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jueves , marzo 28 2024
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EMOCIÓN / En el mejor de los mundos

Por GUSTAVO RAMÍREZ *

 

                La lluvia comenzó temprano. Esa misma noche las redes sociales reflejaron lo que podía suceder a la mañana siguiente. Personas, trabajadores, envueltos en banderas argentinas, en coches o a pie, sin temor a la oscuridad se movilizaban.

Los signos son distintivos. La mañana gris no amedrentó a la militancia. Y lluvia copiosa pintó un escenario dramático y épico. Los colores de las banderas se fundían con el cielo encapotado. Desde temprano, los vendedores ambulantes se apoltronaron en lugares estratégicos. El mundo era un puñado de agua rabiosa pero los gritos de combate y resistencia no se ahogaban.

Como cazadores furtivos los militantes se movían sigilosos y prestos. Sin miramientos uno podría hacer comparaciones poéticas. Recordar la canción de los Who, My Generation: La gente trata de ponernos siempre para abajo (Hablando acerca de mi generación) / Simplemente porque viajamos. Entre ese verso de la canción emerge Aullido de Allen Ginsberg:

Quienes fueron expulsados de las academias por locos por publicar odas obscenas en las ventanas del cráneo

Caminar entre la gente, bajo la lluvia. Escuchar sus precepciones. Sentir los cuerpos latir bajo la amalgama de paraguas o techos improvisados con banderas y saber que nada se había perdido del todo. Que hay una fuerza extraña que empuja desde las sombras trémulas de la historia. Mi generación. Y generaciones menores. Porque allí, en la calle, en Comodoro Py se podía calcular a ojo el promedio de edad. Allí confluían entonces los versos rasantes de los Who y Ginsberg. Porque ésta generación, antes del 2003, luchaba casi con nihilismo. La lluvia no licuaba la alegría. El clima fue siempre festivo. Como en cada marcha durante estos últimos años.

Uno caminaba pisando, por momentos barro, por momentos asfalto aun más embarrado y pidiendo permiso con cautela. Los rostros se mostraban felices y los ánimos excitados. No era una fiesta pagana ni un estúpido ritual ricotero. Era peronismo y todo lo que ello signifique. Las columnas llegaban de todas las latitudes y se sumaban a las que ya esperaban frente a los tribunales. También estaban los independientes, los que marchaban con su pareja o solos. Aquellos que llevaban niños, la señora que se quejaba por la lluvia, el señor que comentaba por lo bajo que el intendente de Lanús era el mismo hijo del Diablo. El muchacho que cantaba desde su silla de ruedas: “Si la tocan a Cristina que quilombo se va a armar”. Miles de voces que se multiplicaban y se hacían una sola.

Por un instante imperfecto la lluvia cesó. La estridencia de los bombos copaba la atmósfera húmeda del mediodía. Una mujer de mediana edad pasó rauda gritando: ¡Está hablando compañeros, está hablando! Si uno giraba su cuello comenzaba a observar como los celulares se extendían en cables de colores y recordaban a las viejas Spicas. Había que escucharla. Para eso fueron. Por eso estaba ahí esa generación. Y ella habló y fue por más y dobló las apuestas. Lo mejor que hace. Lo que más le gusta. Para entonces la lluvia era pasado.

Donde nace Comodoro Py un auto desplegaba sus puertas. La gente se aglutinaba a su alrededor. El audio llegaba fuerte y claro. Hablaba Cristina. Así, en términos, familiares. Cristina. El nombre de la historia reciente. La síntesis evocativa del peronismo. Una mujer (la presencia femenina fue contundente en número y manifestación) de rubio artificial refregaba sus ojos. Cristina hablaba y la mujer lloraba. Curioso. En estas manifestaciones nadie es anónimo. O somos militantes o somos hombres del campo nacional y popular o somos peronistas. En ningún caso, anónimos. Esa mujer lloraba feliz. Y hubo más ojos emocionados.

El análisis político quedará para un rato más tarde. Cuando el retiro se comenzó a efectivizar nos cruzamos, por los márgenes del río, con tres hinchas de Rosario Central. Llevaban buzos y camperas que los distinguían. Y una gran bandera con la imagen de Ella y el escudo del cuadro rosarino. “Uh, parece que ya se están volviendo todos, boludo”, dijo uno de los muchachos. El resto río con risa contagiosa y apuraron la marcha. Entonces reímos y dimos las gracias por estar presentes en momentos así. Donde la emotividad se hace razón.  El peronismo no va morir mientras tengamos veinte razones para sostener en lo alto sus banderas. Después de todo la canción de los Who y el poema de Ginsberg hoy dejaban de tener un significado escéptico como en los ’90. Hoy volvieron a tener sentido contracultural. Fuerza.  Empezó a llover y uno, no anónimo, silbaba cada vez más alto la marcha de Perón, de Néstor y Cristina.

Es la realidad efectiva.

*La Señal Medios / Feos Sucios Malas

 

 

 

 

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