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ASIA / Mirar hacia adentro para gravitar afuera

Por GABRIEL FERNANDEZ *

 

Hay mucha gente allí. La coalición de la que estamos hablando contiene 1.500 millones de personas en unos 30 millones de kilómetros cuadrados. Claro, están China y Rusia. Pero la vertebración se alarga hacia Asia Central; en 1995 se congregaron Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán. Por ese entonces el núcleo se denominaba Conferencia de Cooperación de Shangai y los amigos les llamaban el Los Cinco de Shanghai. Pasaron varias cosas en el medio, y sobre el 2001, tras la integración de Uzbekistán, el asunto se puso más formal: se fundó la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS).

EJES. La Carta de la OCS fue suscripta por sus seis integrantes en el año 2002. En San Petersburgo. Deja claros los caminos estructurales y organizativos, así como los objetivos y los principios. Entre los ejes de la misma se destacan la elaboración de políticas conjuntas sobre Seguridad, Cooperación Económica y Desarrollo Cultural. A diferencia de los preceptos de otras asociaciones, en este caso el primer y el tercer punto no son apenas relleno del trasfondo determinante. Si nos acompaña, veremos porqué, y en ese porqué hallaremos claves significativas.

Tanta gente; pero nadie osaría suponer socio menor a la entidad que crece a la vera de la OCS: la Asociación de Naciones del Sur Este Asiático (ASEAN), formada por Malasia, Indonesia, Myanmar, Laos, Cambodia, Filipinas, Singapur y Vietnam. El acople entre ambas agrupaciones es progresivo, pero complejo. Si no está exento de distancias históricas, de todos modos cuenta con profundos intereses confluyentes de actualidad. Y ya se sabe, no hay actualidad sin proyección futura. (La pugna de proyectos en el seno de esa entidad, empero, existe. No son pocos los analistas que advierten sobre la presencia de representantes del capital financiero en sus gobiernos.)

Hay más gente todavía. Fíjese. En el año 2003 la OCS pactó una zona de libre comercio con la Comunidad Económica Euroasiática (Eurasec) donde están varios conocidos: Rusia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán más Bielorrusia. Ese año arrancaron las maniobras militares conjuntas y al siguiente, los jefes de Estado de la OCS configuraron –efectivos de todos los ejércitos coaligados y con dirección centralizada en altos mandos de cada nación- una fuerza temible para garantizar la armonía regional: la RATS, estructura de seguridad de la organización.

DEFINICIÓN. Siguieron llegando amigos, portando multitudes. En el 2005 ingresaron a la OCS, en carácter de observadores, Irán (nada menos), India y Pakistán. Allí se visualizó una zona de clivaje, un antes y un después en el rumbo político: además de admitir a la potencia persa –con todo lo que ello implica- la OCS se permitió rechazar ¡el pedido de admisión de los Estados Unidos! De ese modo podemos entender porqué se evalúa la Seguridad como un punto relevante de la asociación.

Puertas adentro del continente, aunque con relevancia para toda la humanidad, Rusia y China se encargaron de limar las tradicionales asperezas entre indios y pakistaníes; esos roces tienen su importancia, porque de los mismos surgen chispas nucleares.

El asunto progresó. Se pusieron en marcha obras de infraestructura, sobre todo en el rubro energético, pero también, desde el 2007, un vínculo interbancario que se fue consolidando a medida que avanzaban los problemas financieros en Europa y se expandían en el orden planetario. También se desplegaron con más intensidad las áreas de transporte, telecomunicaciones. Persistieron las prácticas militares, tituladas “Misiones de Paz” y las actividades culturales, que contribuían a conjugar la argamasa que unifica la idiosincrasia de los pueblos protagonistas del gran encuentro.

JUSTO. Entre el 2008 y el 2009, cuando el capital financiero internacional desnudó su esencia, China reflexionó a fondo y empezó a ofrecer préstamos suaves a los miembros de la OCS. Aunque el sacudón reverberó, los asociados fueron capeando el temporal sin consecuencias sociales intensas y sin detener sus proyectos económicos básicos. La cuestión es decisiva porque de ese modo se licuó la influencia negativa de la caída del flujo de comercio internacional. A eso se le llama estar en el lugar adecuado, con la solución justa, en el momento exacto. Y mientras Europa se desmontaba en base a ajustes fiscales improductivos, la OCS ratificaba el rol de los Estados en la solución de los problemas económicos.

