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PERSPECTIVAS / El rediseño de Medio Oriente

Por MARCELO RAMÍREZ *

Los kurdos han cobrado un papel clave en la geopolítica de los EE.UU., que impulsa un rediseño del mapa de Medio Oriente con la creación de un nuevo Estado: el Kurdistán, con importantes mermas territoriales para Turquía, Irán, Irak y Siria. Turquía sufre la nueva política donde los kurdos del PKK que, apoyados por la OTAN, redoblan sus ataques, mientras que Erdogán, en un giro copernicano, se acerca a Rusia.

 

La situación de conflicto generalizado en Oriente Medio no es fruto de la casualidad, sino de una estrategia diseñada en el Pentágono como forma de garantizar el control de EE.UU.

En el 2013 el general del Ejército de los EE.UU. Wesley Clark, decía: “Vamos a tomar 7 países en 5 años, comenzando por Iraq, Siria, Líbano, Libia, Somalia, Sudán y acabando con Irán”.

Las palabras de Clark no debían ser tomadas a la ligera, Clark no es un militar cualquiera, fue Comandante de la NATO (OTAN) durante la guerra de Kosovo y fue precandidato a la Presidencia de EE.UU. por el Partido Demócrata en el 2003. Pese a la gravedad de sus afirmaciones, sus palabras circularon por internet, pero fueron ignoradas por lo grandes medios de comunicación. Hoy podemos afirmar que sus profecías fueron bastantes más acertadas que las de muchos profesionales de la adivinación.

El rumbo de la política de Obama se enmarcó en lo que el Teniente Coronel Ralph Peters calificaba como la política de “caos controlado”. Peters perteneció a la Oficina del jefe adjunto del Estado Mayor de Inteligencia y fue responsable del desarrollo de métodos de futuras guerras, jefe del Departamento de Eurasia, graduado de la U.S. Army Command and General Staff College, con un master en relaciones internacionales.

Peters, además, es experto en el campo de la seguridad nacional y global, inteligencia y estrategia militar, trabajando durante 10 años en Alemania en el período de la Guerra Fría, especializándose en la Unión Soviética.

El militar plantea que en el futuro las guerras convencionales no serán las predominantes, pero asistiremos a múltiples y permanentes guerras de baja intensidad y desgaste para destruir a aquellos países que se opongan a los intereses corporativos. En su visión, las diferencias sociales serán cada vez mayores y producirán una inestabilidad permanente, combinándose temas religiosos y tribales como resultado de la penetración cultural estadounidense que destruye las raíces naturales locales y promueve enfrentamientos como forma de buscar una reafirmación de las identidades populares afectadas por esa deconstrucción de la identidad propia de cada pueblo. Peters augura un crecimiento del sentimiento antiestadounidense como consecuencia de las condiciones sociales cada vez más duras por lo que su país debe esperar un mundo mucho más hostil que el actual.

En el artículo “Why Putin should scare us” (“Por qué Putin debe asustarnos”), Peters afirma que uno de los desafíos más importantes para EE.UU. es Vladimir Putin, a quien se refiere como el líder nacional más eficaz nacido de la tradición del nacionalismo agresivo ruso que restauró el poderío de este país, considerando entonces que la amenaza representada por el mandatario ruso debe ser eliminada.

Ralph Peters cobró cierta notoriedad cuando trató el Gran Oriente Medio en un artículo llamado “Blood borders: How a better Middle East would look” (“Fronteras de sangre: ¿Cómo quedaría mejor Oriente Medio?”) para el “US Armed Forces Journal”.

¿Qué tiene de particular este hecho? Peters diagrama allí un nuevo mapa de esa región, fruto de su experiencia y sus deseos, donde exhibe una redistribución de países que verán afectadas sus fronteras nacionales. Entre los cambios observados se destaca en nacimiento del Kurdistán, clave para entender el proceso geopolítico actual.

El pueblo kurdo tiene una historia de siglos en la que su identidad cultural se mantuvo firme dentro de los límites de los diferentes imperios que dominaron esa región.

La situación varió una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, porque el pueblo kurdo se vió dividido como parte de los territorios de Siria, Turquía, Irán e Irak, desarrollando la voluntad de contar con un Estado propio en un mundo en el que se habían creado un sinnúmero de Estados artificiales que no respetaban las identidades de los pueblos.

 

(Mapa publicado en septiembre de 2013 por la periodista Robin Wright, investigadora del United States Institute of Peace).

 

Dentro de la política del Gran Medio Oriente que impulsa EE.UU., según se demuestra por la presentación de Condoleezza Rice en el 2002, el pueblo kurdo se transformó  en un elemento estratégico clave en el nuevo diseño.

El primer acto fue la necesidad de desestabilizar a un Saddam Hussein que había caído en desgracia, utilizando a los kurdos del norte de Irak, quienes se encolumnaron detrás de la coalición occidental y fueron decisivos para la caída y posterior captura del líder irakí.

