica que vive de sus restos permita que se lo entierre con honor…
Lo que la” Chuchi” ha intervenido, es el Partido Justicialista.

Estamos refiriéndonos a un partido que durante los últimos 15 años ha carecido de conducciones, sino apenas formales, y que ni siquiera ha tenido una dirección insititucional adonde presentarse para desafiliarse o hacer un reclamo.

El Partido siempre fue un instrumento electoral del Movimiento nacional.

Ahora el Movimiento no existe y el Partido es una ficción en que juegan los sátrapas y lobbistas que expresan las políticas de Estado.

El nombramiento de Luís Barrionuevo no solamente desmesura el escenario circense, sino que anticipa fuertes disputas y enfrentamientos.

Suponemos que el mejor negocio de la próxima semana será el de alquilar balcones para ver el espectáculo.

El primer combate del “agárrese como pueda” ya está en los afiches del Luna y se pueden tomar plateas.

De un lado el rufián de Chacarita, y del otro el metrosexual de Merlo, con dos reemplazos en el banco de suplentes: una, sería la wonderwoman matancera respaldada por el financista de Montoneros, y el otro, el lobbista sanjuanino, respaldado por la Barrick Gold.

No me gustan las antinomias, ni quiero optar por la Coca o la Pepsi, pero debo reconocer que desearía que el rufián de Chacarita les de su merecido, una buena pateadura en el trasero, por tanto daño que le han hecho al Peronismo…/

  • Militante histórico del peronismo

 

Intervenido, desavenido, burocratizado… ¿por dónde va el Peronismo Partido?

Por SILVANA MELO *

Sesenta años después de que John William Cooke, aquella leyenda de la resistencia, definiera al peronismo como «el hecho maldito del país burgués», el justicialismo Partido se retuerce en una intervención bizarra sin sostén legal ni legitimidad. Cuando, en la calle, la política se mueve con otros rumbos y el sufrimiento de la gente llega con estética de factura, por debajo de su puerta. Para quienes tienen la suerte de tener puerta. Qué representa la cáscara partidaria con 3,5 millones de afiliados en la Argentina y 5.000 en Olavarría. Cuando en ambas gobierna la derecha institucionalizada y sincera, a la que parece perdonársele casi todo. Federico Aguilera, joven, K y concejal preside el PJ local. Y habla del bipartidismo, los oportunistas y la estrategia de intervenir el PJ justo ahora.

La jueza María Servini de Cubría, Luis Barrionuevo y su compañía de cera y el PJ como herramienta descolocada que en la última elección postuló al menos votado, son la foto más bizarra de los tiempos. Tiempos en que la política se mueve fuera de los cascarones burocráticos, el bipartidismo agoniza y las razones del voto transitan caminos a veces insondables. Más hermanados a la estética y al coaching que a las ideas.

La sorpresa de la intervención del PJ por parte de la Justicia Servini (ya legendaria en sus acuerdos con el poder) no lo es tanto para quienes auscultan la estrategia macrista. «Es una clara intervención de Macri con sus aliados de la corporación judicial para romper con cualquier tipo de intento de reunificación del PJ: sectores del kirchnerismo y otros que se habían alejado habían empezado a confluir», observa Aguilera. «El PJ es una herramienta electoral. Pero como herramienta política está teniendo el rol de articular y re agrupar y de ahí su importancia». Entonces «hoy, ante la necesidad de una oposición fuerte, el PJ tiene mucho para aportar». En una mirada macrista que el concejal adivina, «en una virtual PASO abierta, Macri se asegura la funcionalidad de la estructura más grande de todo el país».

No le falta razón. Porque el peronismo trae todo dentro de la canasta movimientista. El oficialismo y la oposición. La ortodoxia y el progresismo (con todo lo que conlleva la palabra). La derecha y la intención transformadora. El peronismo y el antiperonismo, si eso es posible. Vandor y Ongaro. Cavalieri y Germán Abdala.

Siete millones de argentinos están afiliados a partidos políticos. 3,5 millones, al PJ. Casi la mitad más uno. Un 38 por ciento pertenece a la provincia de Buenos Aires. Cinco mil de ésos está en Olavarría. Un partido atravesado por aparatos varios durante décadas que, en la ciudad, sólo asomó al triunfo una vez desde el regreso de la democracia. Cuatro años ínfimos que el peronismo no pudo repetir, devotado por el liderazgo pragmático de los Eseverris.

Federico Aguilera, hombre de La Cámpora, entre los concejales más jóvenes, kirchnerista innegociable, tiene hoy en sus manos el PJ cáscara, el partido y la sucesión del santellanismo faraónico y familiar. Es mucho todo junto. Y con demasiado símbolo alrededor.

«Es muy importante para nosotros conducir el PJ local porque permite articular con otros sectores, ampliar el abanico de llegada a la ciudadanía. Que sea más grande que el que teníamos desde Unidad Ciudadana». El concejal, que se cuida mucho de mencionar a sus antecesores, habla de aquello donde no llegaba sólo con el cristinismo. Y también, sin decirlo, nombra el coto cerrado que fue ese otro PJ anterior. «Estamos construyendo un peronismo cerca de los problemas de la gente, más que de las peleas de los dirigentes. Lo fundamental es cómo interpretamos a la ciudadanía y cómo actuamos para poner el oído y el cuerpo y buscar una alternativa que revierta esta situación que es muy dura para los trabajadores».