Con un añadido. Todos los miembros de la OCS resultaron beneficiados, aún China, cuyo crecimiento industrial formidable requiere de una creciente provisión de petróleo. Estados Unidos, a instancias del siempre atento Zbigniew Brzezinski, intentó demoler la coalición ofreciendo el oro negro en base a la producción de sus aliados en Oriente Medio: Arabia Saudita y Qatar. La tentación para China resultó grande; pero allí hicieron su irrupción Rusia, especialmente, e Irán, quienes van logrando cubrir las necesidades del coloso. La OCS volvía a sortear una situación compleja sin abrir el juego a un Occidente con planes bien distintos. Vale recordar que la cuenca más importante del mundo es el Golfo Pérsico, y la segunda, Asia Central.

Perro mundo habrá dicho Brzezinski, quien aseveró que la conjunción entre Rusia y China configura “el escenario más peligroso” para los Estados Unidos. Desde un perfil antagónico, el analista internacional Henry C.K. Liu se mostró gozoso en poder señalar que las propuestas estadounidenses carecen de atractivo para China, porque implicarían acuerdos entre una economía estancada  y otra en franco crecimiento. Resulta innecesario a esta altura aclarar cuál es una y cuál, la otra. Vale recordar que Liu objeta duramente los programas económicos de austeridad fiscal impuestos a Europa y califica a quienes los impulsan como “los halcones del déficit”.

VÍNCULO. Bien lo dijo el especialista Gustavo Girado, consultado por este periodista: los intereses chinos «están más ligados que antes al progreso de sus socios, aunque sean pequeños. A esta gran economía le puede costar mucho prosperar y mejorar las condiciones de vida de su población si sus socios enfrentan restricciones económicas y políticas». Añade que «La cooperación para promover la innovación, el aliento a la iniciativa individual y esquemas de coordinación para desplegar en diversos campos, todos requieren mejorar los esquemas de coordinación vigentes, lo que incluye apoyar el sistema multilateral de comercio». Y eso fue lo que propuso china en la reciente reunión del G20, realizada en Hangzhou.

En esa dirección, Néstor Gorojovsky, de La Señal Medios y Télam, nos precisó que “La razón por la que China no puede practicar imperialismo económico es doble: (a) no le «sobran» capitales, le faltan, y (b) aunque le «sobraran» debería invertirlos en producción de bienes materiales y no en enriquecimiento de una capa minúscula pero poderosa de financistas. De hecho, ésa es la diferencia que hace un capitalismo de Estado con economía planificada y un gobierno que no solo mantiene a raya sino que impide terminantemente toda intrusión de los financistas en la cosa pública (salvo como servidores del conjunto), por un lado, y una economía hegemonizada por la anarquía bursátil y especulativa del capitalismo imperialista, en el cual el estado está por definición colonizado por esos financistas.”

Ahora bien, frente al problema del desarrollo conjunto asiático, Gran Bretaña ha lanzado a sus analistas a operar con intensidad asentándose en datos no desdeñables: argumentan –en voz alta para que los chinos escuchen- que Rusia sigue desplegando los planes de la Unión Soviética para hegemonizar Asia Central. Saben que la historia de desencuentros entre ambas potencias es profunda y ha desencadenado enfrentamientos que dejaron esquirlas. Sin embargo, cabe indicar que la madurez de grandes conglomerados humanos canalizada en sus líderes, puede potenciar una inteligencia honda, asentada en intereses concretos: la perspicacia de la dupla Vladimir PutinSergei Lavrov parece muy aguda como para desperdiciar una alianza tan fructífera prohijando un sometimiento velado que, tarde o temprano, recibiría el rechazo del coloso asiático.

Vale preguntarse al respecto porqué la OCS, entre aquél lejano 1995 y este presente, no sólo ha sostenido sus miembros y sus acuerdos, sino que ha incorporado enormes países con un PBI apreciable. La respuesta puede ser: porque es útil para todos pero además, equilibrada en sus decisiones interiores. En contraposición a las coaliciones y tratados previos conocidos por todos los pueblos, la OCS les está brindando un lugar de confluencia donde, aunque los desniveles son evidentes, no hay hijos y entenados al punto de subsumir nacionalidades enteras. Y vamos entrando a otro asunto de trascendencia.

