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martes , marzo 19 2024
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MOYANO / La leyenda de los indomables

En privado un peso pesado de la CGT deslizó: “En marzo o abril se pudre todo. Esto no da para más”. La referencia no tiene que ver con la vaga idea de desestabilizar al Gobierno. Por el contrario, representa las tensiones que emergen de abajo hacia arriba. El humor social ha variado de octubre a la fecha y el desencanto suma adherentes y lentamente se transforma en bronca.

El Gobierno ha dilapidado capital social de la misma manera que entrega soberanía política a los mercados. De la mano de la restauración neoliberal se consolida el programa de la re-colonización del país por parte del capital financiero. La subordinación de la economía a los mandatos de la especulación financiera son un claro ejemplo de la política que ejecuta Cambiemos.

No es casual que luego del documento sindical de Mar del Plata el gobierno profundizara la ofensiva contra las organizaciones gremiales. Estas son el principal dique de contención que encuentra los trabajadores para resistir los embates de una economía que deteriora día a día el poder adquisitivo del salario y desprotege las fuentes de trabajo. El ataque judicial al moyanismo es un rostro más de la avanzada anti-sindical de un  gobierno, que la Secretaría Gremial de la CGT conducida por Pablo Moyano calificó como de anti-trabajador.

Los moyanos son peligrosos para el gobierno. Tienen la capacidad de articular un poderosa unidad en el campo sindical y traccionan hacia la misma dirección dentro del peronismo. Incluso en las últimas horas hubo guiños para con el “cristinismo”. De ahí que desde la Rosada muevan sus alfiles para embarrarle la cancha los camioneros. Graciela Ocaña, una Carrió devaluada, atesora viejos rencores ideológicos contra el sindicalismo y ella es la propulsora de las operaciones judiciales contra los dirigentes del gremios de Camioneros. Pero el moyanismo no se repliega, juega el juego que mejor juega y que más le gusta: Salir por la ofensiva.

Pablo Moyano se ha hecho fuerte dentro de la CGT y tiene espalda social y política para plantarse dentro y fuera de la organización sindical. Se ha ganado el apoyo de importantes sindicatos y ha sabido articular tácticamente con la Corriente Federal. Fue precisamente el Secretario Adjunto de Camioneros quien, en sumatoria con un número importante de sindicatos de diversas extracciones, impulsó las movilizaciones para frenar, al menos por el momento, la reforma laboral. Moyano también, de cierta manera, le ganó la pulseada al insostenible Triaca en el SOMU. Y el mismo Pablo lanzó una convocatoria sectorial pero abierta para movilizar el 22 de febrero en defensa del convenio colectivo de su gremio.

Pero hay más sindicatos indomables. Y eso preocupa al Gobierno. Existe un reagrupamiento de los sindicatos del transporte. Portuarios, aeronáuticos,  trabajadores del peaje, camioneros, cada uno en su sector tienen diversos problemas que constituyen un incremente en la conflictividad. La Corriente Federal logró unir criterios con ambas CTA.  Una de las claves sociales para el 2018. Lo cual marca el aislamiento de  aquellos dirigentes que hacen del diálogo un culto. Los llamados gordos se arrinconan en su propio laberento ante el proceso emergente que puede llevar a una unidad compacta del gremialismo. Sobre todo porque se comienza a comprender que el enemigo de la clase trabajadora se encuentra en la Rosada.

La pedagogía mediática, ejecutora de un nuevo estado de la violencia simbólica anti-popular, hace agua cuando propaga la falsa idea del sindicalismo corrupto. El relato de significante vacío no llega al bolsillo del trabajador, en tanto que la descarnada realidad económica tiene un impacto desbastador para las estructuras familiares y ese estado se percibe en la calle.

La persecución moral, política y judicial a la dirigencia política y sindical opositora, evidencian la necesidad autoritaria con la que el Gobierno quiere ejercer el poder. Una violencia “democrática” que no se ha legitimado a través de las urnas como muchos creen sino por medio del mercado. La ruta de escape del capital financiero.

Mientras Macri ruega en Davos a los inversores que apuesten por Argentina y estos miran de reojo y con desconfianza, el FMI demanda salarios más bajos y trabajos más precarios. Una receta harto conocida a nivel mundial y  también en nuestro país. La idea del Gobierno, que piensa en la reelección, es  la de apagar el incendio con nafta. Se prepara un nuevo paquete de medidas económicas y leyes políticas para cumplir con los mandatos expresados por los socios financieros. Se buscará que todo sea ante del Mundial para transitar un segundo semestre en relativa calma, según las proyecciones presidenciale, de cara al 2019.

El macrismo necesita endurecer aun mas su postura contra los gremios y los opositores. Se relame con lo sucedido en Brasil contra Lula. Un acto objetivo del servilismo y complicidad del sistema judicial con la derecha anti-patria perpetrado por un gobierno ilegal.  En Argentina sucede lo mismo aunque el republicanismo aun goza de buena saludad y complacencia entre sectores reaccionarios. Ir a fondo contra los sindicalistas es la consigna, pero se les ha caído un soldado. Triaca es protegido públicamente pero la interna sangrienta en Cambiemos demanda su cabeza. Para sustituirlo algunos mencionan a  Diego Santilli y otros a la amante de la represión Patricia Bullrich. En todo caso la apuesta es la misma.

En procesos de crisis el sindicalismo argentino ha brindado batallas épicas para salvaguardar las conquistas sociales. Sólo hace falta observar la historia con detenimiento para comprender la desesperación de Macri por acabar con el sindicalismo. La leyenda de los indomable está viva y el gobierno lo comienza a sentir en carne propia.

 

* AGN Prensa Sindical / La Señal Medios / Radio Gráfica

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