Mientras el PJ, deshilachado en varios sellos partidarios encabezados por figuras que se convierten en ismos rápidamente (massismo, randazzismo, etc), intenta una reedificación pero sin Cristina, Aguilera lo hace desde Unidad ciudadana. «El PJ es una herramienta más para la construcción de una alternativa. Hoy Unidad Ciudadana se ha consolidado fuertemente como una clara alternativa opositora para Cambiemos. Fuimos el sector que se posicionó claramente contra los aumento de tasas y estamos debatiendo los enormes problemas que tienen los olavarrienses. Y tenemos una muy buena respuesta de la gente». En medio del recálculo del eseverrismo, perdido, sin líder y con el pragmatismo herido, el PJ de Aguilera -no el del CECO- construye inusitadamente. «El escenario local va a estar fuertemente condicionado por el nacional. Pero en Olavarría nos consolidamos como la alternativa».

La mitología en pie

Mientras el radicalismo de ciento veinte años terminó como una dependencia trasera de la derecha en el poder, el peronismo de más de setenta sobrevive con la mitología de Perón en pie. «no se cierren, todos los compañeros son importantes y recuerden cómo se hace un buen adobe: tierra, agua, paja y… bosta». El líder tenía claro cómo se construye. Y sabía que los puritanismos no transigen ni traicionan… pero tampoco llegan al poder. En aquellas décadas fundacionales, esa construcción ampliada permitió conquistas impensadas para los trabajadores. Y felicidades que no volvieron a vivir en los terribles pasados recientes. En la agonía del líder, su juego ambidiestro con la izquierda militante y la derecha que empezó el juego sucio de la dictadura que vendría respondía a la misma liturgia. A veces se construye, a veces se destruye. Y mucho.

A 44 años de su muerte, el Perón pos democracia fue enarbolado por Carlos Menem (el neoliberalismo topadora), por Eduardo Duhalde (que sea lo que Dios quiera), por Néstor y Cristina (revulsivos que definirá la lupa de la historia), por Daniel Scioli (¡!) en 2015, por Urtubey, Pichetto y aliados en estos días. Pichetto xenófobo y cultor del desprecio por los migrantes periféricos. Urtubey ultracatólico, militante contra la ley de salud reproductiva, exclusor de los pueblos originarios y promotor de los desmontes. ¿Y Perón? ¿Y el peronismo?

Las preguntas de Cooke

John William Cooke, aquella leyenda de la resistencia peronista, sabía que «el peronismo es el hecho maldito del país burgués», pero también -recuerda Norberto Galasso- que «es un gigante invertebrado y miope» si no «se dan los cuadros necesarios y no se desplaza a los burócratas políticos y sindicales». En las cartas de Cooke con Perón en el exilio, el líder insiste en que «hay que ser como el Papa que bendice a tutti, que la unidad es lo principal dado el poderío del enemigo».

Ante los desacuerdos de Cooke, Perón le responde que «los leales y los desleales cuentan sólo para construir y debemos manejarlos a todos porque si no llegaríamos al final con muy poquitos. Por otra parte, hay dos clases de lealtad, la de los que son leales de corazón al Movimiento y los que son leales cuando no les conviene ser desleales. Con ambos hay que contar». Y Cooke insiste, con una pregunta que no tuvo respuesta entonces ni la tiene ahora: «cuando usted ya no esté, ¿qué significará ser peronista?».

Explicando al peronismo

Federico Aguilera explica -o al menos intenta hacerlo- los desvaríos ideológicos del peronismo, que no excluyen los pasos erráticos de su compañero de historia, el radicalismo.

«A lo largo de la historia han estado en disputa dos modelos antagónicos que han encontrado distintos canales de expresión. El campo nacional y popular, que ha reivindicado las conquistas sociales, por encima del modelo de subordinación de la derecha, ha sido expresado por el yrigoyenismo y por el peronismo; la derecha ha tenido sus expresiones más allá de las dictaduras y ha encontrado ahora una expresión clara en Cambiemos». Por lo tanto «el escenario es de crisis de los partidos tradicionales» pero «siempre están en puja estos dos modelos de país». Que atraviesan en forma transversal a los cascarones partidarios que han sobrevivido a las sucesivas hecatombes políticas argentinas.

«Hay una crisis de representatividad, por los vaivenes de los dirigentes. El radicalismo ha renunciado y traicionado sus banderas histróricas de lucha, con un modelo de concentración para unos pocos. El PJ tuvo sus contradicciones en los 90. Y eso les ha quitado representatividad a los partidos».

«La Unidad Ciudadana de Cristina es la construcción de una centro izquierda que se pare enfrente de la derecha», dice Aguilera, «aunque para la sociedad argentina ésta sea una discusión abstracta». Pero «en el próximo escenario electoral se va a dar otra vez esa puja».

