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viernes , abril 19 2024
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CONTRA GILDA / Amor líquido

por GUSTAVO RAMÍREZ *

 

“Esperar que la vida te trate bien

porque eres buena persona,

es como esperar que un tigre

no te ataque porque eres vegetariano”.

Bruce Lee

 

I

Las esperanzas se pueden cifrar en falsos héroes cuando las necesidades políticas son absorbidas por agujeros negros sociales.

En la era del fluido todo pasa demasiado rápido y hay ídolos que se descomponen de un año al otro. Es curioso como solemos abrazarnos a cadáveres aun calientes para darle un significante cultural a la corrección política.

El vaso sanguíneo de las identificaciones culturales puede estar dado en la trascendencia metafísica del acontecimiento. La muerte potencia el esplendor de luces opacas. ¿Brillaría de igual manera la cartelera de Gilda si estuviera con vida?

El gusto estético o artístico es difícil de medir o de discutir. Los parámetros gozan de la buena prensa que tiene, para estos postulados, la subjetividad.

En el caso de la cantante de cumbia se sobrevalora una imagen sin mayores condimentos que los que puede tener una novela bien escrita. Su historia de vida se entrecruza con canales de aguas mansas. Es una silueta distorsionada por el prisma de cierta uniformidad sensitiva.

El efecto propagador de la buena propaganda compone una trama socio-cultural que expande el campo de acción de figuras intrascendentes. Gilda es una cantante menor enquistada en un cuerpo social que propende a recargar de intencionalidades políticas los manifiestos culturales. Gilda es importante para sus admiradores y adquiere una dimensión infrahumana a partir de una película rápidamente olvidable.

 

II

Hay quienes sostienen que no existen fronteras divisorias entra las expresiones artísticas y que las mismas son un invento de “academia”. No queda muy en claro ese concepto, sobre todo porque no permite distinguir el proceso creativo en sí mismo y mucho menos el mensaje de ese proceso. No puede reducirse todo al gusto, que además está mediado por la llanura social.

El inframundo de lo popular desarrolla conductos que suelen devastar las apreciaciones que imbrican lo artístico, lo sensible y lo emocional. Precisamente, pareciera que la única razón posible, dentro de la manifestación artística, fuera el rapto emotivo.

Se emparenta a la cantante con lo místico a partir de leyendas sobredimensionadas que saltan de la realidad. Gilda está por encima de la cantante Gilda en tanto es un fantasma con superpoderes sanadores. Una heroína del interior pobre que se impone a los prejuicios de “la buena cultura” citadina. Una historia trillada para ensalzar a seudo ídolos populares. Si Gilda está más cerca de la ficción entonces todo es posible. Claro. No deja de ser un falso plano.

Sobre el arco iris de gravedad Gilda asoma como febo en la épica estridente de un himno sagrado. Al igual que los Pistols ella pude ser producto del marketing. Aunque la idiosincrasia mutante del progre promedio lo intente negar.  Es curioso porque sus adeptos, al menos en la prensa escrita, por éstos días casi no hablan de sus discos. ¿Será, entonces, que se deja de lado su costado más flaco para resaltar un ícono que sirve como tótem en el divague político? Pero Gilda. ¿No quería ser solo reconocida como una buena cantante?

El arte, como el periodismo, debería ser un lugar incómodo. Resulta un tanto snob ponderar resultados de los cuales no estamos del todo convencidos sólo porque representan los autóctono y lo costumbritas nacional. Ambas cosas sumamente discutibles. Puede que muchos bailen y disfruten la “música” de Gilda. Pero sobredimensionarla hasta el hartazgo es un significante vacío. Hay vicios sociales demasiado extraños dentro del cuerpo disciplinado del buen salvaje.

* AGN / La Señal Medios

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