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jueves , marzo 28 2024
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PLUTARCO SCHALLER / Las facetas de un luchador

 

Por GUILLERMO ALFIERI*

 

Se esperaba, pero duele. Plutarco Schaller murió en La Rioja, el 23 de mayo de 2016. El deceso desgarra al equipo de los que bregan para que la impunidad no se convierta en un elemento de la historia, la justicia no sea una quimera y la libertad el sueño realizado. Plutarco Schaller puede ser señalado como el autodidacta que desafió vicisitudes y transitó la vida a costa de cualquier empellón de los oportunistas y el sadismo de los autoritarios. Su acción fue física e intelectual, con tenacidad admirable. Con apariencia de un duro, pero con la capacidad del gesto tierno y el decir te quiero en el momento adecuado, como expresión de cálido aliento.
Los pulmones de Plutarco Schaller habían requerido la compleja intervención quirúrgica. Se recuperó por su apego a la hazaña, quizá fortalecido por el anhelo de ser factor clave en el megajuicio a represores, que operaron en la cárcel de La Rioja, convertida en campo de concentración. Plutarco fue testigo de cargo. Su testimonio tuvo la rigurosidad de lo irrebatible e influyó en el fallo condenatorio de miembros del ejército, la gendarmería y el servicio penitenciario.

Cumplida la misión, hace unas semanas, un examen médico de rutina determinó la existencia de complicaciones. La internación fue inmediata, en la Clínica Mercado Luna. Era el comienzo de la agonía, con la piadosa decisión de suspender la terapia invasiva, que postergara lo irremediable. Seguro que Plutarco prefirió la melodía de guitarra, en manos fraternales, a modo de despedida en la Ciudad de los Naranjos.

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En la antesala de la despedida, Plutarco habrá repasado su infancia y adolescencia en Crespo, provincia de Entre Ríos, que contó en su libro El Corcino.

En Crespo había desgajado mis primeros brotes de vida, que tampoco había sido un paseo. Allí, a los 10 años de edad, tuve que abandonar sin terminar el tercer grado de la escuela primaria, pues había que ayudar en casa.

Casi no tuve tiempo ni oportunidades para las bolitas, los trompos o barriletes, pero jugando a trabajar me sobró entretenimiento. En esos años y con esa edad habría de pastorear y ordeñar vacas, repartir leche, cortar alfalfa con guadaña, techar galpones y gallineros con paja brava, caracolear nabo, ayudar a cavar pozos de balde, pisar barro para levantar paredes, remendar bolsas para las cosechas de trigo y lino, cultivar el huerto, atender la crianza de cerdos y gallinas, expender nafta en una estación de servicio, emparchar gomas, lavar y engrasar vehículos, y meter la cuchara en la mecánica automotriz.

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Chacho Schaller anduvo por todas las provincias. Recorrió países del Cono Sur y del Caribe. A Crespo no volvió, pero atesoró en la añoranza el lugar en que nació, en 1928. Fue hombre de varios oficios, inobjetablemente ejercidos. Con un humor que de tanto en tanto se hacía pesado, por su inocencia. Identificado con las causas populares, con la ideología de solucionar de inmediato los problemas de los de abajo, para superar las desigualdades, sacudir el privilegio político, económico y cultural y cuestionar la ominosa injusticia social.

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Hay un asunto que le quedó pendiente. Chacho Schaller sufrió la ofensa de ser excluido de la cooperativa, de la que fue socio fundador, editora del diario El Independiente. Lo echaron, junto a otros compañeros, por “abandono de trabajo”, provocado por su condición de preso político de la dictadura, durante siete años. La bajeza abrumó su estado de ánimo, cuando intentó el regreso a su puesto de labor en 1983, aunque no se dio por vencido. Ahora mismo está planteada en la justicia federal, su demanda por el despojo, mediante el delito de lesa humanidad.

A los familiares y amigos nos costará resignarnos a no encontrarnos con Chacho, a no saber en qué anda, en carne y hueso, en decente coherencia, de hombre de una sola pieza. Por mi parte, asumo la responsabilidad de acompañar a sus hijos en mantener en pie el reclamo que aguarda turno en tribunales, hasta que me dé el cuero. Y, por las dudas, repudio cualquier muestra de pesar hipócrita, floral o escrita, suscripta por la desvirtuada Copegraf.

Esta otra crónica fue escrita hace un par de años. Creo que complementa la de ahora

El intenso camino andado
por Plutarco Chacho Schaller

Guillermo Alfieri

“Aquí también estuve yo”, estampó con su cuchillo Plutarco Chacho Schaller, en el hielo permanente de la cumbre del Famatina, a más de 6.200 metros de altura. La inscripción podría ser marcada en infinitos lugares del país, que Chacho recorrió de punta a punta. En el andar, gozó y aprendió de la naturaleza, con variados oficios que pusieron a prueba su inteligencia, sentido común y capacidad física. El manifiesto interés por el bien colectivo, resultó sospechoso para los represores, que le impusieron cárcel, exclusión laboral y exilio voluntario. Plutarco volvió a La Rioja. Con 86 años de edad, su lucha a favor de las causas justas mantiene el vigor de siempre.