Como soslayando al resto del peronismo, el concejal da por representados «los modelos entre Cambiemos y una expresión de centro izquierda que es Unidad Ciudadana. Dentro de ese frente, hubo, hay y habrá contradicciones. El peronismo siempre fue frentista. Pero la contradicción central son los dos modelos».

-Y a los personajes dominantes como Urtubey, Pichetto, Bossio, ¿en qué lugar los ubicás?

-Están abocados a intereses personales. Y están ubicados en el lugar de los oportunistas. No tienen problemas en saltar de opinión, de espacio político. El lugar de los oportunistas es uno de los más bajos para un dirigente político. Porque no traicionan a un partido. Traicionan a la gente que los eligió.

  • Agencia CTA

 

Intervención del PJ: la solapada proscripción impulsada por Servini

Por SEBASTIÁN ENRICCI *

Por estos días mucho se escribe sobre la solapada proscripción del Partido Justicialista decretada por la jueza de competencia electoral, Maria Romilda Servini de Cubría. En realidad se trata de un decreto de intervención judicial con características que de por sí hacen inviable la medida, sobre todo si se tiene en cuenta las razones que esgrime la magistrada y que fundamenta en «un vaciamiento partidario, provocado por quienes dicen ser peronistas al solo efecto de obtener una ventaja electoral».

En rigor, la intervención de la jueza Servini nombrando al sindicalista gastronómico Luis Barrionuevo al frente del PJ nacional es la segunda en la historia del partido justicialista puesto que la primera fue en 2005. En aquella oportunidad la misma jueza había nombrado como interventor al exdiputado nacional por el FpV, Ramón Ruiz, tarea que terminó con el expresidente de la nación Néstor Carlos Kirchner asumiendo la conducción del PJ en 2008.

Resulta hasta incómodo tener que explicar, en el 2018, que la movilización de todo un pueblo aquel 17 de octubre de 1945 a la Plaza de Mayo para pedir por la liberación del Coronel Juan Domingo Perón (preso en la isla Martín García y único garante de pequeñas pero sensibles e importantes mejoras para los asalariados) no fue la creación de un partido político sino que, muy por el contrario, fue la expresión de un movimiento popular que llevaba décadas gestándose en la sociedad argentina.

En estricto apego a la verdad histórica se debe aclarar que por Decreto Ley Nº 4161 del año 1956 el gobierno de facto de Pedro Eugenio Aramburu no intervino al PJ sino que lo proscribió y que los sucesivos gobiernos militares y pseudodemocráticos intentaron borrarlo de la vida política del país, objetivo que nunca lograron.

Por el Decreto Ley Nº 19.102 de 1971 del presidente de facto Alejandro Agustin Lanusse se posibilitó el regreso triunfante de Perón y el posterior acceso a su tercer mandato presidencial en 1973. Luego los años oscuros de la última dictadura cívico-militar hundieron a la Argentina en la página más sangrienta y atroz de su historia con el nefasto resultado de 30 mil desaparecidos.

Es notorio que la hecatombe económica, financiera e institucional sufrida en el 2001 resultó en una crisis de representatividad de los partidos políticos, sólo basta con recordar la frase popular: «Que se vayan todos». Las históricas agrupaciones políticas implosionaron y pasaron a ser fantasmas de lo que alguna vez fueron. Como ejemplo práctico se pueden notar las variopintas vertientes del legado peronista y de igual modo se ve la deshilachada la herencia del caudillo radical Leandro N. Alem.

Lo que sí queda claro como consecuencia de esta situación es que no sirven para nada ni las organizaciones, ni las teorías políticas, ni los conceptos de movilización política del pasado. Es momento de diferenciar muy bien entre peronismo, peronistas y partidos de extracción peronista, porque no son lo mismo y además no son los únicos que conforman la oposición.

Se hace necesario hoy un replanteo profundo del esquema organizativo, de la línea política, del lenguaje y la manera de entender a la política como herramienta superadora. Esta etapa histórica de neoliberalismo recargado necesita de organizaciones en servicio de la sociedad con propuestas programáticas que esten permanentemente elaborando y sintetizando: «acción-reflexión, acción-reflexión».

La oposición debería dejar de divagar en la falta de respuesta coherente y unirse en función de lo que los ciudadanos necesitan imperiosamente: modificar el precario y supuesto orden establecido por un gobierno que administra al Estado como si fuera un club de fomento. Unir a los ciudadanos frente a un gobierno que deteriora a las instituciones, al Estado de Derecho, a los derechos de los trabajadores, de los jubilados, de los estudiantes, que desnaturaliza la conciencia política de los hombres y mujeres de a pie y lo despolitizan mientras se endeudan a 100 años y reprimen ferozmente con la connivencia de «formadores de opinión» y un el Poder Judicial alejado de su función básica que no es otra que la de velar por la legalidad constitucional.

A modo de aprendizaje y reflexión final se puede afirmar que si cambian los paradigmas, cambian las personas y las organizaciones, pero las ideas siempre prevalecen.

  • Agencia Paco Urondo

Comentarios

comentarios

Visite también

El Papa, por el Estado y la justicia social

El Papa Francisco volvió a tallar. Envió un mensaje a jueces de la Argentina y ...