GRAN. Si hubo un Gran Juego, opacado durante más de un siglo por los sucesos en Medio Oriente, hoy parece haber un Gran-Gran Juego que involucra a las dos regiones, con perspectivas de control mundial. Es decir, mientras el conflicto en Siria y sus alrededores arrecia, la otra zona de creciente influencia es Asia Central. En uno, los Estados Unidos ha hecho pie escandalosa y desequilibradamente; en otro, no logra incidir. Mientras, su economía interior y la de sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte se debilita ante la absorción de energías, cual agujero negro, del capital financiero. Este panorama habla del futuro, pero no es irreductible: el poder y la experiencia aquilatados por el imperio anglosajón y su acuerdos con Alemania dan cuenta de futuras colisiones, pues nadie abandona primacías sin pelear.

La aceleración del acercamiento entre China y Rusia se origina, además de la detección estratégica de intereses amalgamados, en la preocupación que generó en los estrategas de ambas naciones la irrupción salvaje de los Estados Unidos sobre Libia e Irak. Algo así como la corroboración de una sospecha preexistente: ese Estado, el más poderoso del mundo, está controlado por la irresponsabilidad inmediatista de la ganancia urgente por fuera de razonables diseños que cuiden la vida en el planeta. El esquema norteamericano de castigar a quienes se salen del circuito dólar y de tomar sus recursos naturales para comercializarlos –China fue muy dañada por la ausencia del petróleo iraquí, por motivos antedichos- encendió la luz de alarma en los lideres chino y ruso.

IDENTIDAD. Empero, hay otro punto que vale considerar. Con gran sapiencia el analista colombiano Pío García ha indicado que la reducción maniquea con que la potencia del Norte propagandiza sus acciones, poco puede lograr en culturas milenarias tan complejas como las asiáticas. En un momento fue democracia – comunismo, luego seguridad – narcotráfico, ahora democracia y seguridad – terrorismo. Este último combo ha perjudicado notablemente la imagen norteamericana en los pueblos que integran la coalición de los Seis, más sus aliados: Hollywood pretende que millones de personas admitan que su islamismo ancestral contiene un mensaje de muerte, crueldad y opresión. El cachetazo formidable de la caída del Muro de Berlín también contribuyó a la adultez de los liderazgos euroasiáticos: Ni Moscú ni Beijing exigen ateísmo, ya nadie desdeña el confucianismo, ya nadie persigue al islamismo.

Los modelos terroristas asentados en el esquema Al Qaeda y desparramados bajo nombres variados entre los cuales el más conocido es ISIS, sólo generan rechazo en los pueblos de la región, quienes  los perciben ajenos, invasivos. No son pocos, además, los que consideran que se trata de inventos occidentales destinados a generar reyertas horizontales. La acción rusa en Siria no resultó objetada por los islamistas rusos. Los grupos mercenarios trasplantados en el interior chino con tales banderas, especialmente en Xinjiang, no cautivan poblaciones sino que refuerzan la aquiescencia para la llegada enérgica del estado central. La propaganda dual, de rasgos infantiles, donde los malos se parecen mucho a los vecinos de todos los días, está operando a favor de la unión de pueblos que, años antes, tuvieron diferencias entre sí. Identidad mata Hollywood.

La Organización de Cooperación de Shanghai tiene su conducción en la reunión anual de los jefes de Estado. Se encuentran en esa ciudad. Le sigue el Consejo de jefes de gobierno, con primeros ministros, cancilleres y responsables directos de los Ejecutivos. Luego está el cónclave, más habitual, de ministros por área. Y también, el vínculo entre parlamentarios de los países miembros. Además de la secretaría general, que opera permanente en Beijing, el órgano de seguridad, RATS, tiene sede fija en Tashkent, Uzbekistán. Entre todos, poseen el PBI más dinámico del planeta.

Hay mucha gente allí.

Es preciso saberlo, a la hora de pensar el panorama mundial. Sobre todo si lo observamos desde el Sur, donde la Argentina y Brasil están cerrando la gran puerta de dos alas que resultaba el pasaje preciso hacia Shanghai: el Unasur y el Mercosur. Pero esa es otra historia, y seguiremos dando cuenta de ella.

  • Director La Señal Medios / Sindical Federal / Area Periodística Radio Gráfica

 

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