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IRÁN / Contra el narcotráfico, sin la DEA

 

Por EMILIO MARÍN *

 

Durante los 38 años que el Sha Reza Pahlevi gobernó Irán como semi colonia norteamericana, era un ejemplo para Washington, sin importar la monarquía, la falta de derechos humanos y la dilapidación de riquezas naturales.

 

A partir de la revolución islámica orientada en 1979 por el ayatolá Khomeini, con los cambios progresivos en la política, la economía y el rol internacional persa, Estados Unidos la sentó en el banquillo de los acusados de los peores delitos, incluso sin ninguna prueba, como el supuesto plan para fabricar armas nucleares.

 

Con ese último latiguillo, impulsó sanciones, que se fueron sucediendo desde 2006 hasta julio del año pasado, cuando un acuerdo entre la cancillería persa y sus similares de los 5 del Consejo de Seguridad más Alemania, puso las cosas en su lugar. Irán hizo aún más transparente su programa nuclear pacífico por diez años, y las potencias se comprometieron a levantar las sanciones. Para ello se tomaron hasta enero de 2016, cuando verificaron que lo firmado se había cumplido por parte de Teherán.

 

El Departamento de Estado norteamericano y el Tesoro no han levantado todas sus sanciones, porque todavía sus empresas y bancos no pueden hacer negocios con Irán, y subsisten medidas punitivas pretextando violaciones a los derechos humanos y otros presuntos déficit democráticos.

 

En el fondo EE UU y aliados europeos no han cambiado su enfoque hipercrítico sobre el país en cuestión. Pragmáticos, ahora lo precisan mucho más que antes como factor de estabilidad regional. Es que los crímenes del Estado Islámico, Isis o Daesh en Irak, Siria, El Líbano y Afganistán, más los atentados terroristas en Francia, aconsejaban menguar su política de mano dura hacia el gobierno de Hassan Rohani.

 

Ese cambio táctico llega tarde y casi todo el mundo se debe haber dado cuenta de cuál fue el motivo de fondo. En la II Conferencia Internacional de Medio Ambiente, Religión y Cultura celebrada en Teherán, Rohani señaló que “si no fuera por Irán el grupo terrorista Daesh se habría apoderado de Bagdad y Damasco, y ambos gobiernos estarían presididos por los terroristas”. No se refería sólo al rol de contención de militares iraníes en socorro de las autoridades de Bagdad y Damasco sino también a los médicos, ayuda económica, etc.

 

La animadversión de Washington hacia la nación persa es por el antiimperialismo y tercermundismo de ésta, por la solidaridad con los palestinos y denuncia del sionismo. Lástima que esa furia no les permita ver los logros iraníes contra el narcotráfico, que supuestamente es una de las políticas internacionales del imperio, al menos de palabra.

 

Méritos de Irán

 

En la reciente conferencia de la ONU contra las drogas, del 19 al 21 de abril pasado en Nueva York, la UNGASS 2016, el ministro del Interior iraní, Abdolreza Rahmani Fazli, informó que “con la incautación y confiscación del 40% de las drogas a nivel mundial, Irán ocupa el primer puesto del mundo en la detección de estupefacientes”.

El orador urgió a la comunidad internacional a luchar contra el narcotráfico. Su país está haciendo lo necesario por su gente, lo que repercute en favor de la población mundial y tendría que ser ayudado al margen de las consideraciones políticas que se tenga respecto a la República Islámica de Irán.

 

Por un lado viene haciendo sus “deberes internos”. Irán dista mucho de tener su mercado consumidor de drogas al máximo, como EE UU, donde se consume el 60 por ciento o más de todas las drogas del mundo. El país persa tiene una educación y una religión donde están prohibidas las drogas en general, incluso las que en Occidente se consideran legales, como el alcohol.

 

Eso no es propaganda. El cronista lo pudo comprobar en febrero de 2011 en Teherán, durante un viaje con una docena de periodistas latinoamericanos invitados al 32° aniversario de la caída del Sha. No se trata meramente de prohibiciones sino de campañas educativas, ayuda a los enfermos que caen en la drogadicción, etc.

 

Rahmani Fazli señaló en Nueva York que la política iraní ofrece a las poblaciones vulnerables una alternativa de trabajo, para que no caigan en el conchabo de los narco-carteles. Y que se debe impulsar un progreso sostenible entre las capas de la sociedad involucradas, para contribuir a eliminar esa lacra.

 

Eso se acompaña de duras sanciones a los narco-traficantes. Éstos, en el caso que reincidan en esos delitos muy graves para la legislación iraní, pueden ser condenados a muerte. Según estadísticas europeas que no pudieron ser confirmadas por el cronista, en 2015 fueron al patíbulo unos 500 narcotraficantes, lo que indica la gravedad del asunto.

