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jueves , abril 25 2024
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HOMERO EXPÓSITO / Chau, no va más

Por GABRIEL FERNÁNDEZ *
Aunque siempre consideramos que se le brinda demasiada importancia al nombre de una persona, debemos admitir que en ciertos casos, una decisión paterna previa al emerger mismo de la vida, conlleva la definición de un rumbo.
¿A quién se le ocurre bautizar a los hijos como Virgilio y Homero? Bueno, a un padre que ya tenía su propia saga: el apellido Expósito es una elección de Manuel Juan (si, a la inversa de lo habitual) quien había sido criado en la Casa de Niños Expósitos de la Avenida Montes de Oca, en el sur porteño.
Lo cierto es que Homero nació en Entre Ríos y Virgilio en Campana (traslados explicable por las vicisitudes laborales de la familia). Y parece muy relevante señalar que ambos son hijos del personal don Manuel Juan con Rafaela del Giudice Cafaro, mujer anarquista en aquellos  bravíos años 20.
PIBES. Claro, con ese pedigrée los hermanitos Expósito se lanzaron al mundo. Muchas lecturas, muchas preguntas, mucho diálogo sobre asuntos terrestres y divinos en el hogar. La Ciudad de Buenos Aires los recibió con sonido de tango. Y aunque nunca cerraron sus oídos a otros géneros, allí se afincaron para luego volar.
En el trazo grueso de la obra, puede observarse que Homero se encargaba de las letras en tanto Virgilio desataba su tendencia a la composición musical. Sin embargo, es válido indicar la retroalimentación  en ambos rubros. El diálogo entre ambos se extendería por siempre.
A los 9 años Homero ganó un concurso literario. El padre lo premió prometiéndole un viaje a Buenos Aires a la edad adecuada. Cumplió temprano. A los 15 años le entregó 200 pesos –un sueldo obrero promedio- y le permitió viajar (solo) a la Capital.
El pibe, que ya se consideraba un tanguero hecho y derecho, se vinculó con otras perspectivas. Conoció el jazz. Y luego, ya junto a Virgilio, redescubrió la trascendencia del tango al observar que el bolero era una derivación con otras características. En la juventud, ya estaban los dos componiendo afiebradamente.
ÉXITOS. Es ostensible que los temas resultan extraordinarios. No es nuestra pretensión historiar el conjunto. Algunos han quedado en el decir cotidiano de los argentinos y bastante más: Naranjo en flor, Fangal, Vete de mi, Maquillaje, Flor de lino, Yuyo verde, Fueye… maravillas condensadas en tres minutos que raspan y modifican el interior de quien escucha.
Pero en este caso buscamos enfocar la lente para promover la lectura específica de una de las más interesantes obras filosóficas compuestas en el país: el tango “Chau, no va más”. Aunque el título lo aparente, está bien lejos de tratarse de una simple despedida en un amor contrariado.
MAESTRÍA. Allí Homero, delicadamente entornado por una música que se pone “a tono” a través de su hermano, se plantea el futuro inserto en lo existente, y el presente como borroso y a veces cruel derivado de lo que fue.
Se trata de una composición madura, reflexiva. Uno de los últimos grandes éxitos de la dupla magistral. Si el ambiente general posee una dosis de melancolía, los arranques de cada zona de la obra plantan bandera hacia las modificaciones. Y esos cambios renuevan la esperanza.
A pesar del desarrollo personal que implica haberse convertido en cumbre de la poesía nacional, Homero se aleja del escepticismo, lo contiene y lo relativiza, y abre las puertas. Por ese entonces, años 70, además del jazz los hermanos tomaban en cuenta el rock, y se ligaban a varios de los músicos que estaban realizando verdaderos clásicos a futuro.
Sin embargo, aunque toda la canción es espléndida en su equilibrio y profundidad, vale realzar aquella frase. Un par de líneas que, bueno es evocarlo, nos las hizo valorar el poeta, bandoneonista y obrero gráfico Manuel Suárez: “Empezar a pintar todos los días sobre el paisaje muerto del pasado”.
Sobre ese tapiz hay que narrar. La contundencia del ¿comentario? evidencia también el ansia de quien posee en su interior el lobo intenso de la ansiedad por seguir y seguir, al tiempo que entiende el valor de contenerlo para evitar el desborde y asi, de tal ecuación, dejar salir el concepto justo, cargado de intensidad y atemperado por la belleza.
Vamos a leer juntos lector, y luego si tiene una grabación a mano, a escucharlo.
¡Chau, no va más!…
Es la ley de la vida devenir,
¡Chau, no va más!…
Ya gastamos las balas y el fusil.
Te enseñé como tiembla la piel
cuando nace el amor,
y otra vez lo aprendí;
pero nadie vivió sin matar,
sin cortar una flor,
perfumarse y seguir…

Vivir es cambiar…
¡darle paso al progreso que es fatal!
¡Chau, no va más!…
Simplemente, la vida seguirá.
¡Qué bronca sentir todavía el ayer
y dejarte partir sin llorar!
Si te pude comprar un bebé,
acuñar otra vida y cantar…
¡qué bronca saber que me dejo robar
un futuro que yo no perdí!
Pero nada regresa al ayer,
¡tenés que seguir!…

«Tomálo con calma… Esto es dialéctica
pura, ¡te volverá a pasar tantas veces en
la vida!
Yo decía… ¿te acordás?»

«-Empezar a pintar todos los días
sobre el paisaje muerto del pasado
y lograr cada vez que necesite
nueva música, nueva, en nuevo piano…»
«Vos ya podés elegir el piano, crear la
música de una nueva vida y vivirla intensamente
hasta equivocarte otra vez, y luego volver a empezar
y volver a equivocarte, pero siempre vivir… ¡vivir
intensamente!, porque ¿sabés qué es vivir?…»

Vivir es cambiar,
en cualquier foto vieja lo verás.
¡Chau, no va más!…
Dale un tiro al pasado y empezá,
si lo nuestro no fue ni ganar ni perder,
¡fue tan solo la vida, no más!

Y el intento de un casi bebé
debe siempre volverse a intentar.
Sé que es duro matar
por la espalda el amor
sin tener otra piel donde ir…
Pero, ¡dale, la vida está en flor!
¡Tenés que seguir!
Está claro que semejante análisis efectuado a través de la poesía tiene el encanto de estar entornado por algunos de los más grandes hits de la música nacional. Que varios de estos han tenido más recorrido público y se han afincado en el corazón popular.
Pero tal vez temerariamente es posible indicar que una canción así justifica vidas. Explica el sentido del paso por el planeta de estos dos gigantes. Una equivalencia de aquella manifestación de Gabriel García Márquez cuando comentó “Pedro Navaja” de Rubén Blades.
En esa línea, el más pequeño homenaje cercano. Pues desde el primer día que escuchó esta obra, buena parte de los interrogantes y andares de este periodista se vieron imbricados con la misma, representados e impulsados por su vigor hondo.
Gracias Homero, gracias Virgilio. Y un detalle para Roberto Goyeneche, que ofreció la comprensión ideal para contar esa idea.
Usted, amigo, escúchela de nuevo.
·    Director La Señal Medios / Area Periodística Radio Gráfica
*   Material realizado par el periódico Conexión 2000, Arte y Cultura en el nuevo milenio.

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