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FRANCIA / La “escoria” llama de nuevo

Por GUADI CALVO *

El brutal abuso policial, a esta altura de los tiempos podríamos decir que “brutal y rutinario” del que fue víctima Theo Luhaka, un ciudadano francés de 22 años, el pasado jueves 2 de febrero, cuando salía de su casa en Aulnay-sous-Bois (Seine-Saint-Denis), en el norte de la periferia parisina, ha generado en los suburbios de Paris, una serie de protestas que se están sucediendo noche tras noche, y hace temer que termine estallando tal como sucedió en noviembre de 2005.

Theo, al resistirse al embate policial, fue reducido por cuatro policía, que a manera de castigo medieval, le introdujeron una cachiporra en el canal anal, que alcanzó sección del músculo del esfínter, produciéndole heridas por las que ha debido ser hospitalizado. Los médicos estiman que por la gravedad de la lesión tendrá más de dos meses de recuperación.

El hecho fue registrado por una cámara de vigilancia que muestra cuando cómo un policía golpea a Theo, y cuando sus pantalones caen “milagrosamente solos” según las autoridades.

El abogado de Theo, declaró que el joven fue detenido por policías para hacerle un control de identidad cuando salía de casa. «Le ordenaron que pusiera las manos en la espalda y, esposado, le lanzaron gas en la cara, mientras a golpes lo obligaban a sentarse, tras lo que sintió un “terrible dolor en el trasero”.

El abuso policial, es norma en los poblados márgenes de la capital francesa, donde radican las clases populares de origen migrante.

Se estima que en los quartiers populaires despectivamente llamados banlieues de París, viven entre 10 y 12 millones de personas en su mayoría, inmigrantes o hijos de inmigrantes, mientras que la población parisina no alcanza los 2.5 millones. De los casi 65 millones de francés, 6.6 millones tiene un familiar inmigrante.

Fueron justamente en los sectores populares donde tras ser conocido el ataque policial contra Theo, se iniciaron y se siguen sucediendo las protestas, que más allá del caso puntal del Theo, se reproducen en cientos de miles de jóvenes pobres, árabes y negros humillados y perseguidos de manera permanente por la policía.

Miles de estos marginados están ocupando las calles desde el sábado siguiente al ataque cuando más de 2 mil manifestantes se congregaron frente a los tribunales exigiendo “justicia para Theo”.

En la localidad de Bobigny, cerca de Aulnay-sous-Bois, la protesta se inició de manera pacífica, donde diferentes oradores denunciaron a la policía por los excesivos controles y las agresiones que practican contra ellos de manera diaria.

Mientras se desarrollaba el acto,  algunos manifestantes, respondieron a la provocación policial produciendo algunos destrozos en las calles, quemando autos y rompiendo vidrieras. En aquel primer choque la policía detuvo a 50 personas, en los días sucesivos esta cifra llegó a los 500.

Diferentes actos se realizaron ese mismo sábado cuatro en Ruan, Toulouse y Nantes, donde se repitieron los enfrentamientos con la policía.

En Yvelines, Élancourt, al suroeste de París, los manifestantes han resistido los embates policiales con bombas molotov, las que han provocado el incendio de media docena de vehículos. Lo mismo ha sucedido en Chanteloup-les-Vignes, donde se intentó tomar una repartición policial.

Otros incidentes similares se registraron en Nanterre, cerca de París Asnières, y en Clichy-sous-Bois, en el departamento de Val d’Oise, incluyendo Deuil-la-Barre y Nanterre (Hauts-de-Seine).

Intentando apaciguar los ánimos, 5 días más tarde, el presidente François Flanby Hollande visitó a Theo en el hospital, acompañado por un nutrido equipo de prensa. Flanby Hollande declaró que el joven había tenido “un comportamiento ejemplar” y que tanto él como su familia habían reaccionado “con dignidad y responsabilidad” ya que tanto Theo como su familia habían llamado a la calma, tras conocer los incidentes.

Más allá de las sentidas y apropiadas palabras del presidente las protestas continuaron, por lo que Hollande se vio obligado a visitar esta vez Aubervilliers en Seine-Saint-Denis, en los extramuros parisinos donde sus palabras de “paz y armonía” no se escucharon bien, ya que cada noche la violencia va en incremento.

El gobierno de Hollande, necesita de manera urgente descomprimir la situación, que  tanto organizaciones de extrema izquierda, extrema derecha y fundamentalistas islámicos incentivan.

El gobierno francés de ninguna manera puede permitirse llegar a las presidenciales del 23 de abril, con el país en llamas. Lo que sin duda daría la victoria a la máxima referente y candidata presidencial del ultra nacionalista Frente Nacional, Marine Le Pen, usufructúa ventajosamente tanto atentados como la crisis de los refugiados. Su electorado fundamentalmente el francés “puro” y muchos sectores de la sociedad francesas, han encontrado en el inmigrante el chivo expiatorio de todos los males propios.

