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Documentos desclasificados recientemente por el Departamento de Estado aportan nueva información acerca de la relación que mantuvo el ex secretario de Estado Henry Kissinger con el gobierno dictatorial de Argentina, que controló este país entre 1976 y 1983.
Los documentos revelan que Kissinger desbarató iniciativas para detener las ejecuciones en masa y que, por el contrario, alabó a los líderes militares argentinos en 1978 al expresar: “El Gobierno de Argentina ha desarrollado una destacada labor al exterminar a las fuerzas terroristas”.
Kissinger hizo esos comentarios durante una visita a Argentina en oportunidad de la Copa Mundial de Fútbol de 1978. La visita de Kissinger fue en calidad de invitado personal del líder de la junta militar, el general Jorge Videla, quien supervisó la desaparición de unas 30.000 personas.
En uno de los cables recientemente revelados, el funcionario del Consejo de Seguridad Nacional Robert Pastor redactó: “Los elogios [de Kissinger] al Gobierno argentino en relación a su campaña contra el terrorismo fueron la música que el Gobierno argentino ansiaba escuchar”.
Vale recordar que según testimonios internos de la dictadura, la influencia del funcionario norteamericano, y la dependencia del régimen argentino, resultaron tan importantes, que se registraron llamados telefónicos para resolver sobre la vida o la muerte de grandes contingentes de detenidos.
El sentido profundo de la dictadura cívico militar en la Argentina fue poner en caja a un país caracterizado por su tendencia al crecimiento económico industrial independiente, endeudarlo artificialmente, así como quebrar a un movimiento obrero dinámico que se reconocía –en conciencia y organización- como vanguardia continental.
En 1976 la Junta Militar regenteada por Jorge Rafael Videla, Orlando Ramón Agosti y Emilio Eduardo Massera, asumió el gobierno junto al ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz. La acción económico política se caracterizó por el enfriamiento de la economía y la desaceleración del crecimiento a través de la caída del poder adquisitivo masivo.
Esto derivó en una transferencia de ingresos importante de las clases populares a los sectores concentrados y sumió a la Argentina en una economía financiera, sin rentabilidad productiva. En el orden internacional, realineó el país junto a los Estados Unidos, dejando de lado los impulsos terceristas de la gestión peronista derrocada.
GF / Democracy Now / La Señal Medios.