 

Mucho mayor es la cantidad de policías y soldados iraníes muertos en la lucha contra el narcotráfico. En la referida conferencia mundial de la ONU, el ministro del Interior aseguró que “3.800 policías iraníes ha sido asesinados y otros 12 mil resultaron heridos en el combate contra los narcotraficantes, y un promedio del 80% del opio y el 40% de la heroína y morfina mundial ha sido incautadas por las fuerzas iraníes”.

 

Ese esfuerzo no fue en vano, porque el año pasado Irán confiscó 620 toneladas de diferentes tipos de droga. Esto debería ser valorado por EE UU y la Unión Europea, porque significa que Irán puso los muertos y mutilados para que esos cargamentos de drogas no pasaron por su territorio rumbo a mercados europeos. La salud pública de esos países no se vio más afectada gracias al esfuerzo persa, pero ni siquiera todos los pueblos beneficiados tienen eso en claro. Y esto por responsabilidad de sus gobiernos, que siguieron demonizando a Irán y nunca dijeron una palabra de agradecimiento por ese valioso aporte contra el narcotráfico.

 

Empiezan reconocimientos

 

A pesar de esas campañas demonizadoras del imperio, Israel y la monarquía saudita, el prestigio de Irán contra la droga va in crescendo. La oficina antidrogas de la ONU, organizadora del evento de abril, UNODC, cuyo director ejecutivo es el ruso Yury Fedotov, consignó esos avances. El ministro iraní le ofreció realizar en Teherán una Conferencia Internacional para debatir sobre las vías de control del tráfico de drogas en la ruta de los Balcanes.

 

En abril también firmó acuerdos con delegaciones gubernamentales de Ucrania, Bulgaria y Singapur, que se sumaron a otros suscriptos el año pasado con Afganistán, con un programa de sustitución del opio. Datan de 2012 los acuerdos firmados por el entonces presidente Mahmud Ahmadinejad con su colega Evo Morales, y que ayudaron a Bolivia en su sobresaliente balance de lucha antinarcóticos.

 

Para conocer mejor el enfoque iraní, vale mencionar que el acuerdo entre Rahmani Fazli y el Director de la Agencia de Control de Drogas de Ucrania, prevé “la cooperación en la lucha contra las drogas narcóticas y alucinógenas, el tratamiento de las personas adictas, la disminución paulatina de los daños producidos por las adicciones, la celebración de cursos de formación, el intercambio de información y experiencias, y la lucha contra el blanqueo del dinero y los narcotraficantes, además de cooperar para producir medicamentos para las enfermedades relacionadas con el uso de narcóticos”.

 

Es un enfoque moderno, social, humanista, científico, etc, opuesto por el vértice a la receta norteamericana punitiva que ha fracasado en EE UU y en Afganistán, Colombia, México, Honduras y otros países.

 

Los méritos persas son triples porque se producen no solo ante “problemas internos” sino por su dilatada frontera de 900 km con Afganistán, que produce el 80 por ciento de la heroína del mundo y busca rutas terrestres vía Irán para su comercialización. Se dice, aunque eso necesita más probanzas, que otra parte de esa droga afgana sale en aviones militares estadounidenses e incluso en cajones con los restos de sus caídos en ese frente.

 

Es en esa peligrosa frontera que ha muerto la mayoría de los 3.800 soldados y policías iraníes en pugna con narcos.

 

En Afganistán estuvieron centenares de miles de soldados de EE UU y la OTAN, que invadieron y ocuparon a partir de octubre de 2001, como supuesta respuesta al ataque a las Torres Gemelas. Desde que los marines yanquis están allí, el total de heroína afgana se multiplicó por cuatro, lo que abona la tesis de complicidad e intervención del Pentágono y otras agencias con ese negocio ilegal.

El Informe Mundial sobre Drogas 2014 de la UNODC sostuvo que “el marcado aumento en la producción de opio en Afganistán representó un paso atrás, ya que este país, el productor más grande a nivel mundial de adormidera, registró un incremento de 36 por ciento en el área cultivada, pasando de 154.000 hectáreas en 2012 a 209.000 hectáreas en 2013. Con una producción de alrededor de 5.500 toneladas, Afganistán aportó el 80 por ciento de la producción mundial de opio”.

 

Desde 2014 Afganistán tiene otro gobierno con el presidente Ashraf Ghani, diferente al corrupto Hamid Karzai, que mandó durante trece años. Ghani ha firmado acuerdos antinarcóticos con Irán. Otra nueva prueba (una más y van…) de que si se quiere luchar en serio contra ese flagelo hay que alejarse de la órbita norteamericana.

 

*Diario La Arena / LSM

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