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EL RENUNCIAMIENTO DE EVITA / Primer revés de las masas peronistas

Por ROBERTO BASCHETTI *

 

El 17 de octubre de 1945 fue el comienzo del ascenso de las masas en la Argentina. El triunfo electoral del 24 de febrero de 1946 dio el andamiaje necesario para profundizar la revolución. La reforma de la Constitución acordada en 1949 permite la reelección presidencial. Se debate quien será el compañero de fórmula de Perón. Para esa coyuntura histórica hay solamente dos organismos que pueden movilizar a las masas: el Partido Peronista Femenino y la Confederación General del Trabajo con sus 5 millones de trabajadores. Ambos tienen acceso directo y una empatía muy fuerte con Evita. El secretario general de la CGT, José Gregorio Espejo, le ofrece el cargo a la esposa del General Perón.

 

“No, yo no, para eso no, muchachos, no sirvo”será la respuesta de Evita. El mismo Espejo, con Isaías Santín, Florencio Soto y Armando Cabo –los hombres fuertes del sindicalismo en esos tiempos- le plantean que más allá de su negativa personal, quienes la quieren ver Vicepresidenta era el conjunto de los trabajadores y por lo tanto un tema así de trascendental no podía agotarse en una charla. De allí surge la idea de una asamblea gigantesca que pasará a la historia con el nombre de “Cabildo Abierto del Justicialismo”.

 

El 22 de agosto de 1951 el pueblo peronista desbordó el lugar de concentración. La avenida 9 de Julio estuvo repleta con sus dos paralelas, (Cerrito y Carlos Pellegrini), desde donde se levantaba el escenario (Ministerio de Obras Públicas, calle Moreno), hasta la avenida Córdoba. Impresionante realmente.

 

Fue un día primaveral. La avenida 9 de Julio se convirtió en un gigantesco parque donde mujeres, hombres y niños del todo el país esperaron la hora de la proclamación con esa inocente y pura alegría que sabe ponerle a las cosas, la gente llana de nuestra tierra: allí se durmió, se bailó, se comió y se cantó en medio de una confraternidad que no pasó desapercibida para los cronistas porteños. Evita reconocería ese fervor en una parte de su discurso, a posteriori: “Mi General: aquí, en este magnífico espectáculo, vuelve a darse el milagro de hace dos mil años. No fueron los sabios, ni los ricos, ni los poderosos, los que creyeron: fueron los humildes. Ricos y poderosos han de tener el alma encerrada por la avaricia y el egoísmo; en cambio, los humildes, como viven y duermen al aire libre, tiene las ventanas del alma siempre expuestas a las cosas extraordinarias”.

 

Entre la muchedumbre llamó la atención la gran cantidad de ancianas presentes. Seguramente habían esperado toda su vida la justicia social, que ahora en plenitud las alcanzaba con la cabeza cana. Estarían a la par del resto de los convocados, quince horas a la intemperie, a la espera de ver a sus líderes. El sentir y espíritu imperante que se palpaba lo dio una de estas mujeres. Cuando se descompuso y quisieron ponerla a la sombra y auxiliarla se opuso terminantemente acompañando la decisión con esta frase: “Si Eva Perón no acepta, no importa morirse… y si Eva Perón acepta, ya puede uno morirse tranquila”.

 

En el palco estarían solamente Perón, Evita y el secretariado de la CGT. Este último le pidió que aceptara la candidatura, “ya que era el deseo del pueblo que ella, junto al General Perón, tomara parte desde el Ejecutivo en las grandes determinaciones de la Revolución Peronista”. Hablaron durante seis horas. La masa primero tratando de convencer (¡¡“Evita con Perón, Evita con Perón”) y luego enfervorizada, exigiendo que acepte el alto cargo (“¡¡Contestación, contestación!!”); Ella dando sus razones: que la mejor manera de servir a su pueblo era desde un puesto de lucha y no rodeada de oropeles y honores que le recortarían su eficacia. Pidió tiempo para contestar. Se levantó el acto.

 

En el centro de ese diálogo por momentos dramático estaba la génesis de un peronismo enemigo acérrimo de la oligarquía y elimperialismo. Lo reafirmó la propia Evita en una parte del discurso que dio: “Y saben que la oligarquía, que los mediocres, que los vendepatrias todavía no están derrotados y desde sus guaridas asquerosas atentan contra el pueblo y contra la nacionalidad”.

 

Es que más allá de lo fáctico, de lo circunstancial, del momento, estaba claro para cualquier analista político que por diferentes razones, oligarcas, burócratas y militares se oponían a su vicepresidencia. Y como se vivió trágicamente cuatro años más tarde, las masas, aparte de su número no contaban con la organización necesaria para parar un golpe militar. Nueve días más tarde, a través de un mensaje radiofónico, Eva Perón renunció a la candidatura ofrecida. Sería el primer revés para las masas peronistas pero no el último.

 

  • Historiador, sociólogo y militante peronista / LSM

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