La cuna entrerriana

Plutarco pertenece a la numerosa familia de los Schaller, de Entre Ríos. Nació en 1928 y creció en Villa Crespo (Paraná Campaña), en el Barrio Azul, al otro lado de las vías del ferrocarril. Las tareas rurales le restaron grados al ciclo de la escuela primaria. Apenas adolescente, dejó la casa paterna y a los 17 abriles emigró de la provincia litoraleña. El servicio militar lo ancló en la Capital Federal, hasta que inició el peregrinaje., con la combinación de aventura y trabajo. Como operario de una empresa de perforaciones llegó a La Rioja, donde el agua es oro en polvo.

El llano y la montaña, la flora y la fauna, la minería y la agricultura, explotados y explotadores, el sol y las tormentas, seres humanos desafiando condiciones adversas. Nada fue ajeno a Chacho Schaller. Tipo fuerte, sin alardes desubicados. Lo que vio y sintió lo expuso en piezas periodísticas y en libros con ricas narraciones, como las acumuladas en El Corcino.

El sitio adecuado

En 1960, Plutarco se incorporó al diario El Independiente, dirigido por Alipio Tito Paoletti. “Cazó” imágenes y redactó impecables Fotocrónicas. Por su mérito, se divulgó que las formaciones geológicas de Ischigualasto, con su Valle de la Luna, padecían el saqueo de científicos piratas, con tarjeta de universidades extrajeras. Chacho se especializó en “leer” el desierto fosilizado, de millones de años.

Un acuerdo de límites determinó, entre 1967 y 1969, que el Valle de la Luna correspondía a San Juan y que, como consuelo a La Rioja le quedaba Talampaya. La decepción riojana la reflejó la revista humorística El Champi: el mapa de la provincia de Ángel Vicente Peñaloza quedó reducido a la plaza principal de la ciudad capital.

Schaller fue rastreador honorario en los intentos de que La Rioja reabriera el paso cordillerano a Chile, escaló El Bonete, rozando los 6.900 metros de altura, conoció Los Andes que no ven los turistas. Fue periodista de la travesía a la Antártida, liderada por el coronel Leal. Guió a Arturo Jauretche y a Daniel Moyano en viajes por el interior remoto de la provincia. Hizo de auxilio del corredor Raúl Sufán en un gran premio de turismo carretera, con la particularidad de ser más veloz que los consagrados volantes en la compleja Cuesta de Miranda. Claro que tanta audacia provocó accidentes, quebradores de huesos y dibujadores de cicatrices que tatuaron el cuerpo de Plutarco.

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Los habitantes de la capital de La Rioja, sufrían la endémica falta de agua suficiente para atravesar el rigor de los ardientes veranos. La solución se pensaba con forma de obra faraónica, como la del faldeo del Velasco, cadena montañosa que es parte del paisaje. Con su experiencia en la materia, Plutarco proponía perforaciones de larga longitud para extraer el agua subterránea. El Independiente planteó el público debate y se escuchó la opinión de Schaller. En el primer tramo de la década de los ’70, se licitó y realizaron los agujeros extensos, con un éxito que perdura hasta el presente.

Represión y despojo

Fui compañero de Plutarco en El Independiente, con línea editorial crítica del autoritarismo y de apoyo a la pastoral de Enrique Angelelli. Participamos con alma y vida de la fundación de la cooperativa que imprimió el matutino. Allí detuvieron a Schaller, en la madrugada del 24 de marzo de 1976. Lo torturaron. Lo liberaron en 1983, en el patagónico penal de Rawson. La dictadura consiguió cómplices civiles para que Chacho y otros siete socios fueran excluidos de Copegraf, por “abandono de trabajo”.

Tanteó ocupaciones e intentó reagrupar a la familia. En Cuba surgió una chance de empleo, sin perder contacto con su país. Denunció que Jagüé, pueblo riojano al pie de la cordillera, fue vendido en 1990 a un holding italiano, a un costo de 340 mil pesos, a razón de un peso la hectárea e involucrando a 500 habitantes y a la impresionante Laguna Brava.

Plutarco Schaller volvió a La Rioja. La muerte le arrebató seres amados. Testimonió en causas por delitos de lesa humanidad. Armó un dossier con el nombre de cientos y cientos de represores. Acompaña los actos con reclamos populares, aunque las rodillas protesten. Chacho no afloja. Querelló a los que robaron El Independiente. Sigue dando pelea a la impunidad.

  • Periodista / Creador junto a Chacho y Tito entre tantos, de la Cooperativa El Independiente / Autor de “El libro de Tito Paoletti” entre otros textos / LSM

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