Aunque no está permitido en los censos preguntas sobre creencias o razas, si se permite preguntar por el país de origen, de lo que se desprende según la información del Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos, que el 43% de los inmigrantes proviene de África, siendo sus ex colonias Argelia con 13.5 % y Marruecos 12.3%, las que tienen mayor presencia.

Jamás fue amigable la relación entre el estado francés y los migrantes del tercer mundo, proveniente mayoritariamente de las ex colonias tanto en el Magreb, África subsahariana, Medio Oriente y el sudeste asiático, por lo que la actual situación se remonta en el tiempo.

La Francia blanca y los gobiernos que la han representado, han generado una fractura social histórica, que aletada por los últimos actos terroristas, se ha profundizado dado la posibilidad a los partidos de derecha y ultra derecha a ser una opción de gobierno para las elecciones de abril próximo.

Marine Le Pen, aprovechó la oportunidad para responsabilizar de esta nueva crisis a las políticas migratorias laxas de los gobiernos anteriores, y para colocar a su partido como él único con “ideas” para solucionar estos problemas. Le Pen en sus declaraciones agregó: “Se han adquirido malos hábitos y algunos (inmigrantes) piensan que pueden actuar con toda impunidad”, prometió: “Devolver a los policías los medios para actuar” y acusó a los políticos tradicionales de culpar siempre el accionar policial.

Mientras la líder de Frente Nacional, está dispuesta a ocupar el centro de la escena, mostrándose, como el bombero indicado para los encendidos, en los barrios de la periferia, su principal rival el socialista Benoît Hamon, aconsejado por el propio presidente Hollande, ha esquivado por estos días a la prensa y prefirió un concienzudo silencio.

2005 allá vamos.

Mientras cada noche más barrios se encienden y los sórdidos bloques de hormigón, que hacen de cinturón a las grandes ciudades como París, Marsella o Lyon, donde se hacinan millones de francés, más allá de etnias y creencias, fundamentalmente pobres, desocupados, marginados y excluidos, por un sistema que los ha aislado en guetos estigmatizados por prejuicios, segregación social a los que la apabullante crisis económica ha golpeado con mayor dureza, son observados por los burócratas, los servicios de inteligencia y la policía de manera pasiva esperando que estallen.

Todo lo sucedido es trágicamente parecido a lo ocurrido a partir del 27 de octubre de 2005, en que dos jóvenes de 17 y 15 años aparecieron carbonizadas en un transformador eléctrico, en la comuna francesa de Clichy-sous-Bois, al nordeste de París.

Ziad Benna y Bouna Traoré, tunecino y malí respectivamente, aprovechado el receso escolar de otoño habían estado jugando al fútbol y al volver a sus casas se encontraron con la policía, buscando a los responsables de un robo.

Los dos adolescentes, junto a otro amigo, Muhittin Altun, turco-kurdo, para evitar el obvio interrogatorio policial, intentaron esquivar a los agentes, que comenzaron a persiguieron.

Los tres jóvenes se escondieron en el transformador eléctrico, Ziad y Bouna, murieron de manera instantánea, mientras el tercero sobrevivió tras sufrir graves quemaduras.

Tras el juicio que duró diez años, los policías responsables fueron absueltos.

La muertes de Ziad y Bouna, fueron los detonantes de los disturbios que se extendieron a lo largo de todo el mes de noviembre de ese año abarcando no solo docenas de banlieues parisinos sino unas 274 ciudades del interior del país como Ruan, Dijon, Marsella, Sena y Marne, Val-d’Oise, Lille, las protestas llegaron a replicar en Bélgica, Suiza, Alemania, Dinamarca Holanda y Grecia.

En las tres semanas que duraron las manifestaciones se incendiaron cerca de 10 mil vehículos, y se destruyeron centenares de locales comerciales, por lo que el gobierno del presidente Jacques Chirac, con el torpe Nicolás Sarkozy, como ministro del interior, se vieron obligados a declarar el estado de emergencia el día 8 de noviembre.

Durante esos días se produjeron más de 3 mil detenciones, mientras que los daños alcanzaron los 200 millones de euros, si no contamos que fueron estas protestas lo que inocular en muchos de los jóvenes reprimidos por las autoridades el germen del fanatismo religioso, quizás el único lugar que encontraron donde refugiarse.

Más tarde el plan Espoir Banlieues (Esperanza Periferia), que “inyectó” millones de euros en los barrios más postergados contuvo, en parte,  a la población.

El entonces ministro Sarkozy, quien fuera presidente de Francia desde 2007 a 2012, y en gran parte responsable de la actual situación en Medio Oriente y Libia, en una de sus tanta declaraciones por aquellos días de noviembre alardeó frente a los vecinos de uno de los barrios afectados por las protestas: “Vous avez assez de cette bande de racaille” (Estáis hartos de esa escoria), para finalizar teatralmente “Ben, on va vous on débarasser” (Bien, os la vamos a quitar de encima), por los sucesos de estas últimas noches parece, que fiel a su estilo, Sarkozy no supo hacer su trabajo.

*Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

 

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