Mientras los kurdos eran apoyados por la inteligencia estadounidense y británica, en Turquía el juego era el contrario. El Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), era combatido porque amenazaba la estabilidad de Turquía, puntal de la OTAN en la región. El PKK no tuvo más opciones que refugiarse en el otro apoyo de poder global existente en la lógica binaria de la Guerra Fría, que era la URSS.

El Estado Islámico de Irak y Levante (ISIS en inglés) fue la herramienta elegida para crear en un caos controlado en la región. El ISIS, que mudó su nombre a Estado Islámico y que es denominado despectivamente como Daesh por los críticos, ratificó con su accionar las palabras del General Wesley Clark ya citadas. Los países de Medio Oriente que desafiaran los intereses de EE.UU. y sus aliados regionales serían destruidos y sumidos en un caos que les impediría reconstruirse como Estados.

La decidida intervención de Rusia con la colaboración del Hezbollah (Irán) frenaron el plan. El presidente de Turquía, Erdogán, quien tenía disputas históricas con los kurdos del PKK, comenzó a ser una molestia por el desgaste que su figura experimentaba en Occidente y la poca previsibilidad de sus políticas.

Al fin y al cabo, Erdogán tenía sus propias metas, poner de pie a una Turquía heredera del Imperio Otomano, cuyo orgullo era seriamente afectado por la poca consideración de Occidente.

Integrar la Unión Europea (UE), un objetivo de la política turca en las últimas décadas, perdió interés debido a la crisis prolongada que pone en dudas continuidad UE.

EE.UU. mostraba una debilidad creciente mientras que China y Rusia emergían como nuevos actores de proyección global.

Obama decide entonces que Erdogán ya es prescindible y le da vía libre a Fetullah Gülen, el clérigo multimillonario que desde EE.UU. podía orquestar un golpe de Estado para derrocarlo.

El presidente turco, alertado por la inteligencia rusa, desbarata el plan. Obama, aún a pesar de la victoria de Trump, redobla la apuesta y envía un convoy de armas a los guerrilleros kurdos en Irak.

La nueva estrategia, ante la situación del fracaso de instaurar el Califato islámico por parte del Daesh, es reposicionar a los kurdos para ocupar el espacio que antes ocupaban los takfiríes (musulmanes sunitas que rechazan a otros musulmanes a los que acusan de apóstatas).

En consecuencia los kurdos del PKK, contenidos en la época de amistad con los soviéticos, hoy son apoyados en su lucha contra Erdogán. En la actualidad han pasado a depender de EE.UU., único país que apoya la constitución del Kurdistán, mientras que Rusia ofrece una fórmula de autonomía enmarcada en una construcción de un mundo multipolar, pero sin la creación de un Estado que desestabilizaría la región por la cantidad países afectados. No hay muchas opciones más viables para los kurdos, quienes hoy comienzan a ser posicionados como los nuevos luchadores de la “libertad” por la prensa occidental,  que inclusive dedica grandes espacios a las mujeres Peshmerga.

En un giro de 180 grados, Turquía ratifica su realineamiento con Rusia, con el acercamiento a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), expresando que es una opción mejor que la UE, porque “ningún país en la organización interfiere en los asuntos internos de los países miembros y las ganancias mutuas -más que las imposiciones unilaterales- es la visión en la OCS”.  Turquía, asimismo, presidirá el Club de la Energía de la OCS en 2017, siendo el primer país no miembro pleno de la OCS que tiene su periodo presidencial.

Recientemente, el presidente turco visitó Rusia, Bielorrusia, Pakistán y Uzbekistán, países de mala relación con los estadounidenses, mientras que desde Occidente le responden forzando una devaluación del 21% de la lira turca y bajándole la calificación del país. Turquía ha comenzado una campaña de desdolarización en materia interna, cambiando dólares por liras y ofreciendo a  China, Rusia e Irán comerciar en sus monedas locales sin utilizar el dólar.

Stratfor, la agencia considerada un alter ego de la CIA, advirtió que si este ejemplo se generaliza, la hegemonía del dólar se pondrá en duda y con ello la de EE.UU.

Turquía ha actuado velozmente bloqueando con sus fuerzas especiales la ciudad estratégica de Al-Bad, impidiendo a los kurdos del YPG establecer un corredor en el norte de Siria.

Turquía en su política de alineamiento con Rusia, ha decidido avanzar con el Turkish Stream que llevará gas natural desde Rusia a Turquía.

Un dato más para tener en cuenta sobre lo que está sucediendo es el éxito de la retórica nacionalista y patriótica de Erdogán que le ha permitido, según una encuesta realizada por A&G fechada el 11 de diciembre del 2016, que el 83% de los turcos no considera a los EE.UU. como un aliado y un 61% hace lo propio con la UE, mientras que el 66% estima a Rusia como el país al que deben aproximarse.

Definitivamente se está produciendo un profundo reacomodamiento político en una  región de enorme importancia geopolítica, reflejándose impensados cambios de bando que rompen con los esquemas predominantes en las últimas décadas.

 

*Marcelo Ramírez. Integrante del OGEOc y Director de Contenidos de Asia Tv / LSM

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