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Este jueves la Confederación General del Trabajo, con la adhesión de las dos vertientes de la Central de Trabajadores Argentinos, las organizaciones sociales y entidades de pequeños y medianos empresarios, realizará una huelga nacional en contra del plan económico oligárquico que lleva adelante el gobierno de Mauricio Macri.
La decisión, rápida en comparación con otros períodos históricos, marca un hito en el vínculo de la sociedad argentina con las autoridades a poco más de un año de su asunción tras las elecciones efectuadas en noviembre del año 2015. Durante todo el 2016 los sindicatos y los movimientos sociales se movilizaron ininterrumpidamente.
En primera instancia, lo hicieron los trabajadores estatales, quienes recibieron el mazazo inicial de los despidos. Luego, los obreros industriales empezaron a decir lo suyo ante las consecuencias de la apertura económica. El tramo inaugural de las protestas se canalizó en la jornada del 29 de abril del año pasado, cuando todas las centrales confluyeron en un gran acto ante el Monumento al Trabajo.
Con posterioridad, las CTA realizaron una imponente Marcha Federal. Cientos de miles de trabajadores de las provincias confluyeron sobre la Capital Federal con sus demandas. Más tarde, el 7 de marzo del año en curso, la CGT llevó adelante un enorme acto en Plaza de Mayo, donde la multitud clamó por un paro general.
En todos los momentos se hizo presente la Corriente Federal de Trabajadores de la CGT. Esta instancia organizativa desarrolló en los dos años recientes una intensa labor destinada a reorganizar las delegaciones regionales cegetistas. Elaboró un programa de 26 puntos con el objetivo de trascender la protesta y debatir una programa de gobierno futuro. Exigió el paro nacional y a partir de ahí, propone la realización de un Confederal de CGT para disponer un Plan de Lucha.
Con todos estos elementos previos, el paro de este jueves 6 de abril se prevé hondo y abarcativo. A la vieja usanza de las huelgas de la CGT en las cuales la inactividad resultaba total. Uno de los elementos que favorecerá este objetivo es la adhesión de los sindicatos del transporte, que pese a sus diferencias con los demás protagonistas, se disciplinaron a la determinación general.
El paro marcará un antes y un después. Es previsible que, pese a la exigencia social, el gobierno ratifique el rumbo económico que puede sintetizarse en: despidos y suspensiones, apertura importadora, recortes a programas educativos, científicos, tecnológicos, deportivos y de salud, reducción del poder adquisitivo de la población, alto nivel de endeudamiento externo; en definitiva, transferencia de recursos de los sectores populares hacia los concentrados.
Como contracara es previsible también que las organizaciones gremiales y sociales, con creciente apoyo –debido a las secuelas de semejante acción económica- de comerciantes y empresarios, ratifiquen sus protestas. Así, se abre un ciclo en la Argentina marcado por la confrontación aguda. Tras diez años de crecimiento económico ininterrumpido, el país está en caída y el pueblo intenta ponerlo de pie nuevamente.
En el mes de octubre se realizarán las elecciones nacionales de mitad de mandato. Si el gobierno llega a esa fecha, puede resultar una oportunidad significativa para trasladar el palpable rechazo callejero al ámbito político. Allí radica otro desafío: la posibilidad de canalizar la bronca social contra el ajuste en un contundente planteo destinado a dañar la legitimidad del gobierno macrista.
GF / LSM
